Dice el filósofo Karl R. Popper, del que George Soros ha hecho una caricatura irreconocible, que “el miedo es un sentimiento abyecto que repudiamos con razón”. Pues miedo y terror es lo que han administrado en cantidades superlativas a la población el poder político y los medios de comunicación, hasta entrar en barrena de deslegitimación, con consecuencias, al final, para el sistema, imprevisibles. Por de pronto, en USA reculan: la farsa se ha acabado.
Bajo el pánico, se han timo vacunado casi todos los ancianos. Los funcionarios también han acudido en masa y eso ha dado la impresión de falso del éxito de la timo vacunación. Parece que en los grupos de edad de 40 años para abajo han pinchado. Incluso se afirma que nuestros caciques autonómicos están intensamente preocupados porque en el sector sanitario se han negado a ser llevados al matadero del jeringuillazo un número significativo.
Comprendo que los funcionarios se han sentido obligados. Ya Max Webber hablando del funcionariado prusiano afirmaba que su virtud era la lealtad al monarca y al Estado. Pero en propiedad esa lealtad tiene un límite que no se debe sobrepasar: cuando las autoridades ordenar atentar contra la propia vida y eliminar población, como es el caso. Con el empleo vitalicio, los funcionarios debían haberse negado. No tiene lógica que no lo hayan hecho, porque la timo vacunación obligatoria es una quimera totalitaria, imposibilidad metafísica. Los funcionarios deben tenerlo en cuenta si se les intenta forzar otra vez.
Conllevaría dar el paso de lo que queda de democracia en España hacia el abismo totalitario y no se dan las condiciones, porque se precisa una utopía ilusionante para la masa que justifique el asesinato de las personas y el globalismo cuando explica sus objetivos no entusiasma, sino que provoca rechazo; es cosa de los poderosos, de sus lacayos y de sus paniaguados. En extraña paradoja, está atacando a sus bases sociales, a los grupos altamente subvencionados y dependientes del Estado.
Pero además es una imposibilidad metafísica. Los no timo vacunados constituyen un grupo muy numeroso. Sabemos, por ejemplo, que 358.124 andaluces de más de 40 años no se han timo vacunado o que en Elda, una localidad alicantina significativa, los eldenses de entre 30 y 39 años han rechazado ser timo vacunados y participar como conejillas de indias en un ejercicio práctico de bio terrorismo. De 5.600 personas, sólo 970 se han prestado al juego mortal que los esteriliza y les somete a ser infectados por la patógena proteína Spike. ¡4.500 se han negado!
Aunque algunos medios de comunicación han hecho encuestas, como Antena3 o Abc, sobre la timo vacunación obligatoria, es más confundir los deseos con la realidad que otra cosa. El poder de coacción del Estado no es tan grande, la Guardia Civil y la Policía Nacional no tienen plantillas numerosas, unos 150.000 efectivos, para enviar a las casas -tendría que no respetarse la inviolabilidad del domicilio- al menos a cuatro sicarios fornidos, inmovilizar al personal y ponerle la inyección letal.
Una operación así podría tener un efecto boomerang y podría volver a los policías nacionales y guardias civiles contra sus mandos políticos, toda vez que ellos son también víctimas de la timo vacuna, y sus efectos adversos son ampliamente comentados y todos saben de compañeros a los que han desgraciado la vida, y esto no ha hecho más que empezar.
O sea, que ánimo, arriba los corazones: la vacunación obligatoria es un bluf.
(*) Periodista
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