Hoy el Congreso de los Diputados puso punto final a la investidura de
Mariano Rajoy con un fracaso anunciado de 180 votos en contra y 170 a
favor. Si en los próximos 54 días ningún candidato consigue la confianza
de la Cámara entraremos en el tiempo de descuento oficial para la
celebración de terceras elecciones generales en un año.
Está claro que quien ha bloqueado la formación de un gobierno del PP
en minoría con 170 diputados (más de los reunidos en otras anteriores
legislaturas) ha sido Pedro Sánchez quien, con un discurso destructivo y
ajeno la nueva realidad política, económica y social del país, cerró
las puertas a cualquier posibilidad de pacto con el PP y además no
ofreció alternativa alguna para salir el bloqueo institucional español.
Luego Sánchez quiere unas terceras elecciones porque piensa que de
esa manera él no tendrá que convocar el Congreso del PSOE y correr el
riesgo de perder la secretaría general. Al tiempo que considera que en
esa ocasión él logrará mejorar sus resultados en menoscabo de Pablo
Iglesias aunque las elecciones las seguirá ganando Rajoy y el problema
de gobernabilidad seguirá siendo el mismo.
Naturalmente esto es así porque no solo Sánchez, sino el conjunto de
los dirigentes políticos nacionales y regionales del PSOE así lo
quieren, de lo contrario ya se habría abierto un debate en el seno del
Partido Socialista para buscar una solución al boqueo de España que no
sea el consabido ‘no es no’.
Pero a pesar de la gravedad de la situación nacional y de
llamamientos de políticos históricos del PSOE (González, Zapatero,
Rubalcaba, Bono, Solana y Almunia), así como de gobernantes y dirigentes
europeos y principales diarios internacionales como Financial Times y New York Times, en el PSOE no se mueve nada ni nadie.
Desde algunos círculos conservadores se les está pidiendo a todos
esos dirigentes socialistas, que serían favorables a que se le deje
gobernar a Rajoy con ayuda de la abstención de 11 diputados del PSOE,
mano dura en contra de Sánchez que ha quedado señalado como el promotor
unas terceras elecciones y el autor de una fractura nacional entre PSOE y
PP que tendrá graves consecuencias en el presente y el futuro del país,
por los riesgos que incluye aplazar la formación del Gobierno a la
próxima primavera.
Estamos asistiendo a una fractura nacional política e ideológica que
se basa en el reciente discurso de Sánchez de que en España solo puede
existir un gobierno de izquierdas o de derechas, lo que contradice del
actual espectro político de la Unión Europea donde ¡15 países! tienen
coaliciones de gobierno de izquierda y derecha.
De manera que el caso Sánchez se está convirtiendo en un problema que
afecta a la estabilidad política y a la convivencia nacional amén de a
la unidad de España por la gravedad del desafío catalán en curso y los
sorprendentes guiños que desde la actual Ejecutiva del PSOE (Iceta y
Batet) han hecho al derecho de autodeterminación o a favor de Otegui.
Lo que tiene mucho que ver con el mimetismo que se está produciendo
entre PSOE y Podemos. Una atracción fatal que le tiene obsesionado a
Sánchez desde que Iglesias le negó su abstención para permitirle que el
pasado día 4 de marzo fuera investido presidente del Gobierno.
De ahí que la cuestión de fondo del no de Sánchez y la ausencia de
una alternativa al plan de gobierno del PP tenga raíces que van más allá
de su animadversión de Sánchez por Rajoy o su ambición por permanecer
al frente del PSOE. El concepto trasnochado y peligroso que Sánchez
tiene de las ‘dos España’ y de la relación entre la izquierda y la
derecha está en la base del actual desencuentro y fractura nacional.
(*) Periodista
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