Y los de la vis
grotesca no defraudaron: los dos máximos responsables del inmenso
desaguisado actual en España, los responsables del gobierno más corrupto
de la transición y postransición, al frente de un partido considerado
judicialmente como una organización de malhechores, trufado de chorizos,
comparecen como testigos, cual si la cosa no fuera con ellos.
La "cosa"
es la mayor crisis constitucional del país desde 1975, que ha revelado
la última razón de la legitimidad del régimen del 78, esto es, la
dictadura, que hoy se vale de los tribunales para dar apariencia de
legalidad a la arbitrariedad y la tiranía.
Y
comparecen, no como acusados, sino como testigos. Repárese para
aquilatar la racionalidad y lógica del acto: testigos de unos hechos de
los que son responsables directos. Habría que inventar una figura nueva:
"testicusados" o "acusatigos".
Mientras se crea, estas dos personas
lucieron ayer ante el tribunal su más castizo noseísmo y nomacuerdoísmo,
al estilo de la Borbona. Tiene gracia: no se acuerdan, no saben, no les
consta que pasara nada de lo que pasó, pero sí les consta a ciencia
cierta que, fuera lo que fuera, fue culpa de los indepes.
No
se recogen en el artículo las posteriores brevísimas deposiciones de
Antonio Baños y Elisa Reguant negándose a responder a las preguntas del
fascio. Y la consiguiente reacción del tribunal: 2.500 € euros de multa y
cinco días de examen de conciencia y, de reiterarse la negativa,
relajación al brazo secular para posteriores persecuciones.
Las
elucubraciones públicas del presidente de la sala reciben el apoyo de
quienes sostienen que la justicia es la aplicación mecánica de la ley,
esto es, el asunto de fondo en litigio en este caso. Y la ley dicta el
comportamiento de Marchena. Habría mucho que hablar, ya que las pruebas
habían sido aprobadas previamente por el propio Marchena.
Pero no merece
la pena. Para ellos y los suyos esta actitud es incontrovertible y es
absurdo tratar de convencerlos de lo contrario pues su posición no tiene
fudamento racional, sino ideológico.
Por
eso, por no discutir, hagan la prueba siguiente: vayan a cualquier
plaza pública de Europa y anuncien que en España están siendo juzgados
por rebelión doce ciudadanos/as pacíficos/as por el hecho de haber
llevado a cabo un referéndum democrático. Y añadan que la acusación
parte de un partido político franquista y, por tanto fascista,
perfectamente homologable con los grupos fascistas que hoy emergen
también en otros países europeos.
Expliquen que en España, un partido
político en campaña electoral en contra de los partidos de los acusados
es parte legitimada y admitida en un proceso penal.
Y
a continuación, júzguese el comportamiento de Baños y Reguant. Y sepan
también los de la dictadura que cada barbaridad de este calibre acelera
la independencia de Catalunya, entre otras cosas, por implosión del
sistema político español.
Este proceso trae desagradables ecos del proceso por el incendio del Reichstag.
Aquí el texto en castellano:
Comienza la segunda parte de la tramoya
Los
acusados/as han terminado sus declaraciones y en el aire queda, como
convicción generalizada, díganlo o no los comentaristas, lo siguiente:
La
diferencia de nivel intelectual, preparación jurídica, claridad
política y estatura ética entre los acusados y sus defensas y las
acusaciones es abismal.
Los
acusados han dejado claro que son dignos/as representantes de un pueblo
luchador por su libertad frente a un Estado opresor que usa a los
jueces como sayones (y los jueces se dejan).
El
juicio es una farsa y una persecución política, pero los acusados le
han dado la vuelta y lo han convertido en un juicio contra el despótico
Estado español y sus jueces serviles.
Han
definido la situación en términos políticos: democracia, libertad de
expresión, derecho a decidir , resistencia pacífica, desobediencia
civil. Y han cumplido con su deber de constituirse en ejemplos y guías
de la acción popular que vendrá a continuación.
La
precisión de Cuixart acerca de la solución del conflicto
España-Catalunya como su prioridad, corona estas diferencias por cuanto
la prioridad de las acusaciones y el tribunal es disfrazar de justicia
un atropello infame y un acto tiránico.
La
justicia del rey es la muy española de Peralvillo, en donde primero se
ejecutaba al reo y luego se le instruía la causa. Primero año y medio de
prisión preventiva; luego ya se encontrará algún delito por el que
condenar a los acusados.
Pero
la fiscalía no ha conseguido demostrar delito alguno, ni rebelión, ni
sedición, ni malversación. Nada. Solo ha conseguido demostrar su propia
incompetencia.
Aunque
el tribunal haga desesperados esfuerzos por revestirse de legitimidad y
autoridad, no lo consigue. Es como si Marchena llevara grabado en la
frente el nombre de Cosidó.
Este
proceso no es solamente una farsa ridícula sino también un momento
decisivo, crítico, en el proceso de la independencia de Catalunya, hoy
más cerca que nunca. La comprobación de que la mazmorra no ha quebrado
la voluntad de los dirigentes independentistas y la evidencia de que el
independentismo ha dado un paso de gigante mostrando al mundo la
iniquidad de esta persecución, son actos republicanos.
De esa República
Catalana que los franquistas como Arrimadas niegan pero que está
presente en la realidad cotidiana de Catalunya y puede resistir ataques
como esta venenosa manipulación de la Justicia que se impone solo porque
detrás de ella hay un ejército incapaz de ganar una guerra exterior
pero capaz de masacrar al pueblo.
Se
cierra así la primera parte de ese esperpento vallinclanesco y hoy se
abre la segunda con las pruebas testificales, las declaraciones de los
testigos políticos. Están previstas, entre otras, las de Rajoy, Sáenz de
Santamaría y Montoro. Garantizado queda no solamente que estos
individuos mantendrán el bajísimo nivel intelectual de las acusaciones
sino que, con ellos, entrará el embuste y la mentira más descarados en
el juicio.
No hablamos a humo de pajas: Rajoy ya declaró (por cierto, en
condiciones humillantes para la dignidad de la justicia) en un proceso
que se hacía a unos sinvergüenzas y mangantes bajo su responsabilidad y
tuvo ocasión de demostrar al mundo que se puede mentir descaradamente,
hasta lo inverosímil (afirmaba que no sabía cómo eran las cuentas de su
partido, aunque informaba sobre ellas como secretario general), sin que
pase nada.
Y menos que nada: los jueces que se tragaron aquellas
mentiras no movieron un dedo par encausar al de los sobresueldos por
falso testimonio. Y ahora tampoco lo harán.
Montoro,
el de las amnistías fiscales a los amigos, dirá que no sabía nada de
las finanzas de la Generalitat, aunque las tenía intervenidas. Sáenz de
Santamaría, la que presumía de haber "descabezado" a los líderes
independentistas, la que impuso una reforma anticonstitucional de la Ley
Orgánica del Tribunal Costitucional para convertirlo en su guardia
pretoriana, soltará sus habituales necedades jurídicas convencida de ser
una mezla de Marshall y Kelsen cuando no es más que una oscura
burócrata en una covachuela de oro que pagamos todos a escote.
Y
finalmente, Rajoy, un hombre para quien el cumplimiento de su palabra no
es un deber moral, esto es un falsario por propia definición, al que
este tribunal escuchará con mucha atención.
Podría ahorrárselo. Total ya está claro que esta causa es una infamia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED