MADRID.- El 'retrato robot' de la 'vuelta a la vida normal' de un paciente ingresado en unidades de cuidados intensivos (UCI) por Covid-19 sería el de "un enfermo que va a tener grandes problemas de movilidad en su día a día y que va a necesitar, probablemente, asistencia 24 horas al día; que, posiblemente, va a precisar durante un tiempo oxígeno crónico diario -lo que a su vez, va a limitar el tipo de actividad que puede realizar, ya que, probablemente, va a tener una fatiga persistente- y que, en muchos de los casos, se acompañará de una incapacidad cognitiva para poder hacer cosas rutinarias de las que disfrutaba antes".
Así resume a El Mundo Sara Alcántara, del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Puerta de Hierro-Majadahonda, en Madrid, las secuelas a las que se enfrentan a los días, incluso muchos meses después, los pacientes con Covid-19 que han sido ingresados en la UCI para poder combatir al virus que les llevó hasta ellas.
Alcántara, como todos los profesionales de la sanidad española, ha vivido en primera persona el embate y los estragos que el SARS-CoV- 2 ha ocasionado en miles de personas y las posteriores dobles secuelas -las del Covid-19 y las de la UCI- que han padecido y seguirán padeciendo durante mucho tiempo.
La estancia media de los pacientes afectados de Covid-19 en UCI suele ser, "si van bien", dice Alcántara, de en torno a los 24-30 días. Pero esta ventana puede alargarse meses, llegando a los 328 días de Sergio Casinelli, pero incluso alargarse al año.
Lo que está fuera de toda duda es que el esfuerzo multidisciplinar, en el que trabajan intensivistas, anestesistas, neumólogos, fisioterapeutas, enfermeras... es vital para la recuperación de los pacientes. "Sin ese trabajo en equipo de distintos profesionales no habría sido posible conseguir que Sergio y otras personas salieran de la UCI".
La intensivista aúna en tres bloques las secuelas post-UCI que presentan estos pacientes: de tipo respiratorio, polineuropatías relacionadas con la inmovilidad y las alteraciones cognitivas y de dolor.
Las secuelas respiratorias se derivan del hecho de que muchos de los enfermos que han necesitado respirador durante mucho tiempo presentan procesos como parálisis diafragmática o problemas de intercambio gaseoso, entre otros, que requieren ventilación mecánica no invasiva durante mucho tiempo.
"Después del alta en UCI, algunos de ellos precisan apoyo respiratorio en planta, lo que en muchas ocasiones prolonga el alta hospitalaria. Pero, además, muchos pacientes necesitarán algún tipo de soporte, como oxígeno crónico domiciliario e incluso respiradores, al volver a casa", explica Alcántara.
Las polineuropatías, originadas por la inmovilización en UCI, originan cuadros de pérdida de fuerza y debilidad muscular generalizada que "vuelve a los afectados tremendamente dependientes. En muchas ocasiones, no pueden caminar, por lo que necesitan mucha terapia rehabilitadora para poder volver a tener una cierta independencia en su vida diaria y llevar a cabo transferencias tan sencillas como ir de la cama a una silla o ir solo al aseo, por ejemplo".
Así, tanto para las secuelas respiratorias como las físicas, entran en escena rehabilitadores y fisioterapeutas que llevan a cabo fisioterapia respiratoria y de movilidad de miembros, "ya en la UCI. Después continúa en planta y, en muchas ocasiones, debe prolongarse en el domicilio".
Una gran mayoría de enfermos que ha pasado por UCI tienen problemas relacionados con el dolor y de deterioro cognitivo. De hecho, este es uno de los aspectos que más interesa a los profesionales -actualmente está siendo debatido y revisado-, y que se conoce como síndrome post-UCI.
"Muchos de los enfermos quedan con secuelas cognitivas graves; algunos no pueden retomar su vida laboral porque se sienten completamente incapaces de realizar actividades que antes les resultaban sencillas. '¿Cómo hacía yo antes esto y ahora no sé hacerlo?' 'No puedo leer, no me concentro', son algunas de las frases más repetidas. Tratar este aspecto es de suma importancia para que acaben incorporándose a su vida normal", considera Alcántara.
Los intensivistas conocen de sobra que para evitar o minimizar la aparición de problemas cognitivos tras la estancia en UCI "es muy importante determinar qué tipo de sedación usar, identificar rápidamente el 'delirium' -cuando aparece en la UCI- e instalar un tratamiento".
Además de las medidas clínicas, existe un factor humano, determinante para evitar este deterioro: la presencia de la familia. "Para nosotros, es fundamental que estos enfermos estén la mayor parte del tiempo posible acompañados de caras conocidas, de personas que les estimulen. Es absolutamente importante para evitar que aparezca el deterioro cognitivo. Porque, una vez que se instala, hay que recurrir a la labor de fisioterapeutas, rehabilitadores, psiquiatras, neurólogos: un abordaje multidisciplinar de profesionales para estimular esos cerebros", sostiene Alcántara.
A este complicado panorama, se suma además otra realidad muy frecuente y que complica el tratamiento global: que los afectados por Covid-19 que requieren cuidados intensivos arrastren, además, alteraciones o enfermedades previas.
"Estos problemas pueden ser o no reversibles, dependiendo la gravedad del cuadro previo: algunos progresan durante la estancia en UCI y otros pueden regresar a su estado basal", explica Alcántara.
A pesar de los esfuerzos que realizan los equipos multidisciplinares hospitalarios, aún no se ha podido concretar cuál es la ventana de tiempo que indicaría que una persona ingresada en UCI empieza a desarrollar secuelas.
"No hay un umbral establecido, depende del enfermo. Hay algunos que están 10 días y salen con deterioro cognitivo y con problemas horrorosos de delirio y pesadillas. Sin embargo, hay otros que están 40 días ingresados y salen relativamente bien. Depende mucho de la causa que les haya traído a la UCI".
Las infecciones normalmente se 'ceban' mucho con los enfermos. Los enfermos que ingresan por una infección, independientemente de cuál sea la etiología, son más propensos a tener alteraciones respiratorias, de movilidad y de cognición. Y, por supuesto, los enfermos neurológicos -ictus, hemorragia cerebral- son más propensos a presentar problemas, al igual que los ancianos frágiles con problemas cognitivos previos".
En esta época de pandemia, los pacientes que ingresan en UCI pueden conjugar las secuelas que origina la estancia en UCI y las derivadas de la enfermedad vírica. "Si en los enfermos afectados de Covid-19 que cuentan que después tienen mialgias, fatiga... le sumas que ha necesitado ingreso en UCI, es evidente que es un enfermo en el que se van a agravar estas secuelas. Al final, necesita rehabilitación y ayudas prolongadas una vez que sale del hospital".
En este sentido, Alcántara subraya que ya hay muchos centros hospitalarios -en Madrid el de La Paz es pionero- que están apostando por lo que se denominan consultas Post-UCI, en las que médicos intensivistas ven a sus enfermos al alta de la UCI y realizan una valoración global de los problemas o secuelas que les han quedado para intentar redirigirlos.
"Los compañeros de La Paz son pioneros y referencia en esta consulta de síndrome post-UCI en la que se abre un campo muy interesante de estudio y abordaje. Las secuelas de nuestros enfermos suelen ser tan graves que muchos autores mundiales están hablando del post-UCI".
Los enfermos que han requerido ingreso en UCI por Covid-19 tienen por delante muchos meses de trabajo para poder recuperarse. Pero no todo puede restringirse al ámbito hospitalario. Es necesario fomentar las ayudas a domicilio y las asistencias posteriores en centros para minimizar o erradicar las secuelas.
"Si la recuperación no continúa, todo el esfuerzo que se ha hecho en la asistencia aguda puede no servir de mucho", señala Alcántara, quien sostiene que la solución pasaría por potenciar la atención de los enfermos en centros de crónicos. "En España, la asistencia a la enfermedad aguda es fantástica, pero se olvida la atención al enfermo crónico cuando sale del hospital".