En antropología, psicología, sociología,
política y demás ciencias sociales, los observadores rigurosos aclaran
siempre antes de nada cuáles de sus conclusiones vienen de una
perspectiva emic y cuáles de una etic. El espíritu
científico y la honradez intelectual ordenan avisar de si se explican
los hechos desde un enfoque interno al grupo observado, siguiendo sus
pautas, criterios y categorías o si se hace desde uno ajeno, el del
propio observador, con sus pautas, criterios y categorías analíticas.
Una cosa es dar por bueno lo que los interesados dicen de sí mismos y
otra muy distinta aplicar criterios analíticos exteriores.
Mezclar los
dos enfoques, que es lo que hacen muchos analistas en parte por
desconocimiento y en parte por mala fe, suele producir un relato
amañado, falso, interesado, inútil. Por eso es tan fácil saber de
antemano lo que va a decir en cada momento el 99% de los tertulianos,
porque mezclan descaradamente ambas perspectivas para elaborar una
narración que les convenga y por la que les paguen.
Por
supuesto, la mentira y la falsedad que rezuman los programas de debates
no son sino el vicio más evidente de este espectáculo que pasa por
comunicación e información. Hay problemas más serios como el de la
función de la ideología a la hora de adoptar una perspectiva emic o etic, pero esto ya se sale del post. Aquí basta con averiguar si, cuando se dice estar haciendo observación emic o etic, se dice la verdad o, como suele pasar, se esta mintiendo como un bellaco.
La
crisis actual de Podemos puede y debe analizarse desde las dos
perspectivas, sin hacer las habituales trampas de presumir conocimientos
privilegiados o estar en posesión de fórmulas mágicas que garantizan la
certeza del juicio.
Desde la perspectiva etic,
Podemos es un partido político como todos, con sus peculiaridades. La
primera es que se presenta como uno abierto que todo lo hace en público,
coram populo, a tal extremo que quiere dar publicidad y airear
hasta las negociaciones sobre la investidura de Susana Díaz en
Andalucía, algo que recuerda el compromiso bolchevique de acabar con las
clausulas secretas en los tratados internacionales hasta que empezó a
establecer las suyas. Su espíritu es contestatario, nacido en el 15-M,
empodera a la gente, sus decisiones se toman en asambleas y vienen de
abajo arriba. Y todos los puestos se cubren mediante primarias con
amplísima participación de los militantes. De acuerdo con los análisis
de partidos al uso, trátase pues, de un partido clásico que hace
consecuente realidad el mandato de que su funcionamiento interno sea
democrático.
El
deseo de televisar las negociaciones de investidura puede parecer muy
razonable a quienes dispongan de tiempo y humor para contemplar por la
tele horas de negociaciones entre fuerzas políticas distintas y
encontrarles algún tipo de interés, pero es obvio que chocará con otras
fuerzas políticas que prefieran negociar a puerta cerrada con el mismo
derecho con que los de Podemos quieren hacerlo en público. Y no se ve
cómo los representantes del 12% de los votos van imponer su criterio al
88% restante salvo a la fuerza y no parece haya posibilidad.
En
cuanto al espontaneísmo, asamblearismo, abajo-arriba, transparencia y
publicidad, el episodio de la dimisión de Monedero hace picadillo la
imagen que el partido ha querido proyectar. Lo que se ha visto ha sido
una organización monolítica, cerrada sobre sí misma, que no facilita
información sobre sus procesos o controversias internas, que no se abre
al escrutinio público, en la que rige una disciplina férrea de esa de
tradición bolchevique.
Una mera discrepancia que venia cociéndose
semanas atrás, pero siempre celosamente guardada, aireada en los medios,
ha dado con el discrepante en la calle, habiéndole aceptado Pablo
Iglesias la dimisión que a saber si la presentó motu proprio o se vio forzado a hacerlo. Pero está claro: es Iglesias quien toma la decisión, quien acepta
(hay que fastidiarse) la dimisión de Monedero. No es una decisión
colectiva del triunvirato, ni siquiera del duumvirato restante. Errejón
puede haber sido el catalizador de la decisión, pero no pinta nada
en ella.
