BARCELONA.-
Un fármaco experimental que bloquea la proteína MYC, clave para la
progresión del cáncer, ha tratado con éxito, y sin efectos secundarios,
tumores de pulmón en animales de laboratorio. Tras este avance, que se presenta en la revista Science Translational Medicine, el nuevo fármaco se podrá empezar a ensayar en personas. Y podría
comercializarse en 2023.
Los primeros ensayos clínicos están previstos el año próximo en el hospital Vall d’Hebron,
donde se ha desarrollado el fármaco, y están orientados a pacientes con
cánceres de mama y de pulmón.
Pero las autoras de la investigación
tienen la hipótesis de que el fármaco, llamado Omomyc, puede ser útil en el futuro contra prácticamente cualquier tipo de cáncer.
Esta hipótesis se basa en que se trata de un nuevo concepto
de fármaco en el arsenal contra el cáncer. No es una mejora de
productos ya existentes sino una nueva estrategia farmacológica.
Es la
primera terapia molecular que ataca una proteína localizada en el núcleo
de las células tumorales, y de la que depende la viabilidad de los
tumores.
El avance es fruto de más de veinte años de trabajo de la bióloga Laura Soucek, actualmente investigadora Icrea en el Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO),
que empezó a estudiar la proteína MYC a los 20 años cuando cursaba la
carrera en Roma y no se ha rendido hasta que ha encontrado una manera de
desactivarla.
“Todo el mundo decía que inhibir MYC era imposible, pero
ningún argumento me pareció definitivo. Allí donde otros veían un
problema imposible, yo veía dificultades técnicas que esperaba que se
pudieran resolver”.
Había dos grandes obstáculos que Soucek debía superar y que explicaban el escepticismo de sus colegas.
El primero es que el oncogen MYC se encuentra en el núcleo de las
células. Otras terapias moleculares actúan sobre proteínas situadas en
la membrana exterior de las células. Pero, para llegar hasta MYC, un
fármaco debía cruzar primero esta membrana exterior y después la
membrana del núcleo.
Para superar este doble obstáculo ha sido clave la
colaboración de Marie-Eve Beaulieu, también investigadora del
VHIO y primera autora del artículo científico, que ha desarrollado una
molécula capaz de colarse hasta el interior del núcleo.
El
segundo gran obstáculo eran los posibles efectos
secundarios. MYC, cuya implicación en la proliferación y metabolismo de
las células tumorales se conoce desde hace tiempo, se encuentra en todas
las células del cuerpo humano y
regula el funcionamiento del 25% de nuestros genes. De esta proteína
depende la multiplicación de las células, que es esencial para el
crecimiento del organismo y para la renovación de los tejidos.
Esto hacía temer que bloquear MYC pudiera causar daños
extensos. Pero las investigaciones realizadas por Soucek en estos veinte
años indican que, por lo menos en tejidos adultos, MYC facilita el
ciclo de multiplicación de las células sin ser imprescindible.
“Cuando
no está MYC, el ciclo celular va más lento, pero no se para”, explica
Soucek.
Las únicas células cuya viabilidad depende de MYC parecen
ser las cancerosas, que “desarrollan una adicción a esta proteína
-señala la investigadora-. Cuando apagamos MYC en una célula cancerosa,
muere”. Además, cuanto más alterada está la actividad de MYC, más
agresivo suele ser un tumor.
A raíz de estas observaciones, Soucek se convenció aún más
de que atacar la proteína MYC podía ser una buena estrategia para tratar
el cáncer, “aunque mis colegas seguían siendo escépticos”.
En la nueva investigación, Soucek y Beaulieu han ensayado
primero el fármaco experimental Omomyc en cultivos de células
cancerosas. Contrariamente a lo que esperaban, Omomyc penetró en el
interior de las células, llegó al interior del núcleo y bloqueó la
actividad de MYC. Además, observaron que se reducía la actividad de
genes que dependen de MYC y que se asocian a cánceres de mal pronóstico,
lo cual era un resultado esperanzador.
Superaron así el primer gran obstáculo para desarrollar un
fármaco eficaz contra MYC que pudiera ser útil para los pacientes.
“Hicimos los experimentos con las células in vitro para ver cómo
teníamos que modificar la molécula para que llegara al interior del
núcleo, pero nos encontramos con que no hacía falta modificar nada. Fue
una agradable sorpresa”, recuerda la investigadora.
Seguidamente, administraron Omomyc por vía nasal a ratones
con cánceres de pulmón. El fármaco llegó hasta las células tumorales y
frenó la progresión del cáncer sin ningún efecto secundario perjudicial.
Después de cuatro semanas de tratamiento, aproximadamente la mitad de
los animales estaban libres de células cancerosas, lo que sugiere que
Omomyc no sólo impide que la enfermedad progrese sino que es capaz de
revertirla.
En experimentos adicionales, también con ratones, las
investigadoras compararon Omomyc con paclitaxel –un fármaco aprobado
contra este tipo de tumor- administrados por vía endovenosa. Los
resultados mostraron que Omomyc es más eficaz que paclitaxel y que la
combinación de los dos es aún mejor, sin que se registraran efectos
secundarios significativos.
