Laudate Deum es un breve texto complementario de la encíclica Laudato Si,
publicada en 2015, sobre la que escribí un capítulo en el
libro-comentario de la Biblioteca de Autores Cristianos en el que
participaron varios cardenales (entre ellos, Müller), obispos y
sacerdotes[1].
En aquel capítulo, que titulé La Sombra de Galileo por razones obvias,
no oculté mi inquietud por varios aspectos de la encíclica. Pues bien,
si Laudato Si me produjo una viva inquietud, la lectura de Laudate Deum me ha causado una gran alarma.
La
exhortación prácticamente no habla de Dios: de 73 puntos, sólo se le
menciona en siete, y las escasas cinco citas bíblicas parecen
introducidas con calzador. De hecho, podría decirse que se trata de una
exhortación política más que apostólica, con un lenguaje más próximo a
un informe de la ONU que a un documento magisterial de la Iglesia.
Asimismo, de las 44 citas a pie de página, 27 corresponden al papa
Francisco citándose a sí mismo y 9 a fuentes científicas, casi todas de
la agencia climática de la ONU (IPCC). De hecho, más allá de una
referencia a un discurso de Pablo VI sacado de contexto, no hay citas de
Magisterio precedente.
Finalmente, se trata de un texto repleto
de discutibles detalles técnicos que toma partido en controversias
científicas, repite de forma acrítica los eslóganes y letanías
catastrofistas de los profetas de calamidades y puede generar confusión
sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. Por ello, como
hijo de la Iglesia, con lealtad filial y, por eso precisamente, con
obediencia a la verdad, me siento obligado a realizar una serie de
consideraciones.
Cuestionables afirmaciones científicas
Laudato Si
afirmaba que “sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por
qué proponer una palabra definitiva” (LS 61) ni “definir las cuestiones
científicas” (LS 188). En efecto, la Revelación divina “no implica en
sí misma una teoría científica particular, [puesto que] la asistencia
del Espíritu Santo en ningún caso se presta a garantizar explicaciones
relativas a la constitución física de la realidad”[2] .
Por eso, “la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas”[3]. Entonces, ¿cómo puede afirmar categóricamente Laudate Deum que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11)?
En
efecto, la primera parte de la exhortación (n.1-19) realiza un elevado
número de rotundas afirmaciones asumiendo un grado de certeza que no
tienen ni los propios científicos. Por ejemplo, cuando dice que
“sabemos” que cada vez que aumente la temperatura en 0,5°C aumentarán
ciertos fenómenos extremos (n.5), da categoría de certeza a meras
predicciones de modelos de ordenador que tienen un pobre historial de
predicción y no están soportadas por la evidencia empírica.
Además,
la exhortación se basa casi únicamente en el IPCC de la ONU, “una de
las mayores fuentes de desinformación” de la “pseudociencia” del cambio
climático, en palabras del Premio Nobel de Física del 2022, John Clauser[4].
Como he explicado en otros lugares, esta institución es uno de los
principales símbolos de la corrupción de la ciencia, dominada por una
agenda de poder globalista que tanto Laudato Si como su continuación parecen ignorar.
Laudate Deum
trata de la “crisis climática” dando por sentado que tal cosa existe.
Sin embargo, más de 1.800 científicos (entre ellos dos premios Nobel de
Física) se han unido a la Declaración del Clima Mundial, que niega la
existencia de alguna emergencia climática y denuncia la evidente
injerencia de la política en la ciencia del clima[5]
a la vez que reconoce las enormes limitaciones de los imprecisos
modelos de predicción en los que se basan las predicciones climáticas,
en abierto contraste con la credulidad de Laudate Deum.
Por
otro lado, al contrastar una “abrumadora mayoría” de científicos con el
“ínfimo porcentaje de ellos que intenta negar esta evidencia” (¿desde
cuándo la ciencia o la verdad se decide por mayoría?) la exhortación
toma partido despreciando a los que cuestionan “la evidencia” (n.13).
Idéntica actitud adoptó la Academia Pontificia de Ciencias cuando se
negó a escuchar a la multitud de científicos escépticos antes de Laudato Si[6]
a pesar de que la propia encíclica defendía que “la Iglesia debe
escuchar y promover un debate honesto entre los científicos, respetando
la diversidad de opiniones” (LS 61).
No lo ha hecho. Claro está, la
propia Laudato Si se contradecía al acusar de actitudes obstruccionistas a los que “niegan el problema” (LS 14).
Laudate Deum
utiliza asimismo un lenguaje alarmista y sensacionalista extraño al
rigor y serenidad al que nos tiene acostumbrado el Magisterio. Así,
afirma que el mundo “se va desmoronando y quizá acercándose a un punto
de quiebre” (n.2) y que “la posibilidad de llegar a un punto crítico es
real (…). De allí no se regresa” (n.17).
Sin embargo, incluso
científicos alejados de toda sospecha reconocen que este supuesto punto
de no retorno (tipping point) es especulativo o no existe[7].
En realidad, se trata de un arma propagandística destinada a generar un
sentimiento de urgencia en la toma de medidas políticas. De hecho,
dicho punto “de no retorno” se va retrasando conforme las fechas pasan y
el apocalipsis no llega.
La exhortación afirma que “los signos de
cambio climático están ahí” y que “nadie puede ignorar que en los
últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos” (n. 5). Sin
embargo, no podemos notar los signos de un cambio climático, que sigue
escalas de tiempo de siglos o milenios, por lo que es inentendible que
afirme que “basta una sola generación” (n.6) para constatar dichos
cambios o considere “períodos largos” a “décadas” (n.8).
Así, Laudate Deum
defiende que el aumento del nivel del mar “puede ser fácilmente
percibido por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en
pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares” (n.6).
En
realidad, desde el mínimo de la última glaciación hace 20.000 años, el
nivel de los mares ha aumentado cerca de 120 metros, pero en las últimas
décadas aumenta entre 1-2 mm por año (según los mareógrafos) y unos 3 mm
al año (según los satélites)[8].
En cualquier caso, el propio IPCC estima un rango inferior de
crecimiento de 10 cm de aquí al 2050 y un aumento “más incierto” para
después[9],
cifras irrisorias que no llevarán a nadie a trasladar sus hogares “en
los próximos años”.
Baste recordar que la primera predicción de que los
mares iban a cubrir las Islas Maldivas data de 1988 y daba un plazo de
30 años para su desaparición bajo las aguas[10].
El plazo se cumplió; la predicción, no. Quizá por ello los grandes
promotores de la ideología del cambio climático (Obama, etc.) han
adquirido mansiones al borde mismo del mar.
En segundo lugar,
tampoco han aumentado sensiblemente los fenómenos extremos. En su Quinto
Informe (AR5) el propio IPCC reconocía que “no hay una tendencia
significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo (…), ni
evidencia respecto al signo de la tendencia de las inundaciones a nivel
global (…), ni suficiente evidencia respecto a la tendencia observada en
sequías a nivel global desde mediados del s. XX”[11]. Las series históricas avalan estas afirmaciones[12].
En su último informe (AR6), el IPCC ha intentado acentuar su alarmismo,
pero sigue manteniendo, por ejemplo, su “baja confianza” en la
atribución de sequías a la acción humana en la inmensa mayoría de las
regiones del globo citando estudios que “muestran su desacuerdo con la
atribución antrópica” de las mismas[13], al contrario de lo que hace Laudate Deum repetidas veces.
Esta
exhortación menciona el típico alarmismo del “derretimiento de los
polos” (n.16) aludiendo a un posible escenario de “total” derretimiento
del hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida (n.5), aunque
el propio párrafo del IPCC que cita Laudate Deum otorga a este
escenario una “evidencia limitada” (el grado más bajo de evidencia),
dato que la exhortación omite.
En realidad, el hielo de Groenlandia (10%
del total del planeta) es hoy superior a la media histórica[14] y parece que su ligera disminución en la década anterior se habría debido a causas naturales[15]. El hielo continental de la Antártida, reservorio del 90% del hielo del planeta, se mantiene bastante estable[16] al igual que el hielo flotante que rodea el continente antártico[17], que, tras su máximo de los últimos 40 años alcanzado en 2014, es hoy similar al que había en 1966[18].
La NASA estima que, como mucho, la Antártida está perdiendo un 0,0005% de hielo cada año[19]
con lo que tardaría unos 200.000 años en derretirse, aunque con una
temperatura media de -57°C y sin haber sufrido calentamiento alguno en
los últimos 70 años[20]
dudo que tengamos que preocuparnos.
Finalmente, el hielo del Ártico
supone menos de una milésima parte del hielo del planeta y además flota,
por lo que su derretimiento no afectaría al nivel de los mares
(principio de Arquímedes), mientras los glaciares, mencionados dos veces
en esta exhortación, sólo suponen cuatro milésimas del hielo del
planeta.
La exigencia de rigor del Magisterio
El
rigor exigible a un documento magisterial no resulta compatible con
afirmaciones imprecisas y carentes de toda evidencia factual. Es el caso
de Laudate Deum cuando defiende que “millones de personas
pierden su empleo debido al cambio climático” y que “el aumento del
nivel del mar, las sequías y muchos otros fenómenos han dejado a mucha
gente a la deriva” (n.10).
En sentido opuesto, y sin aportar ningún
dato, el documento defiende que la transición hacia formas renovables de
energía es capaz de generar “innumerables puestos de trabajo”. Más bien
ocurrirá lo contrario, pues las energías renovables son ineficientes,
caras e intermitentes y encarecen enormemente la factura eléctrica al
exigir una duplicación del sistema de generación con fuentes térmicas
tradicionales para suplir las horas del día en que no sopla el viento y
no luce el sol.
Aunque no deje de causar perplejidad la naturaleza político-científica de Laudate Deum,
la misma forma atropellada de dar datos apunta a que este documento se
ha realizado con precipitación y sin las debidas correcciones,
probablemente por querer adelantarse a la próxima cumbre climática (COP
28) en noviembre. No sería la primera vez, pues el momento elegido para
publicar Laudato Si fue pocos meses antes de la Cumbre del Clima de París.
Por ejemplo, Laudate Deum
afirma que “la concentración de gases invernadero (…) se mantuvo
estable hasta el s. XIX, por debajo de las 300 ppm” (n.11). No se trata
de los gases invernadero en general, sino sólo del CO2 (el
mayor gas de efecto invernadero, con gran diferencia, es el vapor de
agua).
En cuanto a su estabilidad, en los últimos 800.000 años y hasta
1960 osciló aproximadamente entre 180 y 300 ppm. Hoy es de alrededor de
400 ppm o sólo el 0,04% de la atmósfera (por eso se denomina gas
residual), pero hace 500 millones de años se estima que era hasta 20
veces superior al nivel de hoy[21].
Otro ejemplo es que, tras afirmar que el calentamiento en el último medio siglo ha sido de 0,15 grados centígrados por década
(¿cómo van a notarse lo cambios en una generación?), dice que “a este
ritmo” en posible que en diez años suba 0,4 grados centígrados más
(n.12).
Asimismo, la afirmación de que las erupciones volcánicas suelen
provocar calentamiento (n.14) resulta chocante, pues suelen provocar un
enfriamiento de la atmósfera,[22] como lo es la acientífica alusión a “poblaciones arrasadas por maremotos” también causados, según Laudate Deum, por el calentamiento global y no por el movimiento de placas tectónicas (n.7).
Finalmente,
la exhortación también alerta sobre “la deforestación en las selvas
tropicales” (n.17) a pesar de que los datos desmienten todo alarmismo.
La masa forestal del planeta parece haber aumentado en los últimos 40
años[23] en parte gracias al aumento de CO2, alimento por antonomasia de plantas y árboles, fuente de vida en el planeta que, lamentablemente, Laudate Deum (como hiciera Laudato Si) tilda de contaminante (n.9).
El CO2, ¿contaminante? Esto es, en palabras de un científico, “un abuso del lenguaje, de la lógica y de la ciencia”.[24] En cuanto a los bosques “tropicales”, la deforestación es inferior al 0,5% anual[25] y en parte se debe al loable objetivo de abrir espacios para la agricultura.
El paradigma tecnocrático y la política en Laudate Deum
Tras
los primeros 19 puntos realizando alarmistas afirmaciones que se
limitan a hacer eco de la agenda climática de la ONU, la mayor parte de Laudate Deum (n.20–60) habla de política en dos partes diferentes.
La primera (n.20–33) menciona lo que la exhortación, en línea con Laudato Si,
denomina “paradigma tecnocrático”, y previene acertadamente del peligro
de un ser humano convertido en dios y ensoberbecido por su poder.
Esta
necesaria llamada de atención, sin embargo, queda eclipsada por su
dificultad para comprender que precisamente el mayor exponente del
paradigma tecnocrático lo tenemos en el IPCC de la ONU, en la Agenda
2030 y en las ateas élites globalistas de Davos. Cabe preguntarse a
quién se refiere la exhortación cuando habla de “grandes poderes
económicos” o de las “élites del poder”, si no son ésas.
En este
sentido, creo que debería ser objeto de reflexión el paralelismo de
ciertas posturas con la de personajes como Alexander King, fundador del
Club de Roma y gran antinatalista del s. XX, cuando escribía que “el
enemigo común de la Humanidad es el hombre”, añadiendo: “Al buscar un
nuevo enemigo que nos una hemos encontrado que la idea de la amenaza del
calentamiento global (…) encajaría perfectamente” [26].
