O por qué España nunca será como el Reino Unido ni ningún otro país de Europa occidental.
I.- ¿Cuántas mujeres subieron ayer al estrado a hablar a la cámara?
Si no estoy equivocado, tres, la representante de En Marea, la de
Coalición Canaria y la de Bildu, las tres dignísimas, desde luego, pero
que, por razón de la aritmética parlamentaria, no debieron de llegar a
la media hora entre ellas. ¿Hace falta decirlo? De las 16 o 18 horas (o
las que fueran) de debate en ambos días, las mujeres tuvieron la palabra
media hora. Los varones, el resto del tiempo. Pero hablaron para
hombres y mujeres según esos sabios gramáticos para los cuales el
carácter inclusivo del género masculino en el lenguaje no tiene nada que
ver con la discriminación o el patriarcado. La naturaleza es así: los
hombres hablan por las mujeres pero sin mala intención, sin querer
hacerlas de menos, por economía del lenguaje. El hecho de que, al
hacerlo, las invisibilicen no tiene mayor importancia. Habrá quien diga
que en España hay veintitantos millones de mujeres que, a efectos
parlamentarios es como si llevaran burka. También saldrá algún demócrata
y liberal moderno a criticar la "corrección política" de Palinuro: si
de los 16 dirigentes que ayer ocuparon la tribuna solo tres fueron
mujeres será que estas no dan para más, será que entre ellas no hay el
suficiente talento para competir con los varones. ¿Alguien puede creer
que en el país no haya no una, sino millones de mujeres mucho más
inteligentes que Rajoy? Obviamente, no. Millones de mujeres, de hombres y
hasta algunos animales domésticos.
Ya
me parece oír los irritados murmullos de parte de la audiencia,
incluida la "progresista": ¿no tiene Palinuro nada más sustancioso que
decir del debate? No. Pero no porque no tenga otras observaciones, sino
porque esta en concreto, la discriminación de las mujeres, es la
cuestión más importante en nuestra sociedad. Es hora de tomar en serio
de una vez la perspectiva de género. Ya está bien de dárselas de
feministas y que, al final, el resultado sea siempre el mismo: dominio
de los machos, ninguneo de las mujeres. Las consecuencias, a la vista
están: tómese nota del tiempo que los oradores (por utilizar un término
que no les hace justicia) dedicaron a la violencia de género o la
problemática de desigualdad y discriminación de las mujeres. ¿Recuerdan
ustedes algo? ¿Alguna idea, alguna propuesta? Nada. Las habituales
mentiras del Sobresueldos sobre cuánto va a incrementar las partidas que
recortó y uno de esos rimbombantes pactos nacionales que no sirven
para nada. No hay mujeres. No se habla de las mujeres. Y todo sigue
igual.
II.- La noble costumbre de la lectura.
Todos los oradores subieron al estrado en primera intervención con su
discurso escrito. Y lo leyeron. No se trata de que los parlamentarios de
hoy alcancen alguna vez el nivel de los de antaño, de los Donoso
Cortés, Castelar o Azaña. La vida moderna no deja mucho tiempo para
cultivarse y dominar la retórica. Pero de ahí a ser incapaces de
construir un discurso sin leer, todo lo más con un guión o esquema,
media un abismo. Y muchos, además, ni siquiera saben leer, como el
presidente del gobierno. La excusa suele ser que, al tratarse de asuntos
graves, no quieren correr el riesgo de cometer errores o decir
inconveniencias, al estilo de la metedura de pata de Rajoy, quien solo
dijo algo en concreto y fue para reventar una fecha que se le había
confiado en secreto. Pero, en la época de internet, Google, el email y
las redes, los políticos podían difundir sus textos en la opinión con
anterioridad y nos ahorrarían esas penosas y aburridas audiciones de
lecturas insulsas. Por supuesto, todo el mundo coincide en que luego, en
los turnos de réplica y contrerréplicas el debate se hace más animado.
Obvio, porque es más vivo y realista, porque no se llevan las cosas
escritas, hay que improvisar y ahí es en donde puede medirse la
categoría intelectual de los intervinientes.
III.- Todo por la cultura
De la cultura -y casi siempre vinculada al prohibitivo IVA cultural-
debió de hablarse menos de cinco minutos en total. Es lógico para una
gente que no sabe hablar sin leer y no sabe leer si el texto se complica
un poco. Luego, si se les menciona, suelen todos afirmar que tienen la
cultura en altísima estima. Totalmente falso y si quieren una prueba,
pregunten a los políticos cuál fue el último libro que leyeron o la
última vez que fueron al cine, al teatro, a un concierto o una
exposición. Se pasan el día enganchados a los móviles o mirando la
televisión, sobre todo si salen ellos, pues algunos pasan más tiempo en
los platós que en sus despachos. Y no solamente no se habló de cultura
en sentido positivo. Tampoco se hizo en sentido negativo. ¿Alguno de los
intervinientes sacó el tema de las corridas de toros, patrimonio cultural
español, según los más reaccionarios de la derecha española? Ni uno. El
maltrato animal no es algo que importe gran cosa en este país de
maltratadores.
Ya
oigo preguntas impacientes: bueno, bueno, pero, según Palinuro, ¿quién
ganó el debate de ayer? Al parecer, lo único que interesa a los
auditorios y preocupa a los partidos, que dan órdenes a sus trolls en
las redes para que llenen los sondeos virtuales y su líder quede
ganador, aunque sea un zote y se comporte como tal. Para mí la palma
se la llevan ex-aequo Pedro Sánchez y Joan Tardá. Los dos
leyeron, ya sabemos pero, al menos, fueron claros, contundentes,
explícitos, llamaron a las cosas por su nombre y colocaron a la
perfección su mensaje. Y son los dos porque fueron dos discursos muy
distintos como corresponde al hecho de que se refieran a dos países
también distintos, España Y Cataluña. Dos países que, pudiendo tener una
forma de convivencia mutuamente fructífera a fuer de voluntaria
por ambas partes, se encuentran enfrentadas por la fabulosa
incompetencia de la oligarquía tradicional española, reaccionaria y
nacionalcatólica. En esto, lamentablemente, le echa una mano el
socialismo español, incapaz de remontarse a una concepción plurinacional
del Estado. Los dos fueron claros y rotundos. Sánchez se ganó los
laureles de líder de la oposición que los de Podemos tratan siempre de
sisarle sembrando dudas sobre su capacidad de liderazgo. Tardá dejó
claro (como también lo hizo Homs) que, con un referéndum en Cataluña,
en España ya habría gobierno.
El
resto de intervenciones tuvo un pasar, excepto la de Hernando, el
portavoz del PP. Es de creer que si la derecha ha puesto a este hombre
con ese estilo de macarra perdonavidas es porque le gusta provocar a la
gente normal. Alguien debería decirle que tiene un efecto absolutamente
contraproducente y que basta con oírle algo para decidirse por lo
contrario.
Y,
por supuesto, el inefable Rajoy. La opinión de Palinuro sobre el
discurso del Sobresueldos del martes está en el post subsiguiente,
titulado el discurso del desprecio.
El suplicio a que sometió ayer a la audiencia solo puede calificarse
echando mano de un adjetivo muy castizo, infrecuente hoy pero que
Unamuno usaba mucho: ramplón. Todo lo de Rajoy es ramplón, pequeño,
pazguato y miserable. Un edificio de embustes sin reparo alguno y sin
otro objetivo que seguir desgobernando el país para que su gente
continúe esquilmando el erario, abusando de los más débiles,
corrompiendo las instituciones y llenando las administraciones públicas
de deudos, familiares y enchufados porque creen que el Estado es su
cortijo.
Veremos
lo que sucede el próximo viernes, segunda sesión. Si no se produce
ningún fenómeno extraordinario, tipo "tamayazo", Rajoy recibirá su
segundo "no" y tendrá que marcharse, por fin, con el rabo entre piernas.
Tendrá que devolver a Felipe VI la iniciativa del sondeo en busca de
otro candidato porque esa nebulosa amenaza de que él seguirá
intentándolo después del segundo fracaso es una especie de golpe de
Estado... ramplón porque, es de suponer, se autonombraría candidato.
¿Podría
haber un gobierno de izquierdas? Podría, desde luego, y Palinuro
siempre lo propugnó: era el del PSOE-Podemos-indepes catalanes. Pero la
combinación es muy difícil porque a) el PSOE no admite el referéndum
catalán; b) Podemos no es de fiar. En cuanto al referéndum, es asombroso
que un partido democrático no admita el ejecicio del derecho de
autodeterminación, como ha sucedido en el Canadá y en Escocia. En
cuanto a la alianza con Podemos, su máximo dirigente carece de sentido
de la lealtad y suele acabar en felón. El PSOE no haría buen negocio
asociando al gobierno a una fuerza desleal que pretendería siempre
chantajear la acción colectiva con amenazas de ruptura. Si hubiera
suficientes garantías de que no se diera este comportamiento, cabría
explorar esa posibilidad sin olvidar que el fin último de un sector
importante de Unidos Podemos es el sorpasso por los medios que sea.
En
caso contrario, las terceras elecciones son la opción más rápida, clara
y directa. ¿No forzaron los de Podemos las elecciones del 26J hablando
de que querían "desempatar"? He aquí una nueva ocasión para el
"desempate". Claro que el resultado bien puede ser el hundimiento de los
dos partidos emergentes y la consolidación del aleve bipartidismo.
Con la posible aceleración del proceso independentista catalán.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED