Comparecencia de ayer. Rajoy admite haber cobrado sobresueldos, aunque
los llame de formas imaginativas y sostenga que son "legales" porque
están declarados a Hacienda. Admite asimismo que los cobraban muchos
otros y trata de disimularlo, como siempre, echando la propia basura
sobre los demás, sosteniendo que lo hacen otros partidos. Falso, como él
sabe. Si acaso, en otros partidos se hace al revés: los dirigentes dan
parte de su sueldo al partido. Esto provoca la hilaridad de los
dirigentes del PP, mucho más avispados que los demás políticos a la hora
de trincar la pasta.
Admite Rajoy también implícitamente, pues no lo negó, que el PP lleva
veinte años financiando ilegalmente sus elecciones. Haciendo trampas.
Ahora está ya todo muy claro.
Suele decirse que la izquierda es más crítica, más inquisitiva y más
protestona y por eso está siempre dividida mientras que la derecha,
misteriosamente, aparece siempre unida como una piña. ¿Por qué?
Simplemente porque en la izquierda la gente suele estar por ideales o
ideología ya que el dinero no suele habitar los espacios zurdos mientras
que en la derecha, al revés, están por el dinero y los ideales y la
ideología no cuentan. Incidentalmente eso es lo que explica que el 99,99
% de los tránsfugas sean de la izquierda a la derecha y de la derecha a
la izquierda solo haya pasado Verstringe. En la izquierda no hay
dinero. En la derecha sobra y los tránsfugas van por él.
Ahora ha quedado claro ya que el PP no es un partido como los demás sino una especie de lobby
del capital, la banca y la iglesia, una asociación de individuos a
sueldo de la patronal, dispuestos a hacer lo que esta diga a cambio de
pastuqui, de abundante pastuqui. Los capitalistas que, de tontos no
tienen nada, han visto que su mejor instrumento para controlar el poder
político, dictar las leyes en su beneficio y hacer fabulosos negocios a
base de contactos priviligiados y corrupción es crear una organización a
su servicio que parezca un partido político. De este modo, también se
benefician de las subvenciones públicas del Estado a los partidos, lo
cual les permite reducir drásticamente las subvenciones a los demás (de
las que estos dependen) porque ellos tienen el suyo nadando en dinero de
la corrupción.
Visto lo visto y, aunque el PP fabrica fabulosa doctrina y habla mucho
de cosas excelsas, a tenor de los papeles de Bárcenas y de lo que Rajoy
aceptó ayer en el Parlamento, el PP no es si no una asociación de
mangantes que están viviendo a todo lujo con el dinero que fluye a
millones de donaciones ilegales de la patronal. Esta organización
mafiosa que lleva funcionando veinte años ha pervertido el
funcionamiento de la democracia, ha destruido el prestigio de las
instituciones y ha destrozado el sentido de las elecciones, todas ellas
ganadas con trampas y, por lo tanto, nulas. Ciertamente, esto les
importa un rábano porque a los beneficiarios de esta estafa, todos ellos
franquistas y/o descendientes de franquistas, la democracia y el Estado
de derecho les importa un rábano pues saben que, si desaparecieran, si
en España volviera a haber una dictadura, ellos seguirían en el
gobierno porque de demócratas no tienen ni han tenido nunca nada.
Sobre esta asociación ilícita de hecho llamada PP, han llovido los
millones de euros a cientos de las donaciones ilegales de la patronal.
Esos millones de dinero sucio tenían, según se desprende de los papeles
barcénigos, tres destinos:
Primero. Pagar los gastos corrientes del partido, cosa que se
hacía con una generosidad sin límites porque los fondos eran también
ilimitados. Por supuesto, los patronos donantes recibían condigna
contraprestación cien por uno a base de contratos ilegales,
adjudicaciones fraudulentas y todo tipo de favores, enchufes y
mamandurrias en detrimento de la Hacienda Pública, vale decir, del
contribuyente, vale decir, de los trabajadores (pues, como se sabe, en
España solo pagan impuestos los trabajadores) o sea, que la lucha de
clases está más viva que nunca. La patronal española -un atajo de
inútiles incapaces de emprender nada de provecho y que solo sabe ordeñar
ilegalmente al Estado mediante enchufes y tratos de favor- vive, como
siempre, de explotar a los trabajadores. Con ayuda de la Iglesia
católica, que también pone el cazo y se lleva su mordida aunque no tenga
que hacer donaciones ilegales, pues ya hay media docena de ministros
monaguillos dispuestos a legislar lo que ella quiere, siempre en contra
de la libertad, el progreso, la ciencia y las mujeres.
