BRUSELAS.- Lola
Sánchez recibe a La Opinión en su despacho del Parlamento Europeo, en
Bruselas. Una fotografía sobresale por encima del ordenador: es la
imagen de su último día de trabajo en el restaurante Parador de La
Manga. «Ya habíamos ganado las elecciones, pero yo seguía trabajando. Y
la última noche hice una foto y dije: no sé dónde voy ni en qué en me
voy a convertir, pero que no se me olvide nunca de dónde vengo»,
rememora a este diario.
Lola Sánchez, que es la dirigente de Podemos que
más tiempo lleva ejerciendo un cargo público, apura sus últimos meses
como europarlamentaria. En octubre anunciaba su salida de la ejecutiva
regional y su renuncia a la reválida del escaño. Dejaba la política. Se
lleva una «experiencia personal maravillosa» pero reconoce que ha
sufrido «muchas zancadillas», puestas por personas «que admiraba»,
compañeros de su propio partido. «Lo he pasado muy mal en Podemos porque
he estado muy sola», confiesa.
¿De qué se siente orgullosa sobre estos cinco años como eurodiputada?
De
haber aprendido a gestionar un escaño en el Parlamento Europeo. No es
nada fácil. Yo no tenía experiencia en una institución, ni nunca había
hecho política dentro de un partido; tuve que aprender a marchas
forzadas a gestionar la institución y sobre cómo funciona un partido tan
especial como Podemos, que acababa de nacer. Estábamos todavía
conformándonos y creando lo que es hoy: un partido tristemente al uso.
Ver la deriva de Podemos ha sido muy doloroso porque la he visto desde
dentro.
¿Cuál es la deriva de Podemos?
Convertirnos en un
partido al uso y con unos liderazgos muy masculinos, muy fuertes. Y lo
que ha pasado estos días es la evidencia de eso. Es la consecuencia de
un largo camino que llevamos erróneo. Primero, por despreciar el trabajo
de los círculos y por despreciar a la gente de las bases, por no
valorar lo valioso que es tener una militancia activa y participativa
con voz y con opinión, no sólo con voto.
Se nos ha olvidado lo que es
mandar obedeciendo, porque ya nada más que se obedece a un pequeño grupo
de personas que son las que toman las decisiones. Y además con un
carácter muy masculino: todo está lleno de machos alfa que se enfrentan
en contiendas por el poder interno.
¿Se refiere a Pablo Iglesias y a Íñigo Errejón? ¿Cree que son dos machos alfa que han perjudicado al partido?
Claro,
totalmente. Con sus actitudes: con una constante actitud de liderazgo
muy tradicional, muy clásico, muy masculino, muy de ordeno y mando, muy
de arriba abajo. Yo creía que Podemos iba a ser otra cosa, sinceramente.
¿Por eso se va?
Por
eso me voy, entre otras muchas razones.Una, por la deriva de Podemos y
porque se me hace difícil mantenerme aquí. Las personas que hemos sido
críticas desde el principio y no hemos sido servilistas de ninguna de
las familias ni de ninguno de los líderes estamos fuera de todo. A mí
eso me pasó ya en Vistalegre I. Yo estaba con el bloque Sumando Podemos,
es decir, que no estaba con Iglesias ni con Errejón. Ellos querían un
partido al uso, vertical, llenar el país de secretarios generales. A mí
eso me parecía una barbaridad, me parecía la muerte de Podemos.
Desde
ese primer momento en el que estuve con Teresa Rodríguez y Pablo
Echenique en ese bloque de confluencia, al enfrentarme a Iglesias, él
dejó de confiar en mí hasta día de hoy. Ha dado igual el trabajo que yo
haya hecho en el Parlamento Europeo. Él habla de que se ha dejado la
piel, y es verdad: mucha gente se ha dejado la piel. Pero yo también me
la he dejado en Bruselas.
Y no he recibido ni un «gracias». No han
reconocido mi trabajo. Y lo curioso es que tenemos un trato cordial:
cuando he ido a Madrid, me he acercado a ver a Iglesias. Él conoce
perfectamente el trabajo que yo he desarrollado aquí. En cuatro años he
recibido tres premios internacionales, cosa que no tiene ningún
eurodiputado del hemiciclo. No haber recibido de tu propio partido, de
tus compañeros y de personas a las que he admirado y en las que he
confiado, no haber recibido ni un «hasta luego, gracias»...
No me han
dado ningún tipo de explicación. No me han llamado ni preguntado qué
intención tenía: si yo quería repetir otra legislatura y seguir con el
trabajo o si quería irme. Directamente no me han dado ningún tipo de
información. Ante esta situación tengo dos opciones: darme de
coscorrones contra la pared o mi dignidad va por delante y soy la que se
retira con mi trabajo hecho y muy orgullosa.
¿Siente pena por todo lo que ha pasado en Podemos?
Muchísima.
Podemos es un poco hijo mío. Podemos es hijo de miles de personas en
todo el país y fuera de España. Me entristece el sentido patrimonialista
que tienen algunas personas con el partido.
¿Le pasará factura en las elecciones?
Lamentablemente
sí. Me temo que nos va a costar bastante levantar cabeza. No sabría
cómo hacerlo€ Yo no tengo capacidad de hacerlo, no estoy en ningún
órgano interno de Podemos.
¿No supone una decepción en un partido que ilusionó a mucha gente desencantada de la política?
Eso
es. Gente como yo que no creía en los partidos, gente como yo que nunca
nos habíamos acercado porque veíamos cómo eran: una red clientelar de
favores, de amigos€ Pusimos toda la carne en el asador, nos tiramos a la
piscina sin saber si estaba llena o vacía, porque sacamos cinco
eurodiputados pero nos podíamos haber ido a nuestra casa.
Es muy fácil
subirse al carro cuando sabes que tiene éxito, que es lo que pasó tras
las europeas. Vino una oleada de gente, y yo encantada, pero venía con
otro ánimo de cortar ese desborde que se estaba produciendo y que
hubiera sido lo bonito: que fuera una cosa incontrolable en los
territorios; que se hubieran desbordado los círculos y que hubiera sido
una herramienta y no un fin en sí mismo.
¿Qué opina de la decisión de Errejón?
Entiendo
que dentro de Podemos haya distintas corrientes ideológicas.Otra cosa
es cómo se solucionan los conflictos que originan las diferencias
ideológicas. Y en este caso se ha resuelto de la peor manera posible,
que es la ruptura o el enfrentamiento. Errejón, siempre lo ha querido,
quiere un espacio propio para desarrollar sus tesis. Ahí tenía a Madrid.
Iglesias le perdonó sus traiciones anteriores, lo pone para Madrid, la
militancia de Madrid le apoya.
Si Errejón hubiera preguntado a la
militancia de Madrid «¿Nos aliamos con Carmena?», le habrían dicho que
sí. Podía haber hecho una consulta. ¿Hacemos una consulta para el chalé y
no hacemos una consulta para algo tan importante como esto? ¿Dónde
queda la participación? Errejón ha tomado una decisión unilateral que
hace muchísimo daño a Podemos. Pero aquí no hay un verdugo y una
víctima.
El verdugo no es Errejón y la víctima, Iglesias. Todos son
verdugos. Entre todos se han cargado Podemos. Por tener ese sentido tan
patrimonialista, siempre les ha dado miedo no controlarlo, que se
desbordara en los territorios, que la gente se autoorganizara y se
autogestionara. Siempre han buscado el control. Yo sinceramente me
siento un poco engañada.
¿Tan mal lo ha pasado?
Lo he pasado
muy mal porque he estado muy sola, cuando no zancadillas. Mire, cuento
una que no había revelado. Acababa de pasar Vistalegre I, a principios
de 2015. Yo estaba en plena campaña antiTTIP. Me invitaron de un círculo
del sur de Madrid a explicar un TTIP. El círculo se lo curra e invita
también a Errejón, pero cuando él supo que yo iba a ir, Errejón dijo: si
ella va, yo no voy. Me vetó.
Y yo no era nadie, nunca he tenido poder
dentro de Podemos. Sólo iba a hablar del TTIP, sólo iba a hablar de mi
libro. Me quedé muerta. Eso denota una forma de funcionar que para mí
fue una puñalada. ¿No somos compañeros? ¿No estamos en el mismo barco
remando en la misma dirección? Cómo era posible que una persona, a la
que yo admiraba, diga: si va Lola, yo no voy. No lo pude entender. Ese
tipo de cosas. Lo he pasado muy mal.
¿Con Podemos Región de Murcia tiene el mismo desencanto?
Bueno.
No, porque cuando empecé a trabajar aquí, me volqué tanto en Bruselas
que cuando el partido comienza a crearse orgánicamente, a Óscar
(Urralburu) no lo conocía. Lo conocí cuando ya era secretario general.
Me desvinculé de aquello porque consideré que en Bruselas hay bastante
trabajo y nadie es imprescindible y hay sitio para todos. Por eso en
Murcia nunca he sido muy activa orgánicamente dentro del partido.
Pero se presentó a las primarias en 2017.
Sí,
claro. Yo no quería presentarme, no tenía intención de dejar de lado
este trabajo; pero al final me convencieron varias familias, que no son
las que tienen la mayoría en Murcia, con el argumento de que es
fundamental que hubiera pluralidad. No podía ser que en unas elecciones a
los órganos internos sólo se presente una lista. Para eso no hagas
elecciones. El resultado fue para mí muy bueno. Pude seguir
desarrollando mi trabajo en Bruselas al 100% y conseguí que hubiera
pluralidad.
¿Qué sucede? Que una cosa es que tú consigas pluralidad y
otra cosa es que es esos órganos funcionen. Si ese órgano no funciona
porque no es el órgano auténtico de deliberación política, al final da
lo mismo que haya pluralidad. Y eso es lo que ocurre en Murcia, como en
tantos territorios. En Murcia, en el Consejo Ciudadano Autonómico muy
poquitas cosas se deciden. Yo he estado en esa ejecutiva y no se decide
todo lo que se hace.
¿Cree que Podemos Región de Murcia ha tomado la deriva que usted lamenta o está a salvo de esos vicios?
Esos
vicios han permeado a todos los territorios. El invento de los
secretarios generales ha sido nefasto. Porque en la mayoría de los
casos, salvo honrosas excepciones, que las hay, se han convertido en
gente muy autoritaria, gente que confunde el liderazgo político y
administrativo con el liderazgo personal.
Al final, se han creado las
mismas redes clientelares en los territorios y da igual la familia: hay
territorios que son 'pablistas' y otros que son 'errejonistas', pero las
dinámicas son las mismas: expulsión del que disiente y creación de
redes clientelares. Las mismas personas, copando todos los puestos.
¿Lo detecta en Óscar Urralburu?
Claro.
Me comentan que Javi Escarabajal, que fue el secretario general de
Cartagena, se presenta en las listas municipales de La Unión. ¿Qué hace
un señor de Cartagena presentándose en La Unión? ¿Por qué no dejan a la
gente de La Unión que se presenten y se organicen? Y Lorena Lorca, que
también está en el Consejo Ciudadano Autonómico, va en las listas de
Torre Pacheco. Y es una chica que no es de Torre Pacheco. La ciudadanía
de esos sitios, ¿cómo lo ve? No es normal. Al final lo que se quiere es
copar todos los cargos, tenerlo todo controlado. Da la impresión de que
no te fías de la gente.
En corto
Cuando llegue el mes de mayo, ¿va a sentir una liberación?
Huy,
por un lado, sí. Pesa mucho un escaño, eh. Supongo que depende de cómo
se lo tome uno, pero defendí tanto nuestros principios éticos en campaña
que me los grabé a fuego. A veces, estoy fuera, el autobús tarda mucho
en venir y pienso en pedir un taxi. Y digo, ¿y si me ven cogiendo un
taxi? Ya ves tú, me puedo coger un taxi, me lo pago con mi salario. No,
va, pues me voy andando. Es algo que me puse yo, y seguramente sea
excesiva, pero prefiero quedarme corta por este lado que pasarme por
otro. Tengo ganas de convertirme en una persona normal y corriente, y de
no sentirme juzgada.
¿Cuál será su futuro?
Me voy a ir a
descansar. Aunque no lo he pensado, una cosa sí tengo clara: quiero irme
a vivir al campo para, si es posible, vivir del campo. Tal vez vaya a
algún sitio del norte de España, donde la tierra sea más accesible.
¿Volverá a la política?
Creo
que nunca podré dejar de ser política, por eso me quiero ir al campo
porque quiero experimentar qué es hacer política con tu propia vida.
Quiero no tener jefes ni dar explicaciones a nadie.
¿Cómo ha sido su vida en Bruselas?
Desde
el principio me planteé mudarme a Bruselas, no me gusta viajar en
avión, no porque le tenga miedo ni nada, sino porque es un gasto brutal.
Me duele bastante estar cogiendo aviones a menudo. Hay compañeros que
van a hoteles, pero yo me propuse estar aquí mucho tiempo y dedicarle
mucho tiempo. Me alquilé un pisito, vengo en autobús todos los días.
Paso mucho tiempo en este despacho, suelo quedarme en Bruselas los fines
de semana. Por haberme volcado tanto en el trabajo, la experiencia
personal ha sido muy satisfactoria.
¿Qué tal es su relación con Ramón Luis Valcárcel, su colega murciano de escaño?
Al
principio me lo cruzaba y lo saludaba, pero no me respondía al saludo.
Debe de ser tímido. Dejé de saludarlo. Y la semana pasada coincidimos en
un ascensor, y es como si fuera un alemán. Ya no hay ni «hola» ni
«adiós».
¿Ha descubierto en Bruselas cómo funciona el mundo?
No
he descubierto nada nuevo. Los que mandan son el dinero y el poder
económico: los bancos y los fondos de inversión. Y eso aquí se ve con
mucha crudeza. Se ve muy claramente. Hay ejemplos a miles: enmiendas que
meten los grupos parlamentarios que vienen directamente con el sello de
la empresa. Muchas veces abro una carta que procede de la patronal de
la banca proponiendo enmiendas, que luego ves introducidas por otros
grupos.