La respuesta político-sanitaria a la pandemia
constituye el mayor escándalo de salud pública de la historia. Se basó
en un engaño descomunal, pero la verdad se va abriendo paso.
Ya sabemos que ni los ilegales confinamientos ni las estúpidas mascarillas sirvieron para nada[1]
salvo para enriquecer al entorno de nuestra clase política, pero ¿qué
ocurre con las vacunas y terapias genéticas que se impusieron de forma
voluntario-obligatoria a la población?
Muchos se muestran hoy
arrepentidos de haberse vacunado y preocupados por los efectos
secundarios que ven a su alrededor y que empiezan a reconocer las
propias empresas farmacéuticas.
Estas personas deben estar tranquilas,
pues el paso del tiempo disminuye la probabilidad de sufrir un efecto
adverso, y deben ser indulgentes consigo mismas, pues tomaron la
decisión bajo coacción y completamente desinformadas, no en balde el
gremio médico les falló estrepitosamente (con escasas y valientes
excepciones).
En efecto, la mayor parte de la población no se
vacunó libremente, sino forzada por una inaguantable presión política y
social. Primero les aterrorizaron mediante una campaña de terror
mediática que les hizo creer que el covid era peligrosísimo para todos y
que sólo las vacunas podían salvarles la vida.
Luego fueron manipulados
con sentimientos de culpa basados en una creencia supersticiosa,
completamente acientífica: la vacuna no sólo te protege a ti, sino a los
demás («si no te vacunas, matarás al abuelo»). Finalmente, fueron
intimidados por la campaña de demonización de los no vacunados y
chantajeados con el pasaporte covid, destinado a hacerles la vida
imposible.
España fue uno de los países donde la dictadura
sanitaria tuvo más éxito, pues se vacunó el 87% de la población, frente
al 76% de Alemania, el 68% de EEUU o el 60% de Polonia[2].
Ahora, los mismos responsables políticos que forzaron a su población a
vacunarse se lavan las manos afirmando cínicamente que la vacunación fue
«voluntaria» y que las vacunas covid eran seguras y salvaron muchas
vidas.
Vacunas poco testadas y poco seguras
Hoy
pocos analistas serios dudan que estas vacunas y terapias genéticas tan
poco testadas no eran seguras. No sólo se han ido documentando multitud
de graves efectos secundarios isquémicos y cardiovasculares (trombosis,
ictus, miocarditis, embolia pulmonar, etc.), inmunológicos y de otros
tipos[3],
sino que muy probablemente hayan causado la muerte de decenas de miles
de personas, según sugieren los datos de farmacovigilancia de
EudraVigilance y VAERS.
En la siguiente tabla se muestran las muertes anuales reportadas en EEUU tras vacunarse desde 1991 hasta hoy[4]:
Los mismos que defendieron la falsedad de que las vacunas impedían el
contagio y, más tarde, que impedían la gravedad y la muerte (otra
falsedad, como veremos), defienden que estas cifras de mortalidad tan
inquietantes pueden despreciarse: correlación no implica causalidad,
dicen.
Teóricamente correcto, pero ¿acaso por ello debemos descartar la
tabla como si no tuviera valor informacional? ¿De qué sirve entonces la
farmacovigilancia? ¿De verdad debemos considerar este gráfico normal?
Evidentemente, no. En el 2021, el 33% de las muertes se produjo menos de
una semana después de vacunarse. ¿Pura casualidad?
Tengan en cuenta que
éstas son las muertes reportadas, así que ¿cuántas serán las reales?
¿Cómo puede ser que la EMA (cómplice, como todos los reguladores, de
este escándalo) acepte con naturalidad las 12.000 muertes reportadas en
Europa[5]
haciendo referencia a la baja proporción respecto del número de
vacunados? ¿Existe algún precedente de algún medicamento del que se
hayan reportado decenas de miles de muertes que no haya sido retirado
del mercado?
¿Salvaron vidas las vacunas?
Ante
la avalancha de efectos secundarios, la consigna es que, pese a ello,
las vacunas han salvado incontables vidas y que, por tanto, la ratio
riesgo-beneficio es positiva.
La evidencia científica no parece apoyar esa conclusión. Una revisión de ensayos controlados aleatorios aparecida como preprint en The Lancet
concluyó que la tasa de mortalidad de los vacunados con vacunas ARNm
era ligeramente superior a la de los no vacunados, sugiriendo que las
vacunas no salvaban vidas o que las muertes causadas por sus efectos
adversos (particularmente cardiovasculares) superaban las vidas
supuestamente salvadas por ellas[6].
Su autora principal, una médico danesa, reconocía el intento de
ocultación de la verdad: «Llevo en esto muchos años y sé que hay poderes
por ahí que no están interesados en profundizar realmente en estos
hallazgos»[7].
A pesar de ello, algunos estudios[8],
ampliamente difundidos por los medios, llegaron a hablar de millones de
vidas salvadas por las vacunas, pero parecían pura publicidad: el sesgo
de estar financiados por la OMS, la Fundación Gates o la Alianza de las
Vacunas Gavi (ligada a los propios productores de vacunas), unido a
chocantes errores de bulto[9], les otorgaba una credibilidad muy baja.
En
España, los propios datos oficiales también cuestionan que las vacunas
fueran eficaces para prevenir la muerte por covid. Hace unos días algún
medio publicó que el Ministerio de Sanidad reconocía (respondiendo a la
Asociación Liberum) que el 30% de los fallecidos por covid había muerto a
pesar de estar vacunado[10].
Cómo no, esta violación de la omertà fue castigada por los risiblemente llamados fact-checkers,
chiringuitos promovidos por la oligarquía globalista que perfuman su
analfabetismo numeral con conceptos (para ellos sofisticados) como la
Paradoja de Simpson, aunque en su caso aplica más bien la paradoja de los Simpson: «Para mentir hacen falta dos: uno que mienta y otro que escuche» (Homer Simpson).
En realidad, los datos proporcionados por Sanidad, que reproducimos a continuación[11] deberían haber dado lugar a titulares mucho más audaces:
Estado de vacunación | Casos diagnosticados | Fallecidos |
No vacunado | 5.595.653 | 52.209 |
Vacunado incompleto | 644.923 | 3.319 |
Vacunado completo | 6.900.233 | 31.967 |
No consta | 774.002 | 34.265 |
TOTAL | 13.914.811 | 121.760 |
Antes de nada, esta tabla genera dudas sobre la fiabilidad de los
datos suministrados. En efecto, resulta sospechoso que sobre el 28% de
los fallecidos «no conste» estado de vacunación y, además, es imposible
que la letalidad CFR de éstos (fallecidos/casos diagnosticados) sea del
4,4% cuando, siempre según la tabla, la letalidad de las otras
categorías (CFR) es del 0,67%.
Pero demos por buenos los números. A
priori, si cerca del 30% de los fallecidos por covid estaba vacunado,
podríamos concluir (prematuramente) que las vacunas tenían una cierta
eficacia para prevenir la muerte, no absoluta (como nos habían
prometido), pero al menos sí relativa, dado que cerca del 87% de la
población llegó a estar vacunada. Sin embargo, este argumento
aparentemente lógico es falaz.
En primer lugar, no se pueden
comparar cifras de dos períodos distintos, puesto que el porcentaje de
fallecidos abarca toda la pandemia (desde principios de 2020) y el
porcentaje de vacunados máximo no se alcanza hasta mediados o finales
del 2022. Otra cosa sería comparar el porcentaje de fallecidos con el
porcentaje medio (no máximo) de vacunación desde que empezó la distribución de vacunas, a principios del 2021.
En segundo lugar, el número de fallecidos por covid en 2020, antes de la llegada de las vacunas, asciende a casi 51.000 personas[12],
prácticamente el mismo número de no vacunados de la tabla. Como para
medir la efectividad de las vacunas debemos eliminar este número de
fallecidos y comenzar la comparación desde el momento en que aquéllas
estuvieron disponibles, podemos estimar, siendo prudentes, que entre el
50% y el 75% del total de fallecidos por covid desde principios del 2021
murió estando vacunado.
Para más inri, estas personas murieron a pesar
de que las variantes posteriores al año 2020 eran mucho más leves que
las primeras y que había ya un porcentaje de la población inmunizada
naturalmente.
En 2022 el 84% de los fallecidos por covid estaba vacunado
Otros
datos oficiales abundan en las dudas sobre la eficacia vacunal. En
efecto, el Ministerio de Sanidad publicó durante la pandemia
actualizaciones epidemiológicas semanales en las que a partir del 2021
empezó a figurar el estado de vacunación. Quienes las seguíamos pudimos
observar que la caza de brujas de los no vacunados no sólo era
liberticida, sino acientífica.
Efectivamente, los medios hablaban
de una «epidemia de no vacunados», pero los datos mostraban que la
vacuna no protegía en absoluto contra el contagio ni detenía la
transmisión[13], lo que no fue óbice para que el Tribunal Supremo avalara el infame pasaporte covid en una sentencia verdaderamente bochornosa[14].
Cuando ya fue imposible ocultar la evidencia ―a principios del 2022
cerca del 90% de los casos diagnosticados por covid eran personas
vacunadas[15]―,
los mismos medios pasaron a defender una nueva consigna: si bien los
vacunados se contagiaban igual (o más) que los no vacunados, la inmensa
mayoría de personas hospitalizadas, en la UCI o fallecidas pertenecía a
la minoría no vacunada. También era mentira.
Una vez más, los datos
brutos del Ministerio de Sanidad de España y de otros países como Reino
Unido[16]
lo desmentían. Semana tras semana, el porcentaje de hospitalizados y
fallecidos vacunados subía. Pronto superó el umbral del 50%, y luego del
60% y más tarde del 70%.
Finalmente, a finales de marzo de 2022, y
a pesar de ofrecer tasas estimadas contradictorias, los datos del
Ministerio de Sanidad mostraban que el 84% de los fallecidos por covid
en los dos meses anteriores (sobre los que constaba información de
vacunación) había muerto a pesar de estar vacunado con pauta completa[17].
Dado que el 85% de cobertura vacunal de la población diana no se
alcanzaría hasta dos meses más tarde, el porcentaje de fallecidos
vacunados durante el primer trimestre del 2022 era prácticamente
idéntico al porcentaje de vacunados entre la población, lo que indicaría
que la efectividad de las vacunas para evitar la muerte por covid era,
en ese período, cercana a cero. Sanidad no volvió a desglosar el número
de fallecidos por pauta de vacunación.
Vacunas ineficaces e innecesarias, pero muy lucrativas
Las
vacunas no sólo resultaron ineficaces, sino que fueron innecesarias
para la inmensa mayoría de la población para la que el covid fue siempre
una enfermedad estadísticamente leve[18]: adultos sanos quizá hasta los 65 años, jóvenes, adolescentes y niños, para quienes era más leve que la gripe estacional[19].
Particularmente inmoral fue la vacunación de estos últimos. Finalmente,
las vacunas también eran superfluas para quienes habían pasado la
enfermedad, pues contaban con la superior inmunización natural[20].
Sin
embargo, el contubernio político-mediático-farmacéutico empujó a la
vacunación indiscriminada con el absurdo argumento de que la vacuna sólo
funcionaba si todos estaban vacunados. Un motivo de este engaño fue,
desde luego, económico ―la maximización del lucro de las empresas
farmacéuticas―.
Así, Pfizer, BioNTech y Moderna habrían obtenido en dos
años unos 75.000 millones de dólares de beneficios[21] por la venta de un medicamento que ha sido, de lejos, el más lucrativo de la historia. Pero hubo otros motivos.
En
efecto, se quiso crear un precedente de vacunación universal, que la
industria farmacéutica y la siniestra OMS desean hacer recurrente, pero,
sobre todo, se quiso impedir la existencia de un grupo de control para
que no pudiera medirse la eficacia de las vacunas, pues la eficacia de
cualquier medicamento se mide comparando los resultados de quienes
reciben el tratamiento con los de quienes no lo reciben (el «grupo de
control»).
Así, la causa del linchamiento sufrido por Suecia cuando
decidió no confinar a su población ni obligar a portar las inútiles
mascarillas fue otro intento de impedir un grupo de control sobre las
absurdas «intervenciones no farmacéuticas», cuya inutilidad
epidemiológica quedó demostrada en parte gracias al éxito sueco.
La
mayoría de la población jamás debió ser expuesta a un medicamento
experimental en la que el riesgo para la salud no compensaba el
beneficio potencial, como cuantificó Peter Doshi en el British Medical Journal[22]. Conviene recordarlo para exigir responsabilidades y no permitir que se repita el engaño. Nunca más.
[1] Davos y la OMS: ¿una dictadura sanitaria global? (I) – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[2] Covid World Vaccination Tracker – The New York Times (nytimes.com)
[3] La ley del silencio (II) – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[4] The Vaccine Adverse Event Reporting System (VAERS) Request (cdc.gov)
[5] COVID-19 vaccines: key facts | European Medicines Agency (europa.eu)
[6] Randomised
Clinical Trials of COVID-19 Vaccines: Do Adenovirus-Vector Vaccines
Have Beneficial Non-Specific Effects? by Christine Stabell Benn,
Frederik Schaltz-Buchholzer, Sebastian Nielsen, Mihai G. Netea, Peter
Aaby :: SSRN
[7] Lancet
Vaccine Study Author Says Her Data Show «Danger Signal» of Vaccine
Heart Deaths – But the «Powers» Don’t Want to Know – The Daily Sceptic
[8] Global impact of the first year of COVID-19 vaccination: a mathematical modelling study – The Lancet Infectious Diseases
[9] Did Covid Vaccines Save Tens of Millions of Lives? ⋆ Brownstone Institute
[10] El Gobierno desvela que el 30% de los fallecidos por covid estaban vacunados (theobjective.com)
[11] Wayback Machine (archive.org)
[12] Actualizacion_282_COVID-19.pdf (sanidad.gob.es)
[13] Todos vacunados y todos contagiados – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[14] Tribunal Supremo y pasaporte covid – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[15] Actualizacion_585_COVID-19.pdf (sanidad.gob.es)
[16] Covid Vaccines Give Zero Protection Against Death, ONS Data Suggest – The Daily Sceptic
[17] Actualizacion_585_COVID-19.pdf (sanidad.gob.es)
[18] ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7947934/pdf/BLT.20.265892.pdf/
[19] Great Barrington Declaration (gbdeclaration.org)
[20] Past SARS-CoV-2 infection protection against re-infection: a systematic review and meta-analysis – The Lancet
[21] SOMO-Pharmas-Pandemic-Profits.pdf
[22] Serious
Adverse Events of Special Interest Following mRNA Vaccination in
Randomized Trials by Joseph Fraiman, Juan Erviti, Mark Jones, Sander
Greenland, Patrick Whelan, Robert M. Kaplan, Peter Doshi :: SSRN
(*) Economista
https://www.fpcs.es/salvaron-vidas-las-vacunas-covid/