El dicho es famoso; la circunstancia,
muy conocida. Llegado a las Termópilas con su poderoso ejército, Jerjes
I, rey de reyes, exigió a los trescientos espartanos al mando de
Leónidas que se rindieran y entregaran las armas. Los griegos
contestaron en lacónico estilo, molon labe, "ven por ellas".
Desde entonces el molon labe ha
seguido oyéndose a lo largo de los siglos en todo tipo de conflictos,
cuando un bando conmina a otro a entregarse, a rendirse, deponer su
actitud, hacerse a un lado, dejar paso franco. La respuesta puede ser un
hermoso molon labe.
Viene
lo anterior a cuento de esa manía muy generalizada hoy de razonar en
los conflictos sociales en términos generacionales. La idea es
elemental: así como los días suceden a los días, las estaciones a las
estaciones, los años a los años, las generaciones deben suceder a las
generaciones, los seres humanos a los seres humanos, como las hojas de
los árboles, según Homero. ¿Por qué? Porque es ley de vida que lo nuevo
y, por tanto, pujante, sustituya a lo viejo y, por tanto, caduco. Así
progresa la especie, a veces a costa de los individuos.
Eso quizá valga para los días, las estaciones, los años o las hojas de los árboles, pero no para los seres humanos, que son libres y cuando son libres. Son ellos los que deciden autónomamente si se van o se quedan, si entregan o defienden la posición. Nadie puede decidir por ellos y menos, el adversario.
Eso quizá valga para los días, las estaciones, los años o las hojas de los árboles, pero no para los seres humanos, que son libres y cuando son libres. Son ellos los que deciden autónomamente si se van o se quedan, si entregan o defienden la posición. Nadie puede decidir por ellos y menos, el adversario.
Quienes,
en nombre de su generación, exigen a la anterior que se retire para
ocupar su sitio antes de que la real ley de vida se cumpla en su forma
verdadera como ley de muerte, están diciéndole, como los persas a los
espartanos, que entregue las armas.
Molon labe.
Es
legítimo que una generación aspire a desplazar a la precedente, pero
eso no hace menos legítima la resistencia de esta. Quienes sostienen que
la generación nueva, en la medida en que puedan identificarla, es mejor
por ser nueva, tienen que demostrarlo. Y en una sociedad conflictiva y
abierta solo hay un modo de conseguirlo: venciendo. Y solo hay un modo
de vencer: convenciendo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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