La campaña más anómala de cualquiera de las elecciones celebradas nunca en Catalunya y en España ha acabado a las 24 horas de este martes. También la más irregular: dos candidatos han participado en inferioridad de condiciones, ya que uno está exiliado en Bruselas (Puigdemont) y otro en la prisión de Estremera (Junqueras). 

 Pese a todo, prisión, exilio, liquidación del Govern, suspensión de la Generalitat, procesos judiciales, descabezamiento de partidos y entidades soberanistas, cientos de alcaldes amenazados por el Estado, la violencia policial del 1-O y tantas otras cosas, el independentismo ha resistido con una resiliencia inimaginable cuando Mariano Rajoy convocó el pasado 27 de octubre las elecciones del 21 de diciembre entre el aplauso de los suyos y el convencimiento de que ahora sí que había llegado el momento de liquidar al enemigo, más que al adversario.

Políticamente hablando, es obvio que las elecciones autonómicas que Rajoy convocó después de cargarse la autonomía y cesar al Govern se han convertido unas semanas después en el referéndum que no quería. ¿O qué es si no una victoria o una derrota de las fuerzas independentistas? 

Si la noche electoral Junts per Catalunya, Esquerra Republicana y la CUP suman 68 diputados o más, la crisis política española estará servida. La marea de votos independentistas habrá conseguido un objetivo titánico: levantarse erguido de un intento de humillación con tintes autoritarios y con un ensordecedor silencio cómplice de socios que parecían impensables. 

Sino es así, el independentismo tendrá que replantearse no solo la estrategia, sino el calendario, los objetivos y quien sabe si algunos liderazgos.

En la penúltima vuelta antes de la última y definitiva, se podría decir que las opciones independentistas de lograr su objetivo son altas si se mantiene la velocidad y el impulso de los últimos metros. Pero, por primera vez en años, el independentismo no corre solo y todo se ha preparado para que no pueda alzar los brazos en la meta. En manos de más de 5,5 millones de electores catalanes estará la decisión dentro de muy pocas horas. 

Además, Catalunya no solo se juega quien va a ser su president durante los próximos cuatro años, sino también el futuro del catalanismo como vector de progreso en toda su historia moderna. 

Retengan para el jueves estos cuatro ítems a la hora de calibrar éxitos o fracasos de unos y otros: primero, si hay o no mayoría independentista en el Parlament; segundo, si el porcentaje de votos independentistas ha superado el espectacular registro del 47,8% de 2015; tercero, qué formación política ha ganado las elecciones, y cuarto, si el PP ha sido el partido con menos representación en la nueva Cámara catalana. 

A partir de la respuesta que tengan estas preguntas sabremos cómo se desenvuelve la política en Catalunya en los próximos cuatro años.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia