MADRID.- Cuando el político nacionalista Santiago Abascal vio hace unos meses la
sala de conferencias de un hotel en Barcelona llena a rebosar por uno de
sus mítines, se dio cuenta de que algo había cambiado.
La sala estaba repleta con más de 2.000 personas. Y en encuentros anteriores apenas habían logrado reunir a unas decenas.
“Cuando
vi a toda esa gente en la sala, me di cuenta de que algo estaba
pasando”, aseguró el político español (42 años).
Considerado
hasta ahora como un rara avis de la política española, Abascal está
empezando a agitar el panorama ideológico en un país que ha resistido
hasta ahora a los movimientos populistas que cruzan el resto de Europa.
Los sondeos predicen que este partido - de apenas cinco años de
vida- puede lograr una pequeña representación en el Parlamento Europeo,
con un mensaje en el que piden endurecer la política migratoria y
suavizar las normas de pertenencia a la UE al mismo tiempo.
Vox
podría incluso conseguir más de un escaño al Parlamento español en las
elecciones que previsiblemente se celebrarán a mediados de 2020,
convirtiéndose así en el primer partido de ultraderecha en entrar en el
Congreso desde que llegó la democracia a España en 1977.
El
partido ha eclosionado este año gracias a la tensión política alrededor
del intento secesionista de Cataluña, lo que ha reavivado la indignación
de algunos sectores contra la división por autonomías con la que se
organiza el estado español.
Pero los votantes que apoyaron
antes al Partido Popular - el principal partido conservador español- o a
los socialistas que se han alternado en el poder durante los últimos
cuarenta años, también comienzan a verse seducidos por el mensaje
anti-establishment que lanza Abascal y por las duras posiciones en temas
como el aborto o la inmigración.
En un mitin en Valencia - al
Este de España - a mediados de este mes de octubre, más de 1.000
personas de todas las edades y condiciones llenaron un restaurante para
escuchar a Abascal.
Amparo Bergada, una mujer de 70 años
pensionista que siempre ha votado por el PP, dice que no duda que votará
a Vox en las siguientes elecciones.
“No
es inmigración lo que estamos sufriendo es una invasión. Me preocupa el
futuro, por mis hijos”, dice esta viuda. “Me preocupan las pensiones de
ellos, yo poco más voy a cobrar, ellos lo van a tener peor que
nosotros”, lamenta a las puertas del restaurante en el que se va a
celebrar el mitin.
Abascal se dio a conocer por
ser hijo de un destacado dirigente vasco del Partido Popular, amenazado
por la banda terrorista ETA durante décadas.
En parte, el éxito
del partido se debe a la imagen de líder fuerte y enérgico que proyecta.
Suele vestir con americanas ajustadas, una barba muy cuidada y hasta
hace poco iba armado con una pistola.
Vox además se apoya en
algunos personajes famosos a nivel local para amplificar su imagen.
Entre sus conocidos simpatizantes figuran un torero, un actor cómico,
una presentadora de televisión, un secuestrado por ETA o el padre de una
adolescente desaparecida hace años, uno de los casos sin resolver más
dramáticos que han conmocionado a la sociedad española.
En su
apuesta por emular el rápido ascenso de los nuevos partidos políticos
españoles (como Podemos y Ciudadanos), Vox intenta apelar a las señas
identitarias para extender su mensaje.
En Madrid, docenas de
simpatizantes del partido instalan cada fin de semana puestos de
información en las calles de algunos barrios seleccionados previamente -
tanto de clase muy alta como trabajadora - para intentar convencer a
nuevos votantes.
Les explican que Vox quiere romper con el
“sistema”, la forma en que los nuevos partidos se refieren a la élite
política y financiera; quitar competencias a las autonomías o derogar
leyes como la de violencia de género, con la que se protege a las
mujeres.
En septiembre pusieron al menos cien puestos de
información callejera por todo Madrid y aseguran que así consiguieron
que casi 10.000 personas se congregaran en un mitin en el recinto
conocido como Vistalegre, en Madrid, para escuchar sus propuestas
políticas.
El partido asegura que desde el verano ha conseguido disparar su número de militantes - que pagan cuota - hasta los 13.000.
Aunque
esta cifra es muy pequeña comparada con la de los otros partidos
políticos, ya es un apoyo real para sus finanzas y les permite comenzar a
trabajar en su expansión.
Vox utilizará los fondos para abrir
su nueva sede en uno de los barrios más elitistas y céntricos de Madrid,
además de contratar a personal, asegura Abascal. También quiere empezar
a gastar más en anunciarse en redes sociales.
Los sondeos reflejan que esta estrategia está dando frutos.
Una
encuesta de octubre del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS),
predice que Vox podría obtener un apoyo del 1,3 por ciento del
electorado, suficiente para ganar un escaño en el Congreso.
Otra
encuesta reciente de Metroscopia le da al partido hasta un 5,1 por
ciento de apoyo del electorado, lo que se traduce en casi un millón de
votos, 20 veces más que lo obtenido en las elecciones generales de 2016.
Sin embargo, la mayoría de los analistas políticos son
escépticos con la posibilidad de que Vox se convierta en una fuerza
política pujante, porque hasta ahora ha fracasado en su intento de
atraer votantes más allá de la clase alta y conservadora.
“Es
difícil asimilar a Vox a los partidos de extrema derecha de Europa que
han conseguido atraer a votantes, con situaciones económicas complejas,
preocupados por su futuro”, asegura José Fernández-Albertos, sociólogo e
investigador del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones
Científicas).
“Mi sensación ahora es que el mayor impacto de Vox
no será tanto cambiar el panorama político o la competición, sino que se
den voz a algunos temas que a los partidos les costaba antes tratar”,
dice el investigador.
Abascal, que no está de acuerdo en que
existan unos “estados unidos de Europa”, pero sí está conforme con
mantener a España dentro del euro y con que exista una Unión Europea,
está también en contacto con partidos europeos.
Asegura que ha
tenido contactos con el Frente Nacional - Francia- y con Alternativa por
Alemania, entre otros. También confiesa que le gusta la política de
Matteo Salvini, sobre todo en materia de inmigración, pese a que la Liga
Norte apoyó la independencia de Cataluña.
También
está en contacto con Steve Bannon, que está tratando de agrupar a los
partidos de extrema derecha europeos de cara a las elecciones de mayo de
2019. Abascal dice que Vox no se convertirá en un satélite del
movimiento del asesor de campaña de Donald Trump.
“No somos el
satélite de nadie ni respondemos a ninguna instancia internacional solo
respondemos a los intereses de España”, afirma Abascal.
“Vox no quiere
ser una bisagra, queremos determinar la elección del próximo gobierno”,
concluye.