Segundo. Pagar fabulosos sobresueldos a los principales
dirigentes de esta asociación de presuntos malhechores. Aparte de la
vergüenza de tener que proclamar su "honradez" en público y en la que
nadie cree, Rajoy -y algunos otros de semejante nivel de prepotencia-
suele decir que él no está en política por dinero, pues tiene una
profesión. Otra falsedad: tiene una profesión, pero no la ha ejercido
nunca, lleva toda su vida activa en cargos públicos, cobrando sueldos
públicos y, los últimos veinte años por dos o tres conceptos y
presuntamente ilegales. Y como él, muchos otros: Áznar, Álvarez Cascos,
Cospedal, Trillo, Arenas, etc., etc., todos políticos profesionales, que
no han hecho otra cosa en su vida salvo servir a la patronal en donde
les dicen, cobrar fabulosos sobresueldos y darse una vida de cine a
costa del contribuyente al que se expolia, se engaña, se insulta y se
explota. En contra de lo que dicen ellos y repite la batería de
periodistas y medios que también están regiamente pagados por este
seudopartido, ser del PP es un chollo: te garantizan sobresueldo,
enchufe, bicocas, trajes, viajes y, con un poco de suerte, cuando dejes
la política, tendrás un magnífico puesto en una empresa privada o
"privatizada", el estilo de Zaplana, que está forrado. ¿Se entiende por
qué el PP tiene 800.000 afiliados? Muchos esperan pillar algo y miles y
miles lo consiguen. A los citados se añaden los Camps, Fabras,
Sepúlvedas, "Albondiguillas", Baltares, Barberás, etc., etc. Y esos son a
los que han pillado llevándoselo crudo. Calculen los que se han ido de
rositas o intentan hacerlo (por ejemplo, el propio Rajoy) y verán cómo
la causa de la ruina de España es esta organización cuya finalidad es
esquilmar los dineros públicos al servicio de la patronal y el de sus
propios bolsillos.
Tercero. Financiar las campañas electorales. Este asunto es de
una gravedad inimaginable. Si el dopaje ha servido para que Armstrong
haya perdido no sé cuántos títulos, en puridad de los hechos, la
financión ilegal de las elecciones del PP debieran servir para anular
los resultados. Es indignante, repugna a un elemental sentido de la
justicia, que unos mendas hayan competido en juego sucio con otros
ocultando que disponían de diez, cien, mil veces más dineros que sus
contrincantes, que podían pagar lo que quisieran: los autobuses, los
bocatas de los asistentes a los mítines, que podían contratar
interventores, pagar trolls en las redes para hacer daño al adversario
y, si se terciaba, comprar votos o lo que fuera necesario. Es una
historia tan sucia que da asco. Pero hay que sacarla si alguien quiere
que la corrupta democracia española, tenga alguna posibilidad de
supervivencia antes de hundirse en la ciénaga de la inmoralidad, el
cinismo y la ilegalidad de una gente que ha montado un partido político,
a lo que parece, para forrarse y estafar a sus conciudadanos. Tanto que
es razonable pedir la ilegalización del PP en vía judicial como
asociación ilícita.
Hay que averiguar hasta el final. ¿Faltó algo ayer en la comparecencia de Rajoy?
Sí, faltaron dos preguntas que la oposición, digna y fuerte, pero corta, no supo o no quiso plantear. Son estas:
1ª) ¿Puede usted , señor Rajoy, decir en sede parlamentaria cuánto cobra
y cuánto ha cobrado al mes en los últimos años y por qué conceptos?