Lo mismo podría decirse de Maurice Strong, millonario canadiense y
secretario general de la Conferencia de la ONU para el Medioambiente y
Desarrollo en 1991, cuando afirmaba que “los actuales estilos de vida y
los modelos de consumo de la clase media – incluyendo el elevado consumo
de carne, el uso de combustibles fósiles, etc. – no son sostenibles”.
Según James Dellingpole, lo que más interesaba a Strong era “la idea de
un gobierno mundial dirigido por una élite autonombrada”, y muy pronto
detectó que la mejor manera de lograrlo era “manipulando y explotando la
preocupación internacional sobre el medio ambiente” [27].
Los intereses económicos de la agenda verde nunca se mencionan, al
contrario que los de la industria de combustibles fósiles. Sin embargo,
sólo en los primeros seis meses de 2023 se han superado los 360.000
millones de dólares en inversiones en energías renovables que dependen
del mantenimiento del alarmismo climático.
La segunda parte (n.
34-60) se subdivide a su vez en tres epígrafes: unas reflexiones sobre
política internacional, una somera historia de las cumbres del clima y
unas propuestas para la cumbre del clima COP 28 que se celebrará dentro
de un mes en Dubai y que, como hemos comentado, parece ser el motivo
principal de esta exhortación.
En este largo apartado, perteneciente al
ámbito de la política y extraño al contenido de un documento
magisterial, destacan tres puntos controvertidos. El primero es la
sorprendente justificación de los grupos ecologistas “radicalizados”
(n.58). El segundo es la insistencia en la creación de
“organizaciones mundiales más eficaces (…) dotadas de autoridad real”
(n. 35), lo que supondría la génesis de un gobierno mundial no muy
distinto del promovido por las “élites del poder” de la ONU y Davos. El
tercero es la propuesta de que la cumbre del clima COP28 “sea histórica”
con “formas vinculantes de transición energética que sean eficientes,
obligatorias y se puedan monitorear”, de modo que el proceso que se
inicie sea “drástico e intenso” (n. 59).
Primero, las energías
renovables jamás podrán ser eficientes, por las leyes inexorables de la
Física. Segundo, su obligatoriedad y su recomendado carácter drástico
garantizan una pérdida de libertad y un desastre económico posiblemente
sin precedentes.
El inquietante trasfondo antropológico
El brevísimo contenido espiritual de Laudate Deum ocupa sólo 5 puntos de los 73 de la exhortación (n.61-65) y se limita fundamentalmente a extensas citas de Laudato Si
con escaso texto nuevo, lo que refuerza la teoría de una exhortación
escrita a toda prisa. Finalmente, los últimos puntos (66-73) son una
breve mención a diversas cuestiones unida a una llamada a la cooperación
internacional.
Lo más preocupante de Laudate Deum es que
subyace una opinión negativa del ser humano, algo que aplaude el
ecologismo radical. Por ejemplo, Leonardo Boff, sacerdote secularizado
que defiende la “eco-teología de la liberación”, denomina a la especie
humana “un parásito, un cáncer de la Tierra”, acusando a las religiones
“abrahámicas” de ser “las más violentas” hacia la “Madre Tierra”[28].
Pues bien, si Laudato Si denunciaba “los constantes desastres que el ser humano ocasiona” (LS 34), Laudate Deum va más allá al describir a los seres humanos como “seres altamente peligrosos” (n.28).
Pero
el hombre no es una criatura más, sino la “única criatura terrestre a
la que Dios ha amado por sí mismo” (GS 24), por lo que resulta
desconcertante que la exhortación pueda generar confusión sobre el papel
relativo del ser humano en la Creación. “Las demás criaturas de este
mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en
nuestras víctimas” (n. 15).
En efecto, a algunas nos las comemos, como
ellas se comen entre sí, y a otras las evitamos, como ellas se evitan
entre sí, pero cuesta comprender que sean “compañeros de camino” del
hombre hacia la vida eterna. La misma tónica tiene la afirmación sobre
la “estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes”
que, según Laudate Deum, ha constatado la pandemia (n.19).
Más
preocupante es su afirmación de que “la cosmovisión judeocristiana
defiende el valor peculiar y central del ser humano (…), pero hoy nos
vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un
antropocentrismo situado” (n.67).
¿Cosmovisión o Revelación? Y ese “pero
hoy”, ¿qué significa exactamente?
