El triángulo de diálogo que pretendía establecer el president Quim Torra con el rey Felipe VI y con el presidente del gobierno Pedro Sánchez no será posible. Felipe VI se ha desentendido de la petición que le hacían los últimos tres presidents de la Generalitat ―Torra, Puigdemont y Mas― en una carta enviada este miércoles al Palacio de la Zarzuela y les ha remitido a su papel según la Constitución. 

También al artículo 64.1 de la misma, a partir del cual se justifica que se haya dado traslado de la petición al presidente del Gobierno ya que es quien debe ratificar todos los actos del monarca. O sea, Felipe VI les ha respondido que se habían equivocado de ventanilla, que la política la hace el Gobierno, antes el PP y ahora el PSOE, y que él solo habla en los discursos, el más extenso y reciente el del 3 de octubre.

Mientras tanto, el president Torra no ha confirmado si asistirá o no este viernes a la inauguración de los Juegos del Mediterráneo en Tarragona, donde coincidiría tanto con el Rey como con Sánchez. Una decisión relativamente fácil de tomar hace una semana se ha ido envenenando con el paso de los días y el margen de actuación del Govern se ha ido restringiendo a partir de falta de explicaciones y de errores en propia puerta que cuestan bastante de entender. El primero, que el Govern no tuviera clara cuál era su decisión al respecto y el punto al que se pretendía llegar. Lejos de todo esto, le ha hecho un envite al Rey, quien no se ha dado ni por enterado.

Publicamos hoy en el diario un avance de una extensa entrevista con el president Carles Puigdemont y que se refiere muy concretamente tanto a la visita de Felipe VI a Tarragona como a la que realizará la próxima semana a Girona. Puigdemont no puede ser más claro: el Rey del 3 de octubre no es bienvenido en Catalunya, afirma, y aconseja al monarca que no se haga el sordo, ya que su actitud será determinante en la actitud y actuación del independentismo. 

También le recomienda que deje de ser una pared en donde no se reconocen la mayoría de los catalanes sino el representante de una monarquía parlamentaria europea. El Rey ya ha marcado desde hace meses su posición política en la cuestión catalana y no parece dispuesto a alterar ni que sea mínimamente el guion. No se vislumbra otro perfil del Rey y menos aún aquel que también señala la Constitución, según la cual, el jefe del Estado arbitra y modera.

El rey de España no es árbitro, es parte. Y no engaña a nadie. Y solo los que quieren ser engañados pueden sentirse engañados.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia