La salvaje reconversión industrial de 1991-1992 (volved a ver 'El año del descubrimiento', la película de éxito internacional que narra todo esto) empezó liquidando los últimos restos que quedaban de minería, a lo que se añadió la desaparición de viejas empresas como Empresa Nacional de Fertilizantes (ENFERSA), el adelgazamiento del astillero de Bazán y la dolorosa pérdida de la fundición de plomo de Peñarroya, todo eso en menos de dos años.
Sin habernos repuesto de esos golpes, en 2001 cerró Abonos del Sureste (ASUR), en 2002 Fertilizantes Españoles (FESA) y en 2009 la Española del Zinc.
Un total de 5.000 puestos de trabajo directos (15.000 contando los indirectos e inducidos) se liquidaron en la industria cartagenera del naval, de los fertilizantes y de la metalurgia en esos años difíciles para la ciudad.
Y ahora, en la década 2020-2030, le llega el turno a SABIC. Esta empresa dedicada a la fabricación de plástico industrial abrió en 1994 de la mano de la norteamericana General Electric y fue traspasada a la saudí SABIC en el año 2007.
Cuenta (contaba) con cuatro plantas en una macrofactoría situada en La Aljorra que da (daba) trabajo a más de 700 personas. Hablamos en presente y en pasado porque tras sendos expedientes de regulación de empleo en 2020 y 2023 se ha pasado de cuatro plantas a dos y de 700 puestos de trabajo a 500.
Y lo peor está por venir: el comité de empresa (los únicos que no han engañado a nadie y han acertado en sus negros augurios desde hace años) nos avisa que la multinacional tiene en mente la desaparición de las dos plantas restantes hacia 2027-2028 y la deslocalización final de la producción a fábricas de China y Arabia Saudí. Cartagena perderá así 500 puestos de trabajo de los buenos y perderá otra fábrica más.
No se trata de una empresa pública, como las de antaño, es cierto: una compañía privada invierte y desinvierte como, cuando y donde le da la gana y toma sus decisiones independientemente de los poderes públicos.
Pero este es el momento de recordar que esa multinacional ha venido recibiendo a lo largo de 30 años soporte de las administraciones municipal, autonómica y estatal en multitud de formas: cesiones de suelo industrial en condiciones ventajosas; cuantiosas ayudas financieras con cargo al erario público mediante suculentas subvenciones de un dinero que sale del bolsillo de todos.
En Cartagena acabamos viendo siempre la peor de las caras del capitalismo industrial: al principio hay inversión y empleo; luego hay beneficio y expolio y, al final, abandono y ruina. Y a nosotros nos quedará nuestra gente pre jubilada, en el paro o emigrando y la ¿inevitable? contaminación de nuestros suelos, aires y aguas durante décadas, como tantas otras veces antes, mientras el dinero desaparece y se va a otro país. Por cierto: no veremos agitar ninguna bandera de España por esto.
Pero yo estoy tranquilo, porque nuestra Comunidad Autónoma de la Región de Murcia acaba de presentar el presupuesto para 2024 con la medida estrella de la reserva de una partida de nada menos que 100.000 euros para preservar la unidad de España, que es lo más urgente que tiene que solucionar una autonomía tan importante como Murcia para que España no se rompa.
El futuro de los trabajadores de SABIC no sé, pero el futuro de la patria española sí que pasa por el presupuesto murciano: toda España lo sabía y estaba esperando esta medida, ya lo creo.
Pues eso. Que aquí no le importan las fábricas a nadie. Aquí, lo que de verdad importan, son las banderas.
(*) Sindicalista e historiador.
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