Todas
las tradiciones espirituales de la humanidad han respetado y venerado
a los ermitaños, e incluso se ha considerado beneficioso para la
comunidad el que haya personas dedicadas a buscarse a sí mismas y a
rezar por el bien del mundo.
La receta universal de todas las tradiciones es soledad, oración,
ayuno, silencio y meditación. Los
hindúes llaman ‘Mouna’
a este proceso. Su significado es
“silencio interior”,
y hace
referencia a un
estado de comprensión profunda en la que el sujeto alcanza
un conocimiento del sí mismo,
oculto tras capas de condicionamientos, fantasías, miedos, deseos y
creencias de todo tipo. Yo no recomiendo a nadie
disciplinas extremas hoy en día, sino desconexión y
descanso del bullicio social y digital.
Sin embargo, actualmente se han invertido los valores,
y se mira con sospecha y desconfianza a la persona que vive en
soledad, como si fuera un maleante o incluso un terrorista como el
famoso ‘unabomber’. Tanto es así que palabra ermitaño se usa en
sentido peyorativo, como sinónimo de antisocial, solitario,
misántropo o loco, entre otros
muchos calificativos negativos, e incluso se le diagnostica alguna
enfermedad mental, porque no se le considera una persona
‘normal’. Ignoran que distanciarse de una sociedad enferma
supone recuperar la salud.
Todo esto se debe a que mucha gente han perdido la
capacidad de ser feliz consigo misma y disfrutar de
la música del silencio, o de la sinfonía de los sonidos de la
naturaleza. No soportan la soledad y quieren que todo el mundo
sea igual que ellos. Por el contrario, una persona en soledad puede
entrar en contacto con su propio Ser para alcanzar la iluminación,
que es el ideal supremo de toda realización humana.
DESCONEXIÓN TELEFÓNICA
En el mundo postmoderno se verifica
una variante. En este caso, no se produce una fuga geográfica
del mundo, sino un aislamiento respecto del estilo o de la forma
de vida que el mundo presenta. Se trata de un eremitismo en medio
del mundo, impregnado por rasgos de soledad, oración y trabajo. Es
un vivir en el mundo sin ser del mundo ni dejarse contaminar
por la sociedad.
También se reivindica actualmente el derecho a la desconexión
telefónica, fuera del horario de trabajo, con el fin de reducir el
estrés. Se trata de un paso más hacia una declaración de
independencia tecnológica, ya impulsada mediante la promulgación
del derecho al olvido en Internet.
Pero al mismo tiempo, y sin que nos demos cuenta, las redes sociales
extienden silenciosamente una cadena que se infiltra bajo nuestra
piel: imponen la obligación de estar permanentemente ahí,
conectados, disponibles. Es lo que varios filósofos y sociólogos
llaman “la coacción de la comunicación.”
El ‘smartphone’ no sólo se convierte en un eficaz aparato de
vigilancia, sino también en un confesionario móvil. Facebook es
nuestra iglesia mundial. La ‘hipercomunicación’ digital
destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser
ella misma.
Como recordaba Umberto Eco en uno de sus ensayos, vivimos en una
época en la que el bien principal es la visibilidad: “Porque
el ser humano necesita la mirada del otro para saber quién es, y
cuanto más le ama y le admira el otro, más se reconoce.”
PRISIÓN DIGITAL
La desconexión así se ve más como un error del sistema, como algo
negativo, como un problema. El estar conectado dejó
de ser una decisión personal para convertirse en un mandato producto
de una presión social. Y el que no cumple, se vuelve un
renegado, un marginado, alguien ‘peligroso’ porque no puede ser
rastreado, un ermitaño.
Este aprisionamiento produce miedo irracional a
olvidarse del móvil, aumento de
trastornos de adicción a Internet, síndrome de la vibración
fantasma, irritabilidad, alteraciones del sueño, obesidad,
narcisismo y exhibicionismo digital, y fatiga de la conexión.
En
nuestra sociedad no hay espacio para el aburrimiento, para la
contemplación. La tecnología es nuestra nueva droga y
estamos digitalmente borrachos y sin conciencia.
La presión cultural para chequear constantemente los mensajes y
mantenernos al día con las noticias a menudo nos abruma y frustra,
sin dejarnos tiempo para respirar.
Este malestar impulsa movimientos de dexintoxicación digital.
Desde 2.010, miles de personas en todo el mundo se comprometen con
el "Sabbath Manifesto" es decir, apagar el móvil y el
ordenador durante 24 horas, y conectarnos con nuestros seres
queridos, salir al aire libre y disfrutar del silencio, en sintonía
con el llamado Día de la Abstinencia Digital del “slow
movement” o movimiento lento. El derecho a la privacidad es el
derecho a estar solo, a no ser molestado.
SOCIEDAD ENFERMA
“No es saludable estar bien adaptado a una sociedad
profundamente enferma” dijo Jiddu Krishnamurti. El uso del
término “sociedad enferma” fue propuesto y utilizado por el
famoso psicólogo y psicoanalista de origen alemán Erick Fromm,
quien empleo dicho término en su libro “The Sane Society”
(titulado en español “Psicoanálisis
de la sociedad contemporánea”), publicado en el año
1.955, que sigue vigente hoy en día.
Por otro lado libro, del dominicano José Aníbal Cruz García
“Crisis y decadencia de una sociedad enferma” habla
de “una sociedad dada donde lo material se
convierte en una obsesión desmedida, donde el tener se
convierte en un pensamiento alienante, donde el tener vale
más que el ser, pensar que tanto tienes, tanto vales,
donde el egoísmo, la envidia, la discriminación y la
competencia hacia otros destruyen los sentimientos de
solidaridad humana.
- Una sociedad donde se rinde culto a la
belleza física, utilizando el alcohol y las drogas en forma excesiva
para manejar la ansiedad existencial creada por las demandas de
competencia y de consumo, en que la violencia, la delincuencia, las
drogas, el sicariato, el irrespeto y el desorden institucional
abarcan todos los renglones del estado.
- Una sociedad donde se violan las leyes,
donde el dinero y la corrupción se vuelven pasión
universal, abandonando los buenos modales, el cultivo de la
intelectualidad y el crecimiento espiritual.”
BUDISMO
La práctica del eremitismo también se encuentra presente en la
historia del hinduismo, el budismo, el sufismo y el taoísmo. Por
eso el budismo moderno le sigue dando mucho valor e importancia a
retirarse en soledad.
Uno de los fundamentos principales del budismo es tomar conciencia
del sufrimiento, hasta liberarse completamente de éste,
en la realización del nirvana. Para conseguir esta realización se
destacan prácticas como el desapego y la meditación.
En la práctica diaria, sin embargo, el budismo propugna el camino
del medio entre los extremos de la indulgencia sensual y la
automortificación.
TAROT
La figura del ermitaño en el Tarot es de un anciano andando, de
cabello blanco, que lleva un manto, una lámpara que ilumina los
pasos y un bastón de siete nudos para apoyarse, como el de Moisés.
El cabello blanco simboliza conocimiento y sabiduría, el
bastón indica alguien para mostrarnos el camino y los siete
nudos representan los siete días de la semana y de la creación, y
la lámpara representa el conocimiento y la
iluminación divina. Asimismo, en la figura no se observa los
pies, y representa poco movimiento de sitio, o que camina en un
plano espiritual y no terrenal.
La carta del ermitaño aconseja reflexionar antes de actuar.
La interpretación de esta carta es positiva cuando se trata de
estudio, de progreso intelectual o espiritual, de lo
contrario, no suele ser muy buena, ya que señala paciencia y
reflexión. Asimismo, indica soledad ante un problema o
circunstancia.
DEFINICIÓN CLÁSICA
Un ermitaño o eremita es una persona que elige profesar una vida
solitaria y ascética, sin contacto permanente con la sociedad. El
vocablo procede del latín eremīta, que a su vez deriva del griego
‘eremos’, que significa desierto. Es decir, que un eremita
es un ermitaño y un anacoreta es un fraile o monje,
porque ‘anacos’ significa monasterio en griego. Pero ambos
términos se confunden constantemente.
En la vida eremítica el asceta, el ermitaño busca la soledad para
la meditación, la contemplación y la oración, sin las
distracciones de contacto con la sociedad humana, el sexo, o la
necesidad de mantener otros modos de vida socialmente aceptables como
la alimentación o la vestimenta.
Un ermitaño es un asceta que vive en la denominada ‘eschatiá’
por los griegos, espacio no civilizado más allá de la ciudad, que
en el caso de Egipto, se identifica con el desierto, y en otros
espacios naturales como las montañas sirias o las del centro de
Italia. En sentido laxo, el término se extendió para significar a
todo aquel que vive en soledad, apartado de los
vínculos sociales.
En el cristianismo, la vida eremítica tiene por finalidad alcanzar
una relación con Dios que se considera más perfecta. La vida
del ermitaño está por lo general caracterizada por valores que
incluyen el ascetismo, la penitencia, el alejamiento del mundo
urbano y la ruptura con las preferencias de éste, el silencio, la
oración, el trabajo y, en ocasiones, la itinerancia.
LOS PADRES DEL DESIERTO
Con la denominación Padres del desierto, Padres del yermo o
Padres de la Tebaida se conoce, en el cristianismo, a los monjes,
ermitaños y anacoretas que en el siglo IV, tras la paz de
Constantino, abandonaron las ciudades del Imperio romano (y de
otras regiones vecinas) para ir a vivir en la soledad de los
desiertos de Siria y Egipto (famosa se hizo la Tebaida por
tal fenómeno). Sus equivalentes femeninas son las Madres del
desierto.
El primero, entre los más conocidos de tales eremitas, fue el
egipcio Pablo el Ermitaño, que fue conocido gracias a Antonio
Abad, también anacoreta. En Siria hubo otros, como Simeón el
Estilita, que vivía sobre una columna, del que hizo una película
Buñuel.
El ascetismo sirvió a los llamados padres del desierto para
alcanzar, según sus creencias, una unión más perfecta con su Dios,
alejándose de cualquier contacto con lo profano, por medio de una
vida de privaciones, penitencia y oración.
Al ser el testimonio de una especie
de fe cristiana radical,
tuvieron numerosos discípulos durante toda la edad
media,
y sus dichos o aforismos
de sabiduría fueron
recopilados y traducidos a numerosos idiomas, originando de este modo
un género literario.
Otra disciplina más extrema tuvo
lugar en la edad media
cuando existieron
hombres y mujeres llamados ‘inclusos’ o ‘reclusos’ que,
temporalmente o de por vida, se encerraban voluntariamente
en una celda que hacían tapiar.
Estas salas, carentes de puertas, poseían como único medio de
acceso una ventana pequeña por la que entraba algo de luz. A través
de esa apertura, la gente le hacía llegar alimento y bebida
utilizando una polea. Una
costumbre muy parecida tuvo lugar en el antiguo
Tíbet. Hoy se sabe
que el aislamiento sensorial provoca estados alterados de
conciencia.
EL EJEMPLO DE FOUCAULD
En el siglo XX Carlos de
Foucauld (1.858-1.916)
constituye un caso emblemático. Habiendo sido un militar de vida
disipada y un explorador de Marruecos, se convirtió al catolicismo y
vivió como monje trapense, primero en Francia y luego en Siria.
Más tarde abandonó la Trapa para
llevar una vida eremítica aún más exigente en el desierto del
Sahara argelino,
aunque su espiritualidad incluyó numerosos rasgos de caridad
hacia los más abandonados. Su
figura, simbolizada en la célebre Oración de
Abandono,
constituye una renovación del eremitismo
y de la llamada “espiritualidad del desierto” en pleno siglo XX.
Actualmente la Iglesia
Católica reconoce la vida eremítica,
en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo,
el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia,
dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo. En
España y en distintos países de la
América hispana existen hoy
ermitaños y ermitañas consagrados a
este ideal.
LAS TRES VÍAS: PURGATIVA, ILUMINATIVA Y UNITIVA
Vía purgativa.- La vía purgativa consiste en la purgación
de la memoria, entendida como potencia del alma, para limpiarla de
los apegos sensitivos que provienen del cuerpo. En palabras de San
Juan de la Cruz, es la vía de la penitencia en donde el alma se
libera de todos sus pecados.
Hay que perder el gusto por el apetito de las cosas. El
apetito, como tal, no tiene por qué ser malo, pero sí lo es el
apego o gusto que provoca en la memoria, porque le impide
orientarse plenamente hacia Dios. La privación corporal y la
oración son los principales medios purgativos.
Vía iluminativa.- La vía iluminativa comienza donde termina
la anterior. El alma ya está limpia, y en un gran desamparo y
angustia interior, sin el contacto de Dios. Es la noche oscura
del alma. El demonio tienta entonces, y el alma debe soportar
tentaciones de todo tipo, y seguir la luz de la fe confiando en
ella sin engañarse, mediante una continua introspección en busca de
Dios. También Buda sufrió fuertes tentaciones antes de
iluminarse.
Pero ha de ser humilde, ya que si Dios no quiere, es imposible la
unión mística, pues a Él corresponde la decisión. El alma
debe dar lo que san Juan de la Cruz llamó “un ciego y oscuro
salto” (de fe), del que sólo la puede salvar Dios mismo, si
quiere. Por lo tanto el asceta se convierte en un mendigo de la
gracia divina.
Vía unitiva.- La vía unitiva es el éxtasis místico:
Dios se une a su criatura y le revela un conocimiento y un placer
sin límites. Puede manifestarse con los llamados estigmas o
llagas sagradas, las heridas que sufrió Cristo en la cruz, con
fenómenos de levitación y bilocación (encontrarse en dos
lugares al mismo tiempo como la Madre Ágreda) o
con otros fenómenos místicos. Pero no se puede explicar con
palabras, porque se trata de una experiencia inefable.
Meditación original de Abandono, del Beato Carlos de Foucauld:
“Padre mío, me pongo en
vuestras manos; Padre mío, me confío a vos; Padre mío, me abandono
a vos; Padre mío, haced de mí lo que os plazca; sea lo que sea lo
que hagáis de mí, os lo agradezco; gracias por todo; estoy
dispuesto a todo; lo acepto todo; os doy gracias por todo, con tal
que vuestra voluntad se haga en mí, Dios mío; con tal que vuestra
voluntad se haga en todas vuestras criaturas, en todos vuestros
hijos, en todos aquellos a los que ama vuestro corazón, no deseo
nada más, Dios mío; pongo mi alma en vuestras manos; os la doy,
Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque os amo, y para mí
es una necesidad de amor el darme, ponerme en vuestras manos sin
medida; yo me pongo en vuestras manos con infinita confianza, porque
vos sois mi Padre.”
(*) Periodista