Levantaba la voz Ortega y Gasset contra el eterno cura de aldea que
combatía el maniqueísmo sin conocer el pensamiento maniqueo. ¿No les
sucede lo mismo a los que abogan por la prohibición de las corridas de
toros? Para el cura de aldea, el bien y el mal no ofrecen duda. Lo
explica bien el catecismo. Y yo me temo que una especie de catecismo
contra el sufrimiento del toro ha cristalizado también en algunas mentes
anti-taurinas.
No se torea para obtener proteínas ni por placer,
si no ¿para qué tanto pase y tanta ceremonia? ¿Qué clase de ceremonia es
esa? Gustavo Bueno responde con una teoría sobre la religión: "El
animal divino". Pero divino aquí no significa necesariamente Dios, sino
"númen": “un centro de voluntad e inteligencia” capaz de mantener
relaciones con los hombres no sólo de tipo lingüístico, por ejemplo una
oración, sino también prácticas, políticas, de recelo, de amor, de
respeto, de odio, de desprecio. No son relaciones alucinatorias, ni
psicológicas, ni extraterrestres, ni sobrenaturales.
Los númenes
están aquí con nosotros. Nos relacionamos con ellos de tres formas. Una
es “angular” y hace referencia a la relación del hombre con los
animales. Otra, “circular” y hace referencia a la relación del hombre
con otros hombres. La última recibe el nombre de “radial” y hace
referencia a la relación del hombre con lo no viviente, por ejemplo una
roca. En las tres figuran representaciones de ceremonias religiosas.
Desde los bisontes antropomórficos de las cuevas paleolíticas pasando
por los dioses egipcios con caras de animales, llegan hasta nuestros
días. Sólo hay que fijarse en la abundante cantidad de animales
esculpidos en las paredes de nuestras catedrales. En la bóveda celeste
también fue proyectado el reino de los "númenes": el zodiaco.
Siguiendo
dicha clasificación, ¿qué es torear? Sin duda, una relación "angular",
una especie de juego entre el hombre y el animal, un enfrentamiento
entre poder y poder, pero no directo, sino ceremonial. Si no fuera
ceremonial el torero no sería torero, sería una especie de matarife.
Ahora
bien, la ceremonia hay que diferenciarla del rito. Un elefante hace
abluciones con la arena y un musulmán también, cuando no hay agua. El
animal para purificar su cuerpo y el musulmán, el alma. La diferencia es
cultural. En consecuencia, atribuir una ética y moral a los animales
carece de sentido.
La ética y la moral se derivan de relaciones
que mantienen los hombres entre sí. Durante los siglos XVI y XVII la
ética se centraba sobre el peligro que corría el torero, el sufrimiento
del toro apenas contaba. San Pio V, para proteger al hombre, llegó a
prohibir las fiestas de los toros amenazando con excomulgar a quienes
asistían a ellas. En el XVIII, Fernando VII y Carlos III también las
prohíben. Subrayemos la gran influencia, en este siglo, que Descartes y
el vallisoletano Gómez Pereira, (Pereira, siglo XVI, precursor de
Descartes. Su obra, perseguida por la Inquisición, se conocía en el
extranjero. En España se esperó hasta el siglo XVIII), ejercieron sobre
la manera de concebir a los animales. Los consideraban autómatas. Hoy
diríamos robots. Y si bien, durante el siglo XVIII las causas de las
prohibiciones eran distintas a las de los siglos anteriores, los efectos
fueron los mismos. Sólo en el XIX y XX cambian las tornas. El culpable
fue Darwin. Si venimos del mono, no somos tan diferentes a los animales.
Los derechos de los animales van adquirir tanta importancia que el
torero desaparece de la ética. ¡Y hasta qué punto!
El día 9 de
julio del presente año, a Victor Barrio, un torero segoviano de 29 años,
lo mata un toro en la plaza de Teruel. Algún imbécil se alegró. No
quiero decir que los anti-taurinos sean así. Ni que digan por lo bajo lo
que alguien manifestó en voz alta: “recibió lo que merecía”. Pero sí,
que antes de condenar la tauromaquia, definan qué es torear. Porque si
torear es una ceremonia religiosa, ¿qué tiene que ver la religión, pongo
por caso, con la ética “angular”? Nada. Absolutamente nada. La ética es
“circular”, es cultura humana, no es cultura animal.
De lo
anterior se desprende que si tenemos muchos puntos comunes con los
animales, nos separa de ellos la cultura, eso que, en este caso,
llamamos ceremonia religiosa. Pero ceremonias religiosas hay muchas.
Algunas se prohibieron o combatieron. Por ejemplo, en torno al
canibalismo y a alguna costumbre sangrienta de los aztecas. ¿A qué tipo
de ceremonia religiosa responde la corrida de toros? Es preciso
responder desde la antropología religiosa o la filosofía de la religión.
Mientras, reivindicar la supresión del toreo amparándose en el
sufrimiento del toro o en los riesgos que corre el torero, no fundamenta
nada. Salvo, como en Cataluña, una mediocridad infinita. Pues el
problema de Cataluña no es España ni los españoles con todas sus
corridas de toros. El problema de Cataluña es la mosca cojonera del
eterno cura de aldea.
(*) Doctor en Filosofía
http://www.elespanol.com/blog_del_suscriptor/opinion/20160830/151804822_7.html