La alegría mostrada ayer por Diego
Conesa ante el desbloqueo político que permitirá un inmediato Gobierno
central del PSOE en coalición con Unidas Podemos más la aquiescencia de
Esquerra Republicana ha de tener necesariamente un envés menos eufórico
fuera de foco. Porque el líder socialista murciano sabe, debe saber, que
las buenas noticias para el PSOE no lo son tanto para el PSRM.
Recapitulemos.
Conesa anunció, tras el gráfico colapso del Mar Menor el pasado octubre
que presentaría una moción de censura al Gobierno regional si éste no
elaboraba un decreto de Protección Integral de la laguna antes de final
de año. Literalmente, López Miras ha cumplido. El decreto-ley está
redactado y cuenta para su aprobación en la Asamblea con el visto bueno
de Ciudadan0s y de Vox, es decir, de la mayoría parlamentaria que
facilita el Gobierno. ¿Dónde está el PSOE? En el no.
Y esto, por varias
razones, empezando porque los populares no han aceptado ni una sola de
las propuestas cualitativas que los socialistas intentaron negociar con
el Gobierno. Además, López Miras ha decidido aprobar en unos días el
decreto a capón, sin previo debate parlamentario. Legítimo, pero no
parecen formas de aspirar al consenso en una cuestión principal que
parece requerirlo como pocas.
Lo cierto es que de antemano era obvio que
el consenso resultaría imposible por la enorme distancia que separa el
esquema básico con que el PSOE y Vox abordan la solución al problema. Y,
claro, el PP prefiere abrigarse en Vox, que lo sostiene en el poder,
antes que en el PSOE, que lo pretende para sí y al que López Miras
intenta aislar políticamente.
Podría concluirse, por tanto,
que Diego Conesa está prendido de su palabra. Es cierto que el Gobierno
reaccionó a la crisis del Mar Menor con el recurso y en el tiempo que
el socialista exigía, pero el contenido del decreto no acoge sus
propuestas, que han sido despreciadas. Al Gobierno no le preocupa el
voto negativo del PSOE; diríase que le sirve ante los sectores
mínimamente afectados por su iniciativa para que reciban el mensaje de
que se ha resistido a ir muy lejos.
Y esto a pesar de que el rechazo al
decreto no solo lo protagoniza el PSOE sino también un amplio colectivo
de organizaciones ecologistas, sociales y vecinales más exigentes con la
urgencia medioambiental, y de que la impresión general en la calle es
la de que en las medidas hay más cosmética que tijera: el exponente más
expresivo es esa reserva de quinientos metros a distancia del litoral
para el uso de nitratos en los cultivos, que parece una broma.
En
el interior del PSOE hay algunas personalidades que instan a Conesa a
que anuncie la moción de censura en el pleno de aprobación del decreto.
También fuera de su partido aspiran a orientarlo por ese camino. Y él
mismo duda porque aprecia dos circunstancias que le empujarían a tomar
esa decisión: una, el cumplimiento de su palabra; dos, que a lo largo de
la legislatura, que apenas acaba de empezar, no va a tener mejores
'perchas' para intentar desplazar al PP del Gobierno que la conmoción
ciudadana que ha producido la liquidación ecológica del Mar Menor.
Pero es claro que presentar ahora esa moción
sería un esfuerzo inútil. Obviamente, fracasaría. El PSOE necesita de
Cs para componer mayoría, y éste apoya el decreto tal y como lo ha
facturado el consejero Javier Celdrán, experto en pasar desapercibido a
pesar de ser el 'cerebro' político del presidente. Si Cs apoyara la
moción con ese pretexto, sería como si se censuraran a sí mismos.
Más
importante que esta obvia contradicción resulta el hecho de que, hasta
mediados de marzo, Cs está en el limbo, a la espera de que la
recomposición de su liderazgo nacional y el posible retoque a sus
políticas les traiga el oxígeno para intentar curarse de la conmoción
sufrida por el aplastamiento electoral del pasado diciembre.
Bastante
entretenidos están en sus luchas internas a vida o muerte como para
tomar decisiones de alcance, aparte de que ¿quién tiene ahí autoridad
para dictar una solución de tanta trascendencia, tanto regional como
nacional?
Por cuestión de pura
funcionalidad, hasta marzo es inútil pedir peras al olmo de Cs. Y a
partir de entonces, tal vez menos por otras circunstancias. El pacto
para la gobernación de Pedro Sánchez con ERC y la estela de novedades
que va a producir esta relación radicalizarán aún más a Cs en su actual
estrategia y se abrigará más en el espectro de la derecha, con el riesgo
de confundirse en ese magma.
En cualquier caso, si hace seis meses no
les era posible pactar con el PSOE en las Comunidades donde la dirección
del partido estuviera en manos de 'los amigos de Sánchez', está bien
claro que durante bastante tiempo será difícil cualquier acuerdo entre
esos dos partidos. La mayoría de los dirigentes referenciales en esta
etapa proceden de descartes del PP, que redujeron la cuota principal de
inicio integrada por upeydeos, y aun así ¿dónde está hoy Rosa Díez?
La
lectura de que Cs equivocó su estrategia al renunciar a la
transversalidad y que esto los llevó a la molicie es la más compartida,
pero a pesar de esto la jugada de Sánchez para alzarse a la presidencia
arrastrará a Arrimadas (ya se vio ayer) a compartir sin apenas variantes
el vocabulario del PP y Vox sobre la situación.
Todo cálculo sobre el éxito
de una moción de censura conduce a la melancolía, y esto sin contar con
que el PP dispone del recurso al adelanto electoral si percibiera
cualquier posibilidad de cambio en Cs, y lo menos que interesa a éste y
también al PSOE en esta fase sería un reencuentro con las urnas.
Y
un último matiz: el recurso a la moción de censura siempre estará a la
mano, para ganarla o perderla, durante los tres años y medio que restan
de legislatura autonómica, de modo que los socialistas utilizarían
prematuramente un cartucho que ha de dispararse con moderación si no
quieren proyectar la impresión de sufrir ansiedad.
Es
cierto que habrá pocas perchas tan perfectas para colgar esa moción
como la del Mar Menor, que pone patas arriba la inacción proteccionista
del PP a lo largo de años, pero también lo es que la política general
del Gobierno carece de diseño y rumbo (están a la que salta y siempre
con el previsible dedo esgrimido hacia Madrid), y además el decreto de
medidas para salvar la laguna no promete una acción efectiva, pues la
política medioambiental requiere de convicción y de voluntad.
Y de esto,
hay poco en esa casa. A muchos se les ha olvidado que el consejero
estrella, Celdrán, lo fue de Medio Ambiente antes que de Presidencia,
justo en la etapa en que el Mar Menor ofrecía síntomas visibles de
extenuación y cuando en vez de adelantar medidas que ahora han de tomar a
medias por la vía de urgencia decidieron entrar en una catarsis
negacionista y estigmatizadora de quienes describían el deterioro
estructural.
A Celdrán le acompañaba en su anterior consejería el actual
titular de la cartera, Antonio Luengo, como jefe de una presunta
dirección general del Mar Menor sin estructura, medios ni competencias
sobre el asunto que la rotulaba. Sobre esos mimbres, cabe esperar que la
aplicación del decreto sea más bien discreta, como discreta es la
actuación sobre nuevas roturaciones irregulares de fincas que se siguen
produciendo en el entorno sin que la denuncia de los ecologistas avive
al Gobierno para detenerlas.
Por otro lado, la propia figura del presidente
López Miras no logra arraigar como líder institucional que satisfaga
más allá de su propio partido, y ni siquiera en todo. La próxima y ya
casi inmediata convención o congresillo regional del PP constituye un
intento de reparar esa avería. Lo paradójico es que Teodoro García, la
personalidad en la que López Miras se apoya, también le proyecta sombra,
pues cunde la sensación en el PP de que habiendo ruedas de primera
están circulando con un repuesto.
López Miras reforzará la dirección del
PP probablemente promocionando como segunda figura al alcalde de San
Javier, José Miguel Luengo (un futuro presidenciable) y como portavoz
del partido a la diputada y fugaz exconsejera Miriam Guardiola, famosa
por aquellos tuits que proclamaban que el Mar Menor estaba a salvo
gracias a la gestión de López Miras.
Pero
lo relevante es que, a pesar de las habilidades del sutil, discreto y
escurridizo Celdrán, el Gobierno no furula con una proyección compacta,
hay consejeros que no emergen, y la actualidad es un puro sobresalto,
sin que se perciban la hojas de ruta si las hubiera. Las disfunciones
internas de Cs no ayudan, y el pacto de gobernación está completamente
desdibujado y sin desarrollo, torpedeado a cada paso por Vox, con el que
necesariamente tanto PP como Cs han de cumplir para sacar adelante
cualquier cosa, Presupuestos, que no son cualquier cosa, incluidos.
Todo
esto, si no hay conciencia sobre la necesidad de una reconducción,
acabará colapsando, como el Mar Menor. Y ahí es cuando los socialistas
tendrían una oportunidad para presentar la moción de censura, con
beneficio político incluso en el caso de que la perdieran.
Pero el PSOE, como Cs, no está para muchos
festivales. Ambos son por ese orden tercera y cuarta fuerza política en
las generales aunque los socialistas resultaran la primera en las
autonómicas. Y aunque por precepto ideológico en ese partido haya
agnósticos o ateos, todos deberían rezar para que el 'experimento
Sánchez' salga bien. Sin recurrir a augurios tiene todas las trazas de
que saldrá mal. Las políticas dulces respecto al conflicto catalán
cuentan con escasas simpatías en casi todas las otras Comunidades, y en
la de Murcia, donde Vox ha estrenado reinado, menos. El pacto con
Podemos, un partido que en la Región declina, tampoco causará furor por
aquí.
Se añade a este marco que
Sánchez, en los espacios generales, como ayer en el Congreso, es poco o
nada expresivo sobre esta Comunidad, ya que está fuera de las que
cuentan con fuerzas a las que deba mimar para apuntalar su pacto de
Gobierno. Ni una referencia al Mar Menor, y una abstracta apelación a la
cuestión hidrológica que vale para cualquier provincia. Su Gobierno en
funciones no ha adelantado en lo relativo al agua una voluntad de
empatía.
Si Sánchez, al cabo,
escapa con éxito de la complicada aventura que inició ayer y no se hunde
el mundo como predicen las fuerzas de derechas, tal vez no haya grandes
repercusiones. Pero si el artefacto no funciona y las terceras
elecciones que se quieren evitar se acaban convocando dentro de un año o
dos, no hay que ser un lince para asegurar que el PSOE no levantará
cabeza durante una larga temporada.
Es el riesgo de tirar la moneda al
aire. Si sale cara, todo irá relativamente bien. Si, lo más probable,
sale cruz, en esta Región habrá que empezar a pasar de la ya remota
posibilidad de un Gobierno PSOE-Cs a la más previsible perspectiva
futura de dúo PP-Vox, o quién sabe si Vox-PP. En cualquier caso,
perdurable.
(*) Columnista