La revolución que conocemos como ´Mayo del
68´ y de la que se cumplen cincuenta años tuvo lamentables consecuencias
en la trayectoria profesional del periodista y poeta murciano Salvador Jiménez, entonces corresponsal de ABC
en París; el Gobierno español, a través del propio ministro de
Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, ordenó al periodista que
dejase su puesto y regresara inmediatamente a España.
Salvador Jiménez, miembro de un grupo de brillantes escritores murcianos que se denominó ´Generación Azarbe´, recaló en Madrid tras «el pequeño suceso periodístico que protagonizó la revista César
y que fue, a decir del poeta, «el feliz motivo que precipitó mi
decisión de dejar Murcia e irme a Madrid».
Así lo cuenta Salvador
Jiménez en un texto inédito, de seis folios, escrito a máquina y con
numerosas correcciones a mano, titulado Punto y aparte de mis años en Murcia, facilitado por su hija, Helena Jiménez Burillo.
En efecto, las represalias en la Universidad por el incidente de la revista o hoja volante denominada César
–adscrita al SEU, promovida y dirigida inicialmente por el entonces
estudiante de Derecho Francisco Alemán Sainz, pero que en su etapa final
dirigió Salvador Jiménez– precipitó las cosas: en el «inocente» trabajo
periodístico se criticaba la escasa eficacia de las autoridades
murcianas de la época para resolver los efectos de sucesivas
inundaciones en la Huerta de Murcia, entre 1945 y 1949.
Esa versión
literaria, reflejada en el que fue último número de la revista,
correspondiente a febrero de 1949, se acompañaba de un dibujo de Baldomero Ferrer, ´Baldo´ –más tarde dibujante del diario Línea–
que mostraba una barca cargada de nazarenos que navegaba a la altura de
la torre de la catedral en una inundada plaza del Cardenal Belluga.
Rodaron cabezas. Fueron cesados Manuel Fernández-Delgado Maroto, delegado de Educación Popular; el jefe del SEU, Julio Feigell Cea, y otros mandos menores, entre ellos Salvador Jiménez, delegado de la Facultad de Filosofía y Letras.
Después de este incidente, Salvador
se sentía «incómodo y tontamente vigilado de cerca», y desde luego con
escasas posibilidades de encontrar trabajo en su ciudad. Fueron sus amigos y profesores Enrique Sobejano y Enrique Tierno Galván,
profesor de Derecho en la Universidad de Murcia, quienes le ofrecieron
una plaza de profesor en la academia Simancas: «A eso me fui –escribe
Salvador–, aunque el tirón del periodismo acabó con las clases»,
concluye.
González-Ruano le cede la corresponsalía
En
Madrid, Salvador Jiménez estudia en la Escuela Oficial de Periodismo, y
obtiene por oposición una plaza de técnico del Ministerio de
Información y Turismo. En esa primera etapa de su actividad profesional
escribe en el semanario Juventud y en el diario Arriba, y frecuenta el
Café Gijón, donde coincide con periodistas y escritores relevantes de la
época, entre otros César González-Ruano.
La amistad entre el ya famoso escritor –que se inició en el diario Arriba y finalizó su obra periodística en ABC–
y el entonces muy joven aspirante a periodista Salvador Jiménez tiene
su referencia esencial en el Diario íntimo de César (Ediciones Taurus,
1970) el domingo 12 de abril de 1953 (pág. 364); anota: «Es para mí un
placer dar desde aquí públicamente las gracias a Salvador Jiménez por un
gran artículo que con el título de César o nada me dedica en el último
número de Juventud. El artículo, de una generosidad limpia y excesiva,
sin duda es lo mejor que se me ha hecho. Una prosa de conceptos precisos
y que revela una exigente formación. Salvador Jiménez me dice en el
artículo precisamente las cosas que más pueden íntimamente gustarme.
Sólo por despertar en la juventud artículos así, merece la pena ir
haciéndome viejo».
En el mismo diario personal, mes y medio antes de morir –Salvador fue albacea testamentario de su obra, con Rafael de Penagos–, González Ruano hace referencia a la corresponsalía de ABC en París; el 6 de octubre de 1965 nota en la página 1.112: «Viene a verme Salvador Jiménez. Torcuato Luca de Tena
le ha propuesto ser corresponsal en París. Es el puesto que a mí se me
había ofrecido. ¡Qué gran respiro que lo que yo no quise lo ocupe
alguien que merece mi cariño, mi estimación literaria y humana!
Salvador, aún joven, lo hará, por lo menos, tan bien como yo,
esforzándome, lo hubiera podido hacer. ¡La antorcha! ¡La antorcha!... Yo
se la paso a él cuando comprendo que apenas puedo ya correr».
Revolución en París, a primera
Tan
urgente y expeditiva orden de regresar a Madrid causó un grave
quebranto en el plácido discurrir de la vida de la familia Jiménez
Burillo en París, en el 88 de la Rue des Dames, casa frecuentada por Pilar Narvión, Feliciano Fidalgo, Paco Rabal, Buñuel, Picasso
y otros españoles célebres. El regreso de toda la familia a España hubo
de improvisarse, y es que a Salvador y Elena Burillo Mazéres les
acompañaban sus cuatro hijos: Helena, César, Pablo y Salvador, entonces
de corta edad pero matriculados en un curso escolar ya muy avanzado.
El
ya debilitado Régimen de Franco no estaba dispuesto a ofrecer cobertura
informativa a los acontecimientos revolucionarios que se habían
iniciado en París, temeroso de la previsible influencia en la política
española. Lo que inicialmente se consideraron como meros alborotos
estudiantiles –ese era entonces el tratamiento de la Prensa española,
sujeta a censura por el deplorable Articulo 2 de la pretendidamente
aperturista ´Ley Fraga´ de 1966– se tornaron veladas insinuaciones de
similitud represiva entre Charles De Gaulle y Franco, como en el célebre
artículo de Rafael Calvo Serer Retirarse a tiempo. No al general De Gaulle,
publicado el 30 de mayo en el diario Madrid, que puso a prueba la aún
pujante censura, ejercida con mano dura por la Dirección General de
Prensa: 250.000 pesetas de multa y suspensión del diario durante cuatro
meses.
La cautela general de la
prensa española al relatar los incidentes de París, ante posibles
sanciones o cierres, contrasta con la actitud del diario vespertino
Informaciones, entonces dirigido por el maestro de periodistas Jesús de la Serna.
La escena y el episodio informativo que cambió el signo de la toma de
decisiones a partir de ese momento lo reseña el periodista –entonces
miembro de aquella redacción– Pedro Crespo de Lara, que lo recoge en su libro Informaciones, la década del cambio (1968-1978).
Cuenta el autor que un muy joven Juan Luis Cebrián,
subdirector del periódico, irrumpe en el despacho del director con una
larga tira de papel de teletipo, y dice: «Director, el asunto de París
es gravísimo y le venimos dando el tratamiento de una algarada
estudiantil como las nuestras. Los obreros han ocupado las fábricas y
encerrado a los patronos. Esto es una revolución. Hay que sacarlo a
primera página, pase lo que pase». La respuesta de Jesús de la Serna es
inmediata: «Adelante». La decisión del director, que en ese momento
despachaba con directivos del diario, recuerda al «Publíquese» de Katherine Graham –directora y propietaria del Washington Post– en el caso Watergate.
Es
evidente que los periodistas tenían clara conciencia de las
consecuencias posibles, pese a lo cual la noticia ocupó al día siguiente
cinco columnas en primera, el lugar y espacio más destacado; aunque con
precaución, el diario ofrece el siguiente titular el 17 de mayo de
1968: Francia, casi una revolución, con un antetítulo, «El Gobierno pide ayuda», y un subtítulo, «Los obreros ocupan fábricas y encierran a los patronos».
Si
el Gobierno español pretendía silenciar o aminorar el efecto de la
crisis francesa en la opinión pública española, no contaba con la
reacción de la prensa, que ya asumía lo que se denominó como el
´profesionalismo crítico´, y que había iniciado un proceso de
´independencia´ –tras el largo invierno de la censura– del que
Informaciones hizo de punta de lanza.
Artículos y premios
Salvador
Jiménez, técnico por oposición del Ministerio de Información y Turismo,
regresa a España y ocupa varios puestos en la Administración, siempre
en gabinetes de prensa del Ministerio o actividades afines, como la
dirección de comunicación de la compañía Iberia, en la que creó la
revista Ronda Iberia, que ha seguido distribuyéndose durante muchos años entre el pasaje.
En 1970 declara en una entrevista realizada por Ismael Galiana su deseo de volver al periodismo activo «posiblemente en el diario
Informaciones», que dirige su amigo y convecino de
la residencia ´Las Cuatro Plumas´,
en Águilas, Jesús de la Serna; pero, unos meses después, regresa al
diario
Arriba como redactor jefe de colaboraciones, páginas especiales y
suplementos.
Mientras tanto,
Salvador Jiménez, que ya había ganado en 1964 el Premio Luca de Tena
–quizá fue esta la razón de su vinculación a ABC–, seguía ganando los
más prestigiosos premios periodísticos, y los mejor pagados, como el
denominado ´Ilusión´, dotado con un millón de pesetas, por su artículo La estrella de Sevilla, publicado en la edición de ABC
de Madrid en 1969. Este mismo año se le concedió la encomienda de la
Orden de Isabel La Católica, que le impuso el ministro de Asuntos
Exteriores, Fernando María Castiella.
Se
jubiló anticipadamente, y regresó a Murcia –siempre a Águilas, a su
huerto ´El Olivo´ y a la residencia Las Cuatro Plumas, en la playa del
Hornillo– y continuó sus colaboraciones en prensa con la sección ´Ahora
que me acuerdo´, deliciosos artículos recogidos en su libro Murcia y la herida del tiempo.
(*) Periodista