Finalmente, al afirmar que “Dios nos
ha unido a todas sus criaturas” y que todo el mundo es una “zona de
contacto” (n.66), cita un libro de Donna Haraway, autora que en esas
mismas páginas se burla del Génesis, habla sin respeto de Dios y critica
la “excepcionalidad humana” propuesta por el “monoteísmo judío y
cristiano”[29].
Laudate Deum
no contribuirá precisamente al prestigio del Magisterio de la Iglesia.
Plagada de desiderata de carácter político y cuestionables afirmaciones
científicas, defiende a las mismas “elites de poder” que denuncia y
convierte a la Santa Sede en mero portavoz y propagandista de los
intereses políticos de la ONU.
Asimismo, en un mundo carente de Dios y
saturado de propaganda climática, esta exhortación apenas habla de Dios y
no para de repetir consignas climáticas. Entonces, ¿qué palabra da la
Iglesia distinta a la del mundo? Aunque esto sea desafortunado, lo más
preocupante es que plantea una opinión negativa del hombre y una falta
de claridad sobre su papel superior en la Creación. Tampoco hay una sola
referencia a la confianza en la Divina Providencia, o a Dios como Señor
de la Historia, ni ofrece una luz de esperanza a un mundo cada vez más
cubierto por las tinieblas.
Rezo para que la Iglesia descubra que
detrás del resplandeciente y seductor manto de bondad con que se viste
la desesperanzadora ideología ecologista climática se oculta una gran
mentira, base de esa religión global que las élites del poder quieren
introducir como un caballo de Troya en la Iglesia Católica[30].
[1] Loado Seas, mi Señor, BAC 2015, cap. XIII.
[2] San Juan Pablo II, Discurso con Ocasión del 350 Aniversario de la Publicación de Galileo, 9 mayo 1983.
[3] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (68)
[4] The
Joint Winner of the 2022 Nobel Prize for Physics, Dr. John F.
Clauser, Dared to Say There is No Climate Crisis – Now He’s Being
Cancelled – The Daily Sceptic
[5] World Climate Declaration There is no climate emergency (clintel.org)
[6] How climate-change doubters lost a papal fight – The Washington Post
[7] There Is No Climate Tipping Point | The Breakthrough Institute
[8] The State of the Climate in 2022 (thegwpf.org)
[9] Climate Change 2021: The Physical Science Basis | Climate Change 2021: The Physical Science Basis (ipcc.ch) FAQ 9.2.
[10] Threat to Islands, Canberra Times, Monday 26th September 1988
[11] IPCC Assessment Report 5, WG 1, Chapter 2.6, p. 214-220.
[12] Extreme Weather: The IPCC’s changing tune – The Global Warming Policy Foundation (thegwpf.org)
[13] IPCC Assessment Report 6, WG 1, Chapter 11.6.4
[14] Claims
that ‘Global Boiling’ Led to «Shocking» Melting of Greenland Ice Sheet
are Nonsense – the Ice Sheet is Currently Bigger Than Normal – The Daily
Sceptic
[15] Slow-down
in summer warming over Greenland in the past decade linked to central
Pacific El Niño | Communications Earth & Environment (nature.com)
[16] Mass
balance of the Antarctic ice sheet 1992–2016: reconciling results from
GRACE gravimetry with ICESat, ERS1/2 and Envisat altimetry | Journal of
Glaciology | Cambridge Core
[17] Understanding climate: Antarctic sea ice extent | NOAA Climate.gov
[18] Arctic Sea Ice News and Analysis | Sea ice data updated daily with one-day lag (nsidc.org)
[19] NASA SVS | Antarctic Ice Mass Loss 2002-2023
[20] Low Antarctic continental climate sensitivity due to high ice sheet orography | npj Climate and Atmospheric Science (nature.com)
[21] A Graphical History of Atmospheric CO2 Levels Over Time | Earth.Org
[22] How Volcanoes Influence Climate | Center for Science Education (ucar.edu)
[23] Global land change from 1982 to 2016 | Nature
[24] R. M. Carter, Climate: the Counter Consensus, Stacey International 2010.
[25] ca9825en.pdf (fao.org)
[26] Alexander King, The First Global Revolution, Club of Rome Report, 1993.
[27] James Dellingpole, Watermelons, 2011
[28] Citado en Juan Carlos Sanahuja, Poder global y Religión Universal, 2016
[29] Donna J. Haraway, When Species Meet, 2008, p. 205-249.
[30] El ecologismo como religión global: ¿ Un caballo de Troya para la Iglesia Católica? – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
(*) Economista
https://www.fpcs.es/laudate-deum-o-el-nuevo-dogma-climatico/