Esta esperada batalla por mantener aquellos sus privilegios, y ventajas en otros negocios ajenos a los intereses de la Opinión Pública, y de éstos por no perder su bien ganada libertad de pensamiento con el único condicionante del interés general, solo acaba de empezar aunque la experiencia histórica y la tendencia tecnológica inclinen la apuesta en favor de tanta individualidad diversa, conectada y creativa. El tsunami está en marcha y todo quedará anegado.
La Historia Contemporánea tiene ya acreditada una dinámica de difícil retorno y las lógicas mafiosas de nada sirven, no pueden hacer mucho, porque todos los imperios terminan acabando por los suelos por el inexorable axioma del ciclo de vida. Porque, ¿dónde estaban los principios morales y los supuestos escrúpulos de los grandes editores durante la última década?
No interiorizar que en la sociedad del conocimiento, el periodismo no puede ser sólo información sin más valor, es lo que ha llevado a casi toda la prensa vegetal a la bancarrota por colocarse sin ética y sin respeto ante la inteligencia colectiva, fuera de tiempo y de contexto sociológico.
El poder de la mente humana - lo que nos diferencia de otros animales con cerebro - es de tal envergadura que, potenciada por la tecnología, puede rendir frutos excelentes sin necesidad de grandes inversiones materiales como antaño. Un periodista en su madurez profesional y formativa ya no necesita pasar para sobrevivir por las horcas caudinas de pseudoeditores de toda laya e intencionalidad inconfesable, para proyectar la información trascendente de alto valor añadido capaz de ser procesada por su mente.
Un principio ecológico y de eficacia también desaconseja en la era del silicio mantener la antigualla del papel-prensa por su depredador y contaminante proceso de elaboración, aparte de encerrar un método de trabajo que necesita producir tres ediciones diarias para poder imprimir y sacar luego a la calle una sola, y con noticias del día anterior, tras su distribución en furgonetas y camiones para la larga distancia.
La apuesta digital acaba de cuajo con ese dispendio diario irracional, que va contra toda lógica productiva y medioambiental. Ante el 'Kindle' y lo que venga después, eso ya parece muy lejano y obsoleto a las nuevas generaciones de menos de cincuenta años y con cierta mentalidad conservacionista.
La accesibilidad universal y ubicua de Internet y la recogida/publicación casi instantánea de las noticias en una edición digital, continua y gratuíta, desarma el viejo poder de informar, concentrado hasta hace muy poco en menos manos, para distribuirlo ahora de forma democrática en cientos de miles de emisores libres repartidos por el planeta. Las tramas de influyentes locales han caído así, como por ensalmo, en todo el Mundo al no poder 'contener el agua en un cesto tan poroso'. Entónces, ¿por qué no elevar Internet a la categoría de un derecho civil fundamental?
Las oligarquías, alarmadas todas, preguntan a sabios de la Red, como el profesor español Castells, cómo desactivar este artefacto del diablo, que amenaza privilegios y posiciones ventajistas al saberse al instante, desde luego demasiado pronto, todo lo que no conviene compartir con cualquiera... y gratis. La verdad es que es toda una revolución social y política, aparte de económica, para alcanzar un capitalismo avanzado, e interactivo por digital, a partir de una democracia participativa de verdad.
Esa es la lucha que subsiste, y no otra, en las aviesas intenciones de poner peaje a la obra humana y precio de mercancía a lo sublime. El ejemplo del procesador informático 'Linux" por su código de acceso libre debiera ser un ejemplo y el paradigma de comportamiento/conductas en Internet por parte de los editores de contenidos, que aspiran a convertir este nuevo templo en un mercado oligopólico y sin libre competencia. Internet ha nacido libre y esa debiera ser su condición inalterable y 'sine quanon'.
Nunca como ahora los periodistas profesionales hemos podido ejercer con tanta libertad y con el único límite del Código Penal y del resto de las respectivas legislaciones. Nunca tanta espontaneidad pudo fluir de un punto al otro del mundo, ni el sátrapa o tirano de turno se sintió tan impotente dentro de esta ecología de la comunicación universal, que ha liberado al genio de la botella y se apresta a reinventar una forma de democracia universal desde la base en las sociedades planetarias más avanzadas y hacer así mucho más difícil la permanencia de dictaduras clásicas.
Querer colocar, por otra parte, barreras de acceso (precio) para la mayoría en favor de los que todo pueden pagarlo, va en contra del propio posicionamiento, desarrollo y difusión de la oferta de los grandes complejos informativos internacionales, que aspiran ahora a dominar y controlar ese canal único de doble dirección que significa Internet para el libre flujo de todo tipo de información sin el concurso de intermediarios muy dudosos y para nada necesarios o indispensables en el proceso.
Intentar ahora salvar el tipo a costa del esfuerzo económico de quien da un absoluto sentido a la existencia de la prensa, hoy digital, demuestra que no se entiende que el mundo de la comunicación de masas ha cambiado y que Internet no se puede concebir sin la gratuidad ni sin una masa crítica universal.
Las condiciones dominantes de nuestra civilización, ahora con Internet como su espina dorsal, y la crisis económica como detonante, sólo han hecho precipitar, tras provocar, una esperada y necesaria catarsis tras la cual el ciudadano libre y reflexivo vuelve a ser el principal objeto de la información periodística, sólo a falta de diseñar con más precisión cómo debe ser este nuevo periodismo de base tan hiperinteractiva.
Centrarse en combatir Internet en vez de buscar una alianza con este canal único de doble dirección y medio de medios gratuitos, puede llegar a resultar suicida. Y tratar de competir con él, casi seguro que acelera el final de los grandes complejos porque el deseo espiritual común de todos los autores es alcanzar la máxima audiencia para su obra y no tanto los réditos económicos que pueda reportarle. Ahí está el caso claro del escritor y periodista Alberto Vázquez-Figueroa.
Todos los signos de este tiempo aventan cambios políticos y sociales estructurales, ya sin ningún género de dudas. La función de informar se había desnaturalizado de tal forma por la agresividad empresarial editora de los grupos de poder económico-financiero, que Internet surge para devolver al sistema democrático la pluralidad, en fase anterior de clara extinción, y para que la sociedad civil siga expresándose sin intermediarios no deseados ni convocados.
Esa crisis global y de valores lo precipita todo y provoca una necesaria y esperada catarsis para que la información trascendente se comparta como ingrediente del sistema y nunca quede restringida como mercancía con precio en poder de tan solo unos cuantos en detrimento de todos los demás. Por eso la gratuidad plena no tiene retorno en Internet, que debe buscar en la tradicionales fórmulas de la publicidad y el patrocinio sus fuentes de financiación, tal vez combinadas con una parte del canon incluido en la compra de ordenadores o de las tarifas de conexión.
¿Acaso alguien introducido en este saber tecnológico y mediático duda de la mayor eficacia publicitaria de Internet y su menor coste por impacto? Hay oportunidad pues para el pequeño anunciante en mercados muy locales si su oferta agrega bastante valor, segmentación y diferenciación.
La publicidad mucho más diversificada y menuda, por ejemplo, procura mayores cotas de libertad a los medios digitales. Y ofrece, además, un menor coste tarifario y tiene una difusión potencial, que es exponencial por universal.
Desde estos presupuestos ahora sólo falta diseñar con mucha más precisión cómo debe ser el periodismo interactivo cuyo principal objeto vuelve a ser el ciudadano libre y reflexivo porque la única y verdadera competencia que le queda al soporte en papel-prensa, tanto o más que Internet, es un buen libro.
Hoy la libertad informativa neta sólo circula por los miles de webs y blogs verdaderamente independientes, que existen en Internet, al igual que la mejor libertad de pensamiento y expresión. Y esa es claramente la tendencia dominante, sin ningún lugar a dudas, al igual que una mayor altura intelectual en muchos casos. El ciudadano sale ganando y eso nadie lo discute ya.
Internet nos devuelve, pues, a todos poder ser más libres al escuchar y poder hablar ante miles de seres humanos si censura alguna, y su proyección de futuro radica, sólo puede radicar, en poder compartir todo lo de todos en beneficio del progreso y la libertad humana. Esta catarsis va a acabar de cuajo con muchos mitos y, también, con muchas impunidades. No hay vuelta de hoja y quien ya no lo quiera ver así, se quedará convertido en una 'estatua de sal' analógica.
(*) Editor del blog 'Periodismo para periodistas'