A pocos días del 55º aniversario del nacimiento de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el cartel ahora
compuesto por 12 países (Arabia Saudí, Angola, Argelia, Libia, Ecuador,
Emiratos Árabes Unidos, Irak, Irán, Kuwait, Nigeria, Qatar y Venezuela)
vive uno de sus peores momentos. La crisis de los 50 en el seno del club
ha provocado que algunos de sus componentes comiencen a dudar sobre la
existencia misma del grupo: ¿Para qué sirve la OPEP?, se preguntan
negativamente algunos medios de prensa.
En este aniversario y en esta crisis es preciso recordar también al
venezolano considerado como «el padre de la OPEP». Juan Pablo Pérez
Alfonzo (1903-1979) fue uno de los principales impulsores de la
organización, para él pensada como un mecanismo de control de producción
y precios que ayudara a los países productores a liberarse de las
grandes compañías privadas y a mejorar las condiciones económicas de sus
pueblos.
Pérez Alfonzo supo detectar enseguida que la OPEP por él soñada poco
tenía que ver con su desarrollo posterior. Entre sus obras escritas
sobre asuntos siempre relacionados con los hidrocarburos destaca
«Hundiéndonos en el excremento del diablo», donde refleja su crítica y
su decepción sobre el tratamiento que los políticos hacen de una riqueza
que él pensaba serviría para beneficiar a toda la ciudadanía.
Cinco décadas después de su nacimiento, la OPEP vive una guerra
interna provocada por la bajada brutal del precio del petróleo. Resulta
curioso leer las informaciones sobre el crudo de los últimos meses,
cuando los analistas — a los que siempre recurrimos los periodistas
ingnorantes como el que suscribe- señalaban el peligro de un barril de
petróleo por debajo de los 100 dólares norteamericanos, que es la moneda
en la que se comercializa este «excremento».
La rebelión de «los 5 frágiles»
Estamos ya por debajo de los 50 dólares barril y los siempre
respetados analistas piensan incluso que el precio puede bajar hasta los
30 «fulas». Con estas cifras, algunos países miembros de la OPEP,
digamos con respeto, los más pobres de la organización, o los llamados
«los 5 frágiles» (Argelia, Irak, Libia, Nigeria y Venezuela), denuncian
la política de sus colegas «ricos», Arabia Saudí y sus aliados del
Golfo.
El régimen de Ryad es el primer señalado por, según sus detractores
dentro de la OPEP, desvirtuar uno de los principios de la organización:
luchar por la estabilización de los precios y reducir la producción para
aumentar el coste del petróleo.
Argelia, cuyos hidrocarburos suponen el 98 por ciento de sus
exportaciones, ha levantado la voz de los críticos al intentar forzar
una reunión de urgencia antes de la oficial, que se celebrará el 4 de
diciembre. Desde la dirigencia de la OPEP se dejó claro que la situación
no requiere ningún tratamiento de emergencia.
Arabia Saudí se opone pues a reducir la producción de petróleo, el arma
siempre utilizada por la organización para aumentar los precios. Su
fenomenal riqueza, acumulada durante décadas, le permite incluso perder
dinero, en su lucha por mantener sus mercados, amenazados por su rival
norteamericano.
Para algunos especialistas, Ryad no quire dejarse conquistar el
terreno por el gas de esquisto producido en Estados Unidos, y haría todo
lo posible para hundir ese nuevo hidrocarburo, en teoría, más caro de
producir que el petróleo. Esos mismos especialistas señalan incluso que
aunque los saudíes decidieran reducir la producción, desde Estados
Unidos se lucharía por mantener bajos los precios del combustible,
inundando los mercados con el gas de esquisto almacenado y aprovechando
el avance tecnológico que ha provocado al abaratamiento del «fracking».
Una coyuntura internacional negativa
Los productores partidarios de aumentar el precio del petróleo deben
contar con otros factores de la actualidad decepcionantes para sus
intereses.
En primer lugar, el «frenazo de China» (batacazo de la bolsa de
Shangai, devaluación del yuán…), el principal devorador de energía del
planeta, que se ha puesto a dieta y ha generado un «shock» de
consecuencias incalculables para la economía mundial, aunque ya
calculables para la industria petrolera.
Para muchos mienbros de la OPEP tampoco es una buena noticia el
levantamiento de las sanciones a Irán,
tras el acuerdo sobre la producción nuclear de Teherán. En efecto, la
República Islámica — miembro de la organización- vuelve al mercado del
petróleo y colaborará a inundar un mercado ya hipersaturado, donde la
demanda decrece proporcionalmente tres veces con relación a la oferta.
Irán vuelve al escenario internacional económico y político. Rival
regional de Arabia Saudí en la guerra que se libran suníes y chiíes en
el área, no podrá contar con la generosidad de Ryad, que impedirá por
todos los medios que Irán se recupere gracias al maná negro con un
aumento de los precios. Es más, expertos en el mercado del petróleo
aseguran que el
retorno al mercado de Irán provocará una bajada de 10 dólares por barril en 2016.
La Agencia Internacional de la Energía, considerada como la defensora
de los intereses energéticos occidentales, estima también que la
producción mundial de petróleo seguirá aumentando de manera
«desenfrenada».
Malos augurios, pues, para los países miembros de la OPEP a los que
la extracción de petróleo les cuesta ya casi más que su comercialización.
Malas noticias también para los productores de crudo fuera de la OPEP,
que ven sus economías afectadas por los bajos precios, pero que tampoco
pueden frenar su producción, precísamente porque esas economías dependen
en buena parte de la venta del crudo.
En esa guerra que se libran Estados Unidos y Arabia Saudí, también hay
víctimas norteamericanas. Las grandes petroleras ya no pueden dormirse
sobre su colchón de billetes. Exxon Mobil y Chevron han reducido sus
beneficios en un 50 por ciento. La sexta de las grandes compañías,
Sabine Oil and Gas, ha sucumbido en el campo de batalla. Las empresas
que han invertido en el gas de esquisto empiezan a temblar…
Por supuesto, la interpretación política de esta crisis tiene también
sus adeptos. Venezuela y Ecuador han denunciado esta situación como
«una decisión de ejes imperiales». Mucho se ha insistido, también, sobre
la intención de los Estados Unidos de utilizar la crisis del petróleo
para intentar humillar a Rusia.
De aquí al 4 de diciembre, las maniobras y las declaraciones entre
bambalinas sustituirán a las decisiones oficiales de la OPEP. Mientras
tanto, solo hay algo seguro: el olor del excremento del diablo seguirá
apestando.
(*) Periodista