Como ‘polka al galope’ de Johan Strauss así se pensaban desarrollar
los debates de la investidura de Pedro Sánchez a partir de este sábado
en el Congreso de los Diputados cuando, de pronto, la Junta Electoral
Central decidió inhabilitar y cesar a Quim Torra como presidente de la
Generalitat, y el delicado castillo de naipes de Sánchez se volvió a
tambalear.
Y además la misma Junta Electoral Central -integrada por 8
magistrados del Tribunal Supremo y catedráticos de prestigio- ha
decidido que Junqueras no puede asumir la condición de eurodiputado al
estar inhabilitado y también condenado por el Tribunal Supremo.
Y veremos si ello hace cambiar de opinión a ERC, presionados por
JxCAT y Puigdemont que no dudarán en llamar traidores a Junqueras y ERC
si se mantienen en el apoyo de la investidura de Sánchez en pleno
terremoto del mapa catalán.
Y eso que para hoy estaba previsto el inicio de la investidura que el
lunes 7, en segunda votación, el candidato propuesto por el Rey Felipe
VI, Pedro Sánchez, esperaba lograr y ser nombrado presidente del
Gobierno. Para que, partir del martes 8, poder formar su anunciado e
histórico Gobierno de coalición del PSOE con Unidas Podemos y con Pablo
Iglesias en el cargo vicepresidente.
Lo que ‘de facto’ se convertiría en el final de la Transición y el
comienzo de un nuevo Régimen político en España. En el que queda por
articular la que será nueva configuración territorial del Estado donde
el poder y la influencia del soberanismo catalán y vasco serán
determinantes y van a amenazar la unidad de España y la acción del nuevo
Gobierno.
Pero, cuando nadie lo esperaba y en respuesta a los recursos de PP,
Vox y Cs la Junta Electoral inhabilitó al diputado catalán Torra y en
consecuencia lo cesó de la Presidencia de la Generalitat, para la que
hay que ser diputado catalán. Y ahora veremos qué pasa en la investidura
y si Oriol Junqueras le mantiene el pulso a Puigdemont y sigue apoyando
la investidura de Sánchez o si todo se derrumba de golpe y sopetón.
La presidenta del Congreso Meritxell Batet, siguiendo las
instrucciones de La Moncloa, había planificado una sesión maratoniana de
investidura en la que probablemente el candidato Sánchez evitaría el
cuerpo a cuerpo con los líderes de la Oposición contraria a la
investidura.
En línea con la decisión de Sánchez de evitar su comparecencia ante
los medios de comunicación a propósito del contenido del acuerdo firmado
entre PSOE y ERC para que el partido de Junqueras se abstenga (al igual
que Bildu), en la segunda votación del lunes, y Sánchez pueda ser
investido con los votos favorables del PSOE, Podemos, PNV y las minorías
de BNG, CP, MP, NC y Teruel.
Salvo que la crisis de Torra o alguna deserción de una última hora
ponga en riesgo la votación final, de ahí las prisas que tenía Sánchez
por celebrar la investidura al galope – donde probablemente pensaba
responder en bloque a todos los grupos-. Para evitar el impacto del
debate en la opinión pública y el interior del PSOE donde se ha
decretado la ‘Ley del Silencio’.
Todo ello a pesar de la gravedad del pacto de Sánchez con Junqueras,
que incluye acuerdos de clara inconstitucionalidad como: la Mesa de
Gobiernos, de igual a igual; la exclusiva ‘consulta’ catalana -al margen
de la soberanía nacional-; y la superación de la judicialización de la
política en Cataluña.
Otra renuncia del Estado ante el soberanismo catalán tras la que se
esconde la próxima concesión por parte de Sánchez de los indultos a los
golpistas que fueron condenados en el Tribunal Supremo, para que
Junqueras pueda ser candidato de ERC a la Generalitat en los comicios
autonómicos que se pueden celebrar en Cataluña esta primavera, o antes
por la caída de Torra.
Y a no perder de vista las concesiones de Sánchez al PNV al que
permite entrometerse en Navarra y expulsar a la Guardia Civil de Tráfico
de dicha Comunidad Foral, así como el control de la política fiscal
nacional y con la promesa de Sánchez de un nuevo Estatuto soberanista
vasco.
Este era el plan salvo incidente de última hora y así se cumplirá
mientras el Rey Felipe VI en su discurso de la Pascua Militar del
domingo día 6 pasará de puntillas -como en su mensaje de Navidad- sobre
las incandescentes ascuas del cambio de Régimen y la más que dudosa
constitucionalidad del pacto del PSOE con ERC.
El que sin lugar a dudas supera el acuerdo entre partidos porque en
él está inmerso Pedro Sánchez, el Presidente en funciones del Gobierno
de España, y el nuevo Gobierno de coalición de Sánchez que a partir del
27 de enero se comprometió a poner en marcha la Mesa de Gobiernos entre
el Ejecutivo de España y el de la Generalitat, reconociendo la
‘bilateralidad’, lo que es tanto como reconocer que a Cataluña no la
representa el Gobierno de España.
Al fondo de todo ello solo queda la delgada línea roja del Tribunal
Supremo y del Tribunal Constitucional que podrían y deberían,
respectivamente, vetar los indultos con los que sueña Junqueras, y
anular la Mesa de Gobiernos, sus posibles acuerdos y la ‘consulta
catalana’ que está al margen y burla la soberanía nacional.
Y la
delgada, también, línea roja de la Junta Electoral que, de momento, ha
expulsado a Torra, el muñeco diabólico de Puigdemont de la presidencia
de la Generalitat.
(*) Periodista
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