Rajoy ha emprendido en Cataluña un giro a la derecha ‘sin complejos’
con el nombramiento del ex alcalde de Badalona Xavier García Albiol como
candidato del PP a la Presidencia de la Generalitat. Se trata de un
recurso de última hora con el que el jefe del Gobierno y del PP espera
compaginar el agotamiento político de Alicia Sánchez Camacho con el
descalabro electoral de García Albiol en Badalona, de cuya alcaldía fue
desalojado por una amplia coalición progresista que, desde hace años,
tenía en el punto de mira al político del PP por sus discursos de corte
xenófobo como aquellos en los que relacionó a los rumanos gitanos con
los problemas de seguridad ciudadana de su municipio.
Pero ese discurso contra la inmigración -al estilo de Marine Le Pen-
les suena bien a los nacionalistas independentistas como a la derecha
más radical y españolista. De ahí que Rajoy, a falta de candidato -y
pasados los tiempos moderados de Josep Piqué- ha decidido que Albiol sea
su mejor apuesta porque a buen seguro que va a polarizar buena parte de
la batalla electoral y mediática con un discurso radical en contra de
los secesionistas de Mas y Junqueras, durante los comicios autonómicos y
‘plebiscitarios’ del próximo 27-S.
Se trata sobre todo de hacer ruido y de buscar el enfrentamiento para
mandar en los titulares de los medios escritos y en los programas de la
televisión. Y, de esa manera, dejar fuera de la polémica a Ciudadanos
el partido que lidera Albert Rivera y al que el PP, con su giro a la
derecha, le acaba de entregar todo el espacio del centro político
catalán aunque parece claro que Rivera no buscará la tensión con sus
adversarios sino ubicarse en el terreno de la moderación y las
propuestas de Gobierno. Lo que le puede alejar de los medios pero
acercar a los ciudadanos.
Curiosamente el enfrentamiento y la fractura social son las banderas
que PP y Podemos presentan en toda España, y estos últimos a falta de un
programa político y económico concreto que bien no tienen o que no se
atreven a presentar. Sin embargo en Cataluña la batalla de la alta
tensión política no es cosa de dos sino de tres (o más bien cuatro, dado
que en ella participan también convergencia y ERC) porque en la cita
del 27-S la alta tensión política y mediática se centrará en candidatos
de la llamada ‘lista unitaria’ de Mas y Junqueras, así como en el PP y
en Podemos. Y a buen seguro que Albiol para esta pelea ‘en el barro’ del
gran ruido de la política extrema será un fornido luchador.
Sin embargo el problema de los partidos y candidatos extremos está en
el día después de los comicios, porque será el momento de ver quién
puede gobernar y con qué aliados. Y si ese problema parece algo difícil
de resolver en el horizonte nacional español, en Cataluña se presenta
como algo casi imposible de solucionar ante el cúmulo de los partidos
-hasta ocho, Convergencia, ERC, Ciudadanos, Podemos, PSC, Unió, PP y
CUP- que entrarán en el parlamento catalán.
El lugar desde donde Mas pretende proclamar la independencia por su
cuenta y al margen de la legalidad, lo que ya veremos si es posible una
vez que las encuestas no le garantizan la mayoría para gobernar. Ahora
bien si el nombramiento de Albiol ha caído bien en los sectores más
conservadores del PP -entorno de Aznar incluido- puede que incluso haya
gustado más a Mas y Junqueras que necesitan un ‘sparring’ para su
batalla política y ese puede ser Albiol, y con ello cuenta el PP una vez
que, si su candidato se convierte en el enemigo a batir por parte de
los nacionalistas, en La Moncloa piensan que eso le permitirá convocar
en su entorno al voto españolista catalán.
Lo que sin duda está por ver, aunque el espectáculo está garantizado.
La tensión directa con el PP benefició a Podemos en la Alcaldía de
Madrid y ahora el PP quiere provocar el mismo modelo de enfrentamiento
con el secesionismo catalán, aunque con riesgo de perder el centro
político que es lo que le ocurrió a Esperanza Aguirre en la capital.
Aunque esta vez el campo de batalla electoral es distinto y la
singularidad de la cita plebiscitaria una incógnita sobre la que resulta
difícil pronosticar.