MURCIA/ORIHUELA.- Tras el episodio vivido en el Levante y especialmente
en la cuenca del Segura durante la pasada semana, se ha reabierto el
debate público sobre las causas por las que estos eventos, ampliamente
documentados desde hace siglos, continúen provocando daños a bienes y
personas hoy día.
Es por ello que desde el Área de
Aguas de Ecologistas en Acción Región Murciana, se ha querido ofrecer
un documento en el que se analizan las causas principales por las que,
lejos de disminuir, el impacto de las crecidas continúa siendo tan grave
a pesar de las grandes y costosas infraestructuras que salpican el
territorio.
Y es que, advierte la organización,
aunque históricamente hemos convivido con las crecidas del río y las
ramblas han guiado los caudales por sus cauces, el escenario que nos
indican los modelos es que se verán incrementadas la frecuencia y
virulencia de estos fenómenos con el avance del Cambio Climático.
Recuerdan
que la torrencialidad ha moldeado este paisaje, y sus gentes han sabido
adaptarse respetando y aprovechando las aguas que llegaban de forma
abrupta. Solo en estas últimas generaciones se ha venido desoyendo esa
enorme experiencia acumulada durante siglos, en nombre del progreso.
Así,
la nefasta planificación territorial, el incremento desmedido y
desordenado de las superficies de regadío y las zonas urbanas, el olvido
de la red de drenajes naturales que estos días han vuelto a dibujarse
sobre el terreno, aunque obligadas a cursar por donde les permiten las
barreras..., están en el origen de que hoy tengamos que lamentar
pérdidas de vidas, familias despojadas de sus hogares, daños en
infraestructuras que costará años recuperar y, posiblemente, la estocada
final a la maltrecha laguna que estamos dejando morir, el Mar Menor.
Las
seis causas analizadas en el documento ofrecen una visión clara de la
inacción de las administraciones regionales, la falta de planificación,
sentido común y de aplicación de soluciones adaptadas al medio natural
cuyo resultado es el panorama que podemos observar hoy. Pero también se
describen los ejes de actuación, y las medidas concretas y aplicables
frente a esas causas, que se deben ir desarrollando de forma inmediata,
mientras recomponemos los desperfectos que hemos contribuido a
magnificar, antes de que se disuelvan en la memoria las lecciones que el
agua nos dejó.
Ecologistas
en Acción Región Murcia insta a las administraciones a que tengan en
cuenta el análisis y las propuestas que ofrece el documento, avaladas
por estudios científicos, la experiencia de los regantes tradicionales y
habitantes de este territorio, con el fin de adaptarnos a las
circunstancias que caracterizan las cuencas mediterráneas.
Seis causas y seis soluciones para reducir los daños por inundaciones
Crecidas e inundaciones catastróficas en el clima
mediterráneo Los ríos, con sus cauces, riberas y sotos, son ecosistemas
vivos en permanente cambio.
Los
pueblos ribereños aprendieron a convivir con la dinámica de los ríos y
sus crecidas periódicas a lo largo de los siglos, pero en la actualidad
se ha alterado esta relación sabia y respetuosa entre los ríos y las
gentes de sus riberas, perdiendo los conocimientos haceres aprendidos de
la experiencia.
Cada vez
que ocurren lluvias intensas no faltan voces que responsabilicen de los
daños por inundaciones a la falta de "limpieza" de los ríos y que
reclamen más dragados, diques, motas y embalses.
Sin
embargo, la causa de las inundaciones catastróficas no es que los ríos
estén "sucios" ni que falten diques más altos, como se expone en los
apartados siguientes.
En primer lugar hay que diferenciar dos términos: crecidas e inundaciones.
Una crecida es el aumento del caudal de un río respecto a su valor medio.
La
crecida no sólo es un componente normal de los ríos, especialmente en
climas mediterráneos, sino que es fundamental para el buen estado
ecológico de los ríos y de la biodiversidad que albergan.
De
hecho, la legislación española sobre caudales ecológicos incorpora los
caudales de crecida como un componente fundamental de tales caudales
ecológicos.
Es importante
recordar que los ríos no tienen un cauce con una única anchura, sino que
ocupan espacios fluviales de distinta amplitud en función del caudal,
es decir, del tamaño de la crecida.
Pero
esos espacios fluviales, son también espacio del río, y así hay que
entenderlo y respetarlo, no ocupando tales espacios del río, aunque sólo
lleven agua de forma esporádica.
Una
inundación es un episodio en el que el agua ocupa zonas que normalmente
no tienen agua, y los daños de una inundación están directamente
relacionados con la cantidad de población y bienes expuestos, es decir,
con el grado de ocupación de zonas inundables.
Una crecida fluvial no tiene porqué desembocar en
inundaciones con daños a poblaciones y bienes, si las zonas inundables
han sido respetadas.
Hay
que tener en cuenta que el riesgo de inundaciones es el producto de dos
factores: - El peligro debido al clima: las lluvias torrenciales.
-
La exposición de la población y los bienes, es decir, la proporción de
población y de bienes que están en zonas que pueden inundarse.
Ante
un mismo peligro (unas mismas lluvias), el riesgo no es el mismo si hay
mucha exposición al peligro (mucha población, edificaciones e
infraestructuras en zonas inundables) o si los espacios inundables se
mantienen libres de viviendas y otros bienes.
Sin
embargo, a lo largo de las últimas décadas, los daños por inundaciones
están aumentando, incluso frente a valores de precipitación equivalentes
o incluso menores.
¿Por qué ocurre esto?, ¿Cómo podemos incidir en los
dos factores (peligro y exposición) implicados en el riesgo de
inundaciones? Con respecto al peligro debido al clima, hemos de tener en
cuenta que el clima mediterráneo ha sido, es y seguirá muy fluctuante,
con grandes sequías y grandes picos de precipitaciones, las denominadas
lluvias torrenciales.
Hemos
de asumir que este clima es así, no podemos vivir a espaldas de la
existencia de tales picos de precipitaciones torrenciales, por poco
frecuentes que sean.
Lo que
tenemos que hacer es aplicar el principio de precaución para minimizar
los daños cuando tales picos de precipitaciones ocurran.
Porque ocurrirán.
En
todo caso el cambio climático en marcha aumentará la frecuencia de los
episodios extremos, tanto sequías como lluvias torrenciales, por tanto
si debemos aplicar las medidas para mitigar el cambio climático que
contribuirán a reducir la tendencia al incremento de dichos episodios,
como señalan los modelos.
Sin
embargo hasta la fecha, el incremento en la torrencialidad de las
lluvias es muy poco significativo, pese a lo cual los daños por
inundaciones sí se están disparando, incluso frente a valores de
precipitación equivalentes o incluso menores, analicemos las causas.
Seis
causas principales del incremento de los daños por inundaciones Como
hemos dicho, los daños por inundaciones están aumentando incluso frente a
valores de precipitación equivalentes o incluso menores, por seis
causas principales: 1.
La
ocupación de zonas inundables La principal causa del incremento de los
daños por inundaciones, frente a precipitaciones equivalentes o menores,
es la creciente ocupación de zonas inundables por viviendas,
infraestructuras y todo tipo de equipamientos, lo que incrementa en la
misma medida la exposición de la población y de los bienes y por tanto
el riesgo de inundaciones.
Pese a la abundante normativa existente que obliga a
respetar las zonas inundables, lo cierto es que dicha normativa no se
cumple.
Hay que recordar
que las competencias en urbanismo y ordenación del territorio las tienen
las comunidades autónomas y los ayuntamientos.
Por
tanto, estas administraciones son las responsables directas de la
principal causa que está impulsando el incremento de los daños por
inundaciones, en primer lugar por aumentar la exposición de personas y
bienes en zonas inundables y además por otras dos consecuencias del
desarrollo urbanístico desbocado, que se indican a continuación.
2.
Espacios
agrarios cada vez más intensivos y sin prácticas de conservación La
agricultura industrial y la continuada expansión de los regadíos
intensivos están cambiando la dinámica hidrológica de amplias
extensiones del territorio e incrementando la cantidad de la
escorrentía, así como la velocidad de los flujos de agua en caso de
precipitaciones intensas, de forma que los efectos de las lluvias
torrenciales aguas abajo son más intensos y dañinos, dado que llega más
agua y en menos tiempo, lo que da lugar a acumulaciones y picos de
avenida mayores que en el pasado.
La
creciente intensificación de los espacios agrarios, sobre todo de los
regadíos, incrementa la escorrentía y sus efectos dañinos a través de
los siguientes procesos: - La reducción de la cubierta vegetal del suelo
en las zonas en las que se han creado nuevos regadíos debido a la
roturación sistemática de grandes áreas que hasta entonces estaban
cubiertas por vegetación natural.
Hay
que tener en cuenta que la vegetación natural, incluida la vegetación
arbustiva y de matorral que es la que de forma natural se encuentra en
zonas áridas, como la existentes en buena parte de la Región de Murcia,
Almería y Alicante, es muy eficaz a la hora de retener el suelo,
impidiendo el arrastre de sedimentos, así como a la hora de reducir la
escorrentía y sobre todo de retenerla, favoreciendo una mayor
infiltración, enlenteciendo la escorrentía y reduciendo por tanto los
picos de avenida y sus efectos dañinos aguas abajo.
La roturación de áreas cubiertas por vegetación
natural, incluidos los matorrales de bajo porte, eliminan esta función
protectora, incrementando la cantidad y velocidad de los flujos hídricos
de las zonas y subcuencas afectadas.
-
La intensificación dentro de los propios espacios agrarios también ha
eliminado la vegetación natural que existía dentro de los paisajes
agrarios tradicionales, lo que está aumentando la escorrentía por las
razones ya explicadas.
Los
secanos mediterráneos y las huertas históricas estaban constituidos por
parcelas de cultivo de mediano tamaño, donde la vegetación natural
(parches de matorral, vegetación herbácea silvestre) aparecía en sus
linderos, así como a lo largo de los caminos y otros espacios no
cultivados.
La vegetación
natural y espontánea aparecía incluso dentro de las propias parcelas
cuando no estaban en cultivo (plantas anuales).
Todos
estos elementos de vegetación natural cumplían igualmente su papel en
caso de precipitaciones intensas, a la hora de reducir el arrastre de
sedimentos y de contribuir a retener parcialmente los flujos hídricos y
sedimentos fértiles, contribuyendo a mitigar la cantidad y velocidad de
las escorrentías.
Sin
embargo la agricultura industrial y los regadíos intensivos eliminan
todos estos elementos protectores, al basarse en cultivos de enorme
extensión sin solución de continuidad, donde prácticamente han
desaparecido los setos, la vegetación de linderos y las manchas de
vegetación natural y donde los cultivos (cuya capacidad de retención de
agua y sedimentos es bastante inferior a la de la vegetación natural)
ocupan todo el ciclo anual, o bien las áreas no cultivadas permanecen
desnudas.
- El abandono de
las prácticas de conservación del suelo y el agua por parte de la
agricultura intensiva que se solían aplicar en los cultivos
mediterráneos tradicionales.
Por ejemplo, se han perdido prácticamente todos los riegos de boquera.
Se
trata de cultivos de secano que en caso de lluvias torrenciales
aprovechaban las escorrentías, desviándolas hacia el cultivo, donde
quedaban retenidas, así como sus arrastres, aportando beneficios al
cultivo, reduciendo y laminando dichas escorrentías que mitigan sus
efectos aguas abajo.
Además,
en muchos casos se rotura a favor de pendiente, lo que incrementa la
velocidad de los flujos hídricos, reduce la capacidad de infiltración en
el cultivo e incrementa el arrastre de sedimentos.
3.
La
imparable impermeabilización del suelo El desarrollo urbanístico y la
proliferación de distintas edificaciones y equipamientos, desde centros
comerciales a todo tipo de infraestructuras, provocan el sellado de
grandes extensiones y por tanto la creciente impermeabilización del
suelo.
Con una mayor
superficie impermeable, aumenta la escorrentía frente a una misma
precipitación y por tanto los daños por inundaciones, sobre todo en
espacios urbanos.
4.
Nuevas infraestructuras que desorganizan el drenaje
natural El desarrollo urbanístico acelerado no sólo está suponiendo la
ocupación de zonas inundables y la creciente impermeabilización del
suelo, trae adosado también la construcción de nuevas infraestructuras
viarias (autovías, carreteras, rotondas, taludes), que segmentan y
desorganizan la red de drenaje natural creando barreras a la misma,
agravando los daños bajo precipitaciones intensas y reconduciendo los
flujos de agua hacia zonas que hasta entonces se habían visto libres de
problemas de inundaciones, generando grandes acumulaciones de agua donde
no existían.
Estos
problemas suelen quedar ignorados o su importancia minimizada en los
estudios y en la tramitación y aprobación de las nuevas edificaciones,
urbanizaciones e infraestructuras.
5.
Obras
de defensa frente a inundaciones que agravan los daños cuando ésta se
produce Otro de los factores que están contribuyendo de forma
significativa a aumentar los daños por inundaciones es, paradójicamente,
la construcción de obras hidráulicas de defensa frente a las
inundaciones (motas, diques, presas de laminación, dragados, cortes de
meandros y encauzamientos).
Estas
obras hidráulicas han distorsionado la percepción del riesgo y dan
lugar a una falsa seguridad que ha favorecido una mayor ocupación de las
zonas inundables, aumentando la exposición al riesgo y la
vulnerabilidad de la población y sus bienes.
La
construcción de motas y encauzamientos tienen complejas y negativas
consecuencias para el riesgo por inundaciones, al favorecer una mayor
energía y velocidad de las aguas de avenida, aumentando su poder erosivo
y capacidad de destrucción aguas abajo.
Los
estudios disponibles demuestran un continuo aumento en los daños
económicos por inundaciones pese al incremento permanente de obras
hidráulicas de defensa frente a inundaciones (presas, diques, motas,
escolleras y dragados).
Estas resultan en muchos casos contraproducentes y de escasa utilidad frente a las inundaciones.
La
construcción de diques o motas de contención demasiado cerca del cauce
es ineficaz y de hecho su rotura durante las avenidas constituye el
mayor peligro real para las vidas humanas durante estos episodios.
Finalmente los dragados no solucionan nada porque en poco tiempo (meses) los sedimentos vuelven a ocupar su lugar.
Por
otra parte, estas actuaciones causan graves impactos ambientales, al
romper el equilibrio morfodinámico del río, eliminar sedimentos,
degradar la vegetación natural y destruir hábitats naturales.
Pese a todo lo anterior, tras una inundación
catastrófica, las administraciones públicas, en lugar de comunicar al
público información rigurosa y contrastada sobre las causas de las
inundaciones y las medidas que han de orientar la gestión del riesgo,
suelen optar por prometer más inversiones para dragados y otras obras
hidráulicas.
6.
Los
ríos se han quedado sin su espacio Los cultivos y el crecimiento urbano
y de infraestructuras como se ha explicado anteriormente han estrechado
el espacio asignado al río hasta límites inverosímiles en muchos
lugares, olvidando que el río no tiene un sólo caudal o un sólo cauce
(el medio) sino distintos cauces para distintos caudales, incluyendo los
picos de crecida fluvial, y todos ellos son parte de la cuenca del río.
Hay
muchas cosas que podemos hacer para reducir los daños por inundaciones
si atendemos a las causas que están incrementando tales daños.
A continuación se presentan los seis ejes principales de intervención.
Seis
ejes de intervención para una reducción real del riesgo de inundaciones
Las administraciones públicas, de la estatal a la autonómica y a la
municipal, no han puesto en marcha verdaderas estrategias de adaptación
frente al incremento de los riesgos por inundaciones.
Aplicar
tales estrategias requiere asumir que en el clima mediterráneo han
ocurrido y seguirán ocurriendo episodios extremos y por tanto la única
estrategia sensata es adaptarse para reducir los daños.
Para
ello necesariamente debemos modificar nuestros estilos de vida y
nuestra percepción de los ríos, del territorio y de la propia noción de
riesgo.
Pese a lo que
pudiera parecer, las sociedades y sistemas productivos tradicionales
mediterráneos compartían la sabia visión de que las inundaciones (como
en el caso de las sequías) son fenómenos que ocurren de forma natural
(aunque ahora se estén agravando por el cambio climático), frente a los
que necesariamente hay que aprender a adaptarse.