Solo para que la gente pueda saber lo que cobra el presidente del
gobierno, que lleva años ocultándolo y que por fin, la buena señora que
tuvo los arrestos de pregúntárselo en TV hace años, tenga su respuesta.
2ª) Las cuentas de Bárcenas en Suiza, ¿son solo de Bárcenas o son del
PP? Si mañana Bárcenas dice que son del PP -pues es muy extraño que un
simple tesorero sustraiga esas cantidades_ ¿qué va a hacer usted, señor
Rajoy? ¿Seguirá diciendo que es usted muy íntegro y honrado -como si eso
sirviera para algo- y se negará a dimitir para terminar de hundir el
país?
En efecto, está todo clarísimo. Repito, la lucha de clases más viva que
nunca. A un lado la gente, los ciudadanos, los trabajadores y al otro
esta especie de agencia Pinkerton, compuesta por unas gentes a sueldo de
la patronal, dispuestas a hacer lo que sea por seguir cobrando sus
sobresueldos.
Ha comparecido a la fuerza, arrastrado, a regañadientes, porque no ha
podido evitarlo. Se lo han dicho todos los intervinientes, lo sabe la
opinión pública y la prensa extrajera. Sin embargo, sigue diciendo que
viene por voluntad propia. Es la quintaesencia de su personalidad:
mentir, mentir siempre, mentir incluso frente a la evidencia contraria,
mentir y hacer como que la verdad no existe. Debe de ser el político más
desvergonzado y embustero de la historia de España, un sujeto sin
categoría alguna, forjado en el disimulo, la mendacidad, la ocultación y
la cobardía.
Palinuro ya avisaba de que su táctica de desviar la atención de la
corrupción del PP -que lo afecta a él personalmente- con otras historias
no iba a funcionar. Y no ha funcionado. Nadie le ha hecho caso y todos
se han centrado en el asunto Bárcenas. Incluido él mismo, cuya réplica
giró exclusivamente sobre la corrupción. Para estos efectos ya tenía
preparada otra mentira: no había dado antes explicaciones sobre Bárcenas
porque nadie se las había pedido. Lo dice con su habitual desfachatez.
Habiendo fracasado en su enésima maniobra de ocultación, Rajoy ha
querido defenderse atacando y... la ha fastidiado porque, aun afirmando
que no piensa hacerlo, cuando repare en lo que ha dicho, se dará cuenta
de que ha dado un paso decisivo hacia la dimisión. Me explico.
La primera parte de la comparecencia ha dejado claro hasta dónde llega
el sentido de la democracia de un franquista sobre todo si, además, es
un corrupto. Empezó identificándose a sí mismo con España, como Franco.
Quien lo ataca a él, ataca a España. Y va más allá: sostiene que la
moción de censura propuesta por Rubalcaba (y que ahora ya es imperativo
presentar) es una "amenaza" a su persona. Sólo un franquista redomado
que carece de todo respeto a la democracia y el parlamento se atreve a
calificar de "amenaza" el ejercicio de un derecho de los diputados de
la oposición. En su estúpida megalomanía, identíficándose también con el
Rey, birló a este la fórmula que él utilizó para escurrir el bulto: Me equivoqué,
dice. Al margen de si eso es verdad (que tampoco lo es), ha tardado
siete meses en reconocerlo y eso mientras mandaba SMS de apoyo al
presunto delincuente con el que él se equivocó.
Advirtió Rajoy que las cámaras no son los tribunales de justicia ni
pueden sustituirlos. Obvio, No se trataba de eso, tampoco. De hecho es
una nueva mentira del acorralado presidente puesto que no lo pretenden y
no hace falta que se lo recuerden. Pero quédense con esta observación
para entender la segunda intervención de Rajoy pues hay que conectar las
dos intervenciones. Se ve entonces el fracaso de esta nueva táctica de
ocultación y por qué Rajoy está mucho más cerca de la dimisión que ayer.
Lo esencial, lo más grave, lo definitivo de la primera parte de la
intervención, lo que sella el destino del orador y lo pone a las puertas
de la dimisión más oprobiosa tarde o temprano es que, por fin, ha
reconocido haber cobrado sobresueldos. Que los ha cobrado él y lo han
hecho los dirigentes de su partido. Es la primera vez que lo hace. Ha
intentado camuflarlo llamándolos de formas diversas, diciendo que pasa
en todas partes. Otra mentira más: esa práctica de pagar enormes
sobresueldos a los dirigentes del partido con cargo a vaya usted a saber
qué ingresos es exclusiva del PP y del amigo Rajoy que lleva veinte
años percibiéndolos. Digan lo que digan los del PP sobre las razones por
las que están en política, la realidad es que están por una inmensa
pastuqui. Vamos que el PP es un chollo con el que los dirigentes viven a
cuerpo de rey y a costa de los españoles. Dice Rajoy, creyendo salvarse
con ello (una prueba más de que si los dioses le han dado una cara muy
dura, también lo han dado una inteligencia muy corta), que están todos
declarados a Hacienda. Estaría bueno. La declaración a Hacienda muestra
que se tributa por lo que se ingresa, pero no dice nada sobre el origen
de los ingresos ni sobre su licitud o no.
Por eso es tan importante la admisión del cobro de sobresueldos en sede
parlamentaria que hasta ahora era cuestión que Rajoy había rehuido
cuidadosamente. Ya está claro -pue lo admite- que ha recibido
sobresueldos. Es un hecho. Ahora falta que en su tardo cerebro entre la
idea de que lo ilícito está en el hecho mismo de cobrarlos, se declaren o
no Hacienda. Rajoy debe dimitir ipso facto por estar lucrándose con
dineros ilícitos en tanto reduce los ingresos de los ciudadanos y más
si, encima, se sube el suyo mientras baja los de los demás. Y eso
ocultándolo, a la chita callando. Es algo sencillamente repugnante.
Es una pena que la oposición -que estuvo bien, en general, aunque falta
de garra- no aprovechara la ocasión para hacer la pregunta que Palinuro
hace meses que pide se formule en sede parlamentaria: aprovechando que
ya admite usted haber cobrado sobresueldos, ¿quiere usted decir cuántos,
cuánto, cuándo y por qué conceptos? Parece mentira pero, con lo que ha
sucedido, España debe de ser el único país de Europa que no sabe cuánto
cobra al mes el presidente del gobierno.
La segunda parte de la comparecencia ya cerró el círculo de su forzosa
dimisión debido a su incapacidad para defenderse con acierto. Tardará
más o menos, pero la suya es una dimisióbn obligada. Gran parte de la
segunda intervención fue repetición monocorde del "y tú más" que solo demuestra que se dan por buenas las acusaciones.
Pero hay más. Rajoy creyó zanjar valientemente la cuestión con un No voy a dimitir porque no soy culpable.
Recuérdese ahora lo que dijo en la primera parte sobre confundir
parlamento y tribunales. ¿Quién los confunde si no él mismo? Nadie, que
yo sepa, le pidió la dimisión por considerarlo culpable, sino por considerarlo responsable
de los hechos, que, aunque no lo crea, no es lo mismo. Si es o no
culpable lo decidirán los jueces. Solo a un personaje tan falto de luces
como sobrado de mendacidad se le ocurre que pueda tener algún valor
ante nadie que alguien acusado de un delito diga que no es culpable.
Solo a alguien tan necio como para creer sus propias mentiras se le
ocurre pensar que el responsable político de un cargo público que
resulta ser un presunto delincuente contumaz no es responsable político
de lo que haga el presunto.
Se lo dijeron ayer en sede pàrlamentaria; se lo dice la calle; se lo
dice la prensa internacional: por el bien de España, váyase, deje de
mentir, de engañar, de hacer cisco a su país. ¿No ve usted que no lo
creen ni los suyos, ni los que esta mañana le aplaudían?
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED