En el año 2007 las familias murcianas gastaban una media de 32.176 euros, una cantidad que fue bajando paulatinamente hasta 2014. En siete años el consumo de los hogares se redujo en casi 7.000 euros, que representan una pérdida cercana al 22%. La recaída de la crisis hizo que el gasto familiar bajara hasta los 25.739 euros en 2014,
A partir de entonces la capacidad de gasto empezó a recuperarse. El consumo medio ha aumentado en 4.150 euros, pero en 2018 seguía estando casi 2.300 euros por debajo del que alcanzó en los buenos tiempos.
Lógicamente, también el gasto medio per cápita sigue por debajo de la cifra del año 2007, que antes de la crisis llegó a superar los 11.000 euros, mientras que en 2018 seguía en los 10.973. Esta cantidad representa el 91,3% de la media nacional, que el pasado año llegó a los 12.019 euros por persona, aunque el País Vasco alcanzó los 14.406 .
Tras el frenazo que supuso la doble recesión de la economía española durante la primera mitad de esta década, la capacidad de compra de los hogares encadena ya cuatro años consecutivos al alza, ayudada por la mejora del empleo y la liberación de la denominada 'demanda embalsada', es decir, las compras que muchos ciudadanos retrasaron a la espera de tiempos mejores, por si les hiciera falta el dinero para cubrir necesidades básicas.
Sin embargo, a pesar de esta recuperación, la situación todavía dista bastante de la existente antes de la crisis, tanto en el volumen total del gasto que realizan los hogares, como en la distribución del mismo.
Sobre todo, porque en este tiempo el alza de servicios básicos como la luz y otros suministros de la vivienda han obligado a las familias a destinar una mayor parte de sus ingresos a estos menesteres mientras que evitan dispendios como el gasto en restaurantes.
La evolución del gasto familiar que muestra la Encuesta de Presupuestos Familiares refleja el impacto inicial de la crisis, con un descenso de la capacidad de consumo que llega hasta el año 2010. En 2011 y 2012 se produjo una leve recuperación, pero la caída del gasto registrada en los dos años siguiente retrata fielmente el rebote de la recesión económica en 2012, que acrecentó las cifras de paro y la inseguridad de las familias.
La situación laboral del cabeza de familia fue determinante en la evolución de la capacidad de consumo, según destaca el Ine, dado que los hogares españoles en los que conservaba el trabajo la persona que aportaba los ingresos mantenían un gasto superior a la media en un 12,9%.
Por el contrario, en las familias españolas en las que el padre o la persona encargada de aportar los ingresos al hogar estaba en paro realizaron un gasto un 41,4% inferior a la media.