El
problema es que esa visión adaptativa se ha ido olvidando y
sustituyendo por la falsa percepción - promovida en muchos casos desde
las propias administraciones públicas - de las sequías e inundaciones
como "anomalías" que es posible erradicar o "superar", en lugar de como
fenómenos naturales a los que nos tenemos que adaptar de forma
inteligente.
1. Primer eje de acción.
Respetar
las zonas inundables El eje de intervención más importante para reducir
de forma significativa los daños por inundaciones, es respetar las
zonas inundables.
La realidad es que las zonas inundables se han venido ocupando de forma creciente durante las últimas décadas.
Hay que recordar que las competencias en ordenación del territorio y urbanismo son autonómicas y municipales, no estatales.
Por
tanto, son las comunidades autónomas y ayuntamientos los que están
incumpliendo su obligación legal de garantizar que se respeten las zonas
inundables, eliminando viviendas, equipamientos e infraestructuras
situados en las zonas de mayor riesgo o con población más vulnerable y
restringiendo las autorizaciones.
Nada se está haciendo en este sentido.
Por
otra parte, la normativa de los Planes de Gestión del Riesgo de
Inundaciones de cada demarcación (PGRI) deberían incluir, de forma
explícita, la obligación de que en un plazo fijado y breve (por ejemplo
un año) todos los planes generales municipales de ordenación urbana se
adapten a los contenidos y normativa de los PGRI de la demarcación, muy
especialmente a la Cartografía de Zonas Inundables.
Por
ejemplo, en el PGRI del Segura no existen medidas proactivas para
garantizar un planeamiento urbanístico que respete las zonas inundables,
relegando las medidas de adaptación del planeamiento urbanístico a la
iniciativa de los Ayuntamientos afectados, la cual ha sido y es
manifiestamente insuficiente.
De
esta situación son también responsables las comunidades autónomas, que
son las competentes en ordenación territorial y también tienen la
obligación de garantizar que los planes municipales cumplen con todas
las normativas legales y aplican todas las medidas necesarias para no
invadir las zonas inundables.
2. Segundo eje de acción.
Devolver
espacio al río: gestionar el territorio fluvial y zonas de
desbordamiento aguas arriba de las zonas urbanas Se trata de desencauzar
y eliminar motas ramblas y cauces aguas arriba de zonas urbanas
devolviendo a ríos, ramblas y cauces parte de sus espacios de
desbordamiento.
Esto permite una inundación blanda, sin daños a personas y con bajo daño a bienes.
Esta
inundación blanda en zonas adecuadas, ocupadas por vegetación natural,
humedales o determinados usos agrarios, previenen o reducen el impacto
de la avenida aguas abajo, protegiendo la zona urbana.
Por ejemplo en Murcia los antiguos sotos del río permitirían cumplir esta función.
Este
eje de actuación incluye otras medidas englobadas dentro de las
denominadas Medidas Naturales de Retención de Agua (www.nwrm.eu), que
entre otros aspectos contemplan la recuperación del bosque de ribera y
la vegetación natural en el conjunto de la red hidrológica, justo lo
opuesto a las prácticas más habituales.
Por
ejemplo, el bosque de ribera es la solución más eficaz para impedir la
proliferación de cañas, creadoras de las acumulaciones conocidas como
"baldomeras".
De hecho, es casi la única medida eficaz, porque las cañas son muy difíciles de eliminar por cualquier otro método.
La
eliminación de cañas a base de maquinaria y otros métodos consume
grandes cantidades de presupuesto todos los años en la cuenca del
Segura, con escaso éxito.
Los árboles de ribera no suponen un peligro, ya que no son arrancados por la crecida, al revés que las cañas.
Además, permiten laminar la crecida, a la vez que impiden el crecimiento de las cañas, que sí son un problema.
En
línea con la Directiva de Inundaciones, las medidas que se han de
promover pasan por devolver su espacio a los ríos a través de una
gestión adecuada de los territorios fluviales.
La
Directiva Europea de Inundaciones, aprobada en 2007, establece que no
se pueden evitar las inundaciones, pero sí minimizar sus efectos
perniciosos.
Frente a la
ineficacia de las medidas clásicas de la vieja hidráulica, la Directiva
aboga por la renaturalización de los ecosistemas fluviales a través de
la recuperación de las llanuras naturales de inundación como vía de
laminación de las avenidas.
Este
territorio fluvial, constituido por el propio río y los espacios
inundables adyacentes, actuaría como zona de expansión de las crecidas y
en él se deben potenciar las funciones naturales de la llanura de
inundación.
No puede haber
mejor seguro para una población ribereña que sustituir un fenómeno
adverso, la avenida, por otro de menores efectos negativos, el
desbordamiento, en áreas en las que tales desbordamientos den lugar a
los menores daños y los máximos beneficios.
Además, un territorio fluvial respetado y bien gestionado permite: - Conservar o recuperar la dinámica hidrogeomorfológica.
- Obtener un corredor ribereño continuo que garantizaría la diversidad ecológica.
-
Cumplir con el buen estado ecológico al favorecer el filtrado de
contaminantes mediante la restauración de sotos como “filtros verdes”.
- Mejorar y consolidar el paisaje fluvial.
Establecer
y gestionar adecuadamente el territorio fluvial para paliar los daños
de las inundaciones requiere: - Recuperar meandros y bosques de ribera,
que contribuyen a disipar la energía de las crecidas - Retranquear o
eliminar diques y motas, dotándolas en su caso de compuertas para
expandir la inundación suavemente y permitir luego la evacuación de la
inundación cuando baje el nivel del río, reduciendo la capacidad
destructiva de la avenida aguas abajo.
- Adaptar los usos a la inundabilidad.
En
las zonas previstas para este tipo de inundaciones blandas y que estén
fuera del Dominio Público Hidráulico, puede existir un uso agrario
compatible como determinados cultivos con cierto riesgo de inundación,
riesgo que puede ser gestionado con seguros y compensaciones en caso de
daños.
3. Tercer eje de acción.
Implantar
Medidas Naturales de Retención de Agua en los espacios agrarios Las
Medidas Naturales de Retención Agua (NWRM, www.nwrm.eu) son un conjunto
de actuaciones promovidas por la Comisión Europea inspiradas en la
naturaleza y en las prácticas tradicionales de conservación del agua y
del suelo.
Estas prácticas
incluyen, entre otras posibles acciones, las siguientes: - La
recuperación de la vegetación natural en los espacios agrarios, a
distintas escalas.
Se trata
de volver a recuperar los setos vegetales, la vegetación natural en los
linderos de las parcelas y pequeñas manchas de vegetación natural en el
conjunto del paisaje o subcuenca agraria.
De
esta forma aumenta la capacidad de infiltración y sobre todo se reducen
y enlentecen las escorrentías, reduciendo los picos de avenida aguas
abajo.
Por ejemplo los
setos vegetales no impiden el paso del agua, pero sí lo retienen
parcialmente, favoreciendo la infiltración y reduciendo la intensidad y
la velocidad de los flujos hídricos.
Además
la vegetación natural de setos, linderos, manchas de matorral situadas
en distintos puntos del espacio agrario, etc., contribuyen a retener el
suelo, reduciendo el arrastre de sedimentos, los cuales ocasionan
importantes daños aguas abajo, cuando se acumulan por ejemplo en
espacios urbanos, entornos de viviendas, etc.
- La recuperación de la red de drenaje natural.
La
agricultura intensiva suele eliminar o alterar gravemente el estado de
la red de drenaje natural, especialmente en zonas muy llanas como el
Campo de Cartagena.
Con el
fin de explotar al máximo la superficie disponible, las redes de drenaje
natural se roturan, se cultivan, se desvían o se cubren.
Todas
estas alteraciones impiden que dicha red de drenaje funcione
adecuadamente durante los episodios de lluvia, de forma que los flujos
de agua, desorganizados, afectan a espacios que hasta entonces no habían
tenido problemas, incrementando los daños tanto en los propios cultivos
como en los espacios urbanos.
Recuperar la red de drenaje natural supone respetar su trazado, incluso en zonas llanas donde dicho trazado es menos evidente.
Además
la red de drenaje natural se puede aprovechar para revegetar sus
márgenes, contribuyendo a los beneficios ya mencionados en el punto
anterior.
