Las turbulencias financieras de estos días brindan una excelente oportunidad para poner de relieve la ligereza con que los analistas económicos suelen abordar cuestiones económicas que, bien vistas, podrían al menos haber originado algunas inquietudes e interrogantes respecto de la salud de la economía mundial. Los mismos analistas que desde los comienzos de la crisis comenzaron a destacar con preocupación la falta de liquidez en los mercados bursátiles (es decir, es deseo de los tenedores de acciones y bonos de venderlos, y sacar el dinero del circuito bursátil), eran los que hasta una semana antes de las primeras caídas bursátiles, señalaban alegremente la situación contraria. Han pasado de diagnosticar abundancia a escasez de liquidez en los mercados, de un día para el otro y con la misma superficialidad y sin explicaciones muy convincentes ni de la liquidez previa, ni de la iliquidez actual.
Algo particularmente llamativo, desde la última recesión mundial -la del desinfle de la burbuja de las punto com- a esta parte, ha sido el gran crecimiento del capital abocado a las finanzas, en comparación con el capital dedicado a la producción de bienes y prestación de servicios. Esta “abundancia de liquidez”, según nos ilustraban los analistas haciendo gala de su capacidad de recaer en lugares comunes, se debía al “exceso de ahorro” de muchos países con superávit comercial, mayormente exportadores industriales a EE.UU. (China, Corea) o especializados en commodities agropecuarias o energéticas, que también vienen teniendo su boom de precios. Todas estas naciones venían acumulando excedentes, que además de engordar bajo la forma de reservas monetarias sus bancos centrales, venía alimentando la especulación con los distintos instrumentos financieros y la inversión inmobiliaria en los últimos años. Supuestamente, no debería haber preocupación por esta liquidez mundial que casi se triplicó entre el año 2000 y julio de 2007, siendo los flujos financieros varias veces superiores al monto de las transacciones de la economía real.
Capital Ficticio y Valorización
Lejos de estas afirmaciones simplistas, puede establecerse una correlación estrecha entre la abundancia de liquidez, y las turbulencias que hoy afectan las finanzas mundiales. En realidad ese “exceso de ahorro”, podríamos decir que es un “exceso de capital dinerario” en relación con las oportunidades de invertirlo productivamente de manera rentable, y que busca por lo tanto valorizarse escapando a las dificultades para participar de la extracción de plusvalía.
Esto tiene que ver con un problema general del capitalismo en su fase declinante: por un lado, las ganancias capitalistas se hayan determinadas por la ley del valor, es decir que el capital sólo puede acrecentarse mediante la apropiación de trabajo no pago que realizan los capitales abocados a la producción de bienes y prestación de servicios. El capital que permanece como capital financiero, no extrae plusvalía. La plusvalía, solamente surge del trabajo abocado a la producción de bienes o prestación de servicios socialmente necesarios. El capital financiero, que busca una ganancia sin meterse en la producción de nada, no aporta ni un ápice a la plusvalía generada por el conjunto de los capitales productivos, ese fondo común de plusvalía del cual surgen las ganancias de todos los capitalistas. Pero por otro lado, esta ley del valor, en esta etapa declinante del capitalismo, subsiste “bajo condiciones de crisis”, es decir que es “cada vez más difícil convertir en capital acrecentado nuevas masas de trabajo no pago”. La masa de plusvalor extraída a los obreros, es cada vez más irrelevante en relación con las otras fuerzas que se ponen en juego en la producción capitalista.
Por un lado, el desarrollo de nuevos instrumentos para la valorización financiera, tiene mucho que ver con esta crisis de la ley del valor, que ha hecho cada vez más patente que “el robo de tiempo de trabajo ajeno, sobre el que se funda la riqueza actual, aparece como una base miserable” para la valorización capitalista.De esta forma, el capital financiero, ese capital que se limita a circular, a prestarse, o participar del intercambio de bonos y acciones y que por lo tanto no genera plusvalía, sin embargo reclama -y obtiene- una ganancia. Y ésta, por supuesto, no puede tener otra fuente que la plusvalía generada por la explotación capitalista. Por lo menos debe basarse en los beneficios esperados, apoyados en la perspectiva futura de tasa de ganancia (cuya base el la apropiación de una cuota de la plusvalía generada por los capitalistas que invierten productivamente). Es decir que es posible, más aún con los nuevos mecanismos desarrollados en los últimos años, efectivizar hoy ganancias que se basan en la plusvalía que podría llegar a extraerse en el futuro.
Pero por otro lado, la plusvalía no ha dejado de ser la única fuente para el acrecentamiento del valor. Por eso los en algún momento debe probarse que los beneficios esperados, sobre los que se basa la valorización financiera, realmente pueden efectivizarse. Como afirma Michel Husson, “es posible enriquecerse en la Bolsa, pero sólo sobre la base de una punción operada sobre la plusvalía, de modo que el mecanismo establece unos límites, los de la explotación, y que el movimiento de valorización bursátil no puede autoalimentarse indefinidamente”. Y acá es donde el desarrollo de los mercados de derivados y hedge funds se muestran como problemáticos en los momentos de incertidumbre como el actual. Ya volveremos sobre esto.
Pero más allá de las condiciones generales de crisis de la ley del valor que permiten explicar la tendencia general a una mayor extensión del capital ficticio en relación al capital real, este proceso, como ya señalé, se ha potenciado en los últimos años. Es llamativo que haya sido prácticamente unánime tomar a la ligera esta masa creciente de capital líquido en búsqueda de ganancias fáciles mediante la especulación financiera. Por supuesto que a los análisis burgueses, para quienes no existe un sustrato último de extracción de plustrabajo en lo que hace a las ganancias, ni se les pasó por la cabeza este problema. Sencillamente se limitaron a señalar de dónde surgían estas masas de dinero, aceptando alegremente su existencia y sin preguntarse si no podría estar expresando alguna perspectiva sombría para el futuro. Ahora que ese futuro parece estar llegando, puede ser oportuno preguntarnos por los motivos de este mayor crecimiento de liquidez en los últimos años.
Inversión y rentabilidad en el ciclo de crecimiento actual
En una nota publicada en IECO del domingo 12 de Agosto, Joseph Stiglitz señala algo que es bastante elocuente para entender el significado de la situación actual. “Todo se remonta a la recesión del 2001. Con el apoyo de la Reserva Federal, Alan Greenspan, el presidente George Bush impulsó una rebaja de impuestos diseñada para beneficiar a los estadounidenses más ricos, no para sacar a la economía de la recesión post-burbuja de Internet. Cometido ese error, la Reserva no tenía muchas opciones si deseaba cumplir su mandato de conservar el crecimiento y el empleo: tenía que bajar las tasas de interés, cosa que hizo insólitamente hasta llegar al 1%” . Lo que sucede es que el crédito barato incentivado por esta política de tasas de interés bajas de la FED en tiempos de Alan Greenspan, no tuvo como consecuencia el endeudamiento para inversión en EE.UU.. “Funcionó, pero de un modo fundamentalmente distinto a como funciona normalmente la política monetaria. Por lo general, las tasas bajas hacen que las empresas pidan más préstamos para invertir, y el aumento del endeudamiento trae aparejados más activos productivos”. Lejos de esto, el crédito sirvió para alimentar una vorágine de endeudamiento para la especulación, que multiplicó la masa de capital líquido que circula en busca de ganancias rápidas, por la falta de oportunidades para obtener ganancias en la producción de bienes y provisión de servicios.
¿Por que no se dieron estas oportunidades? Lo que sucede, es que, gracias a la política de dinero barato de Greenspan, cuyo objetivo fue contener la crisis luego del estallido de la burbuja de las empresas de alta tecnología (especialmente las punto com) se evitó que hubiera una quiebra importante de empresas. Estuvieron los escándalos de ENRON y WorldCom, y desaparecieron un montón de empresas tecnológicas, especialmente las punto com, que nunca iban a ser rentables. Pero la sobreinversión, que llegaba a muchas otras ramas de la economía, no fue resuelta mediante quiebras importantes y una liquidación más masiva de capital constante.
¿Y que importancia tiene para las posibilidades de realizar inversiones rentables, el hecho de que se haya mantenido la situación de sobreinversión? Si hay sobreinversión, lo que sucede es hay superabundancia de capital constante, es decir de medios de producción (y también materias primas e insumos). Y esto tiende a bajar la tasa de general de ganancias. En la sociedad capitalista, el capital constante debe combinarse con el capital variable, el trabajo vivo de los obreros, para generar plusvalía. La plusvalía, como dijimos, sólo surge del valor generado por los obreros. Es la diferencia entre lo que el capitalista desembolsa como salarios, y el mayor valor generado por los obreros durante la jornada. La tasa general de ganancia, que mide la relación entre el plusvalor extraído y el conjunto del capital invertido por los capitalistas, está en relación inversa al monto del capital constante. Cuanto mayor sea la magnitud de valor del capital invertido en maquinarias e insumos en relación con la misma masa de capital variable (destinado al pago de salarios), menor será la proporción general entre capital variable y capital constante, y por ende será más baja la tasa general de ganancias. Veamos un ejemplo que nos permita comprender esto. Supongamos que el conjunto de los capitalistas pagan, contando a todos los trabajadores $ 1.000 millones en salarios. Supongamos que para hacerlos producir utiliza un capital en maquinarias e insumos de $9.000 millones. Como la tasa de plusvalor es del 100% obtienen una plusvalía de $1.000 millones. Como su capital total es de $10.000 millones, obtienen una ganancia promedio del 10%. Esa, será la tasa general de ganancias. Ahora, supongamos que para aumentar las fuerzas productivas, y así la tasa de plusvalor, invierten en más maquinarias. Supongamos que el capital constante, pasa a ser de 18.000 millones. Supongamos, que como consecuencia de eso, la tasa de plusvalía aumenta en un 50%, es decir, pasa de $1.000 millones a $1.500 millones para un capital destinado a salarios de %1.000 millones. Entonces, la tasa general de ganancias, cae de 10% a 7.6%. Este proceso, pero mucho más aceleradamente (y con resultados mucho más moderados en términos de aumento de la productividad y de la tasa de plusvalía) tiende a darse siempre en la economía capitalista, donde la anarquía de la producción tiende a generar permanentemente sobreinversión en distintas áreas, es decir, aumento de capital constante en relación con el variable.
En términos generales, podemos decir que las crisis capitalistas resuelven esta situación de sobreinversión, llevando a la quiebra a una multitud de empresas capitalistas, y haciendo que desaparezcan grandes masas de valor invertido en maquinarias e instalaciones, y que otras tantas se desvaloricen enormemente, Sin embargo, esta situación estructural de sobreinversión en que se encontraban las principales economías mundiales, especialmente -pero no sólo- la norteamericana, cuando comenzó la recesión de comienzos del milenio, no fue resuelta de este modo, como ya señalamos. Hubo una política de salvataje para que sólo quebraran las empresas más comprometidas. Por eso, no hubo nuevas oportunidades de obtener grandes ganancias, justamente, porque en la mayoría de las áreas -particularmente telecomunicaciones por ejemplo- no había habido saneamiento. El costo de esta política, ha sido poner un techo a las posibilidades que tiene la burguesía para valorizar su capital mediante un proceso que implique la extracción de plusvalía. Eso explica que la inversión haya sido tan baja en los últimos años, especialmente en EE.UU., Japón y Alemania. “La baja de las tasas de interés no estimuló mucho la inversión”. La única excepción ha sido China, que por los bajos costos de la fuerza de trabajo y los beneficios otorgados por la burocracia en materia impositiva, sigue siendo un imán para la inversión capitalista. Esto lo ha reconocido el propio Fondo Monetario Internacional, que en su pronóstico anual para 2007 planteaba “Es interesante señalar que el aumento reciente de la inversión está concentrada casi enteramente en China, donde las trasformaciones económicas han generado amplias oportunidades”.
Las bases del último ciclo de crecimiento
Pero en este marco, ¿cómo explicar el último ciclo de crecimiento que involucró a todo el mundo capitalista sin excepción? Por un lado, frente a la falta de alternativas, la masa de dinero que buscaba oportunidades de valorización, se volcó especialmente a la especulación inmobiliaria. Así, alimentó una burbuja que hizo subir por las nubes los precios de las propiedades (en EE.UU. y en todo el mundo) y recién comenzó a desinflarse a fines del año pasado. Volviendo a Stiglitz: “La economía creció, pero principalmente debido a que las familias estadounidenses se decidieron a endeudarse más para refinanciar sus hipotecas y gastar parte del excedente. Y, mientras los precios de las viviendas subieron como efecto de las menores tasas de interés, los estadounidenses pudieron no darse por enterados del creciente endeudamiento”. Pero incluso señala que “ni siquiera eso estimuló lo suficiente a la economía. Para que más gente pidiera préstamos, se ablandaron las condiciones de los créditos, lo que promovió el crecimiento de las hipotecas basura, las llamadas ‘subprime’.
La otra pata, es el gran desarrollo de distintos instrumentos financieros, que involucraron los créditos hipotecarios, pero también incluyeron la especulación con los precios de hidrocarburos y las commodities agrarias. Sobre esta base, se produjo un amplio desarrollo de mercados de derivados. Pero también se desarrollaron las estrategias de valorización de las acciones empresarias, a través de las fusiones y adquisiciones. Aprovechando el dinero barato, grandes empresas recurrían al crédito para la adquisición de otras firmas importantes. De esta forma, esperaban que el resultado, en términos de cotización accionaria, de la empresa fusionada, fuera mayor a la suma del valor accionario de las dos empresas por separado. Así, empresas que no tenían necesariamente gran rentabilidad, lograban incrementar el valor de sus acciones, y por ende beneficiar a sus accionistas.
De esta forma, el capital financiero, que como tal, no participa de la generación de plusvalía, puede sin embargo permitir la realización de ganancias, que son una promesa de plusvalía futura, en potencia. Este mecanismo llevado hasta límites insospechables previamente, permitió el crecimiento exponencial del capital ficticio, y permitió que la mayoría de las grandes corporaciones pudieran presentar buenos resultados de ganancias.
Fue la combinación entre la burbuja inmobiliaria y estos mecanismos financieros (que generaban un “efecto riqueza” que incentivaba un consumo de la clase media norteamericana más allá de sus posibilidades actuales), la base para el boom de consumo y el febril desarrollo de la construcción. Por otra parte, las grandes corporaciones, encontraron en China un paraíso de mano de obra barata, y en el cual el capital tenía todo un territorio virgen por colonizar. La inversión productiva se ha concentrado en esa región del planeta en magnitudes nunca vistas anteriormente, y con posibilidades de rentabilidad que no ofrecía ninguna otra en estos últimos años
De esta forma se pudo mantener un ciclo “virtuoso” a nivel mundial, donde EE.UU. era el gran consumidor de las exportaciones del resto del mundo, alimentando su déficit comercial, junto con su déficit fiscal.
Pero como ya señalamos, esto no puede durar indefinidamente. Este capital ficticio acrecentado, debe en algún acreditar que su mayor valor, acrecentado por la vía de la especulación, es una parte de la plusvalía extraída por el capital productivo. En los momentos de inquietud, los inversores bursátiles, que normalmente aceptan como buenas las afirmaciones más disparatadas sobre posibles rendimientos de títulos, exigen pruebas más fehacientes. Y como todo el capital, el financiero no puede reclamar más que una porción del valor generado diariamente por los obreros en sus jornadas. Una porción proporcional a su monto, dependiente de la tasa general de ganancias. La “exuberancia irracional”, como dijo alguna vez Greenspan, muestra entonces su carácter efímero, bajo la forma de abruptas caídas bursátiles y “corralitos” -como el que instrumentó el BNB Paribas, reconociendo que tres de sus fondos de inversión, no tienen ni remotamente el valor que afirmaban. Ahí, es cuando la superabundancia de liquidez se transforma en iliquidez. En algún momento, las turbulencias financieras de los últimos días iban a tener lugar, para sacudirse masas de valor acrecentado que sólo existían en las pizarras de las cotizaciones bursátiles.
Cambios en las perspectivas de la economía norteamericana
La economía norteamericana ya venía mostrando signos de agotamiento desde finales del años pasado. En 2006 se llegó a lo que algunos analistas señalaron como el momento pico del ciclo, con los mejores márgenes, desde el cual podía considerarse probable un estancamiento en el crecimiento del producto bruto norteamericano. Otros han hecho hincapié en el hecho de que desde el año pasado los costos laborales estuvieron aumentando más que la productividad, y reduciendo los márgenes empresarios. Las ganancias venían creciendo 20% al año, hasta finales de 2006, pero distintos analistas venían señalando su retraimiento. Algunos por ejemplo afirmaban que “tal crecimiento de las ganancias podría no ser sostenible, especialmente si los costos laborales siguen aumentando a cauda de las concesiones en convenios salariales o una desaceleración en el crecimiento de la productividad”.
Las predicciones de crecimiento, y de ganancias que se venían haciendo desde comienzos de este año, eran bastante moderadas, y estaba en discusión la posibilidad de recesión.
Es en este marco que se pinchó la burbuja inmobiliaria. El año pasado con las subas de interés de la FED impulsadas por el nuevo presidente de la misma, Ben Bernanke, se hicieron más costosos los créditos hipotecarios. Se detuvo la toma de nuevos créditos para comprar casas, y esto impactó sobre los precios de las propiedades, que comenzaron a caer. Para muchos, se hizo entonces más caro seguir pagando el crédito, que dejar que le rematen una propiedad desvalorizada. Así, entonces, comenzó lentamente el desinfle de la burbuja inmobiliaria, que se enmarcó en una crisis de sobreproducción del mercado inmobiliario.
Este es el escenario en el cual se producen las turbulencias financieras. Las ganancias menores a las esperadas, se dan más crudamente en los sectores ligados a la construcción. Tenemos por empezar los casos de las menores ganancias de Du Pont por la menor producción de hornos, baños y mesadas, y la empresa ferroviaria Burlington por menores envíos de materiales para la construcción. Estas actuaron como disparador de las turbulencias bursátiles. Pero también Home Depot anunció el 14/8 que sus ganancias se redujeron 15% en el segundo trimestre del año. Y también se empieza a sentir una cierta retracción del consumo. Wal-Mart también presentó ganancias más bajas de lo esperado, como resultado de la baja de consumo. El mismo artículo señala que venían barajando el cierre de algunos locales. Aunque el consumo se mantiene alto, se viene sintiendo una caída en el caso de los bienes durables. Sobre estas bases, se fueron alimentando una serie de contradicciones que hemos señalado anteriormente en otros artículos:
Déficit fiscal y comercial crecientes de la economía norteamericana. Aunque esta combinación le ha permitido actuar como motor de consumo que alimentó el crecimiento de la economía mundial, lo ha hecho al costo de acumular contradicciones potencialmente explosivas para la misma. Particularmente, la presión para la devaluación del dólar. Aunque en el último tiempo se revirtió parcialmente en el déficit comercial “gracias” a una cierta devaluación del dólar, el proceso parece de difícil reversión por que gran parte del consumo, especialmente el consumo de los estratos más bajos, se apoya en importaciones chinas, cuya moneda no se ha devaluado. Por otra parte, si EE.UU. tuviera una política decidida para revertir el déficit comercial, los efectos para el conjunto de la economía mundial serían preocupantes dado que el crecimiento de China y el conjunto de Asia, pero también de Europa, se apoya en el déficit norteamericano.
Con el dólar devaluado (cayó 40% frente al Euro en los últimos 3 años), se erosiona el poder de compra de los consumidores norteamericanos. El consumo masivo no lo ha sufrido del todo porque no hubo devaluación frente al Yuan chino. Los cálculos son que si esto sucediese, los precios podrían aumentar 50% o más.
Por otra parte, la FED venía tironeada entre las presiones para permitir la devaluación del dólar, y la necesidad de contener su efecto sobre los precios. Permitir la devaluación requeriría bajar las tasas de interés (para que haya menos incentivos para los inversores a comprar dólares e invertir en bonos del tesoro). Mientras que para contener la inflación, la Fed venía inclinándose por la suba de las tasas de interés hasta el viernes 18/8.
La deuda privada ha alcanzado niveles récord y el ahorro personal fue en 2006 de un 1% negativo del PBI. El peor nivel desde la Gran Depresión que siguió al crack del ’29.
Por otra parte, el resultado de los flujos de capital ha sido negativo por primera vez desde 1929. Los capitales y ahorristas extranjeros ganaron más con sus inversiones en EE.UU. de lo que ganaron las corporaciones y ahorristas norteamericanos invirtiendo en el resto del mundo.
Ya en Estrategia Internacional Nº 23 habíamos señalado el deterioro económico estructural de la economía norteamericana. Sus viejos colosos, como Boeing o General Motors, están siendo superados por empresas europeas o asiáticas. Y las propias empresas norteamericanas están relocalizando su producción fuera de EE.UU., con la consiguiente pérdida de base industrial del país. En 2005 y 2006 se perdieron aproximadamente un millón de puestos de trabajo.
Como vemos, los signos de crisis, y la necesidad de ajustes en la dinámica de la economía norteamericana, ya se venían planteando.
Perspectivas y contradicciones para las herramientas clásicas de política económica
Ahora que la sobre inversión en el sector inmobiliario ha hecho que una gran parte de las propiedades no puedan venderse, y que muchos han comenzado a declararse insolventes para pagar sus hipotecas, toda la serie de artilugios realizados para alimentar el mecanismo de los créditos baratos, proyecta una sombra sobre toda esa masa de capitales que buscaron vías rápidas de valorización frente a la estrechez de las posibilidades de inversión rentable. Las contradicciones que viene acumulando la economía norteamericana, plantean que la salida no sea muy sencilla.
Hasta ahora, la estrategia desplegada por los bancos centrales, a la cual están suscribiendo también los bancos y financieras privadas (como Goldman Sachs) ha sido inyectar fondos en el mercado, a cambio de las hipotecas incobrables. De esta forma, pretenden sancionar como buenas inversiones sin ningún sustento, afrontando las pérdidas, y tratando de llevar calma a los mercados para evitar que continúe y se profundice la caída bursátil. Pero varios analistas han salido a marcar los límites que tiene la perspectiva de éxito de esta política. Entre ellos el economista Roubini en una nota publicada en IECO el día 14/8, señalan que la situación de turbulencia “se potencia en la cadena de crédito: tenemos individuos que no pueden pagar las deudas hipotecarias; prestamistas de hipotecas, constructores, hedge funds apalancados, administradores de activos y corporaciones financieras en bancarrota o en problemas. ’Esto no es una crisis de liquidez como lo fue el episodio del fondo Long Term Capital Market en 1998’. Según Roubini, entre los ejemplos de crisis de liquidez que pueden ser resueltas inyectando dinero se encuentran el Tequila, en México, Korea, Turquía, o Brasil. ’Pero donde operaron crisis de insolvencia como en Ecuador, Argentina o Rusia’, la provisión de liquidez del prestamista de última instancia (en este caso fue el FMI), ’solo pospuso el inevitable default e hizo de la crisis más larga y amarga’. Roubini advierte además que la crisis de insolvencia aumentó significativamente las probabilidades de un hard landing [aterrizaje forzoso].” También Paul Krugman remarcaba en una nota publicada el domingo 12/8 en el mismo medio, que los mecanismos financieros que normalmente funcionan, en las crisis no tienen necesariamente el resultado esperado. “Cuando la liquidez se evapora, las herramientas normales de la política pierden mucho de su eficacia. Bajar el costo del dinero no ayuda mucho a los que piden préstamos si no hay quién preste. Garantizar que los bancos tengan mucho efectivo no es de gran ayuda si el dinero se queda en las bóvedas”. Por eso, estos fondos inyectados pueden tener un efecto sumamente limitado.
Por otra parte, la Fed bajó el viernes 18/8 lo que se llama la ventana de descuento a 5.75%. Esto ya se venía esperando. El problema, y eso explica en parte la resistencia de Bernanke a hacerlo (la semana anterior no bajó las tasas como se esperaba), es que abaratar el costo de la deuda habilitaría la continuidad de la especulación y evitaría que los mayores especuladores paguen los costos. Por eso, no ha bajado los tipos de interés, que es la tasa que mayor relevancia tiene; ésta se mantuvo en 5.25%. Por eso, la medida ha sido en última instancia más simbólica que real.
Por último, si los signos recesivos que señalamos se asientan, es posible también que avancen en la devaluación del dólar. Tanto para abaratar las deudas contraídas en dólares previamente, como para disminuir el déficit comercial. De hecho, como dijimos, una módica devaluación de los últimos años ya ha revertido ligeramente el balance comercial negativo. Los salarios se están abaratando en términos internacionales, con lo cual también se está reduciendo la radicación de firmas norteamericanas en otros países. Hasta automotrices alemanas salieron a anunciar que con el dólar devaluado, volvía a resultarles conveniente producir en EE.UU.
Lo que sucede, es que avanzar en la devaluación del dólar, puede tener consecuencias sobre los tenedores de dólares como reserva, o los poseedores de títulos en esa moneda, que podrían querer deshacerse de ellos, alimentando un círculo vicioso de caída del dólar. Previo a esta crisis, frente a la debilidad del dólar distintos analistas señalan como posibilidad que luego de un primer movimiento “hacia la calidad” desde los títulos de hipotecas y las acciones, y los títulos de deuda de los emergentes, hacia los bonos del tesoro, podría producirse un nuevo movimiento hacia bonos extranjeros.
El intento de ganar competitividad devaluando, puede significar minar el rol del dólar como reserva mundial. Y por otra parte, no está garantizado tampoco que la consecuencia de la devaluación sea efectivamente una mejora sustancial en el balance comercial norteamericano. Sus efectos recesivos para la economía mundial son bastante más certeros.
Como vemos, si se asienta un escenario de recesión en la economía norteamericana -que por ahora no puede confirmarse-, probablemente se sienta más la contradicción entre los mecanismos de salvataje financiero, y la defensa del rol del dólar en como reserva de valor en el mundo. Esto pondría en jaque el mecanismo por el cual la economía norteamericana logró sortear exitosamente las turbulencias financieras que significaron catástrofes para los países de la periferia, y financiar sus déficits gemelos sin mayores traumas. Como plantea Juan Chingo “en el marco de la vulnerabilidad del dólar -expresión de los abultados déficits gemelos, comercial y de cuenta corriente, y de la creciente necesidad de financiamiento externo- una baja de las tasas de interés podría precipitar una corrida contra la divisa norteamericana. Si agregamos las recientes amenazas de ‘investigadores’ chinos, publicadas no por casualidad en la prensa de Pekín, sobre que China podría vender sus bonos del Tesoro norteamericano (el principal componente de las reservas de su banco central) a causa de la creciente frustración de las autoridades de ese país por las presiones proteccionistas en EE.UU., en especial en el Congreso, tal vez no parezca tan extraña la prudencia del presidente de la FED. Los márgenes de maniobra de la economía norteamericana se están estrechando aceleradamente”.
En principio, ha aumentado las posibilidades de un aterrizaje forzoso de la economía norteamericana. Más allá de las estrategias que despliegue el gobierno de EE.UU., junto con las grandes economías de Asia y Europa, y de los ritmos de la situación, lo que vemos es que no hay recetas mágicas para la perpetuación del capitalismo global, que las ganancias embolsadas por los capitalistas en los últimos años se sostuvieron en gran medida en una ilusión especulativa (reforzada, por supuesto, por una mayor explotación de los trabajadores en todo el mundo, y el fervoroso avance capitalista sobre áreas que antes estaban vedadas a la acumulación, como China), y los elementos estructurales críticos, pateados para adelante en otras ocasiones, pesan en las posibilidades de relanzar hoy una estrategia facilista para intentar sostener las ganancias capitalistas.
Independientemente de los tiempos en que esto se desarrolle -que se superen las turbulencias y el crecimiento se prolongue hoy no se puede excluir- la actual ansiedad en las finanzas mundiales, muestra el mar de fondo que empaña el brillo del crecimiento capitalista de los últimos años.