MADRID.- Pancho Campo, fundador de la organización The Wine Academy y primer español que será galardonado con el título de Maestro del Vino del británico Institute of Masters of Wine, cree que la recesión que vive España provocará una sacudida en la fragmentada industria del vino, llevando a la ruina a los competidores más pequeños. Campo conoce entre 30 y 40 bodegas que están en venta.
"Las bodegas pequeñas tendrán que fusionarse o ser absorbidas por grupos mayores", dijo Campo, que augura tiempos difíciles en los que algunas empresas desaparecerán.
Las restricciones mundiales al crédito se suman al fin del "boom" inmobiliario en España, casi triplicando los negocios que entraron suspensión de pagos en 2008.
Muchas bodegas buscan la venta para evitar este destino.
Los negocios con una marca sólida y una visión de expansión internacional son las que más probabilidades tienen de encontrar comprador, según el banco de inversión OnetoOne Capital, que ha aconsejado sobre compras corporativas en el sector del vino.
Otros no correrán la misma suerte.
"Hay muchos carteles de 'se vende' por ahí. La oferta está aumentando", dijo Fernando Malo, analista de OnetoOne. "Si es un proyecto nuevo, será más difícil encontrar un inversor; de hecho, es muy probable que no lo encuentre".
España tiene más hectáreas de viñedo que cualquier otro país del mundo, con alrededor de un millón de familias dependientes de este sector, según el Ministerio de Agricultura.
El mercado español adelantó a Francia como el segundo mayor exportador de vino el año pasado, y se acerca a Italia.
España presume de prestigiosos viñedos, como Bodega Numanthia Termes, de la denominación de origen Toro, cuyas botellas de tinto pueden llegar a venderse a varios cientos de euros.
Moet Hennessy, el negocio de vinos y bebidas del grupo de artículos de lujo francés LVMH, compró esta bodega a la familia Eguren, su fundadora, en febrero de 2008.
De todas formas, más del 85 por ciento de las bodegas españolas son pequeñas, tienen plantillas inferiores a diez personas y dependen de la venta de grandes cantidades a granel para el mercado de vino de mesa, que representa casi la mitad de la producción española de vino en términos de volumen.
Estas bodegas son las más vulnerables a la crisis económica española, con sus cuentas machacadas por el desplome de la demanda, la estrechez del crédito y la desaparición de las subvenciones de la Unión Europea tras la normativa introducida el pasado agosto para frenar la sobreproducción.El precio oficial del vino a
granel se mantuvo en febrero en los 0,37 euros por litro, según los datos más recientes del sector.
Sin embargo, el bodeguero albaceteño José María Delicado dice que en las últimas semanas el precio ha caído a la mitad en comparación con el año pasado.
Delicado lucha por llegar a fin de mes, ha tenido que despedir a la mitad de los seis trabajadores en plantilla y ahora sólo trabaja con miembros de su familia.
Sacude la cabeza mientras exhibe su recién construida bodega, situada entre campos áridos de cepas de hojas verdes en los llanos del sureste español.
El edificio, con un atractivo vestíbulo lleno de antigüedades, cubas de metal y un pequeño laboratorio, se financió con los ahorros de su vida y créditos de bancos y cajas de ahorro. Pero su futuro es incierto.
"Es como un tornillo que está dando vueltas, vueltas y vueltas", dice este bodeguero de 42 años y padre de dos hijos.
"Llega un momento en el que está por romperse. Si la crisis continúa, iremos a la ruina porque no podemos pagar al banco", asevera.
La demanda de vino a granel ha bajado notablemente entre los compradores extranjeros durante la desaceleración económica global.
Entre enero y febrero, las ventas cayeron casi un 40 por ciento interanual, según los últimos datos disponibles, con las ventas a Italia y Rusia, los principales importadores, bajando un 75 por ciento y un 70 por ciento respectivamente.
Esta dramática caída de la demanda significa que los precios están bajando día a día, lamenta Delicado, que forma parte de la tercera generación de una familia de viticultores.
"Lo empezamos a notar después de la vendimia; los precios empezaron a bajar mucho", dice su hermano y socio, que está junto a él.
Sólo el 5 por ciento de sus ingresos procede de los caldos tintos, blancos y rosados de marca propia que comenzaron a vender hace dos años.
En el sector hay muchas voces que dicen que la recesión ha elevado la necesidad de una consolidación. Un enfoque unificado podría dotar a España de mejores armas para promocionar los vinos en el extranjero y combatir las agresivas campañas de marketing de países como Sudáfrica.
Para Campo, una vez que se convence al consumidor para tomar vino español en lugar de australiano, francés o italiano, ya es tarea de las marcas que promocionen su propia identidad.
Becca Reeves, gestora de desarrollo de productos de vino en la cadena de supermercados británica Asda y que ha estado de catas recientemente en España, también cree que las bodegas deberían unirse para comercializar sus vinos con distintivo español.
"Muchos clientes reconocen al Rioja como un vino español y se acabó. Es poco probable que hayan oído hablar de otras denominaciones, a no ser que hayan estado de vacaciones allí", señaló.
Los caldos españoles ocupan el séptimo lugar en el ranking de ventas de Asda, por detrás de Sudáfrica y Chile. En la oferta figuran desde un rioja de 3,98 libras a un albariño.
De vuelta a España, las ventas de vinos en bares y restaurantes se han desplomado mientras la prudencia por la crisis económica hace que los españoles se queden en sus casas.
Aunque el consumo de vino doméstico se mantuvo firme en 2008 en términos de volumen, se produjo un claro desplazamiento hacia las marcas más baratas.
Los distribuidores de vino embotellado están recortando precios para atraer compradores.
Félix Solís, presidente de la bodega que lleva su mismo nombre y que ocupa la décima posición mundial, dice que está tratando de reducir los costes de producción desde el etiquetado a la distribución.
La compañía, que comenzó a exportar en la década de 1970 vendiendo vino a emigrantes españoles en Alemania y que ahora tiene equipos permanentes de venta en Tokio y Nueva York, cultiva alrededor de un 5 por ciento de sus uvas y compra el resto a unos 4.000 agricultores.
Félix Solís Avantis consigue ya cerca de la mitad de sus ventas en el exterior, vendiendo vinos como Viña Albali a países que van desde la República Checa a Australia.
Su vino más vendido en España, un tinto elaborado a partir de uva tempranillo, se comercializa por debajo de los 2 euros por botella.
Solís dijo que a los agricultores ya no se les puede pedir que sigan bajando los precios.
"Al agricultor no se le puede pedir más de lo que está haciendo", asegura.
Los agricultores españoles ya han dicho que los bajos precios les están obligando a vender por debajo de coste o a plantar menos y miles de productores de leche protestaron airadamente el mes pasado por las calles de Madrid.
Delicado, el pequeño bodeguero, dice que el efecto de la caída de precios alcanzará a los agricultores en la próxima vendimia.
"(Ahora) el agricultor cobra su uva y todavía tiene dinero. El problema es cuando la bodega no pueda pagarlo. Si esto no mejora de aquí a octubre, yo no sé qué va a pasar pero será desastroso, desastroso", sentencia.