Así
que el triunvirato es ahora un duumvirato. Y no parece probable que
vuelva a ser triunvirato porque habría que incorporar a Carolina
Bescansa, con lo cual ya no sería triunvirato en sentido estricto y,
además, en Podemos hay tanta simpatía hacia la igualdad de género como
entre sus amigos de Syriza. O sea, ninguna. Basta con ver la composición
de sus órganos directivos.
Pero, admitido, esto pertenece ya a la perspectiva emic y no hay que hacer trampa. En la perspectiva emic,
esto es, el modo en que, desde dentro, se ha abordado, explicado y
justificado la baja del secretario del programa político, hay numerosas
manifestaciones que, debidamente analizadas en sus mismas coordenadas,
nos dan una imagen interesante de esta organización. El propio Iglesias,
al tiempo que aceptaba la dimisión de Monedero, descontaba que
esta fuera a restar votos a Podemos.
El pragmatismo mal entendido,
descarnado, del aficionado a Juego de Tronos, tiene estas cosas: con
Monedero o sin Monedero, los resultados serán los mismos. O sea, de
Monedero puede decirse, como de la filosofía que "es una cosa con la cual y sin la cual, el mundo sigue tal cual".
Monedero responde con una carta en su periódico que Ekaizer considera,
con cierta razón, propia del culto a la personalidad y la dicha
cultivada personalidad responde que Monedero es un intelectual que, como
los pájaros, ama la libertad, aunque, si los encarcelan, cantan que es
un primor.
La
imagen que se quiere trasmitir es clara: el poder de Podemos no es un
poder a la vieja usanza, sino a la nueva y, en lugar de enfadarse con
sus intelectuales críticos (al fin y al cabo, ¿se puede ser intelectual
sin ser crítico?), los deja en libertad, a diferencia del tirano
Dionisio de Siracusa, para que vuelen. De acuerdo, pero ¿no era este un
partido en el que todos eran intelectuales, hombres de partido e
intelectuales? ¿No ha escrito un par de libros el propio Iglesias y no
está siempre refiriéndose a sus profundidades teóricas? Así es. Forma
parte del síndrome de Iglesias, que aspira a ser el hombre de las mil
caras: dirigente político, intelectual, caudillo, showman...
El
caudillo sigue su estrella y su destino mientras el intelectual
incómodo estará ya pergeñando las primeras cuartillas de un orteguiano
"no es esto, no es esto". Suerte tiene de que su gran amigo no haya
llegado al poder como a él le gustaría. De haberlo conseguido estaría
ahora quizá escribiendo otra cosa, un El cero y el infinito.
La perspectiva emic
de la dirección es muy distinta de la de los camaradas de la base, como
pasa siempre con las organizaciones muy jerarquizadas. Aquí se dan
muchas variantes y no cabe detenerse en todas. Pero sí en alguna
significativa, por ejemplo, los conversos de Podemos. Apenas acaban de
instalarse en su correspondiente círculo tras su salida de IU o del PSOE
y se encuentran con que, si los sondeos no mienten y los hechos se
aceleran, van a quedarse a la luna de Valencia. La reacción más
frecuente es la del converso con mando real o imaginario en plaza: aquí
no ha pasado nada. ¿Monedero? Sí, claro, pero nadie es imprescindible;
Podemos no es Monedero, sino la gente, los círculos, nosotros.
Decir que
porque se marche un tercio del triunvirato la organización sufre alguna
merma solo evidencia lo nerviosos que están los oligarcas y
reaccionarios de todo tipo. Tanto que convierten un signo de fortaleza y
vigor como la dimisión de Monedero en otro de debilidad e
incertidumbre. Cuando lo único que esta crisis muestra es que Podemos
está más fuerte que nunca. Es más, ni siquiera hay crisis. ¿Crisis en
Podemos? ¿Qué crisis? Amigos: salimos a ganar. Lo dice el jefe.
Volviendo al punto de vista etic,
si yo fuera un converso, cosa difícil porque, no creyendo en dios
alguno, no puedo cambiar uno por otro, estaría retornando al redil de
donde me fui obnubilado por el oropel y el engaño de una fuerza de
izquierda que no incurriría en los defectos de siempre del PSOE o del
PCE. Sobre todo ahora que ya va quedando claro que Podemos no ha podido
con el PSOE. Con IU ya es cosa distinta, pues cuenta con el submarino
del paisano de Maimónides.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED