Hay que reconocer que la mejor arma que existe en el mundo y que se
inventó desde el principio de la humanidad es el miedo. Con el miedo
logras todo lo que quieras, a no ser que la persona se rebele, y no por
ello deja de tener miedo. ¿Cuántas cosas hacemos por el miedo? O mejor
¿cuántas cosas dejamos de hacer por el miedo? Con el miedo se consigue
el control de la gente de tal manera que las personas se autocensuran y
se autocontrolan. Por eso, es frecuente oír: «Yo lo haría o diría, pero
es que si lo digo o lo hago puede tener consecuencias negativas y no me
atrevo».
Uno mira el futuro y prevé lo que le puede venir encima, aunque
después no ocurra, y renuncia aunque sea algo precioso y lleno de
valores importantes. Cuando llegamos a este punto, se ha conseguido
domesticar a esa persona, ya no vive como quiere, sino como la dejan,
vive encerrado existencialmente y si alguien abre las puertas de nuestra
jaula no nos atrevemos a volar, a sentirnos libres, a respirar el aire
de la bondad, de la ternura, de la justicia? ese aire que nos da vida en
abundancia y plenitud, ese aire que nos hace sentirnos bien con
nosotros mismos sin engaños ni mentiras ni hipocresías.
Echo la
mirada hacia atrás y siento una cierta tristeza porque hemos perdido
mucha libertad interior; el miedo, en cierto sentido, se ha apoderado de
nosotros y esa pérdida de libertad la percibo en algunos ámbitos donde
me muevo. Bien, querido lector y lectora, vamos a intentar volar, a
respirar aire que nos haga sentirnos vivos, que nuestro corazón lata al
ritmo de nuestra libertad de pensamiento y sentimiento. Y, si nos
estrellamos nos volvemos a levantar y a intentarlo de nuevo. Merece la
pena vivir la vida, es bonita y hermosa, pero para ellos tenemos que
sentir, sí, sentir, que somos dueños de nuestro destino. Vamos allá.
Llevo
muchos años en esta Iglesia donde he compartido la fe y la vida con
gente buena, pero buena hasta rabiar. Una Iglesia que ha cambiado mucho
desde Juan Pablo II, un pontificado que trajo el miedo, la represión y
su liderazgo endiosado a esta Iglesia donde sólo podía pensar y hablar
Juan Pablo II, los demás a obedecer y a entrar en nuestras jaulas.
Recuerdo los primeros años de cura en que, con los seglares y
compañeros, hablábamos de ser coherente con nuestra misión de ser Buena
Noticia para los empobrecidos, del sacerdocio de la mujer, del celibato
opcional, de la sexualidad positiva, de una Iglesia comunitaria
encarnada en la sociedad, abierta y dialogante.
Todos eso desapareció,
el miedo se ha apoderado de nuestro corazón. Yo en aquella época, como
en la actual, defendía una Iglesia comunitaria pobre y con los pobres en
conflicto permanente con los poderosos de este mundo. Escandaloso e
inmoral fue el ático del exsecretario del Vaticano Bertone y actualmente
de Rouco Varela, que expresan una jerarquía que quiere vivir del lujo y
de muchas complicidades con las élites financieras y económicas.
Queríamos una Iglesia que supiera renunciar a sus privilegios para
hacerse más presente en la sociedad; sobre el sacerdocio de la mujer,
tenemos una jerarquía machista y patriarcal y algunos misóginos, el
celibato opcional. Y queríamos una sexualidad positiva, de la que cada
uno regule su propia genitalidad, me parece que cada pareja debe decidir
si utiliza anticonceptivos o no. No entiendo ese concepto exclusivo de
la procreación, porque el ser humano no está solo para parir, sino para
expresar el amor sin necesidad de contemplar la posibilidad del
embarazo. Eso es reducir a la persona a la animalidad.
Siguiendo
esta línea defiendo la dignidad de las personas homosexuales, y que
puedan decidir cómo quieran vivir su sexualidad; más contradictorio
cuando tenemos un clero homosexual significativo (eso no quiero decir
que lo ejerzan). Desde aquí quiero pedir perdón a los homosexuales en
nombre de muchos cristianos por el sufrimiento que le hemos causado.
Recuerdo cuando un amigo homosexual me decía: ¿Qué les hemos hecho al
papa y a los obispos para que nos desprecien y nos digan que somos
enfermos? Empezó a llorar porque es una persona católica; sólo supe
decirle que viviera su fe y su orientación con amor, y que no hiciera
caso a esa Iglesia llena de rencor y de odio donde hay quienes no saben
lo que es amar y querer, y no creo que lo sepan nunca.
Jesús de
Nazaret fue un hombre libre, que rompió las cadenas de las leyes
religiosas, que puso en el centro de la humanidad a las personas, que
intentó aliviar el sufrimiento de la gente pobre y enferma, que situó a
la mujer a la misma dignidad que a los hombres. Jesús fue un gran
luchador, sensible, lleno de ternura y, en este sentido, recuerdo que
siempre comentábamos la relación tan llamativa con María Magdalena, una
relación llena de amor y afecto, incluso algunos afirmábamos que podría
existir un sentimiento de enamoramiento y porqué no. Jesús voló por
encima del dinero, la religión y el poder para que la gente aprendiera a
volar, a vivir.
El miedo y el control se dan en los partidos
políticos con sus estructuras partidocráticas. Nadie habla, nadie
disiente, se vota lo que se manda, no hay conciencia si quieres coger
algún sillón, cobrar un sueldo, tener privilegios. Si disientes ya no
irás en las listas. Aznar nos metió en la guerra de Irak sabiendo que
sus diputados no estaban de acuerdo. Zapatero arrodilló a España ante
Alemania modificando el artículo 135 para que imponga que el pago de la
deuda es prioridad absoluta, sabiendo igualmente que sus diputados no
estaban de acuerdo. ¿Qué hubiera pasado si hubieran votado en conciencia
libre? España no habría entrado en guerra ni se habría aprobado el pago
ilegítimo de la deuda de los banqueros españoles con los alemanes. El
miedo a perder el sillón hace que se renuncie a la libertad.
El
miedo también se da en las relaciones humanas porque las normas
sociales, las tradiciones, aunque no son de ley, hacen que miremos el
horizonte, pero sin atravesar esa frontera cuyos guardias son el qué
dirán y el qué pensarán mi familia, mis amigos, mis compañeros de
trabajo.
Por todo esto, creo que hay que vivir con un alma libre
volando por encima de todo aquello que nos hace cobardes y sumisos.
Volar para encontrar la amistad, el amor, la justicia, para ser nosotros
mismos, para sentir que somos alguien, que sentimos el aire de la
libertad, de la alegría, de momentos de felicidad. Volar para no vivir
desde el miedo, sino con ilusión, con ganas de vivir, para sonreír, para
escucharnos, para mirar siempre hacia adelante y que si nos caemos
podamos comenzar de nuevo para alcanzar nuestros sueños.
Volad,
volad, volad con todas vuestras fuerzas porque en el cielo no hay
barreras. No abrirán las puertas de las jaulas con la excusa de la
seguridad, y nos dirán que nuestras alas no sirven para nada, que
estorban para producir y competir. No nos dejemos engañar, volad lejos y
descubrid que sin libertad no hay dignidad, sería una vida sin vida.
Pensad en lo que os haría libre y volad.
(*) Sacerdote
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2015/04/25/favor-volad-miedo/642578.html