Una imagen que ilustra sobre el pugilato entre la Troika (Fondo
Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo) y el
gobierno de Grecia de Syriza, surgido tras la victoria del 25 de enero
de este año, es la de la situación de la sanidad.
Ya eran conocidas por
la comunidad médica internacional las desastrosas consecuencias que para
la salud de la población tenían la aplicación en los años ochenta y
noventa del pasado siglo de los tristemente famosos Planes de Ajuste
Estructural (PAE) que imponía el FMI a los países que pedían préstamos.
Se les obligaba entre otras cosas a drásticos y dramáticos recortes en
el gasto público sanitario (cierre de hospitales, reducción de
profesionales, copago farmacéutico, etc.) y a la privatización de
empresas y servicios públicos. Hasta el punto de que colectivos
salubristas internacionales calificaron esta actuación del FMI como de
´crímenes contra la Humanidad´ a causa de la elevación de las tasas de
morbilidad y mortalidad, justamente en los sectores más vulnerables de
la población, la infancia y los excluidos.
El ejemplo más
significativo de esta práctica es lo que pasó en Argentina a finales de
la década neoliberal de Ménem, año 2000, al ver cómo, en el país máximo
productor de carne y trigo, por seguir al pie de la letra estas
directrices neoliberales del FMI, sus niños morían de hambre. Hubo que
acabar con estas recomendaciones para poderse recuperar.
El
principio rector de la Troika es que el pago de la deuda está por encima
de las necesidades de la población, incluso por encima de las
posibilidades de ese país para pagarla. La evidencia ha demostrado que
la aplicación de esa norma es contraproducente pues Grecia pasó de una
deuda del 126% del PIB en 2009 a otra del 177% en 2014. Como señala
David Graeber, las deudas son eternas y su manejo está sometido a
consideraciones políticas, como ocurrió con la deuda de Alemania tras la
Segunda Guerra Mundial, con el Acuerdo de Londres de 1953 que le hizo
una quita de más del 60% para permitir recuperar la actividad económica y
con ello devolver el resto.
La aplicación de los Planes de
Austeridad de la Troika ha producido consecuencias terribles en la salud
de los griegos. Así lo denuncia el Informe Cephas Lumina ante la
Asamblea General de la ONU de 2014. Un aumento de la tasa de suicidios y
de homicidios en varones de menos de 65 años de un 22,7% y un 27,6%,
respectivamente. Las enfermedades infecciosas han aumentado un 25%. El
presupuesto de Sanidad se ha recortado un 23,7% entre 2009 y 2012.
En
2011, los griegos pagaron de su bolsillo 25,7 millones de euros en
servicios sanitarios que eran gratuitos antes de la crisis. Las
infecciones por VIH entre usuarios de drogas han aumentado un 1.500% en
un año (de 15 casos en 2010 a 241 en 2011), debido a la reducción del
30% en la dotación de jeringuillas y preservativos que han hecho los
servicios públicos que atienden a estos colectivos. Un 30 % de la
población ha sido excluida de la cobertura sanitaria. Había que pagar
entre tres y cinco euros por visita a un centro de salud o veinticinco
euros por ingresar a un hospital, y un euro por cada receta. Los
pacientes crónicos sin cobertura no pueden garantizar la continuidad de
los tratamientos, sino es pagándoselos, etc.
Las medidas adoptadas
de inmediato por el gobierno de Syriza tras la victoria en enero de
este año fueron encaminadas a restaurar el derecho a la sanidad
gratuita, con cobertura universal, readmitiendo a todos los excluidos
anteriormente, eliminación de las tasas por visita médica tanto en
atención primaria como hospitalaria, supresión del copago farmacéutico,
readmisión de los profesionales eliminados, etc.
Los especialistas
en salud pública europeos son muy críticos con los mensajes de
austeridad que llegan desde Bruselas hasta el sur de Europa y cuyas
consecuencias en la salud se están empezando a notar. «Sabíamos que las
políticas de austeridad iban a afectar negativamente a los servicios de
salud, pero esto es mucho peor de lo que esperábamos», admite Elias
Kondilis, experto en la materia. Desde EE UU, Howard Waitzkin,
especialista en Sociología y Medicina, apunta que la receta debería ser
precisamente la contraria: «Aumentar el gasto público para estimular la
economía y proteger la salud de los ciudadanos». De hecho, citan como
ejemplo lo ocurrido en algunos países latinoamericanos (como Argentina,
Venezuela, Ecuador o Uruguay), «que han resistido las presiones
internacionales para que recorten la inversión pública en sanidad». A su
juicio, la mejoría en los indicadores económicos y de salud que han
experimentado estos países demuestra que «los beneficios de la
austeridad no están científicamente demostrados».
El voto NO del
domingo 5 de julio en el referéndum contra la austeridad y el voto a
Syriza el 20 de septiembre pasado tiene que ver en gran parte con la
humillación sufrida todos estos años en todos los ámbitos, especialmente
en el de la salud y con la recuperación de derechos tras el Gobierno de
Tsipras.
(*) Catedrático de la Facultad de Medicina de la UMU