En Cascais estuviste grandiosa cantándole las cuarenta a los obesos de corrupción de la Internacional Socialista, con aquello de la preocupación por los pobres y los jóvenes bien apoltronados en un hotel de cinco estrellas, con todas las comodidades, todos los lujos y todos los privilegios.
Fuiste la musa que se eleva con sus bellos atavíos por encima de los harapos del cinismo y la mediocridad hipócrita. Una izquierda jacobina de la mejor cosecha. Después, vete a saber porqué, en una finta desconcertante, te convertirse en la manchega del nacionalismo catalán. Agua pasada no mueve molino. Hemos trifulcado a veces por temas que no recuerdo o prefiero olvidar.
El caso es que como la mejor izquierda estás contra esta canallada que usurpando el sagrado nombre de vacunas inyecta el veneno de muerte en una estrategia demencial globalista que siguen lacayunamente nuestros malditos dirigentes de izquierda y de derecha.
Vamos coincidiendo en la trinchera de la dignidad, la Verdad y el Bien gente diversa. Probablemente nos diferencien muchas cosas, pero nos han mentido en una guerra en la que las alianzas necesarias y urgentes han de olvidarse de extrañas diferencias, hogaño abismales, y hoy accidentales y anecdóticas, ante el enemigo común, ante el ataque despiadado contra nuestros seres muy queridos y nuestras libertades hasta los tuétanos.
Como directora adjunta y jefa de opinión de una marca señera de la libertad como Diario 16 estás dando la batalla con notable eficacia. Es un honor y un privilegio tenerte en la misma trinchera, la de la hombres orgullosos de serlo, con su integridad intacta, la frente alta, el espíritu dispuesto, en esta guerra que nos han declarado los globalistas y que vamos a ganar, aunque nos cueste la vida.
Tú eres una luchadora eficaz y brillante, lo has demostrado en cuantos fregados te has metido, y han sido muchos. Ahora toca la fraternidad universal de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Yo me siento hermano de todos cuantos han decidido combatir la mentira y no colaborar en su propio exterminio.
Me siento hermano como nunca de los australianos resistentes, de los canadienses, de los austriacos y de los alemanes, de los holandeses y los italianos, de todos cuantos son de ese tipo de gente que nunca se rinde.
Tú, Beatriz Talegón, nunca te has rendido, sigues en pie como una heroína clásica, como una Electra moderna, hoy te saludo con respeto fraterno. Fuerza y honor.
(*) Periodista
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