Usted puede estar trabajando para
George Soros.
El charcutero que le vende el fiambre, el médico que le cura o el
barrendero que limpia las calles de su ciudad, también. Yo, como
redactor en un medio de comunicación 'mainstream', tengo aún más
posibilidades.
Basta con buscar “Soros” y “
El Confidencial” en internet
para comprobar cómo, utilizando el argumento de los
Papeles de Panamá, este medio también ha sido acusado de formar parte de la red
que este multimillonario húngaro de 87 años ha tejido a lo largo y
ancho del planeta. Cualquiera que haya sido mínimamente empático con los inmigrantes, el colectivo LGTB, los indignados o el independentismo es susceptible de ello.
Las imágenes virales de los foros de derechas lo muestran como un pulpo cuyos tentáculos se extienden sobre todo el orbe. Algunos le dibujan ojos reptilianos, y otros utilizan el formato de las cartas 'Magic' para presentarle como “el capo de toda la conspiración judía”.
En muchos casos no hace falta que se explicite dicho origen a para que sea evidente que gran parte de esos ataques comparten un ancestral antisemitismo. Ya lo
dijo en noviembre la profesora de Historia del Holocausto de la Universidad de Emory, Deborah Lipstadt:
“Nadie dice que Soros es judío, pero hay grupos en la derecha para los
los cuales los símbolos que utilizan son un guiño entre ellos”.
No es casualidad que el mito fundacional de Soros como “buitre” sea tan semejante al de los
Rotshchild,
dos siglos antes. La popular familia, contaban los panfletos, había
obtenido su fortuna durante las guerras napoleónicas aprovechándose de
la información privilegiada que le proporcionaba su red de informadores,
lo que les había permitido enriquecerse especulando con el resultado de
la batalla de Waterloo.
De semejante manera, Soros dio el gran golpe en
el Miércoles Negro de 1992, cuando a través de su fondo Quantum Fund
aprovechó la reordenación del Exchange Rate Mechanism atacando la libra y llevándose alrededor de 1.000 millones.
Durante más de 30 años, a través de la Open Society Foundation (cuyo nombre sacó de su profesor Karl Popper),
Soros ha financiado multitud de proyectos sociales, especialmente en
los países del este de Europa, donde se encuentran sus raíces. También,
ha apoyado a los demócratas, desde Kerry hasta Obama.
Su padre, Tivadar, fue uno de los grandes conocedores del esperanto antes de huir de Europa durante la
Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, no ha sido hasta los últimos años cuando las acusaciones
de ser un “globalista” que maneja el mundo a su antojo se han
recrudecido. Y Hannes Grassegger, el periodista que destapó el escándalo de
Cambridge Analytica, cree haber encontrado al culpable, como explica en un
reportaje de
'BuzzFeed News': el asesor político George Birnbaum.
Construyendo un monstruo
Para
entender por qué todos hablamos de Soros, hay que remontarse a su país
natal, Hungría, durante las elecciones que llevarían a
Viktor Orbán a un segundo mandato en 2010. Birnbaum y su mentor Arthur Finkelstein,
uno de los asesores políticos más importantes de la segunda mitad del
siglo XX, eran los hombres que movían los hilos de su campaña.
Birnbaum,
que ha querido hablar con la prensa para negar todas las acusaciones de
antisemitismo –él mismo, como Finkelstein, es judío, así como un firme
defensor de un Estado de Israel fuerte–, reconoce que fue facilísimo. Y
eso era un problema de cara al futuro: no había un enemigo político claro.
Fue
a Finkelstein a quien se le ocurrió quién podría ser el rostro
monstruoso que se enfrentase al de Orbán. Era la fórmula perfecta:
resultaba familiar y extraño al mismo tiempo, había nacido en Hungría
pero vivía en el e extranjero y respondía a la perfección al estereotipo del multimillonario que mueve los hilos desde su mansión en Nueva York.
Paradójicamente, el propio Orbán había recibido también dinero de
Soros: fue uno de los estudiantes del bloque del este que obtuvieron
becas de la
Open Society Foundation para estudiar en universidades como
la de
Oxford, en su caso. Pero el primer ministro no tuvo reparo en aceptar a Soros como su archienemigo de cara a la reelección de 2014.
Grassegger
data el 14 de agosto de 2013 como el día en que la guerra global contra
Soros dio comienzo. Fue cuando el
'Heti Válasz', un periódico afín al
gobierno de Orbán, publicó un
artículo atacando a las ONG financiadas por Soros.
Poco a poco, este se convirtió en el origen de todos los males que
afectaban al país, el hombre al que el propio Primer Ministro señalaba
como el causante de la llegada masiva de inmigrantes.
Todo explotó en
2017, cuando la campaña
“Stop Soros” derivó en una “
consulta nacional” sobre el supuesto plan del magnate para permitir la inmigración masiva y un paquete de medidas legislativas
antiSoros.
El plan de Birnbaum y Finkelstein funcionó, como pusieron de
manifiesto las elecciones de 2014 y 2018. Lo que el asesor no había
previsto, aunque no fuese tan sorprendente, es que la campaña tendría ecos en otros países. En la Italia de Matteo Savini, en Polonia, en Rusia, donde Putin lamentó que “Soros se mete en todas partes”, en España y, sobre todo, en Estados Unidos.
En su último anuncio de campaña, Trump
lo listaba como uno de esos poderosos que se enriquecían a costa de los
americanos. Todos ellos eran judíos, lo que llevó a sus críticos a
calificarlo de
antisemita.
Como bien resume el periodista, Soros se había convertido en un meme
que era reproducido en los medios conspirativos de derecha de todo el
mundo. “El material anti-Soros es un arma de código abierto global y
fácilmente disponible”, añade.
De ahí que no extrañe recordar que el propio
Santiago Abascal, presidente de
Vox, publicó un tuit con motivo de la reunión de Soros con el presidente socialista Pedro Sánchez
el pasado 28 de junio. “Soros es uno de los personajes más siniestros
de la actualidad”, escribía. “Impulsa el tráfico de seres humanos con
sus ONGs, y ha sido colaborador del golpe separatista. Sánchez se hace
amigos de todos los enemigos de España y de Europa. Casi parece Soraya”.
Una vez más, basta con una sencilla búsqueda para comprobar cómo medios
conspirativos y afines a
Vox hablan de “reunión secreta” o del “silencio de las autoridades”. Apenas unas semanas antes, Steve Bannon, el célebre asesor de Donald Trump, había
entrado en contacto con el partido español.
Como todos los memes, la conspiración de Soros es fácilmente exportable. Los foros españoles también tienen
hilos
destinados al filántropo, con títulos como “al descubierto”.
El propio
Bannon, que fundó
The Movement para, entre otras cosas, asesorar a
partidos como Vox, ha sido considerado
el Soros de la derecha. Curiosamente, siempre ha hablado de manera más o menos positiva de Soros: “Es brillante. Es malvado, pero brillante”.
Sin embargo, la guerra entre la alt-right y el dextropulismo y la
izquierda que representa Soros (“globalista”, según sus enemigos), no es
simétrica, y para entenderla hay que fijarse en las estrategias
políticas utilizadas por Finkelstein.
La política del miedo
Para entender el rol de Soros en la
campaña de Orbán, hay que volver aún más en el pasado. Hasta principios
de los años setenta, cuando Richard Nixon se convirtió en uno de
los primeros clientes de Finkelstein. Una de las grandes aportaciones
del neoyorquino a la teoría de la propaganda política, fue el
'rejectionist vote' (“voto de rechazo”).
Debido a que la mayoría ya
tiene su opción elegida antes de las elecciones, la clave para ganar no
se encuentra en motivar al electorado del enemigo con una propuesta más
atractiva, sino desmoralizarlo para provocar su desmovilización. Y nada mejor que eso que la polarización a través del
miedo,
algo que Finkeltsein ya puso en práctica cuando le avisó a Nixon que lo
mejor para ser reelegido era presentar a la izquierda como una amenaza.
No hables de ti mismo: es más rentable atacar al oponente, y que al defenderse, termine dándote la razón.
El modelo Finkelstein se repitió en multitud de ocasiones. Se le
atribuye, por ejemplo, haber conseguido que “liberal” se convirtiese un
término peyorativo durante los años 90. El “Finkel-Think” se extendió
por todo el mundo, especialmente, en aquellos países donde la influencia
de Soros era mayor.
Finkelstein y su pupilo Binrbaum fueron los dos
asesores que llevaron a la derecha de Benjamin Netanyahu y el Likud a la victoria ante el socialdemócrata Shimon Peres en
1996. Para Grassegger, hubo un momento culminante en la campaña que
muestra el “Finkel-Think” en pleno rendimiento: tras meses acusando a su
adversario de sus intenciones de dividir Jerusalén, Peres tuvo que
negar que fuese su intención. Netanyahu había ganado. Había conseguido que su enemigo combatiese en el tablero que, aconsejado por Finkelstein, había creado.
Desde entonces, el tándem Finkelstein-Birnbaum se convirtió en los 'spin doctors' de la derecha.
Rumanía, Bulgaria, Ucrania, República Checa, Macedonia, Albania, y,
finalmente, Hungría fueron su campo de batalla. Eran, con frecuencia,
los mismos países donde la influencia de Soros era más palpable.
El
choque entre ambos fue la tormenta perfecta, ya que se transformó el
prejuicio racista que llevaba instalado en dichas regiones desde el
siglo XIX, el
antisemitismo, en alimento para las nuevas guerras culturales que se libraban en la red, donde los memes y las
'fake news' son las armas y vence el que es capaz de imponer su marco.
Es una historia llena de contradicciones. No solo porque Orbán recibiese
el apoyo económico de Soros, porque el propio Finkelstein fuese un
homosexual que con sus estrategias llevó al poder a partidos que
combatían los derechos de los gais o porque no haya salida posible ante
el “Finkel-Think”, sino sobre todo, porque dos judíos han terminado alimentando una conspiración antisemita
no tan lejana a la de 'Los protocolos de los sabios de Sion', aquel
panfleto publicado en la Rusia zarista para justificar los pogromos.
Para Birnbaum, no obstante, el antisemitismo es algo “eterno”, y
confiesa que lo volvería a hacer: “No convertimos a nadie que no lo
fuera en antisemita”.
(*) Columnista