lunes, 17 de julio de 2017

Europa, carente de sincronía y unión / Ángel Tomás *

Canadá celebra el 150 aniversario de su “Confederación”, y está considerado mundialmente como uno de los estados desarrollados más auténtico, vibrante, creativo y diverso. Fue seleccionado como el de mejor reputación entre los componentes del G-20, según encuesta de Reputation Institute llevada a cabo en 2015. 

Canadá es un país ejemplar si consideramos su crecimiento continuado, su consolidado bienestar social y sus excelentes relaciones internacionales siempre equilibradas y beneficiosas para ambas partes, donde no se conocen egoísmos partidistas, ni incumplimientos en sus acuerdos bilaterales de libre comercio en los aspectos laborales, sociales y colaborativos.

Este gran país ha sido construido al ir incorporando culturas de todo el mundo. Una de las más importantes, pero poco conocida, fue la española, que ayudó a forjar el paisaje de la hoja de arce. Todo empezó en el siglo XVI, cuando los balleneros vascos, primeros invasores, llegaron hasta la costa de Terranova y de Quebec y fundaron factorías para la transformación de la grasa de las ballenas en aceite como energía para iluminar los hogares en Europa.

En el siglo XVIII fueron también los españoles los primeros en llegar a las costas del oeste, antes de existir Canadá como país: estudiaron las costumbres indígenas y dieron nombre a numerosas islas y estrechos.

Posteriormente llegaron algunas expediciones científicas que, como las de Bodega y Quadra, ayudaron a estudiar y descubrir los orígenes y costumbres del país. Fue a principios del siglo XIX cuando empezaron a llegar oleadas de inmigrantes de todo el mundo y da comienzo la “operación bisonte”, la llegada de parejas procedentes de Aragón y de Galicia que se instalaron en Quebec, contribuyendo ejemplarmente al desarrollo mediante creatividad y trabajo.

Vemos pues la influencia española en el nacimiento de la cultura canadiense y en su desarrollo posterior, que han servido de base para las actuales excelentes relaciones, no sólo económicas, sino también diplomáticas y culturales. España, como miembro destacado e influyente dentro de la Europa comunitaria, está colaborando y esforzándose por conseguir la ratificación del acuerdo comercial bilateral Europa-Canadá (CETA por sus siglas en inglés), de trascendental importancia e indiscutibles beneficios económicos y sociales, como veremos.

Tratado comercial bilateral de la Unión Europea-Canadá

La negociación del tratado se inició hace más de siete años, cuyo objetivo primordial fue la supresión de los derechos arancelarios en casi todos los productos, salvo alguna excepción, para pasar una vez cumplidos los primeros siete años a la exención total, creando un mercado libre que puede calificarse de líder internacional. El Acuerdo Económico y Comercial Global (AECG) fue objeto de un estudio conjunto de impulso al comercio bilateral que debe calificarse como histórico, cuyos beneficios potenciales superarían los 12.000 millones de euros para la economía de cada una de las dos grandes potencias, que contribuiría a un crecimiento estable a largo plazo.

El acuerdo CETA se integra en un total de 1.598 páginas, fue negociado entre ambas partes por expertos del más alto nivel y recoge todos los aspectos necesarios para un desarrollo económico equitativo, equilibrado y libre de tendencias ideológicas. No se verán afectadas las medidas legales para la salud pública, el medio ambiente y la seguridad ciudadana. El convenio podría traducirse en la creación de más de 190.000 nuevos empleos, en un mercado de consumo de 540 millones de habitantes en conjunto. 
Su contenido y las exenciones arancelarias favorecen a casi todo el tejido empresarial (en especial a la pequeña y mediana empresa), y abarca a casi todos los sectores, entre otros: equipos y maquinaria industrial, productos químicos, plásticos y asimilados, agrícolas y derivados, contratación pública y con las grandes empresas del sector energético (de especial interés para España); sin olvidar las empresas de servicios, que ocupan un alto porcentaje de toda nuestra actividad económica.

Para que el desarrollo sea sostenible, en el convenio se contiene la creación de un Foro mixto que permitirá a las organizaciones de la sociedad civil el diálogo y solución de todo tipo y aspecto de las relaciones comerciales. Ambas partes acordaron conservar el pleno derecho de legislar en favor del interés público, y más concretamente cuando se trate de medidas protectoras de la salud de las personas, de la fauna y la flora.
De lo expuesto se confirman las ventajas, el equilibrio y la generosidad del Acuerdo Económico y Comercial Global, redactado libremente por las comisiones técnicas de ambas partes para un impulso del comercio bilateral, especialmente interesante para la UE.

Reacciones contradictorias en la Unión Europea

Si la Federación Canadiense actúa con unidad de criterio y con el único objetivo del bien económico-social general, la UE sigue sin resolver su problema constitucional, la diversidad jurídica y la total independencia de sus países miembros que, en demasiadas ocasiones, imposibilita el consenso necesario en el Consejo de Ministros de Comercio de la Unión, impidiendo la firma de cualquier acuerdo de libre comercio bilateral internacional. 

El desacuerdo y la prolongación en el tiempo de cualquier proyecto nos aleja de los beneficios que otorga la economía global e impide nuestro crecimiento, ya que la dificultad de aunar voluntades hacia objetivos imprescindibles para el crecimiento económico y del PIB de la UE ha conducido al fracaso de algunos intentos comerciales del pasado y especialmente del CETA, que ha ocasionado la pérdida de confianza en la UE como potencial socio de tratados comerciales.

Desde el comienzo de la tramitación del tratado que nos ocupa se han sucedido varias peticiones, algunas de urgencia, para impedir su entrada en vigor. Recordemos algunas:

El Tribunal Constitucional alemán recibió solicitudes en firme en este sentido. El ministro de Economía de Alemania, Sigmar Gabriel, defendió el tratado consiguiendo desestimar estas peticiones. 

El Parlamento de la región belga de Valonia vetó la firma del acuerdo. El ministro belga de Exteriores consiguió superarla integrándola en la posición positiva del Gobierno federal belga. 

Otros países como Bulgaria y Rumanía fueron reticentes a la firma del texto por considerarlo en principio antidemocrático, aunque al final dieron su conformidad.

En España, en cuanto al Tratado de libre comercio CETA, a pesar de que en principio prestaron su conformidad, se ha dado un giro de ciento ochenta grados por algún partido político que decidió su no ratificación ni apoyo.

El acuerdo, que lleva siete años de negociación, ya negociado a varias bandas, cuenta con el visto bueno de los Veintiocho y de la Eurocámara, pendiente sólo de la ratificación de los parlamentos nacionales, y no debe olvidarse que cumple con lo establecido en los convenios de la Organización Internacional del Trabajo y con los estándares sociales y medioambientales, pero queda sometido a la diversidad de criterios debido a los cambios electorales en algunos parlamentos nacionales que pudieran obstaculizar y retrasar el proceso de ratificación.

Es necesario sincronizar y unificar a todos los países componentes de la Unión Europea, sin lo cual, a pesar de los indiscutibles beneficios económicos y sociales del CETA, habremos perdido no sólo el mejor de los tratados comerciales, sino que la economía global no volverá a creer en Europa.



(*) Economista y empresario

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