Ciudadanos para el Progreso es eso que en Murcia calificaríamos
alegremente de tic-tac (think tank para los pedantes), en este caso se
dice que del PP, aunque me temo que en el PP no les hacen mucho caso. Lo
deduzco de que sus integrantes se proclaman liberales, y yo no veo al
PP liberal ni siquiera socialdemócrata; yo al PP lo veo muy comunista.
Pero son percepciones. Lo que importa de Ciudadanos para el Progreso es
que hay buena gente, instruida (no digo culta, porque eso supondría
rebajarlos a admiradores de Marina Abramovic o a lectores de Lyotard) y
con sentido del humor, quiero decir, esa gente con la que internarse en
las madrugadas sin parar de parlotear y haciendo excepción de la dieta
contra el Cutty Shark.
Pues bien, es curioso que diciéndose liberales,
es decir, racionalistas, sufrieran un sarpullido de romanticismo suicida
y me invitaran a moderar un debate electoral al que convocaron a toda
la ristra de aspirantes y porque no había más sillas. Fue el pasado
martes en el Real Casino de Murcia, y yo no sentía las piernas. Cumplí
torpemente, pero lo que no fue provecho para los espectadores lo resultó
para mí. Y es que asistí desde la trinchera, ya ni siquiera en primera
fila, sino desde dentro mismo, a la primera batalla cuerpo a cuerpo de
los contendientes por el escaño, los que ya lo tenían fijo y los que no.
Y
allí estaba Teo por el PP. Teo lidera una lista que es como la de ese
historial de búsquedas en Google que borraríamos por discreción, en la
que se nota la mano de la madrastra y donde anidan todos los demonios
particulares, pero él brilla. Se ve que lo han escogido a conciencia con
el mandato de que ofrezca luz en la oscuridad. Yo a Teo ya lo tenía
visto en La Sexta y las otras, y desde mi sofá me parecía flojito. Ese
tipo de político que dice cosas como «el que la hace, la paga», pero si
le sugieres un supuesto de su entorno, lo disculpa. Lo tenía como de
manual.
Pero la otra noche, en el Casino, enseñó nuevas cartas. Parecía
de Cieza: ironía, sorna, recursos, técnica y capacidad para
escabullirse, tanta como para atacar a la yugular. Se le ve encantado,
entrenado y vigoroso. Muestra la autoestima del campeón de lanzamiento
de huesos de aceituna y la sabiduría adquirida tras la experiencia de
quien en su infancia se dejó embaucar y cambió su bicicleta por un palo.
Como Escarlata, a Dios debió poner por testigo de que nunca más. Y
ahora pedalea a todo ritmo.
Frente a él, un Saura compacto que
nadaba en la abundancia de recursos que el PP regala para chincharle,
aunque prestándose innecesariamente vulnerable por un exceso de
susceptibilidad a las alusiones más punzantes del ya avisado candidato
popular.
Y se estrenaba Garaulet por Ciudadanos, quien mostraba
alguna bisoñez al darse por aludido desde la parte de UPyD, pecado de
novato. Tenía ante él un volumen como de mil páginas con el programa del
partido, que debe ser como la Biblia, en cuyos versículos están todas
las respuestas, pero no se la ha leído ni Rivera, pues en otro caso no
tendría tiempo para andar por ahí. Garaulet habrá acabado el
entrenamiento la noche del 20D y para entonces ya será un buen
candidato. Dicen por ahí que Ciudadanos es el centro no porque ellos lo
digan, sino porque les dan por los dos lados, tanto el PP como el PSOE, y
eso les ayuda a estar enmedio. Pero la noche del Casino, a Garaulet
sólo les arreaba Teo, probablemente porque a Saura no le daba abasto
entre su profusión de puyas al PP, de modo que Garaulet se revolvía
también contra éste sin conseguir que el candidato popular le plantara
mucha cara.
Aunque un moderador no debe expresar preferencias,
admito que me gustó Magdalena Martínez (IU-UP), una política no política
que mostraba una gran garra política. Iba a cuerpo, con sus noticas a
mano, y se expresaba breve y concisa, con autenticidad, sin recursos ni
parapetos. Se distanció de la 'clase' y a mí me dieron ganas de
invitarla a un café con leche. Pensé mientras la escuchaba que si IU se
quedó perpleja cuando Podemos le arrebató la posibilidad de hacer 'la
revolución de la izquierda', ahora es IU la que se ha quedado a guardar
el discurso primero de Podemos mientras éste ha salido por ahí a
experimentar.
Por cierto, Podemos, en franca contradicción en términos, 'no pudo' estar en ese debate. Lástima.
Sí
estaba, sin embargo, Sotomayor, por UPyD. Un hombre con cierto aire a
Don Quijote, a sólo falta del yelmo. En consecuencia, se repartió en
atacar a los gigantes y a Garaulet, quien, ya digo, se mostró como
molino de viento y fue el único que le respondió con sus aspas.
Uno,
cuando se mete en algo como esto, acaba sufriendo del síndrome de
Estocolmo, y todos le parecen buenos. Soy así de facilón. Y es que
durante dos horas y media fueron mis chicos, los tuve a mi merced y como
lo hicieron cómodo y no llegó la sangre al río, hasta les estoy
agradecido a todos de que pudiera salir bien de ésta cuando al principio
no las tenía todas conmigo. Y en cuanto a los de Ciudadanos para el
Progreso, ya me los encontraré yo por ahí. Les voy a regalar las obras
completas de Derrida o alguna cosa peor.