Nada que no supiéramos ya, y desde hace tiempo. En estas mismas páginas, quien esto suscribe ha escrito que tras la ruptura de relaciones entre Juan Carlos I y la alemana Corinna Larsen, de casada Corinna zu Sayn-Wittgenstein,
inevitable colofón al escándalo del accidente de caza ocurrido en
Botswana, entre la pareja había estallado una querella relativa más al
zurrón que al corazón, a saber, que el dinerito, la pasta, el vil metal,
se lo había quedado ella en sus cuentas, porque era en las cuentas de
Corinna donde la royal pareja ingresaba el
resultado de sus intermediaciones por el ancho mundo, particularmente el
mundo lindero con las monarquías de Oriente Medio, y que la Doña, que
durante años vivió como una reina en la Angorrilla, El Pardo, con acceso
directo desde la Zarzuela, se llamaba andana, no quería soltar la
panoja, porque, argumentaba, ese dinero era suyo y de nadie más.
De modo que, a partir de la ruptura, la gente enterada en los madriles
se preguntaba cómo iba a resolver esta espinosa cuestión el emérito, a
menos, claro está, que el señor dispusiera olvidarse de esa pasta para
disfrute de la singular princesa de la nada, cosa descartable de plano,
porque no hay cosa más difícil para un enfermo del dinero que tener que
soltar dinero, aunque se trate de un simple euro. La sospecha se ha
confirmado. Don Juan Carlos ha reclamado lo que es suyo, un suponer, o
la mitad de lo que es suyo, y la señora se ha resistido argumentando,
bien asesorada, que no, que a ver si ella, que no ha roto nunca un
plato, va a entrar a estas alturas cual elefante en cacharrería
dispuesta a destrozar la vajilla entera, lavando dinero, “money
laundering” dice esta señora con idiomas, y que ni hablar, que de
cometer un delito nada de nada, y así están las cosas, o estaban cuando
se grabó la cinta de marras.
Es evidente que los Villarejos
conocían esa información al detalle y han obrado en consecuencia. El
grupo de operaciones del ex comisario hoy en la prisión de Estremera se
puso manos a la obra dispuesto a quitarle al Monarca una preocupación
muy concreta. “Ahora nos dedicamos a resolver problemas a gente
importante”, aseguraba tiempo ha uno de los más destacados amigos del
comisario. “¿Conoces a algún tipo importante, algún empresario del Ibex,
en esas circunstancias? Si tú tienes un problema, nosotros te lo
resolvemos con discreción, y si no lo tienes, primero te lo creamos y
luego te lo resolvemos…”. Y una sonora risotada culminaba tan obscena
explicación. Se trataba de resolver el problema que afectaba a las
cuentas del Monarca, que seguro que el Monarca no iba a negarse.
Y ¿qué pinta en esta historia Juan Villalonga?
¿Qué hacía el ex presidente de Telefónica en el domicilio londinense de
Eaton Square, residencia de la pobre Corinna? ¿Qué vela le habían dado
en ese entierro? La de su sintonía con el emérito, para empezar. Una
sintonía que es completa cuando se concreta en torno a dos “valores”:
las mujeres y el dinero, las mujeres hermosas y el dinero en grandes
cantidades. Aunque para dinero de verdad, el de Endemol, la productora
holandesa (su mayor éxito fue Gran Hermano) que
Villalonga compró durante su etapa en Telefónica, año 2000, por la
escalofriante suma de 925.000 millones de pesetas (unos 5.560 millones
de euros), cuando justo siete meses antes, siete meses, el británico
Grupo Pearson había descartado la operación a valor 170.000 millones.
Nada por aquí, nada por allá. ¿Qué ha sido de Endemol? Se lo tragó la
tierra, como uno de esos agujeros negros que la ciencia mediática jamás
será capaz de desentrañar. ¿Qué fue de esos 925.000 millones? Pasaron a
engrosar una deuda, convertida en pétrea losa, que hoy supera la
escalofriante suma de 50.000 millones de euros.
Villalonga y sus secretos, y esos silencios que debería administrar con más tiento. Dinero y mujeres con el Rey, y amistades peligrosas con el famoso comisario, desde luego que sí, aunque este es título que no cotiza en la bolsa de valores de la ignominia porque el policía conoce, con distintos grados de "conocimiento", a gran parte de los capos del Ibex 35 a los que ha rendido servicios durante años cobrados a precio de oro; la amistad de Villalonga con Villarejo, digo, y la íntima relación de ambos con un tercero -relaciones públicas, empresario y financiero-, con residencia en Suiza y avión privado propio, además de prolijo historial en las sagas Gürtel y Lezo, avión en el que el comisario Villarejo viajó a Londres para entrevistarse con la ex amante del Rey, de modo que es Villalonga quien transporta a Villarejo a Londres y lo sienta frente a Corinna, ello gracias a los buenos oficios de su tercera mujer, una fotógrafa también alemana que ha retratado a Corinna y otras celebrities.
Una entrevista a la que, además de la comisionista de
lujo, que eso y no otra cosa es Corinna, y su amiga la fotógrafa, asiste
Villalonga, el ex comisario Villarejo y muy probablemente el dueño del
avión, el amigo de Juan desde los tiempos de Telefónica y Avanzit (“este
cabrón solo viaja cuando yo le presto mi avión”). Graba la reunión el
único que sabe hacerlo y está decidido a ello, a tener la prueba sonora
de las acusaciones de Corinna contra el emérito, al punto que Villalonga
queda como un botarate que ignora que le están grabando, y otrosí puede
decirse de las dos señoras, y quien graba se explica en la cinta con la
intención de quedar bien, de justificar su fechoría cuando llegue el
momento de que la cinta salga a la luz, si es que tuviera que acabar
saliendo, y así argumenta que se ha visto obligado a meterse en ese
berenjenal porque los servicios secretos del general Sanz Roldán, que
son los que deberían encargarse del trabajo, no lo hacen, razón por la
cual me hallo aquí sentado frente a vos, señora baronesa.
Y
qué inocencia la de la sedicente princesa censurando a su antiguo
amante, qué villanía, ¿cómo ha podido poner dinero y propiedades a mi
nombre sin que yo me enterara? Te acuestas un día tranquilo en tu casa,
te levantas por la mañana, te vas al banco a poner en orden tu cartilla
de ahorros y te encuentras con la desagradable sorpresa de que alguien
te ha metido 5 millones, intolerable, y qué candor el suyo, cuánta
inocencia al relatar extraviada que lo de Juan Carlos no era amor, sino
puro cálculo cimentado sobre el deseo de utilizarla como testaferro,
puerto seguro en el que camuflar vidas y haciendas, por el interés te
quiero Inés, cuando lo de ella, en cambio, sí que era amor y amor del
bueno, pura pasión, la que provoca ese cuerpazo lleno de fuerza y vigor,
la pasión desbordada por un tío cachas en plena juventud, nada que ver
con el abuelo al que tuviste que socorrer en plena madrugada cuando, al
ir a aliviar la próstata, se rompió la crisma en la famosa cacería de Botswana. Lo tuyo sí era amor, Corinna.
La
cinta aparece en dos medios a la vez porque alguien así lo decide,
seguramente porque otro alguien ha optado por no pagar un servicio
después de haberse prestado, alguien a quien hemos resuelto un problema
que ahora se llama a andana, y a quien no ha habido más remedio que
enviar un recado. ¿Una advertencia que sale a escena dos años después de
anunciada? Porque las famosas revelaciones de Corinna llevaban dos años
dando la vuelta al ruedo, raro, raro, mes y pico después de la llegada a
Moncloa de un Gobierno en minoría, vacío de poder, y tal vez tengamos
que ir pensando en un relevo en la Cuesta de las Perdices, porque el
general empieza a estar un poco gastado, demasiados personajes en busca
de autor, demasiados intereses cruzados, Villarejo, Villalonga, Corinna,
Sanz Roldán, “la magistrada amiga de la casa”, Mauricio,
su amigo Villarejo y el círculo que se cierra sobre las cloacas
policiales y la gran corrupción que ha puesto a este país patas arriba.
Los Albertos y la cuenta “Soleado”
Podría
ser, con todo, que este episodio fuera apenas la punta de un iceberg
que tiene que ver con la famosa, esta sí, cuenta “Soleado” gestionada
por la ginebrina Rhône Gestion, cuyo administrador es Arturo Fasana y cuyo asesor es el abogado Dante Canonica, un embrollo que comienza cuando Manolo Prado y Colón de Carvajal pasa los trastos de las finanzas del emérito al nuevo “intendente real” Alberto Alcocer,
y son los famosos primos los que se dedican a “ayudar”, a cambio de un
estipendio, a gente en apuros, al punto de que por “Soleado” ha
desfilado medio Madrid y medio Barcelona, el Madrid y el Barcelona de
los muy ricos y dispuestos a poner su dinero a buen recaudo, y en esa
cuenta estaría el Monarca con una fuerte suma, y todo iba bien hasta que
el ex juez Garzón empezó a tirar del hilo,
una casualidad, de lo que terminaría siendo la trama Gürtel, y todo el
misterio se aclarará cuando se conozcan los nombres de los verdaderos
propietarios de Rhône Gestion y cuando quiera Blanco Balín.
Tanto Corinna como el primo Álvaro de Orleans de Borbón,
no pasarían pues de ser unos testaferros más, testigo ella de los
últimos años de la vida del emérito como “financiero” en activo.
Marco en el cual las grabaciones de ayer podrían inscribirse en el
intento de Villarejo de lanzar un aviso a navegantes ante la inminencia
de su paso por el banquillo. El ex comisario habría disparado la bala de
plata que atesoraba como una advertencia: si alguien pudiera albergar
la idea de declarar contra mí como eventual víctima de una extorsión,
sepa que en mis bodegas hay material de sobra para aburrir al más
pintado.
Mejor permanecer callados. Imagen brutal de país, penoso
retrato de sociedad corrompida hasta el tuétano. Lo que menos necesita
ahora Felipe VI es que le embadurnen Zarzuela con el estiércol de su
padre, sobre todo en un momento en que la Monarquía ha sido colocada en
el centro de la diana por quienes aspiran a acabar con la unidad y la
libertad de los españoles.
En momentos de vacío de poder, con Gobiernos
débiles y dispuestos a todo, incluso a mirar para otro lado cuando su
invitado insulta al jefe del Estado en Moncloa, la figura del Rey es la
piedra angular que sostiene el arco de la España constitucional. Acabar
con esa clave del arco significa apostar por que el edificio de nuestras
libertades se venga abajo. A eso parecen jugar algunos desalmados de la
pistola y de la pluma.
(*) Columnista