La caída del caballo, o del guindo, de Ciudadanos y especialmente del que parece ser su támden director ––Martínez Vidal y Mario Gómez–– provoca más interrogantes que certezas. Todos los indicios abonan la teoría de que el cambio de tercio responde más a un pacto a nivel estatal entre su partido y el PSOE que a razones estratégicas regionales. Ambos necesitarán a Podemos en previsión de algún tamayazo político que no es descartable.
No quiere decir esto que las razones esgrimidas por la que será segunda presidenta de la Región de Murcia no tengan fundamento. En efecto, el PP, después de dos décadas y media de poder omnímodo, no parece que haya sido proclive a compartirlo, aunque su hasta ahora socio de Gobierno tuviera una posición subordinada. Efectivamente, el popular ha sido un engranaje articulador de favoritismo, nepotismo, vicios burocráticos, malas prácticas democráticas derivadas, en suma, en modelos de asuntos relacionados con la corrupción de los que el paradigma ha estado en el Ayuntamiento de Murcia.
Así lo prueban los numerosos procedimientos judiciales en los que cargos y carguillos, desde consejeros autonómicos hasta funcionarios interinos “firmones” de lo que haga falta, han tenido que dar cuenta de sus gestiones administrativo-políticas nunca demasiado claras ni ajustadas a la legalidad vigente. Y pasar por los juzgados en más ocasiones de las que serían deseables para la salud democrática de una sociedad y un gobierno.
Todo lo expuesto ayer por Martínez Vidal junto a Mario Gómez es indudablemente verdad. Así lo prueban los numerosos banquillos que han tenido que calentar en los últimos años las nalgas populares, incluyendo las de dos expresidentes regionales: Ramón Luis Valcárcel y Pedro Auditorio Sánchez. Suerte han tenido con que bastantes jueces y magistrados no miran al PP con mala intención y con que hayan dispuesto de hábiles abogados doctorados cum laude en poner palos en las ruedas de la Justicia.
De acuerdo. Pero todo eso ya se sabía hace dos años, cuando Ciudadanos prefirió apoyar al PP del nuevo López Miras, pasando por alto el resultado electoral en las elecciones autonómicas en la Región ganadas por el PSOE, aunque sin alcanzar la mayoría absoluta y defraudando así las afirmaciones de la propia lideresa nacional Inés Arrimadas ––en la Plaza de Belluga, nada menos –– y las expectativas de probablemente muchísimos votantes del partido naranja, cuyas papeletas significaban que querían una regeneración política en la Región, enfangada hasta las cachas gracias al sistema podrido instaurado por Valcárcel y sus acólitos.
Todo eso ya lo sabía también la propia Ana Martínez Vidal, que fue concejal del PP en Murcia en la gloriosa época del ahora catedrático Miguel Ángel Cámara, cuando los mecanismos viciados ya estaban más que instaurados en la administración local y regional. Como lo sabía igualmente Mario Gómez, a no ser que no se hubiera enterado de nada en su cambiante singladura política que le llevó del PSOE a UPyD y, finalmente, a colocarse bajo la bandera naranja, porque en ese trayecto debió observar bastantes cosas.
Cobra así cierta virtualidad la opinión de López Miras de que la moción de censura responde a “satisfacer una ambición personal”, desbarrando al hablar de “atraco” y “traición”. Más o menos lo mismo que se pudo decir hace dos años cuando Ciudadanos optó por darle el poder al PP prolongando así la época turbia que duraba ya 24 y obviando que el ganador de las autonómicas había sido el PSOE. La fiabilidad naranja, en cualquier caso, no cotiza muy alto a día de hoy, porque son destacables en ese partido quienes han seguido trayectorias similares a las del tándem Vidal-Gómez.
Los de Diego Conesa tendrán que lidiar con un socio cuanto menos inestable, al que otorgan, a pesar de los números electorales, nada menos que la Presidencia de la Comunidad Autónoma. Se supone que el objetivo, además de una gobernanza medianamente racional, es desbaratar el profundamente enraizado sistema viciado que impregna los resortes de poder regionales y locales.
Desmontar el entramado popular se antoja una tarea cuasi titánica de difícil ejecución para el PSRM en dos años que quedan de legislatura. Habrá de pasar más tiempo que ese corto plazo para que sea tangible el resultado, aunque los primeros pasos hasta 2023 habrán de ser firmes, decididos y claros para continuar otros cuatro años más, urnas mediantes. Y atentos al partido que se jugará en la derecha pura y dura: PP versus Vox. Vale.
(*) Periodista
http://joseluisvidalcoy.es/blog/
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