“El próximo paso será ensayar el tratamiento en pacientes”,
explica Soucek. Está previsto iniciar los ensayos de fase 1, que están
orientados a estudiar la seguridad de un fármaco en una veintena de
pacientes, a principios del 2020 en Vall d’Hebron. Si los resultados son
positivos como esperan las investigadoras, se pasará a los ensayos de
fase 2 para valorar la eficacia del Omomyc.
Dado que la fase 2 requiere un número mayor de pacientes,
está previsto que participen otros hospitales tanto de España como del
resto de Europa “para avanzar más rápido”, señala Soucek.
“Esperamos
poder iniciar la fase 2 antes del final del 2020. Para empezar,
evaluaremos la eficacia del Omomyc en cáncer de mama y en cáncer de
pulmón de célula no pequeña. Más adelante, esperamos ampliar los ensayos
a más tipos de cáncer”.
Para poder desarrollar el fármaco y conseguir que los
frutos de sus veinte años de trabajo mejoren el tratamiento de los
pacientes, Soucek ha fundado junto a Marie-Eve Beaulieu la compañía
Peptomyc. Ha conseguido hasta ahora más de cinco millones de euros de
financiación, aportados mayoritariamente por el fondo Alta Life
Sciences.
Pero Soucek y Beaulieu son conscientes de que no
tienen los recursos para financiar ensayos de fase 3 con cientos o miles
de pacientes, que son un paso previo imprescindible para que un fármaco
sea aprobado. “Llegará un momento en que tendremos que licenciar Omomyc
a una multinacional”, reconoce Soucek.
“Hemos tenido conversaciones con varias compañías.
Tenemos claro que no elegiremos por el dinero que nos puedan ofrecer
sino por el compromiso de desarrollar el fármaco. Marie-Eve y yo hemos
dedicado una parte importante de nuestra vida a conseguir un tratamiento
contra MYC. Nuestra prioridad es que este tratamiento llegue al mayor
número de pacientes posible”.
Diana clave contra el cáncer
El
cáncer utiliza distintas herramientas para sobrevivir,
desarrollarse y continuar su expansión por el organismo. Entre todas
ellas, una de las más importantes es el oncogen MYC, cuya implicación en
la proliferación y metabolismo de las células tumorales se conoce desde
hace tiempo.
Conseguir
bloquear la acción de este agente es, por tanto, el objetivo de muchos
grupos de investigadores en todo el mundo. Sin embargo, hasta ahora, las
distintas estrategias diseñadas con tal fin no habían tenido mucho
éxito.
Omomyc es capaz de bloquear la actividad de MYC con eficacia y sin efectos secundarios graves.
Según detallan en la citada revista científica, los investigadores han probado
su utilidad en líneas celulares, modelos de la enfermedad en ratón, y
animales a los que se les han trasplantado muestras de pacientes de
cáncer de pulmón.
La efectividad del fármaco, anotan los investigadores en la revista
médica, es aún mayor en combinación con un tipo de quimioterapia,
paclitaxel
(que se utiliza habitualmente en cáncer de pulmón). La combinación
consiguió un bloqueo más notable del crecimiento del tumor y duplicó la
supervivencia de los ratones tratados.
Si la estrategia funciona, podría ampliarse a otros tumores distintos al
de pulmón. De hecho, se sabe que MYC es un oncogen clave en el desarrollo
de la mayoría de tumores y, en muchos de ellos, su actividad se asocia a
la agresividad de la enfermedad.
«Los
resultados son espectaculares y el hecho de que en algunos de los
animales utilizados se haya inyectado un tumor humano nos da más
probabilidades de éxito cuando arranquen los ensayos clínicos», precisa
la científica Soucek.
Destaca, asimismo, el logro que supone este paso
definitivo hacia el ensayo en humanos. «Habíamos probado con terapia
génica la efectividad de inhibir la proteína MYC en la mayoría de
cánceres. Ahora hemos trasladado lo que hallamos en terapia génica en un
fármaco que, además, se administra vía intravenosa, lo que implica que
llega a todas las partes de nuestro cuerpo, algo decisivo cuando
hablamos de un cáncer con altas probabilidades de metástasis», matiza Laura Soucek.
Este mismo
equipo fue el
que en 2008, en una investigación publicada en la revista «Nature»,
abrió la veda a esta proteína al demostrar en ratones que inhibirla no
implicaba apenas efectos secundarios y «tenía efectos extraordinarios.
En el estudio
publicado ayer en la revista «Science Translational Medicine» los
investigadores del VHIO demuestra en ratones que Omomyc puede usarse con
eficacia y sin apenas efectos secundarios en casos avanzados de un
tipo de tumor muy maligno.
«En modelos
animales ha demostrado que es capaz de curar a la mitad de los afectados
y benignizar la enfermedad en la mitad restante. Ahora falta demostrar que ese éxito se traslada a humanos y
por eso debemos tener por ahora prudencia», concluye la investigadora Soucek.
Si demuestra ser efectivo en los ensayos clínicos, el fármaco Omomyc ya podría
comercializarse en 2023.