Cuatro elecciones en este año. Las
primeras, las municipales y autonómicas que, por cierto, en donde
coinciden, van a ser muy distintas, si bien eso no se advierte. Las del
ayuntamiento de Madrid capital son pura efervescencia. El modelo viene
de Barcelona. Allí Podemos se ha fundido con Guayem en candidatura
única. En Madrid lo han hecho con Ganemos. Para que luego digan que lo
de Cataluña no influye en la capital.
La confluencia madrileña carece de nombre único. Unos hablan de Frente Popular y otros de Candidatura de Unidad Popular.
Aparte de las reminiscencias históricas, la dualidad parece encerrar
una controversia conceptual. El frente es unidad de siglas y partidos,
la CUP, pura unidad popular, unidad de los ciudadanos, que las ignoran.
Es el contenido del alegato de Pablo Iglesias hoy en Público, llamando a la manifa, Es ahora. No convoca Iglesias, no convoca Podemos. La gente, la ciudadanía sin distinciones se convoca a sí misma. Es una autopoiesis, que dirían Varela y Maturana. Es unidad popular. Y, se quiera o no, asoma la oreja el populismo.
A
la suma se ha sumado el sector mayoritario de IU en Madrid. Queda el
sector minoritario. A ver qué hace. IU muy tocada con esta enésima
escisión que ya anima a El País a hablar de desaparición. Un
titular con sabor a deseo. En todo caso, teniendo en cuenta la situación
de Andalucía, a la que hay que hacer frente en marzo, o sea, ya, IU
tiene un serio problema de supervivencia.
Como
el PSOE, aunque quiera disimularlo. Dice un segundo que las bases del
partido apoyan a Pedro Sánchez. A veces es mejor callarse porque eso
quiere decir que los dirigentes, los barones, el aparato, no lo apoyan.
El partido se debate entre quienes quieren mantenerse puros, con su
organización aparte y quienes tratan de tender puentes con esa especie
de magma a su izquierda que tiene fuerza de atracción.
Obviamente,
todas las alianzas que se hayan hecho o se hagan estarán presididas por
la premura y el cálculo electoral. Sería absurdo que pensaran en otra
cosa quienes se llaman "ganemos". Serán alianzas pendientes de pasar la
prueba de fuego en dos momentos.
Para
empezar, la campaña electoral de hecho será de tres terribles meses. En
esos tres meses incidirá el PP, cuya táctica parece ya clara: vender el
discurso de la recuperación y, como nadie lo cree, cargar sin descanso
contra los adversarios, especialmente los adanes de Podemos.
Montarles escándalo tras escándalo, difamarlos, llevarlos a los
tribunales, acusarlos de lo que sea, tratar de destrozarlos.
Influencia
tendrán en la campaña las elecciones andaluzas de marzo en las que
también figura Podemos. Lo importante en ellas será el resultado del
PSOE. Ya hay quien quiere llevar a Susana Díaz en andas a La Moncloa.
Parece un cálculo algo pintoresco teniendo en cuenta que, para el mes
de julio, cuando Díaz haya de reñir las primarias del PSOE, estará dando
a luz. Puede ser, desde luego, pero parece poco probable. Lo indudable,
sin embargo es que este plan andaluz muestra que hay gente en el PSOE
(cuánta y cuál está por ver) que da a Sánchez por amortizado y está loca
por encontrar un sustituto.
El
PSOE en Madrid tiene poca relevancia mediática. Han buscado un
alcaldable tertuliano, pero es evidente que no tiene el tirón de algunos
de sus rivales en los medios. Hay un factor que ninguno de los dos
candidatos cuenta y es que la gente no los ve como candidatos ganadores
porque su partido lleva veinte años perdiendo. Determinante sin duda
será quien personifique la candidatura llamada popular que a su vez, se
enfrentará a la de la derecha asimismo llamada "popular". En distinto
sentido, se entiende.
¿Y
Grecia? La influencia de Grecia será formidable. Si Syriza se sale con
la suya de un modo u otro, Podemos recibirá un gran impulso. Si, por el
contrario, muerde el polvo o claudica, también de una u otra forma, la
decepción minará el impulso de aquellos. También serán muy importantes
las señales que mande la UE a nuestro país directamente o a través de
Grecia. Porque Grecia no es España, según nuestros ilustres líderes,
pero España sí es Grecia. Y lo primero que ha hecho la España oficial es
recordar que los griegos nos deben más de veinte mil millones de euros.
En algún sitio he leído que cada español es acreedor de Grecia por 555
euros. Todos los días se lo van a recordar.
Resistir esta campaña electoral tendrá su mérito.
Y
luego llegará la segunda parte del bautismo de fuego. Realizadas las
elecciones, vistos los respectivos porcentajes, hay que repartirse los
puestos, los cargos, las responsabilidades. Viene aquí a la memoria una
de esas pruebas de la sabiduría de los notarios, cuerpo con un profundo
conocimiento de la naturaleza humana por razón de su experiencia. Cuando
en una sucesión en la que se cuenta más de un heredero o legatario se
dice que no hay problema porque se llevan muy bien, los notarios
aconsejan esperar a redactar el cuaderno particional para ver si se
llevan bien o no.
Aquí
lo mismo. Los gobiernos municipales no se improvisan. La vida de los
ayuntamientos es, como solía decir el fallecido juez Joaquín Navarro,
"municipal y espesa" y pondrá duramente a prueba la capacidad de gestión
de unas asociaciones y coaliciones inestables, más hábiles en debates
teóricos que en la administración cotidiana en condiciones, además,
presumiblemente hostiles.
Y
según se esté lidiando con los resultados de las elecciones de mayo, se
echarán encima las catalanas en las que, irónicamente, Podemos puede
tener mejor resultado que los dos partidos dinásticos juntos, haciendo
quizá honor al grito de alarma del independentismo para el cual, los de
Pablo Iglesias son la nueva formación españolista. O quizá no. No se debe subestimar el notable eclecticismo de Podemos.
Todo
para llegar a noviembre con la lengua fuera. Y eso si no prospera una
nueva intriga interna por ahora minoritaria en el PP de quienes
consideran que Rajoy debiera adelantar las elecciones generales para
coger a los socialistas desarbolados y a los de Podemos en ciernes. O si
no se monta una plataforma de apoyo a un retorno de Aznar.
Tales
eventos son muy poco probables. Si se dieran, habría que reescribir
entero este post. Y no sé si las cuadernas de Palinuro lo aguantarían.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED