CARTAGENA.- El paraíso de los moteros de Easy Rider. La autopista Cartagena-Vera no tiene nada que envidiar a la mítica Ruta 66. Amplia extensión -114 kilómetros, de los cuáles 98 son de peaje-, un bello y desolado paisaje natural a su alrededor y una segura y tranquila conducción por sus prácticamente vacíos -incluso en pleno agosto- dos carriles en cada dirección. La única pega es que es de pago, recuerda hoy 'La Verdad'.
Ésta debe ser la razón por la que no se han cumplido las expectativas del estudio informativo del Ministerio de Fomento, que cifraba en 7.000 los vehículos que iban a utilizar diariamente esta infraestructura inaugurada en marzo de 2007. Tras más de dos años en funcionamiento, los conductores que se desplazan por el litoral sur de la Región siguen prefiriendo la antigua y deteriorada Nacional 332 o las alternativas que conectan con la gratuita A-7.
Desde su inauguración, la AP-7 sólo ha superado los 3.000 usuarios en los meses de verano. El resto del año a malas penas supera los 2.000 vehículos/día. En 2008, único ejercicio completo, la Intensidad Media Diaria (IMD) se quedó en 2.419 unidades, según los datos oficiales del Ministerio. El escaso tránsito explica que hasta el momento no se haya instalado ningún área de servicio en los casi 100 kilómetros del tramo de peaje.
Y la tendencia no es ascendente. La crisis ha vaciado aún más la autopista. En el segundo trimestre de 2009 tuvo menos tráfico (2.063 vehículos diarios) que en el de 2008 (2.346) y 2007 (2.112). Y en los seis primeros meses del año, los últimos de los que hay datos, el tránsito de ruedas se ha reducido un 17% respecto al primer semestre de 2008. Pésima evolución para una infraestructura que espera acoger 30.000 vehículos/día dentro de 30 años.
Peor resulta la comparación con las carreteras que le hacen competencia desleal con su gratuidad. La vetusta N-332 entre Cartagena y Águilas, cuya completa remodelación siguen reclamando los vecinos de la zona, es usada por hasta 15.827 vehículos/día en su tramo más concurrido, a la altura de Mazarrón, y por más de 4.000 en los menos transitados, según datos de 2008 de la Consejería de Obras Públicas y Ordenación del Territorio.
Y las transversales que unen la A-7 con la costa superan también ampliamente la afluencia de la vía de peaje. La RM-11 entre Lorca y Águilas tiene una IMD de 14.551 vehículos, la RM-3 entre Totana y Mazarrón 13.079, la RM-23 Alhama-Mazarrón 7.469 y la nueva autovía RM-2 entre Alhama y Cartagena 7.304, correspondiendo estos tres últimos datos de la Consejería a los tramos más transitados.
Es precisamente la conexión Alhama-Cartagena la que, según los críticos con la autopista, hace innecesaria la infraestructura de pago pues la diferencia de tiempo entre ir de Cartagena a Vera por la AP-7 o por la A-7 vía Alhama es de menos de 20 minutos, aseguran. La diferencia de precio es de 4,20 euros de madrugada y 12,35 durante el día para los automóviles. Tasas que se elevan en el caso de los camiones y los autobuses.
El tiempo a invertir para hacer el recorrido por la nacional es mucho mayor. Pese a ello, la asociación Marina de Cope-Ramonete, principal ariete del proyecto desde sus inicios, considera que la mayor parte del tráfico del corredor litoral se ha quedado en la vieja carretera. Su presidente, Martín Rodríguez, insiste en que una completa remodelación de la N-332 -sólo se han reformado 10 kilómetros entre Molinos Marfagones y Cuesta Blanca, con un coste de 50.000 euros, pese al compromiso del Gobierno regional de invertir 50 millones- «se asimilaría más a la autovía que reivindicábamos».
Para Rodríguez, el proyecto de la AP-7 carecía y carece de «interés general, como ha quedado demostrado estos años. El objetivo era especulativo, como reconocían los propios funcionarios del Ministerio, que la llamaban la autopista de la especulación», clama. De hecho, el mayor proyecto urbanístico de la Región, Marina de Cope, estará perfectamente conectado con el resto del litoral gracias a la autopista.
Críticas ecologistas
De la misma opinión es Rubén Vives, responsable de Ecologistas en Acción en cuestiones de transportes, quien achaca al estallido de la burbuja inmobiliaria el fracaso de las expectativas de crecimiento de la autopista. «Sólo será rentable si consiguen masificar la costa», denuncia.
Los ecologistas conciben la autopista como «un auténtico desastre. Los últimos rincones de costa virgen de la Región se ven atravesados por la infraestructura, que genera un efecto barrera para la fauna y la vegetación».
Vives centra su preocupación en la protegida tortuga mora. «El aislamiento es un factor de extinción de las especies de baja movilidad. Al contrario del conejo o el zorro, la tortuga no cruza por los pasos de fauna porque están oscuros. Por la Nacional sí pasaban y, aunque había atropellos, tenían más movilidad», arguye.
La redaccón de 'La Verdad' ha intentado reiteradas veces, sin éxito, recabar la postura de la empresa concesionaria, el consorcio Aucosta.