Abordar esta cuestión requiere, inicialmente, delimitar lo que entendemos como “izquierda española”. Cabría
pensar, desde una visión amplia, que a día de hoy España engloba
también a Catalunya, puesto que, de momento, la República Catalana ha
quedado, para algunos, en un hecho interrumpido, para otros en un
objetivo que requiere de un proceso que va caminando; los hay quienes,
directamente, ni lo contemplan como posibilidad, y no pocos, como una
amenaza, una afrenta, una provocación.
Entiendo, pues, que desde la
perspectiva actual, desde el uso del lenguaje y en base a cierto
imaginario colectivo, podría delimitarse la izquierda española frente a
la izquierda catalana. Habrá quien no considere esta distinción, pero no
son pocos los que ya, a pesar de considerarse unionistas, incluso yendo
más allá, anti-independentistas, manejan también el lenguaje “España-Catalunya”.
Queda ya claro a estas alturas que la cuestión de Catalunya se
ha abordado desde distintos puntos de vista. Hay quienes han apoyado la
independencia tanto desde posicionamientos de izquierda como desde la
derecha. Lo mismo ha sucedido para rechazarla. Podría afirmarse, pues,
que la línea divisoria ahora llamada “Catalunya” ha planteado un nuevo
mapa para los partidos políticos-ideologías del territorio
español. Incluso, ha servido en algunos casos, para establecer el eje,
incluso ideológico, y dejar así de considerar a algunas fuerzas
políticas como integrantes de la izquierda.
En este sentido no son pocas las voces que consideran (y entre las que me incluyo) que el Partido Socialista ha
decidido ubicarse junto al Partido Popular y a Ciudadanos en este
episodio crucial para España (y no es un hecho puntual, sino que esta
decisión, entiendo, lo dejará ya marcado de manera inexorable). Lo ha
hecho, a pesar de colgarse etiquetas grandilocuentes y tajantes durante
el verano: se consideraban “la izquierda”. Poco tiempo han tardado en
dejar ese eslogan vacío de contenido.
Y es que, la cuestión catalana ha
servido para que puedan verse las costuras de los principales actores
políticos, de los medios de comunicación y de los distintos poderes
fácticos que manejan los hilos. La falta de contundencia de Pedro
Sánchez, la falta de discurso del PSOE, y la guinda final que ha
supuesto su apoyo al Partido Popular en la aplicación del artículo 155 ha marcado de manera definitiva su posición.
Un posicionamiento que dista mucho de las resoluciones que, en su
día, hace cuarenta años, fueron aprobadas en Suresnes. En aquel Congreso
donde se apostaba por el derecho de autodeterminación de los pueblos,
por el derecho a decidir de catalanes y vascos, entre otros. Aquello ha
quedado definitivamente enterrado. Incluso el “talante” de Zapatero
ha sido víctima de la sordina, olvidado entre todo este ruido de
sables. Lejos quedan ya los planteamientos que lideraban propuestas,
aportaban soluciones fundamentadas en diálogo, generosidad y altas
miras. Al PSOE, después de su papel en estos momentos, dudo mucho que se
le espere más, al menos en la izquierda.
A su izquierda, ahora caricaturizados por la mayoría de los medios de comunicación como radicales antisistema, cambiantes de discurso según sople el viento, incluso señalados como “independentistas”, se encuentran Pablo Iglesias y Podemos. Así se han convertido en una opción política que está sufriendo ahora el arrinconamiento y la distorsión de su mensaje.
Es cierto que Pablo Iglesias ha dado diferentes titulares a lo largo
del tiempo. Su posición respecto a la independencia de Catalunya se ha
visto modificada atendiendo a una realidad que también ha cambiado de
forma vertiginosa. Pero, a pesar de los giros, siempre ha habido un
posicionamiento más o menos claro: Podemos no quiere Catalunya fuera de
España, pero respeta profundamente su deseo y voluntad de expresarse,
poniendo como objetivo un proceso constituyente que tuviera como fin un
Estado Republicano y Federal.
Por su parte, Izquierda Unida, de algún modo
subsumida en la formación morada, ha tenido un discurso claro y conciso,
sin virar. Pero prácticamente nada escuchado, al encontrarse bajo el
paraguas de la coalición “Unidos Podemos” y sufrir, todavía más, el
arrinconamiento que padecen los de Iglesias. Contrarios al referéndum,
por entender que no se daban las garantías suficientes, e incluso, como
indica Ferrán Gallego, por considerar que esta división es la de las
clases populares que deberían permanecer unidas sin hacerle el juego a
la burguesía, que solamente busca huir hacia delante presa de su propia
corrupción.
Entiendo su planteamiento, del todo coherente con los
posicionamientos históricos de Rosa Luxemburgo. Sin embargo, soy más
partidaria de la idea que proviene del profesor Jaime Pastor (miembro
fundador de Podemos, desde Anticapitalistas), en su libro Los nacionalismos, el Estado Español y la Izquierda apostando
por la defensa del derecho a decidir, apoyando la idea de la creación
de bloques que generen un frente plurinacional frente a la derecha.
Es evidente que las izquierdas no tienen un posicionamiento unánime
(como ocurre en Catalunya). Y a juzgar por la absoluta falta de voluntad
de diálogo (hecho que ha sido echado en cara desde Podemos hacia el
PSOE), bien pudiera pensarse que no hay intención alguna de establecer
un mapa que delimite claramente las posturas de izquierdas frente a las
de derechas. Se ha producido, pues, un nuevo panorama político, en el
que la extrema derecha ha arrastrado (y éste se ha dejado arrastrar sin
oponer resistencia) al PSOE, dejando así un imaginario colectivo (falso y
tramposo, por interesado) que respondería a una izquierda radical, a su
vez, también, dividida en sus planteamientos.
En este sentido, es
interesante prestar atención a Gerardo Pisarello, cuando entiende que la
actitud de bloqueo actual tiene su origen en el comportamiento del
Partido Popular, apoyado por Ciudadanos y por el PSOE, atribuyendo así a
estos toda la responsabilidad ante el hecho de que no haya podido
celebrarse un referéndum con todas las garantías, siendo necesaria la
movilización de las “fuerzas del cambio” contra aquéllos que están
menoscabando la democracia y la convivencia. De una manera más profunda y
rotunda, se expresa el profesor Ramón Cotarelo, quien empatiza y es
partícipe en la batalla de una revolución democrática frente a la
represión fascista que hoy está viviendo un momento álgido, sin haber
dejado de existir durante estos años de “democracia”.
Dependerá, por tanto, de lo que consideremos izquierda para poder
entender cómo se pretende abordar una realidad poliédrica, que más allá
de criterios ideológicos, responde a bloques que se dividen y enfrentan
(o se unen y perdonan) atendiendo a un concepto hoy fundamental: los intereses.
Y por todos es sabido, que quienes tienen intereses realmente
importantes no suelen aparecer ni dejarse ver, mucho menos dar a conocer
sus objetivos. Es así como en este escenario, y nunca mejor dicho,
podemos ver cómo algunos se deben a aquéllos, en lugar de a sus
principios y valores ideológicos.
Es pues, en conclusión, el momento en el que posiblemente saquemos
importantes conclusiones, y entre ellas, quién pertenece a la izquierda
en España, quien mantiene coherencia con la que nunca debió dejar de ser
su batalla, y quien, definitivamente, ha firmado su condena y
desaparición. Habrá que darle las gracias a Catalunya.
(*) Ex secretaria general de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas