MURCIA.- Tras el cese fulminante del consejero de Hacienda, Francisco Martínez Asensio en la tarde de ayer 'por pérdida de confianza', se espera ahora una notable remodelación del Gobierno Garre, del que podrían salir, además, los consejeros 'valcarcelistas', por impuestos por el ex presidente, Pedro Antonio Sánchez y Francisco Bernabé, para que se incorporen, entre otros, la ingeniero agrónomo y concejal de Medio Ambiente en el Ayuntamiento de Murcia, Adela Martínez-Cachá como nueva consejera de Agricultura.
El sustituto de Martínez Asensio podría ser, en principio, Luis Martínez de Salas, ex director general de Economía con Juan Bernal en dos ocasiones.
De haber más ceses, se da casi por segura la entrada en el Ejecutivo regional del ex diputado lorquino Pío Sánchez Laserna, actual jefe de gabinete de Garre y persona de su máxima confianza. Y el ingeniero Eduardo Contreras, ex diputado y alcalde de Molina de Segura.
Ahora Garre busca en las filas del PPRM a esas otras dos personas más para ocupar sendas Consejerías que podrían quedar vacantes en las próximas horas y espera la dimisión del diputado y comisionado para Asuntos Económicos, Vicente Martínez-Pujalte, para no tener que cesarlo en el anuncio de la composición del nuevo Gobierno regional, puede que hoy mismo.
El consejero de Educación y Cultura, Pedro Antonio Sánchez, pidió ayer, poco antes del cese de Martínez Asensio, "respeto y prudencia" ante la posible remodelación del Gobierno regional a dos meses de las elecciones autonómicas y municipales. En este sentido, aclaró que esto es algo que se ha leído en los medios, "pero lógicamente nunca opino de posibles remodelaciones y cambios en ese sentido, sobre todo de hipótesis".
Ahora, la unidad y fortaleza de la que hacían gala los populares ha saltado por los aires en tan solo un año, el tiempo que ha transcurrido desde que Valcárcel abandonara la presidencia del Gobierno regional y dejara como sustituto a Garre, según informaciones publicadas en 'La Opinión'.
Nadie niega ahora que la situación interna es muy delicada y el partido se ha fracturado en dos partes. Los que permanecen fieles a Valcárcel y apoyan a Pedro Antonio Sánchez como continuador de su proyecto y los que apuestan por pasar página y apoyar a Garre y la nueva fórmula de hacer política que ha implantado en San Esteban.
Aunque si tienen un micrófono delante airearán a los cuatro vientos su inquebrantable amistad –como hiciera recientemente Valcárcel en presencia de Garre–, el ambiente en el PP es irrespirable. Todos sospechan de todos y ambos grupos se atribuyen, con o sin pruebas, acciones más propias de organizaciones mafiosas que de un partido político con vocación de Gobierno. Solo una cosa une ahora mismo a todos: la preocupación por la posibilidad de que esta guerra civil tenga consecuencias en las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo de 2015.
Ambos bloques se culpan mutuamente del deterioro de las relaciones. Los próximos a Valcárcel y Sánchez, entre los que se incluyen la mayoría de cargos públicos regionales, tildan de desleales a Garre y a su consejero de Presidencia, José Gabriel Ruiz. Según este grupo, a Garre se le dijo desde el primer día que su presidencia sería provisional y que en las elecciones se apostaría por otro candidato, que sería Sánchez si resolvía sus problemas judiciales. El caso es que, desde el primer momento, el presidente dijo que no se consideraba interino y que estaba dispuesto a ser candidato si su partido se lo pedía.
Además, Garre abordó de otra manera el problema de los imputados. No se ha mordido la lengua a la hora de decir que no deben ir en las listas en la cara de Miguel Ángel Cámara y Pedro Antonio Sánchez, a quien pidió «generosidad», una forma sutil de invitarle a dimitir. «Generosidad la que ha tenido este partido con él, que lo ha mantenido 20 años como diputado en Murcia y en Madrid y le ha permitido ser presidente», dijo uno de los más críticos con Garre. El jefe del Ejecutivo llegó a enseñarle la puerta de salida al delegado del Gobierno, Joaquín Bascuñana, cuando lo imputaron en el caso Novo Carthago.