- El mantenimiento de una cubierta verde en los cultivos.
Tanto
en el caso de cultivos arbóreos como en las parcelas no cultivadas, se
trata de mantener una cubierta verde con especies herbáceas adecuadas,
que contribuyan a retener sedimentos y favorezcan la infiltración en
caso de precipitaciones.
Las medidas naturales de retención de agua tienen otros beneficios adicionales.
Uno
de los más importantes es que contribuyen a reducir de forma
significativa la contaminación agraria difusa, provocada por la
aplicación de fertilizantes agrarios, causantes de la exportación de
enormes cantidades de nutrientes y de los procesos de eutrofización
asociados, como se ha evidenciado en el caso de la laguna del Mar Menor,
debido fundamentalmente a los regadíos intensivos del Campo de
Cartagena.
Otros beneficios
de las medidas naturales de retención de agua en los espacios agrarios
son la mejora del paisaje y su contribución a la mejora de la
biodiversidad, proporcionando el hábitat de distintas especies
silvestres que, en muchos casos, son también aliadas de la agricultura.
Las
Medidas Naturales de Retención de Agua se vienen implantando con éxito
en muchas áreas de Europa y también de forma incipiente en España, por
ejemplo en los espacios agrarios en torno al río Areta, en Navarra.
En
esta zona las parcelas agrarias cercanas al río sufren habitualmente
daños por las crecidas, que arrastran el terreno agrícola dejando
socavones y depósitos de piedras en numerosos puntos.
Por
el contrario, en los lugares en los que se han utilizado barreras
vegetales contra los daños de las inundaciones, han desaparecido los
efectos negativos de las crecidas.
Es
sólo un ejemplo entre muchos de las posibles medidas naturales de
retención de agua, como actuaciones de bajo coste y elevada eficacia.
4. Cuarto eje de acción.
Implantar
sistemas de Drenaje Urbano Sostenible Los Sistemas de Drenaje Urbano
Sostenible (SUDS) abarcan un amplio abanico de medidas que forman
también parte de las Medidas Naturales de Retención de Agua, en este
caso aplicadas a entornos urbanos.
Se trata de distintas actuaciones destinadas a reducir los daños de la inundación en zonas urbanas.
Estas
medidas incluyen superficies filtrantes, suelos drenantes, estanques y
jardines inundables y el incremento sustancial de las superficies
vegetadas, entre otras medidas.
Estos sistemas de drenaje urbano sostenible se están poniendo en marcha con éxito en muchas zonas.
Frente
a tanques de tormentas, que son muy caros y son capaces de acumular muy
poca agua, se pueden crear en los espacios urbanos superficies verdes
inundables capaces de retener cantidades de agua mayores, con costes
menores y que además ofrecen espacios de recreo y esparcimiento en los
periodos sin lluvias intensas.
Los
suelos filtrantes y por supuesto un urbanismo riguroso con las zonas
inundables, reducen significativamente los daños en zonas urbanas.
5. Quinto eje de acción.
Eliminar
viviendas e infraestructuras en zonas de alto riesgo Es urgente
realizar un censo de viviendas y equipamientos en zonas de riesgo
elevado, bien por un alto peligro de inundaciones (por ejemplo por
situarse en zonas inundables dentro del periodo de retorno de 10 años) o
por tratarse de casos con elevada vulnerabilidad social (colegios,
centros sanitarios, residencias de mayores, viviendas de grupos
poblacionales desfavorecidos, etc.).
Estas situaciones deben ser estudiadas de forma individualizada y en muchos casos la medida a aplicar sería el traslado.
6. Sexto eje de acción.
Impulsar
una estrategia de comunicación social sobre la necesidad de una gestión
adaptativa frente a las inundaciones Una estrategia integral frente a
las inundaciones ha de incluir educar en la incertidumbre y en la
cultura del riesgo.
Es
fundamental contar con los habitantes ribereños, desarrollando programas
de educación, comunicación social y de capacitación que permitan
modificar la percepción pública en torno a los ríos y el papel de las
crecidas, en la certeza de que solo una sociedad bien informada apoyará
una gestión adecuada de los territorios fluviales.