MADRID.- El diestro murciano Rafael Rubio "Rafaelillo" protagonizó los momentos más emocionantes del último festejo de la Feria de Otoño con dos toros nada fáciles, por eso, y pese a que no paseó trofeos, se marchaba de la plaza "muy satisfecho porque me he jugado la vida de verdad, y eso en Madrid se valora mucho".
"Ha sido una tarde muy importante porque la corrida ha sido muy difícil y creo que he estado a la altura", señaló "Rafaelillo" al finalizar de la corrida.
El torero del Barrio del Carmen pechó con los dos toros más exigentes y complicados de la corrida de Adolfo Martín, con los que lejos de amilanarse, se agigantó aún más.
"Mi primer toro parecía que estaba toreado, ha hecho cosas rarísimas. Luego la cogida tan fea de mi peón me ha dejado un poco tocado, pero he conseguido reponerme y me he ido directamente a los medios con la muleta. Creo que la gente ha valorado la actitud que he puesto, porque el toro era una 'prenda', señaló.
Con el cuarto, segundo de su lote, fue la espada la que le quitó una oreja más que segura después de cuajar una faena de mucho valor.
"Creo que he estado muy de verdad con él, jugándomela a cara o cruz en cada muletazo. La pena ha sido que en el momento clave se ha abierto el toro y se me ha ido la espada muy abajo, y lo he echado todo a perder", confesó "Rafaelillo".
Algo muy importante también ha sido "recuperar la sintonía con la plaza de Madrid", que tan crítica fue con él en la pasada feria de San Isidro, pero que hoy "se ha volcado de nuevo conmigo", finalizó.
La importante y valiente actuación de Rafael Rubio "Rafaelillo" en Madrid, a pesar de no pasear trofeos, es el titular de la jornada taurina de hoy. En otro orden, destaca también, en lo negativo, la cornada de pronóstico "menos grave" que sufrió el banderillero José Mora en Las Ventas, en la cuarta y última de feria. Lleno. Toros de Adolfo Martín, bien presentados aunque con desigualdades, y de juego también variado dentro de que ninguno dio facilidades. A pesar de que segundo y cuarto se prestaron más, uno por noble y otro por exigente, sin embargo, tampoco fueron toros completos, pues a uno le faltó empuje, y a otro más fijeza y prontitud. Los otros cuatro, con poco fondo y dificultades más o menos insalvables.
Rafael Rubio "Rafaelillo", ovación y gran ovación. Antonio Barrera, silencio en ambos. Serafín Marín, silencio en ambos.
Un valiente y muy sincero "Rafaelillo", con capacidad para resolver en las situaciones más comprometidas, que fueron la tónica de la tarde, y sin embargo, falló a espadas cuando estaba a punto de cortar la oreja de su segundo toro.
Toros de Adolfo Martín, bien presentados aunque con desigualdades, y de juego también variado dentro de que ninguno dio facilidades. A pesar de que segundo y cuarto se prestaron más, uno por noble y otro por exigente, sin embargo, tampoco fueron toros completos, pues a uno le faltó empuje, y a otro más fijeza y prontitud. Los otros cuatro, con poco fondo y dificultades más o menos insalvables.
Rafael Rubio "Rafaelillo": estocada tendida (ovación); y metisaca en "los blandos" (gran ovación).
Antonio Barrera: pinchazo y media (silencio); y dos pinchazos (silencio).
Serafín Marín: metisaca, estocada ligeramente desprendida y descabello (silencio); y estocada casi entera (silencio).
La tarde tuvo un protagonista claro, "Rafaelillo", por la forma de plantar cara a la complicada corrida de Adolfo Martín, y por la oportunidad del brindis que dedicó en su segundo toro a un grupo de jóvenes que en la Andanada del 5 reclamaban "la libertad de ir a los toros".
Fue tras el arrastre del tercero, y aprovechando un silencio. Apareció en las alturas una larga pancarta que rezaba así: "La juventud por la libertad de ir a los toros". Firmaba AJTE, siglas que corresponden a la "Asociación de la Juventud Taurina de España", representada en esta ocasión por más de medio centenar de chicos y chicas que saludaron con alborozo el grito de "libertad, libertad" de toda la plaza. La ovación fue clamorosa.
"Rafaelillo" se comprometió a continuación con el brindis por el valor y la emotividad de la faena. El toro, de impresionante trapío, lucía aparatosa cornamenta, lo que iba a hacer que se valorara aún más la actitud del torero.
Y así fue: desde el principio se fajó "Rafaelillo" con el capote, toreando a la verónica muy despacio y limpio, mecido y ajustado, y ganando terreno. La plaza se venía abajo en el primer remate de la media, aunque en una larga posterior pisó el toro el percal y hubo desarme.
Tras el brindis a los jóvenes, en el tanteo surgieron las primeras dificultades, ya que el toro se ponía por delante. Fue cuando "Rafaelillo" se armó de coraje para ponerse en el sitio, cruzadísimo, y con un aguante fuera de lo común. Esperar (al toro) y tirar (del toro) fue la fórmula, lo que en el argot se denomina "tragando" lo que no hay en los escritos.
Al toro, que se lo pensaba mucho en el primer cite, no le quedó más opción que seguir los vuelos de la muleta, y tras la primera arrancada, tres y cuatro más seguidas. La emoción fue indescriptible.
El pequeño (de estatura) "Rafaelillo", esta vez se hizo el más crecido y grande de los toreros, el más capaz y desde luego el más valiente, ya que gracias a esa actitud y aptitud se pudo obrar el milagro del toreo que parecía impensable con un animal así.
Fueron dos series por la derecha, de cinco y de cuatro, respectivamente, con los correspondientes abrochados de pecho. Hubo también un par de tandas al natural con tanta verdad, y aunque en algunos devaneos e indefiniciones del toro pudo bajar el ritmo de la faena, no obstante, la intensidad de la misma fue total.
Maldita espada, por irse inopinadamente al sótano cuando esperaba la gloria de un triunfo grande por tanto valor y capacidad. "Rafaelillo" saludó una ovación de auténtico clamor, y tan enfadado se sentía consigo mismo que renunció a dar la vuelta al ruedo.
Muy dispuesto había estado también "Rafaelillo" en el complicado primero, el toro que metió "en el hule" al banderillero Mora y que no dejó de hacer extraños, sin obedecer los engaños.
Barrera, destacado también en la tarde por su temple y buen gusto, por la buena compostura de su toreo con el primero de su lote, pegó muletazos de mucha categoría que fueron valorados los suficiente. Le faltó "chispa" al toro, e incomprensiblemente ésa factura se la pasó el tendido al torero con el eco de la frialdad. Barrera, hay que hacer hincapié, había estado muy por encima de las circunstancias, en este caso, del toro en cuestión.
El quinto fue imposible y aquí Barrera anduvo muy dispuesto, y sobrado de valor. Claro que cuando "no-pué-sé", como fue el caso, no hace falta dar más explicaciones.
A Marín le pasó otro tanto con el lote en conjunto más deslucido. Tuvo un primer toro pegajoso y sin empuje, y el último no terminaba de pasar, ambos muy incómodos.
En la enfermería fue operado el banderillero José Mora de una cornada "en el tercio medio de la cara interna del muslo derecho con trayectoria de 15 centímetros hacia adentro, que causa destrozos en los músculos aductores. Contusiones y erosiones múltiples. Pronóstico menos grave". Fue trasladado a la Clínica La Fraternidad.
La plaza se llenó "hasta la bandera" en una tarde espléndida.
Un valiente y muy sincero "Rafaelillo", con capacidad para resolver en las situaciones más comprometidas, que fueron la tónica de la tarde, y sin embargo, falló a espadas cuando estaba a punto de cortar la oreja de su segundo toro.
Toros de Adolfo Martín, bien presentados aunque con desigualdades, y de juego también variado dentro de que ninguno dio facilidades. A pesar de que segundo y cuarto se prestaron más, uno por noble y otro por exigente, sin embargo, tampoco fueron toros completos, pues a uno le faltó empuje, y a otro más fijeza y prontitud. Los otros cuatro, con poco fondo y dificultades más o menos insalvables.
Rafael Rubio "Rafaelillo": estocada tendida (ovación); y metisaca en "los blandos" (gran ovación).
Antonio Barrera: pinchazo y media (silencio); y dos pinchazos (silencio).