Desde el aparato sospechan que el sector de San Esteban estuvo detrás de que se dieran a conocer informaciones que dejaban en mal lugar a Valcárcel y Sánchez en medios nacionales. En un principio, el aparato pensaba que Garre estaba mal aconsejado, pero ahora ya se apunta directamente al presidente como cabecilla de «los traidorzuelos» que decía Valcárcel. Hasta el punto de acusarle de retrasar deliberadamente el cese oficial de Cerdá para que el TSJ tuviera tiempo de imputar al expresidente. «Cualquiera menos Garre», es lo que más se oye en esta corriente interna cuando se pregunta quién va a ser el candidato autonómico.
Por su parte, en el grupo que apoya a Garre no hay tantos cargos orgánicos e institucionales como militantes de base, menos familiarizados con los entresijos de la política y contentos ante la imagen de seriedad y honestidad que, piensan, transmite el pachequero. Los que apoyan al presidente aseguran que lo que molestó al presidente del partido fue que el Ejecutivo de Alberto Garre tuviera iniciativa propia y que se centrara en dejar su impronta con medidas como la Iniciativa Integral de la Transparencia y la limitación de mandatos. En definitiva, que Valcárcel no supo llevar bien su pérdida de influencia en el Gobierno.
En su lista de quejas, este grupo lamenta el ninguneo al que consideran que se ha sometido a Garre dentro del partido, sobre todo tras no invitarlo a la cena de militantes que organizó el PP del municipio de Murcia para apoyar a Cámara y dar el pistoletazo a la precampaña electoral.
En el partido hay voces que quitan importancia a lo que está pasando y dan por seguro que, en el momento que Génova diga el nombre del candidato, todos se pondrán a trabajar a su lado para ganar las elecciones, sea el elegido Sánchez, Garre o cualquier otro. Cuesta ahora mismo imaginárselos dándose abrazos en los mítines electorales.
Lo que sí está claro es que, por mucho que las encuestas no vaticinen todavía la hecatombe, en el PP hay preocupación por lo que pueda pasar en mayo. El espectáculo que se está ofreciendo ante la ciudadanía, la posible imputación del principal referente del partido y el crecimiento de Ciudadanos, que pesca votos en el electorado popular, hace que empiecen a sonar las alarmas en la calle González Adalid. ¿Es el fin del ciclo del PP en la Región?, se pregunta 'La Opinión'.
El sustituto de Martínez Asensio podría ser, en principio, Luis Martínez de Salas, ex director general de Economía con Juan Bernal en dos ocasiones.
De haber más ceses, se da casi por segura la entrada en el Ejecutivo regional del ex diputado lorquino Pío Sánchez Laserna, actual jefe de gabinete de Garre y persona de su máxima confianza. Y el ingeniero Eduardo Contreras, ex diputado y alcalde de Molina de Segura.
Ahora Garre busca en las filas del PPRM a esas otras dos personas más para ocupar sendas Consejerías que podrían quedar vacantes en las próximas horas y espera la dimisión del diputado y comisionado para Asuntos Económicos, Vicente Martínez-Pujalte, para no tener que cesarlo en el anuncio de la composición del nuevo Gobierno regional, puede que hoy mismo.
El consejero de Educación y Cultura, Pedro Antonio Sánchez, pidió ayer, poco antes del cese de Martínez Asensio, "respeto y prudencia" ante la posible remodelación del Gobierno regional a dos meses de las elecciones autonómicas y municipales. En este sentido, aclaró que esto es algo que se ha leído en los medios, "pero lógicamente nunca opino de posibles remodelaciones y cambios en ese sentido, sobre todo de hipótesis".
Ahora, la unidad y fortaleza de la que hacían gala los populares ha saltado por los aires en tan solo un año, el tiempo que ha transcurrido desde que Valcárcel abandonara la presidencia del Gobierno regional y dejara como sustituto a Garre, según informaciones publicadas en 'La Opinión'.
Nadie niega ahora que la situación interna es muy delicada y el partido se ha fracturado en dos partes. Los que permanecen fieles a Valcárcel y apoyan a Pedro Antonio Sánchez como continuador de su proyecto y los que apuestan por pasar página y apoyar a Garre y la nueva fórmula de hacer política que ha implantado en San Esteban.
Aunque si tienen un micrófono delante airearán a los cuatro vientos su inquebrantable amistad –como hiciera recientemente Valcárcel en presencia de Garre–, el ambiente en el PP es irrespirable. Todos sospechan de todos y ambos grupos se atribuyen, con o sin pruebas, acciones más propias de organizaciones mafiosas que de un partido político con vocación de Gobierno. Solo una cosa une ahora mismo a todos: la preocupación por la posibilidad de que esta guerra civil tenga consecuencias en las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo de 2015.
Ambos bloques se culpan mutuamente del deterioro de las relaciones. Los próximos a Valcárcel y Sánchez, entre los que se incluyen la mayoría de cargos públicos regionales, tildan de desleales a Garre y a su consejero de Presidencia, José Gabriel Ruiz. Según este grupo, a Garre se le dijo desde el primer día que su presidencia sería provisional y que en las elecciones se apostaría por otro candidato, que sería Sánchez si resolvía sus problemas judiciales. El caso es que, desde el primer momento, el presidente dijo que no se consideraba interino y que estaba dispuesto a ser candidato si su partido se lo pedía.
Además, Garre abordó de otra manera el problema de los imputados. No se ha mordido la lengua a la hora de decir que no deben ir en las listas en la cara de Miguel Ángel Cámara y Pedro Antonio Sánchez, a quien pidió «generosidad», una forma sutil de invitarle a dimitir. «Generosidad la que ha tenido este partido con él, que lo ha mantenido 20 años como diputado en Murcia y en Madrid y le ha permitido ser presidente», dijo uno de los más críticos con Garre. El jefe del Ejecutivo llegó a enseñarle la puerta de salida al delegado del Gobierno, Joaquín Bascuñana, cuando lo imputaron en el caso Novo Carthago.
Desde el aparato sospechan que el sector de San Esteban estuvo detrás de que se dieran a conocer informaciones que dejaban en mal lugar a Valcárcel y Sánchez en medios nacionales. En un principio, el aparato pensaba que Garre estaba mal aconsejado, pero ahora ya se apunta directamente al presidente como cabecilla de «los traidorzuelos» que decía Valcárcel. Hasta el punto de acusarle de retrasar deliberadamente el cese oficial de Cerdá para que el TSJ tuviera tiempo de imputar al expresidente. «Cualquiera menos Garre», es lo que más se oye en esta corriente interna cuando se pregunta quién va a ser el candidato autonómico.
Por su parte, en el grupo que apoya a Garre no hay tantos cargos orgánicos e institucionales como militantes de base, menos familiarizados con los entresijos de la política y contentos ante la imagen de seriedad y honestidad que, piensan, transmite el pachequero. Los que apoyan al presidente aseguran que lo que molestó al presidente del partido fue que el Ejecutivo de Alberto Garre tuviera iniciativa propia y que se centrara en dejar su impronta con medidas como la Iniciativa Integral de la Transparencia y la limitación de mandatos. En definitiva, que Valcárcel no supo llevar bien su pérdida de influencia en el Gobierno.
En su lista de quejas, este grupo lamenta el ninguneo al que consideran que se ha sometido a Garre dentro del partido, sobre todo tras no invitarlo a la cena de militantes que organizó el PP del municipio de Murcia para apoyar a Cámara y dar el pistoletazo a la precampaña electoral.
En el partido hay voces que quitan importancia a lo que está pasando y dan por seguro que, en el momento que Génova diga el nombre del candidato, todos se pondrán a trabajar a su lado para ganar las elecciones, sea el elegido Sánchez, Garre o cualquier otro. Cuesta ahora mismo imaginárselos dándose abrazos en los mítines electorales.
Lo que sí está claro es que, por mucho que las encuestas no vaticinen todavía la hecatombe, en el PP hay preocupación por lo que pueda pasar en mayo. El espectáculo que se está ofreciendo ante la ciudadanía, la posible imputación del principal referente del partido y el crecimiento de Ciudadanos, que pesca votos en el electorado popular, hace que empiecen a sonar las alarmas en la calle González Adalid. ¿Es el fin del ciclo del PP en la Región?, se pregunta 'La Opinión'.