Hemos estado de médicos y ha ido bien, así que vamos a hacer mandados en Elche, tranquilamente, a paso sosegado. Mi esposa para a comprar en el Hiperber que está en Huerto de Ripoll, y yo me siento afuera. Es como otro día cualquiera en la ciudad de las palmeras. Recuerdo a Paco, un señor amable que me saludó a la salida del Santa Sacrificio de la Misa y me dijo que, a sus noventa y un años, ya se quería ir. ¿Por qué? “Me duele todo”, y se señala los hombros y baja sus manos. ¿Cuánto hace? “Unos tres meses”. ¿Hace cuánto que se timo vacunó? Cinco meses.
Me entretengo con esa conversación en la imaginación. Dos niñas pequeñas con la elástica de Salesianos, corren por allí cerca, detrás de unas palomas. Las niñas llevan el cubre bocas, que les deteriora el sistema inmunológico, dificultando la oxigenación. Hay otro nano corriendo, no se puede ver quieto.
Un adolescente se acerca a mí y me pide un cigarro. Se lo doy. Me ha gustado el desparpajo y le premió diciéndole que no se vacune. “Yo no me he vacunado ni pienso”. Me alegra. No tiene ya la proteína Spike, como Paco, dañándole el cuerpo y el estado de ánimo. Me animo y le digo al niño, que no lleva cubre bocas, que no se vacune. “Pues ya me ha vacunado, ¿por qué? Callo, pero entra una congoja en el corazón por su futuro. Una madre de aspecto moderno, juraría que es progre, le llama y le coge de la mano.
Como una madre solícita y, sin embargo, criminal, que ha matado a su hijo, sin saberlo, le ha esterilizado y ha reducido su esperanza de vida, porque no ha tenido la precaución de informarse y ese sexto sentido, que dicen que tienen las madres, ese sentido crítico para darse cuenta del engaño genocida del sistema y haber cuidado a su vástago.
Sale mi esposa del supermercado y nos vamos andando hacia Correos, en el Paseo de la Juventud. Hay algunos menos con mascarillas que hace unos quince días, pero son demasiados. Infraseres, manipulados por las televisiones, por los asquerosos políticos y adocenados. Acompaño a mi mujer, pero la visión de la calle me hace daño, me enerva. Jovencitas con cubre bocas, gente con aspecto deportivo con mascarilla, matrimonios jóvenes con niños pequeños que han optado por pertenecer al rebaño y van a ofrendar a sus hijos.
Mi esposa considera que hay que mantener la compostura, mantener la ficción de un mundo normal, seguir manteniendo la buena educación. Ves a señoras con la mascarilla enfundada sin darse cuenta de que el coronavirus no está fuera sino que está dentro de ellas, que se lo han inyectado, que le han inoculado la proteína Spike, para que sus células la repliquen trillones de veces y les destrocen el sistema inmunológico y cuando lleguen una etapa infecciosa, en invierno, caerán como moscas, como infraseres, como está cayendo en Israel, en la Seychelles, en Gibraltar, en Reino Unido. Veo también gente que marcha sin mascarillas.
Hay como dos comunidades, los que van liberados, los que siguen con el miedo, a pesar de que les han prometido que han sido inmunizados. Mentira cochina. Me voy calentando. Entramos en el Horno Calendaria a comprar un pan y unos rollitos de matalauva. Espero fuera. Llegan dos adolescentes con uniforme de colegio privado, un chico y una chica, el chico con mascarilla, entran en la tienda, bordean el mostrador y entran en la trastienda.
Me entretengo mirando un cartel que habla de solidaridad, de ser solidarios llevando la mascarilla y no puedo más. Además de ser un infraser, es un totalitario, y empiezo a dar voces y a decir que nos vamos, que ese buenismo es asfixiante.
Llegamos al Herbolario Navarro, en la Corredera, voy a pasar sin la mascarilla a preguntar por la quercitina. La dependienta me hace ver que estoy fuera de la ley. Le digo que no sirven para nada y me encaró: ¡Pues vaya herbolario! Me voy y ella se queda hablando con mi esposa: Si yo estoy de acuerdo…Por la calle, pasan infraseres y les chillo: para qué vais con las mascarilla puesta, si os han inyectado el proteína Spike dentro.
Vamos al coche y de ahí a casa. No aguanto más de quince minutos en el Elche de los infraseres.
(*) Periodista
http://ramblalibre.com/2021/09/19/carta-del-editor-un-dia-con-los-infraseres-ilicitanos/
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