He dejado pasar unas horas tras la patochada de Urtasun con la intención
de ganar perspectiva. Sé que es un ventajismo, pero en cualquier caso
menor que el suyo que utiliza presupuesto, medios y tiempo público para
cuestiones tan particulares como sus gustos y sus intereses más
personales.
Cuarenta y ocho horas después me reafirmo en la valoración
inicial. Poca imaginación, pocos argumentos, pocas novedades
argumentales, pocos principios, mucho egoísmo, mucha jeta, mucha
necesidad, ese es Urtasun en su última, penúltima pirueta agarrado del
cargo.
No me ha inquietado mucho, lo esperaba, el señor ministro ya
había amagado y era la bala que se guardaba para su momento (las
elecciones en Cataluña, por ejemplo, o el desviar la atención de
cuestiones más relevantes, ocultar las responsabilidades, las de la
señora del presidente es una de ellas, que favor con favor se paga).
En
la realidad todo el daño que el tal Urtasun nos puede hacer (al mundo
del toro) si es que nos ha hecho daño ya lo ha hecho: abolir el premio
nacional de tauromaquia no es abolir la tauromaquia (ya quisiera él)
pero no tiene mayores competencias, le pasa como a la madre y médico con
la sanidad; así que la ocurrencia no tiene mayor valor que el simbólico
y el permitir verle sus vergüenzas democráticas por si alguien tenía
dudas.
No sé si el revuelo le servirá para sus propósitos, para lo que sí ha
servido, y es mucho, es para activar la unidad y el sentido de la
defensa de la gente del toro tan habitualmente remisa a defenderse, tan
poco dada al activismo y tan individualista a la que se ha sumado un
amplio sector de la sociedad asombrada ante tamaña desfachatez,
perpetrada bajo el argumento de que los amantes del toreo somos minoría
(sin reparar que con ese argumento su partido no existiría) y la
manoseada, simplista y poco demostrada idea de la tortura animal, no me
resisto a la broma ¡tortura es usted! sin pensar ni razonar que para
hablar de tortura debe existir voluntad de torturar y/o exámenes
científicos que confirmen sufrimiento; y si digo gente del toro es
porque me resisto a llamarle sector taurino, me suena un tanto
economicista.
Al igual que el usar como argumento las apabullantes
cifras del impacto económico del toreo en las que van incluidos el
número de asistentes a las plazas de toros, por cierto muchos más que
votos tuvo el partido del señor Urtasun y no por eso se pide que les
prohíban, aunque motivos habría, me resisto porque teniendo gran peso
argumental, a las cifras me refiero, incluidas su aportación al
ecologismo más sano, el toreo es mucho más.
Es un sentimiento, un lazo
con nuestros mayores, un ejemplo de convergencia social (en la plaza convivimos
todos, cada cual con sus ideas de la vida y del toreo) es un éxito del
civismo (no se necesita control policial en sus acontecimientos, si
acaso para frenar los escrache de los urtasunitos), es crisol en el que
cada tarde se impone la razón a la fuerza, a riesgo de que surja la
tragedia y se pague con la vida, es el lugar donde la verdad se impone
al chalaneo, la franqueza a la mentira, el ágora abierta (aquí todos
pueden opinar) frente al pensamiento único, por eso fueron dioses
diestros tan dispares como José y Juan, Ordóñez y Benítez, Ponce y
Tomás, bipartidismos que nos remontan a la mejor época del mapa político
español. ¡Qué tiempos! Los que Urtasun y cía se pasan por el arco
triunfal o no tan triunfal de sus espurios intereses.
En algún momento pensé que no valía la pena contestarle, que era darle
pábulo y regalarle protagonismo, facilitar su minuto de gloria, porque
cuándo sino tuvo tantos titulares (¿Cuándo intenta desbaratar El Prado?)
pero acabó pegándose un tiro en el pie.
Y antes de rematar estas
cuartillas (qué antiguo, entiéndase pues como archivo de Word) toca
recordar que el dichoso premio abolido y ahora multiplicado por toda la
piel de toro, lo creó el ínclito Zapatero siendo presidente del
gobierno; que ministro de Cultura antes que él y apasionado aficionado
fue el comunista Jorge Semprúm, seguramente con un crédito cultural
mayor que el suyo, seguramente; que embajador en cuanto agasajaba a los
toreros apenas llegaban a Méjico en tiempos del franquismo, fue el
socialista Indalecio Prieto; que artista referente del toreo fue el
comunista Picasso; que la primera vez que Carrillo volvió a España
acudió a una plaza de toros protegido por su peluca; que Tierno fue un
firme promotor del toreo desde su alcaldía… pero el evolucionado es él.
Y
ahora, si me permiten el desahogo y sin ánimo de ofender, como dicen en
mi tierra ¡es vosté un besil! así, con la e muy abierta. Y gracias por
su ocurrencia, ha conseguido reactivar el toreo.
(*) Periodista y director de la revista taurina 'Aplausos'
https://www.aplausos.es/las-verguenzas-democraticas-de-urtasun-y-su-favor-al-toreo/