MURCIA.-El ex presidente socialista de la Región de Murcia, Andrés Hernández Ros, ha muerto hoy a las siete de la tarde como consecuencia de una cruel y larga enfermedad a punto de cumplir los 68 años. Había nacido el 30 de julio de 1948 en el paraje de La Galapacha, en la pedanía murciana de Guadalupe.
Tras las primeras elecciones locales de
1979, presidió el Consejo Regional, un ente preautonómico, hasta la
celebración de las elecciones autonómicas de 1983, en las que el PSOE
consiguió mayoría absoluta. Tuvo que dejar el cargo un año más tarde, en
1984, siendo sustituido por Carlos Collado.
Fue secretario
general del PSOE en la Región entre 1978 y 1984, siendo el artífice de
la reestructuración de este partido en Murcia tras la dictadura
franquista.
Durante sus estudios de
Maestría Química,
realizados en el centro educativo que la Compañía de Jesús tenía en el
monasterio de Los Jerónimos, existente en su misma localidad natal,
comienza su actuación sindical y política, en aquellos momentos en la
clandestinidad, que ejercita tras iniciar su actividad laboral en la
industria
Cauchos de Levante S.A. de Guadalupe, donde sus
conflictos sociales fueron pioneros durante el franquismo en la lucha
obrera registrada en la provincia de Murcia.
A finales de los años 60 ingresa en la Acción Sindical de Trabajadores (AST), organización de inspiración
marxista precursora de la ORT (
Organización Revolucionaria de los Trabajadores).
El
7 de noviembre de
1970,
durante el Servicio Militar, fue detenido acusado de asociación
ilícita. En prisión contrae matrimonio, ceremonia que realizó el párroco
de su pueblo natal Fernando Vargas Barba, tras negarse en hacerla el
cura capellán de la Prisión Provincial de Murcia.
En
1974
emprende varios negocios, entre ellos la apertura de una librería que
sería utilizada como tapadera por la oposición moderada de izquierdas en
los últimos años del
franquismo.
En
1975 ingresa en el
Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Concejal por Alcantarilla, el PSOE le nominó candidato a la Presidencia
del Consejo Regional, siendo elegido presidente del órgano preautonómico
el 5 de mayo de 1979.
En
1978 es elegido Secretario General del
PSRM-
PSOE, pasando a desempeñar más tarde la presidencia del
Consejo Regional de Murcia, ente autonómico precursor de la
Comunidad Autónoma, tras la unificación del PSOE con el Partido Socialista Popular de Enrique Tierno Galván.
Una vez constituida la Comunidad Autónoma de Murcia como tal, en las elecciones autonómicas de
1983 fue cabeza de cartel por el
PSRM-
PSOE,
siendo la opción más votada con un 52,5% de votos y 26 escaños que le
daban la mayoría absoluta, por lo que fue elegido en el mes de junio de
1983 como primer Presidente electo de la
Región de Murcia.
La gestión de su primer Gobierno estuvo marcada por
diversas medidas encaminadas a implantar la nueva estructura autonómica,
sin base histórica como tal. Igualmente algunas iniciativas empresariales
públicas, como la elaboración de un nuevo tipo de pimentón o la cría de
langostinos.
Hernández Ros sería uno de los primeros políticos socialistas
españoles salpicado por un presunto escándalo de corrupción que nunca
pudo demostrarse, lo que provoca su dimisión al frente del Gobierno de la Región de Murcia en
1984.
Desde entonces permanecía apartado de la vida política e institucional de la Región de Murcia.
En 1988 fijó su residencia en Chile, donde montó una aserradero en
Temuco, tras lo que abrió un restaurante de comida española en la
capital del país. Posteriormente vivió en Senegal, en el África Occidental, por sus negocios de pesca.
Desde que dejó la política y España solo realizó una aparición
pública en enero de 1994 en la asamblea de la agrupación socialista de
Cartagena, donde se elegían los delegados para el congreso federal, y en
esa ocasión anunció su apoyo a Felipe González.
Estuvo casado con Josefa Cebrián, con la que tuvo cuatro
hijos. Años después contrajo matrimonio con la chilena María Elena
Sarmiento, de la que también separó a mediados de 1994.
En 2012, el Gobierno regional murciano aprobó la concesión de la Medalla de Oro de la Región
al expresidente socialista, el primero autonómico que rubricó el
Estatuto de Autonomía de la Región de Murcia.
"Los gobiernos presididos por
Andrés Hernández Ros
abordaron la construcción autonómica desde el espíritu de consenso y
desde los valores de la democracia y la solidaridad social", según la
orden publicada en el BORM con motivo de la concesión de la medalla de
oro.
El Gobierno regional decretará mañana tres días de luto oficial con banderas a
media asta en todos los edificios públicos de la Región de Murcia.
Asimismo, la capilla ardiente quedará instalada en la Iglesia de San
Juan de Dios, de Murcia.
Siempre en positivo / Pity Alarcón *
No es fácil llegar a su casa. Una casa
construida junto al viejo hogar de sus padres. Donde nació. Donde creció
amando la naturaleza.
Siempre vivió aquí, sin tentaciones de
cambios, seguramente porque en este lugar se oyen los cantos de los
pájaros y el silencio que solo es posible percibir rodeados de árboles
frutales, de los tomates que se cuidan con esmero, de los caquis que
brillan en las ramas y que se cogen por las mañanas y que tienen los
sabores de la niñez, los sabores de siempre: “Es el entorno que va
conmigo, no podría vivir en una ciudad, va contra mi misma naturaleza.
Me gusta pisar tierra y sentir bajo mis pies las raíces de los árboles,
porque yo soy un agricultor por vocación”.
Recuerda su niñez feliz, imbuido de la
responsabilidad con la que entonces crecían los niños; seguramente
porque vivían oyendo el discurso del esfuerzo y de la entrega. Y nos
dice que desde muy temprana edad, como otros muchos niños de su entorno,
tenía que cuidar de los animales, ayudar al esfuerzo familiar.
Y muy cerca de aquí, en los Jerónimos,
recibió las enseñanzas de los Jesuitas; primeros estudios y Maestría
Industrial. De ellos percibió una manera de entender el mundo como algo
que hay que compartir con los demás. A ellos les achaca el haberse
iniciado en la política, cuando era casi un niño que soñaba con un mundo
mejor: “La política, entonces, tenía alma. Yo no digo que ahora no la
tenga, pero es muy distinto”.
Su hablar es quedo, como si no quisiera
molestar. Su discurso reflexivo. Hay un punto de nostalgia cuando habla
de aquella época quedándonos la sensación de que no quiere ser “esclavo
de sus palabras…” y nos dice que para qué prodigarse en declaraciones si
no se tiene nada que decir. Pero el sí tiene que decir, y seria
interesante oírlo más veces, porque es un hombre interesado por todo y,
sobre todo, por el ser humano. Por eso muestra su preocupación por la
crisis en que la civilización está sumida: “Me preocupa mucho porque no
veo que se esté acertando con la búsqueda de soluciones. Yo creo que
mientras que no se de la sustitución de la cultura del petróleo, por
otra fuente de energía, no tendremos solución, aparte de las practicas
inadecuados o corruptas en los sistemas financieros. La descomposición
del sistema ha sido tan grande que ahora es muy difícil recuperar lo
perdido”.
Continua hablándonos de este tema con la
fuerza del que cree en lo que dice, cuando nos cuenta que hay que crear
otros coches que no necesiten del petróleo y sobre todo, nos transmite
con calor la necesidad de que el primer mundo se preocupe realmente de
buscar soluciones adecuadas para el tercero. Y nos habla del Congo, de
las luchas entre distintos ejércitos, de los intereses económicos que
subyacen en estos enfrentamientos: “Hay que luchar contra el hambre. Que
no es tan difícil, si se quiere. Es al hombre al que hay que tener en
cuenta y mientras que esto no se afronte, mientras que el primer mundo
continué explotando al tercero, veo difícil la solución”.
Mantenemos la charla en un salón
confortable, vivido. De sus paredes cuelgan algunos cuadros que llaman
nuestra atención, no solo por la fuerza de los mismos, y sí porque no
reconocemos al autor y queremos saciar nuestra curiosidad. Notamos una
cierta emoción en su voz cuando nos dice que son obra de un compañero de
cárcel, Miguel Palao, un pintor de Yecla, preso político como el, que
murió y al que el le gusta recordar a través de unos cuadros de belleza
extraña. Nos confiesa que los trece meses que pasó en la cárcel, en las
postrimerías del franquismo, junto a su mujer María José –fueron
condenados a tres años por propaganda ilegal y asociación ilícita– fue
una experiencia humana extraordinaria.
Y este tema nos adentra en la política
regional. A él continúan preocupándole, y mucho, las cosas que pasan en
su tierra y, aunque es consciente de que forma parte de la historia de
la Región—fue el primer Presidente de la Comunidad Autónoma elegido por
votación popular —, le resta importancia al hecho, no así a la situación
de su partido, el PSOE aquí, que dice no comprender: “Lo considero
inadmisible. Me subleva. Hemos tocado fondo, porque más abajo no se
puede estar. Pero no se hace el trabajo que hay que hacer. El partido no
está incardinado en la sociedad, parece dar la sensación de no estar
implicado en la misma. Y la única solución es trabajar mucho, trabajar
con humildad, y tengo la sensación de que no se trabaja lo suficiente”.
Llegados a este punto es inevitable
hablar de su alejamiento de la política y nos reconoce el dolor
producido por la renuncia a la Presidencia de la Comunidad, de la que no
se siente en absoluto responsable. Pero manifiesta no guardar rencor
porque, como nos apunta, “el ser humano no puede estar aferrado a los
recuerdos negativos, tiene que vivir en la aceptación de la realidad”. Y
la realidad es que continúa creyendo en la amistad de muchos compañeros
de partido porque, nos confiesa, la amistad está solamente un escalón
por debajo de la familia, que define como el motor de su vida. Un motor
que el siente rugir todos los días, con el corretear de sus nietos por
el jardín.
Junto a su mujer, María José, nos ofrece
tomar algo con la hospitalidad de la gente de la huerta y terminamos
conociendo el sabor de sus naranjas y limones, esos que cuida con esmero
y es que, nos dice, es un agricultor de vocación. Una vocación que
comparte con el yoga, la natación, el caminar, la lectura y esos viajes
al tercer mundo; Senegal fue el último, donde admirar lo mucho que se
puede hacer con muy poco y contemplar la alegría de unos seres humanos
que saben sonreír, faltándoles lo que a otros les sobra.
(*) Periodista