MADRID.- En España nos sentimos muy orgullosos de tener dos apellidos que identifican a la familia paterna y materna por igual, es más, somos uno de los pocos países donde la mujer no pierde su apellido y su conexión con su familia cuando se casa.
Pero esto no ha sido siempre así, de hecho, no se hace habitual hasta el pasado siglo XIX.
Según el veterano genealogista George R. Riskamp, el doble apellido surgió entre las clases altas castellanas y que desde el norte de Castilla, especialmente los señoríos vascos, no se llegó a extender al resto de la población de España hasta el XVIII, aunque su plenitud como uso generalizado sólo puede afirmarse que se alcanzó a partir de 1850.
Poco a poco se va extendiendo esta costumbre en la población trabajadora y humilde, pero por una razón más práctica: distinguir y etiquetar; por eso existen apellidos que refieren a la profesión (como Zapatero, Herrera…), al origen o localidad (Sevilla, Japón…), etc.
Antes de 1800, lo habitual era utilizar un apellido que por lo general era el del padre excepto en Galicia y Extremadura donde las mujeres a veces elegían usar el de la madre.
Fue el Registro Civil de 1871 el que contribuyó a que se
implantase el uso de los dos apellidos. No lo regulaba , pero era más
fácil la identificación de las personas y además por primera vez quedaba
registrado por el Estado.
En 1903 se aconseja a los funcionarios
que los expósitos sean registrados con dos apellidos para no
diferenciarlos de los demás .
En cualquier caso, el uso de ambos apellidos se hizo habitual de manera espontánea porque por tradición, en España se reivindica la ascendencia materna y por tanto, se hace finalmente impensable su desaparición.
Asimilada como costumbre general, su utilidad para distinguir más fácilmente a las personas y evitar los errores entre homónimos motivó que se incorporase a todos los ámbitos, administrativo, militar, judicial, educativo… y que finalmente se plasmase en el Código Civil, manteniéndose plenamente vigente hasta la actualidad.