Serafín Marín: metisaca, estocada ligeramente desprendida y descabello (silencio); y estocada casi entera (silencio).
La tarde tuvo un protagonista claro, "Rafaelillo", por la forma de plantar cara a la complicada corrida de Adolfo Martín, y por la oportunidad del brindis que dedicó en su segundo toro a un grupo de jóvenes que en la Andanada del 5 reclamaban "la libertad de ir a los toros".
Fue tras el arrastre del tercero, y aprovechando un silencio. Apareció en las alturas una larga pancarta que rezaba así: "La juventud por la libertad de ir a los toros". Firmaba AJTE, siglas que corresponden a la "Asociación de la Juventud Taurina de España", representada en esta ocasión por más de medio centenar de chicos y chicas que saludaron con alborozo el grito de "libertad, libertad" de toda la plaza. La ovación fue clamorosa.
"Rafaelillo" se comprometió a continuación con el brindis por el valor y la emotividad de la faena. El toro, de impresionante trapío, lucía aparatosa cornamenta, lo que iba a hacer que se valorara aún más la actitud del torero.
Y así fue: desde el principio se fajó "Rafaelillo" con el capote, toreando a la verónica muy despacio y limpio, mecido y ajustado, y ganando terreno. La plaza se venía abajo en el primer remate de la media, aunque en una larga posterior pisó el toro el percal y hubo desarme.
Tras el brindis a los jóvenes, en el tanteo surgieron las primeras dificultades, ya que el toro se ponía por delante. Fue cuando "Rafaelillo" se armó de coraje para ponerse en el sitio, cruzadísimo, y con un aguante fuera de lo común. Esperar (al toro) y tirar (del toro) fue la fórmula, lo que en el argot se denomina "tragando" lo que no hay en los escritos.
Al toro, que se lo pensaba mucho en el primer cite, no le quedó más opción que seguir los vuelos de la muleta, y tras la primera arrancada, tres y cuatro más seguidas. La emoción fue indescriptible.
El pequeño (de estatura) "Rafaelillo", esta vez se hizo el más crecido y grande de los toreros, el más capaz y desde luego el más valiente, ya que gracias a esa actitud y aptitud se pudo obrar el milagro del toreo que parecía impensable con un animal así.
Fueron dos series por la derecha, de cinco y de cuatro, respectivamente, con los correspondientes abrochados de pecho. Hubo también un par de tandas al natural con tanta verdad, y aunque en algunos devaneos e indefiniciones del toro pudo bajar el ritmo de la faena, no obstante, la intensidad de la misma fue total.
Maldita espada, por irse inopinadamente al sótano cuando esperaba la gloria de un triunfo grande por tanto valor y capacidad. "Rafaelillo" saludó una ovación de auténtico clamor, y tan enfadado se sentía consigo mismo que renunció a dar la vuelta al ruedo.
Muy dispuesto había estado también "Rafaelillo" en el complicado primero, el toro que metió "en el hule" al banderillero Mora y que no dejó de hacer extraños, sin obedecer los engaños.
Barrera, destacado también en la tarde por su temple y buen gusto, por la buena compostura de su toreo con el primero de su lote, pegó muletazos de mucha categoría que fueron valorados los suficiente. Le faltó "chispa" al toro, e incomprensiblemente ésa factura se la pasó el tendido al torero con el eco de la frialdad. Barrera, hay que hacer hincapié, había estado muy por encima de las circunstancias, en este caso, del toro en cuestión.
El quinto fue imposible y aquí Barrera anduvo muy dispuesto, y sobrado de valor. Claro que cuando "no-pué-sé", como fue el caso, no hace falta dar más explicaciones.
A Marín le pasó otro tanto con el lote en conjunto más deslucido. Tuvo un primer toro pegajoso y sin empuje, y el último no terminaba de pasar, ambos muy incómodos.
En la enfermería fue operado el banderillero José Mora de una cornada "en el tercio medio de la cara interna del muslo derecho con trayectoria de 15 centímetros hacia adentro, que causa destrozos en los músculos aductores. Contusiones y erosiones múltiples. Pronóstico menos grave". Fue trasladado a la Clínica La Fraternidad.
La plaza se llenó "hasta la bandera" en una tarde espléndida.