Cuando los niños juegan a algo y pierden
es frecuente que, en lugar de aceptar su derrota, analizar sus causas y
tratar de corregirlas, echen la culpa a la perversidad del adversario y
cuestionen las reglas del juego. Si ganan, no; pero, si pierden, la
culpa la tiene otro, generalmente las reglas del propio juego. Eso es lo
que está pasando con Podemos: al no digerir sus infantiles líderes que
la gente no los vota porque no los quiere, cuestionan la honradez del
escrutinio. Por mi parte no creo que haya habido pucherazo y pienso que
los de Podemos no son capaces de afrontar críticamente la ineptitud de
su acción colectiva.
Pero hay dos razones que me han llevado a firmar
una petición de Avaaz que denuncia pucherazo en las elecciones: a) debe
disiparse toda sombra de duda moral sobre el resultado de la votación;
b) creo que estos sinvergüenzas del gobierno que han sumido el país en
un desastre en todos los sentidos, son capaces de cualquier cosa, lo
legal y lo ilegal. El mismo Palinuro apuntó a la posibilidad del
pucherazo pepero hace unos días en un post titulado ¿Pucherazo en las elecciones?
Pero,
al margen de este comportamiento infantil, producto de una rabieta de
crío mal educado, conviene buscar respuestas a las preguntas que se
plantean tras un batacazo de esta magnitud. Lo primero, desde luego, es
reconocer que se trate de un batacazo y no de un triunfo. Porque ahí
tienen ustedes a Teresa Rodríguez, portavoz de Podemos en Andalucía,
para quien de fracaso aquí nada: hay 71 diputados del pueblo, de lo cual
se dice orgullosa. Con semejante lumbrera no hay nada que explicar sino estar orgullosa de conseguir un tercer puesto cuando se aspiraba al primero o el segundo, ocupado por el odiado PSOE.
Para
los demás, no es tan sencillo sentirse orgullosos de semejante
traspiés. Así pues, la Comisión Ejecutiva de Podemos, cuyo portavoz es
ese otro ejemplar de insufrible logorrea, Pablo Echenique, se reunió el
lunes por la mañana para ponderar las razones de una derrota tan grave y
para mostrar su desconcierto absoluto. A primera vista, no hay razones
reales para que la ciudadanía les haya hecho tal corte de mangas.
Antes
de que, así como algunos culpan a las reglas del juego, otros
cuestionen la capacidad mental de los electores juzgando, sin duda, que
la suya es muy superior, Palinuro apunta algunas vías de indagación
para que los altos dirigentes de Podemos salgan de su "desconcierto" y,
quizá, entiendan el resultado de sus actos.
En
primer lugar, el uso de los medios audivisuales y las redes sociales,
especialmente la televisión y Twitter. La tesis es que hay que contar
con ellos, disponer de ellos, tenerlos a su servicio, moverse con ellos.
Eso es verdad y Podemos lo hace de maravilla. Sus dirigentes están día y
noche en la pantalla, con el motivo que sea y sus trolls controlan las
redes sociales y se lanzan como nubes de pirañas sobre los discrepantes.
Pero
con controlar la televisión y las redes sociales no basta. Es preciso
tener un mensaje, un discurso, un contenido, algo que interese a la
ciudadanía, aparte del careto y el porte. Sin mensaje, los medios de
comunicación son un puro circo y los periodistas que se han puesto al
servicio de Podemos, Ferreras, su señora, Évole, Wyoming, los payasos.
Sin mensaje, de nuevo, las redes sociales no pasan de ser gallineros y
los trolls de Podemos, gallinas cluecas.
Y
no, no había ni hay mensaje alguno o discurso con alguna consistencia.
La prueba es que no se expone una sola posición política o moral sino
que se respaldan todas, sean o no contradictorias y tengan el efecto que
tengan. Por eso, los de Podemos dicen ser socialdemócratas y
comunistas, marxistas y libertarios, populistas y doctrinarios,
nacionalistas e internacionalistas, patriotas y cosmopolitas,
keynesianos y liberales, librepensadores y escolásticos, laicos y
religiosos, republicanos y no republicanos, el todo y la nada. Sobre
todo, la nada. El caso es no perder votos.
Así
que verlos aparecer a todas horas en la tele con sus empalagosos
discursos de todas las facturas, acabó produciendo hastío y hasta
hostilidad. Algo que los pelmazos de Podemos, incapaces de elaboración
conceptual más allá de repetir un catón a la altura de Marta Harnecker,
no consiguen entender.
Y
eso en cuanto al contenido. Vamos ahora al talante, la filosofía
práctica, esa arrogancia intelectual absolutamente injustificada porque
no dicen más que sinsorgadas y vulgaridades. Vamos a la pedantería de
expresiones como "núcleo irradiador", "construir pueblo", "referentes
vacíos", o cursilerías relamidas como "asaltar los cielos", "la sonrisa
de un país", etc. Vamos a la mezcla de prepotencia ("gobernaremos este
país"), mala fe y peor uva ("el partido de la cal viva") , chulería
("Sánchez tendrá que elegir entre hacer presidente a Rajoy o a mí") y
pura idiocia (el feminismo, el aborto, la república, la Iglesia no son
cuestiones de importancia hoy en España) para completar el cuadro de un
puñado de narcisistas privilegiados, sin contacto verdadero con la
realidad y acostumbrados a que en las asambleas de la facultad les
aplaudan las gracias.
El proyecto originario del puñado de amigos supo ver la ventana de oportunidad
para articular como partido político sus ambiciones personales al
amparo de la crisis sistémica de 2008 en adelante. Fue audaz y rápido a
la hora de ridiculizar la insuficiencia de los argumentos hasta entonces
en vigor y, muy especialmente, supo aprovechar las carencias del
sistema de partidos; en concreto, la profunda decadencia de un PSOE
dirigido por los tres últimos secretarios generales, Zapatero, Rubalcaba
y Sánchez, a cual más incompetente y entregado a la política
reaccionaria de la dinastía borbónica. Pero, si ver las deficiencias de
un sistema es fácil, ya no lo es proponer alternativas que le gente vote
y, desde luego, no surgen solas del hecho de que los líderes sean bien
parecidos, se peinen de una u otra forma o parezcan más despiertos. Hacen falta ideas, proyectos, planes que puedan estudiarse, aquilatarse, analizarse.
Este
es el handicap esencial de Podemos: su absoluta vacuidad conceptual y
doctrinal. No digo ya que no tengan una sola idea nueva pues todas las
que adelantan son meros plagios. Digo que no tienen una sola idea
propia, sea nueva o vieja. Y, como no la tienen, han ido a buscarla allí
donde su querencia de mozos les decían que estaba: al viejo comunismo
agazapado en IU. De eso modo, tiraron por la borda los réditos que
pudieron haber obtenido acentuando la novedad de un discurso de
izquierda original y se echaron en brazos de las viejas monsergas
comunistas estilo Anguita. Todos veneran a este pomposo personaje como
si fuera un gurú, aunque no se le conozca una sola idea digna de reseñar
como no sea la jaculatoria "programa, programa, programa", de la que se
olvidó en un abrir y cerrar de ojos cuando vio que podía confluir (otra cursilería) con Podemos.
Advertidos
de que la resurrección de Anguita no garantizaría el éxito electoral,
los de Podemos se abrazaron a las nuevas generaciones comunistas, estilo
Garzón, cuya única virtud consiste en ser cincuenta años más joven que
Anguita y medio siglo más viejo en cuanto a sus concepciones
político-sociales. Al final estas se han resumido en una campaña
electoral en la que, para disimular el comunismo de base han sustituido
la hoz y el martillo por un corazoncito con los colores de la abeja
Maya.
Por
último, si los dirigentes de Podemos hubieran tenido no ya un ápice de
modestia (que no saben qué sea) sino de pura racionalidad, habrían
mostrado algún interés por conocer otros puntos de vista, contrastarlos
con los suyos y, si acaso, refutarlos. Hubieran querido escuchar puntos
de vista críticos y hasta discrepantes con los suyos. Pero eso es
imposible. Tienen miedo a contrastar y debatir sus concepciones con los
que sostienen otras. Piden, sí, debatir con adversarios de chicha y nabo
a los que ya saben de antemano que van a refutar, pero censuran y
ocultan las posiciones críticas de gente con más peso y mejores razones.
Les tienen miedo. Solo quieren escuchar a sus palmeros.
Esto
es lo que explica ese pintoresco titular de la ilustración: Garzón (y,
con él, los estrategas de Podemos) está convencido de que "el camino de
la confluencia es el correcto". Gracias a esa "corrección" han perdido
más de un millón de votos y si, en democracia, la corrección o
incorrección se mide en número de votos, la decisión de Podemos era un
verdadero desatino.
Pero
es imposible hacer ver estos extremos a una generación que no ha hecho
nada por mejorar el mundo en que vivimos salvo presentarlo como más
deseable que el que ellos bosquejan sin oficio ni interés alguno.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED