El piloto que conducía el coche que
lideraba la prueba sufrió a mitad de carrera una grave indisposición, y
hubo que sustituirlo por otro, pero éste, al cabo, ha acabado detectando
que el problema es más complejo: también el vehículo está averiado. Y
ante esa constatación cabían dos opciones para llegar a la meta de 2019:
una, confiar en la inercia propia y en la impericia de los
competidores, lo que es mucho confiar, y otra, entrar en bóxer y cambiar
las piezas para regresar a la pista con renovado reprisse.
Esto es lo que ha decido hacer Fernando López Miras en
un gesto que ha sorprendido hasta el gato. Literalmente. Se esperaba un
cambio de Gobierno, pero esto por sí solo habría resultado
insuficiente. Lo que, antes de eso, que también vendrá en marzo, ha
ingeniado el presidente popular es un cambio de modelo de partido, de
equipo para gestionarlo y hasta de ideas para definirlo.
La palabra que
más empleó en la reunión de la junta directiva del pasado jueves en que
anunció la convocatoria de un congreso extraordinario del PP en que
votarían todos los militantes, sin el filtro de los compromisarios, fue
´ruptura´. Muy fuerte esta palabra, dicha en cualquier organización,
pero más en la de los populares, y menos desde la cúpula, no desde la
oposición interna si existiera.
Y no contento con esto, ya en declaraciones públicas, añadió otro concepto que creíamos era tabú en el PP de Rajoy:
refundación. Es decir, cambiar hasta las bielas. Pero no hay rebelión,
pues el primero que está de acuerdo es el propio Rajoy. A él se viene
dirigiendo desde hace algún tiempo López Miras para
obtener el plácet, y parece que no le ha costado mucho a pesar de que en
una estructura tan rígida como el PP cualquier cambio para su
adaptación, aunque sea en un ámbito local, podría prender la llama que
extendiera la experiencia, no sólo a otras Comunidades, sino a la misma
pirámide nacional.
De entrada, la intención refundadora
anunciada por el presidente murciano adquiere legitimidad por la propia
fórmula del congreso: un militante, un voto, lo nunca visto en el PP.
López Miras no sólo ha hecho enunciados de propósitos, sino que ha
empezado por llevarlos a cabo. Al menos, en lo instrumental.
Actualización y cercanía. El
presidente apela a su edad, 34 años, para significar que pertenece a
este siglo y comprende sus nuevos retos y está en sus debates; asegura
que su círculo de relaciones personales es ajeno al estamento político y
que esto le permite poner el oído en la realidad de la calle, y presume
de no estar sumergido en ninguna ´burbuja política´. Va más allá: dice
que es consciente de las insuficiencias del PP para conectar con la
sociedad, y que en su partido es preciso «un rearme ideológico y moral».
Si uno lo deja hablar pareciera estar escuchando las letanías de muchos
de los decepcionados con el PP.
Señala,
además, que el recurso del ´estado de obras´ (AVE, aeropuerto...) no es
suficiente para crear vínculos afectivos con los ciudadanos, sino que
es preciso detectar las nuevas ideas y desafíos, más amplios y generales
que ofrecer circunstanciales frutos de gestión.
En una impresión espontánea podría decirse que lo que López Miras
intenta con este efecto, la convocatoria inesperada de un congreso de
su partido, es afianzarse como líder y candidato que presenta una
ilegitimidad de origen por haber sido puesto a dedo (algo que en el PP
no es excepcional y viene siendo tolerado), pero, con ser así, no se
queda en esto, y ahí está lo fundamental de la sorpresa.
El
presidente está dispuesto a revisar en profundidad las políticas de su
partido, los mensajes y planteamientos que ha venido manteniendo, y esto
bajo una exposición a modo casi de lema: «Los asuntos de nuestro tiempo
no pueden ser contemplados con los mismos esquemas que nos sirvieron en
1996». Es obvio, pero parece que en el PP hay que recordarlo. Y López
Miras está decidido a dar el salto. Es valiente, sin duda, pero traslada
la sensación de vértigo porque conocemos muy bien al PP, y habrá que
verlo para creerlo.
Pero esa
misma impresión externa sobre el PP es la que no se resigna a aceptar
López Miras. Asegura que la militancia y el grueso de los votantes populares están
integrados como el que más en la parte de la sociedad más puesta al
día, y se niega a ser percibido como el líder de un partido ´viejuno´
que ha de reaccionar a la defensiva.
Por tanto, el plan que ordena el
congreso que ha convocado tiene que ver, naturalmente, con su
ratificación en la presidencia, apurada hasta la aceptación de los
militantes en voto directo y secreto, pero también, y es lo importante,
con un cambio global de perspectiva. Incluso ha rechazado las
recomendaciones para que el congreso se celebre en el Auditorio, como
siempre, o en algún hotel, y ha elegido las instalaciones
universitarias, «porque es el lugar donde se mueve la gente cada día».
Esto va a ser lo interesante: hasta qué punto puede transformarse el PP.
En
el último periodo se ha constatado que basta un simple cambio de tono,
como en el caso de la madrileña Cifuentes, para que se tome por novedad,
tal es el inmovilismo general de esa organización, pero da la impresión
de que López Miras pretende dar un empujón más contundente, de tal
manera que quizá la Región de Murcia pueda resultar un laboratorio de
prueba para renovar al PP, y tal vez por eso ha sido consentida esta
experiencia.
Tándem con
Ballesta. En esta particular ´operación renove´, López Miras ha dado de
entrada, junto a la instauración de lo que en la práctica son unas
elecciones primarias, un paso más al romper las inercias internas. El
único privilegiado que conoció el jueves pasado, antes que los demás, su
iniciativa de convocar un congreso extraordinario fue el alcalde de
Murcia, José Ballesta, aunque solo le llegó la confidencia unos minutos
antes del inicio de la reunión de la junta directiva, en un aparte
previo.
Lógico, porque iba a salir de allí convertido en el director del
comité organizador. El golpe de efecto del presidente ha obrado un
milagro poco habitual en la política. Hace unos días parecía que, a
consecuencia del desentendimiento inicial sobre la solución al caso de
los ´audios de Roque´, las relaciones entre López Miras y Ballesta se
complicaban hasta el punto de que podrían convertirse en un problema
añadido a los que ya tiene el PP. Pues bien, de pronto, el presidente y
el alcalde de Murcia aparecen constituyendo un tándem perfecto,
complementario.
Ballesta, que aun plenamente integrado en el PP, ha
venido apareciendo como una personalidad ajena a las cuestiones
orgánicas, pasa ahora a ser algo así como el suministrador principal de
las ideas para la ´refundación´. Quedan, pues, pulverizadas algunas
camarillas y desactivados los corresponsales que, más que enlazar
trazaban zanjas. El factor Ballesta es clave en esta nueva etapa, que
empieza, nada más que por su mera elección, por soldar las grietas de lo
que pudo haberse prolongado en conflicto.
Ruptura,
refundación, nuevo partido. Las palabras obligan. Y López Miras ha
hablado de ´ruptura´, matizada en el sentido de que la sociedad ha
cambiado y el PP debe incorporarse a ella con otros planteamientos a los
que ha venido manteniendo por arrastre de sus sucesivos éxitos a partir
de 2016.
Ha hablado de ´refundación´, lo que no puede ser entendido más
que como un cambio radical en la manera de entender la democracia
interna, la respuesta a la corrupción y el establecimiento de políticas
prioritarias que hasta ahora no lo han sido para el Gobierno. El
presidente popular no se ha contentado con exhibir esos términos, sino
que ha acuñado sin rubor la expresión «nuevo partido», lo que supone
admitir la realidad de la caducidad del que se ha quedado ´viejo´, tal
como se desprende de muchos indicios, entre ellos el más inquietante:
las encuestas.
Sigue en ese sentido los pasos de los socialistas, que
desde la elección de Pedro Sánchez o, en la Región, de Diego Conesa,
hablan del «nuevo PSOE»; los otros dos grupos parlamentarios no usan el
calificativo porque son nuevos de por sí.
Aunque la decisión de López
Miras haya tenido un efecto sorpresa, porque nadie esperaba que el PP
fuera capaz de mirarse al espejo y reaccionar con tanta determinación,
la ´revolución´ que promueve no es extraña a la organización. Las
apelaciones del presidente a que «ya no estamos en la estela del 96»
recuerdan la actitud de Ramón Luis Valcárcel en aquellas fechas del
pasado siglo: tras ganar a Calero el congreso, quiso situar al PP en el
centro político e incorporó a cargos a todos los militantes de UCD que
había disponibles. También vendía Valcárcel por entonces «un nuevo
partido», aunque luego ambos, el partido y él, envejecieran juntos muy
ostensiblemente tras ocho iniciales años de buena gobernación.
Remodelación
del Gobierno. Pero, ojo, que los cambios acarrean a veces
desestabilización. No se dirá que el PP está desacostumbrado a los
cambios tras los vaivenes de los últimos años, con cuatro presidentes de
la Comunidad puestos en cola, pero no son precisamente ese tiempo de
cambios los que necesita. Es obvio que se prevé la constitución de un
nuevo equipo de dirección y quienes ahora lo integran quizá se muestren
menos complacientes que los procuradores en Cortes de cuando la Reforma
Política, allá por la Transición, que votaron sí a su propia
desaparición.
O puede que haya quienes desconfíen de que López Miras se
lance con tanta voluntad a poner las cosas patas arriba para iniciar el
deshollino. Pero el presidente asegura que «todos y cada uno de los
miembros de la dirección del partido han mostrado su apoyo al proyecto y
se han puesto a mi disposición».
Queda claro, además, que la
convocatoria del congreso es el punto primero de una hoja de ruta que
tiene dos epígrafes más, señalados también para el mes de marzo. Uno,
que antes de la Semana Santa estarán decididos los nombres de los
candidatos a la mayoría de las alcaldías de la Región, al menos de las
principales (la de Murcia ya no es una incógnita). Y dos, que habrá
cambios en el Gobierno. Preguntado por esta cuestión, López Miras
responde: «Vamos al congreso, y lo demás ya se verá». Se verá que habrá
remodelación, pues será la manera práctica de observar la traslación del
´nuevo partido´ a San Esteban.
El PP está averiado, como hemos
venido señalando en muchos comentarios. Pero ahora sabemos que también
lo saben en el PP. Y López Miras se ha decidido, cuando ha visto el
momento preciso, a repararlo. Repararlo es cambiarlo. Veremos.
‘Habitas doblemente peladas’ para seis
Tiene gracia que el primer acto de las primarias convocadas por López
Miras, en las que él será candidato, consista en una cita en Cartagena
con el líder nacional del partido: el viernes para cenar, y el sábado
para dar un paseo madrugador y deportivo por el Monte de las Cenizas al
‘ritmo rajoyano’.
Queda claro quién es el favorito, en el improbable
caso de que hubiera otro. En la cena, a la que ambos presidentes fueron
con sus respectivas parejas, se añadió otra ‘pareja política’: la
portavoz del Gobierno, Noelia Arroyo, que no sabía adónde iba (López
Miras le dijo: «Resérvate la noche», sin más información), y el
presidente del PP de Cartagena, Quico Segado (uno de los dos será
candidato a la alcaldía).
Almudena, la anfitriona de La Marquesita les
ofreció un menú de sus especialidades: alcachofas, calamares a la
plancha, ‘habitas doblemente peladas’, denton a la plancha, tartar de
atún, cazoleta de chanquetes al ajillo, vino de Bullas, y asiático, muy
del gusto de Viri, la esposa de Rajoy.
La Marquesita es el restaurante
favorito de Pilar Barreiro, pero en la cena no se habló de la
controvertida senadora, y tampoco de PAS o de Valcárcel. Se habló de la
Semana Santa de Lorca, de la que el presidente murciano mostró en su
móvil un vídeo a Rajoy, quien tal vez se apunte a asistir a los desfiles
bíblicos este año tras hacer un paseo previo por la ciudad para
constatar su recuperación años después de la visita que hizo cuando los
terremotos, antes de ser presidente del Gobierno.
Fue Rajoy quien
sugirió dar un paseo por el centro de Cartagena en vez de dirigirse
directamente al restaurante, pues al parecer le gusta hacerse selfies
con todo el mundo. Había venido a una boda, como se sabe.
(*) Columnista