Eso fue lo que impulsó a Alberto Ruiz, fotógrafo de profesión, a mudarse con mujer e hija de seis años a Albendiego, una población de 50 habitantes en la Sierra Norte de Guadalajara. “El confinamiento para mucha gente fue un periodo de reflexión”, nos dice, “y es lo que hicimos, reflexionar. Hemos dado el paso y dejamos Madrid porque nos hemos dado cuenta de que hay otras realidades más allá de la urbana”.
El problema viene después de tomada la decisión: “En estos pueblos no hay muchas casas. Y las que hay normalmente arrastran herencias con varios familiares y ponerles de acuerdo es muy difícil”.
Escasez de viviendas en pueblos vacíos
La paradoja se vive en toda la España despoblada. Hay un mar de casas vacías pero no están libres, ni para alquilar ni para vender. “Todas tienen propietario”, nos cuenta Mario Gallego, alcalde de Albendiego. “Este pueblo tendrá unas 80 casas y habitadas solo 15. Pero nadie alquila, ni vende. Unas están en ruinas, otras están cerradas porque son segundas residencias, pero si alguien quiere quedarse a dormir o a vivir en el pueblo no tiene dónde. Eso sí, les abrimos las puertas del ayuntamiento y les dejamos pernoctar, porque somos muy solidarios”, afirma.
Albendiego forma parte de esa España rural desierta, con índices de población que rondan el habitante por kilómetro cuadrado. Su situación se repite en muchos pueblecitos de la comarca que han visto incrementar su censo desde que empezó la crisis sanitaria del coronavirus.
“En Albendiego ha subido un 24%. Antes éramos 39 y ahora somos 50. Estamos a un niño para que nos den escuela municipal”, comenta con orgullo Mario, uno de los neorrurales del pueblo. “Llegué en 2013 y ya me quedé a vivir aquí. En realidad ahora la mayoría de los habitantes de Albendiego somos neorrurales, repobladores que buscamos vivir de forma alternativa al mogollón económico y capitalista de la urbe”.
La esperanza de repoblar la España vacía
En la Sierra Norte de Guadalajara, donde está muy vivo el movimiento de repoblación de pueblos abandonados, se analiza con escepticismo el fenómeno poblacional provocado por la pandemia. “No creo que se consolide, que se traduzca en la salvación de la España vaciada”, resume Isaac Alcázar, repoblador en el pueblo de Ujados.
“Hay dos factores que complican la llegada de nuevas familias a estos pueblos: la disgregación de la propiedad de las viviendas, lo que dificulta la posibilidad de alquilar o comprar cuando hay que poner de acuerdo a seis o diez copropietarios, y que las pocas oportunidades que van saliendo casi siempre son copadas por personas que no quieren vivir aquí, lo que quieren es una segunda residencia para las vacaciones”, señala.
Aprovecha Isaac para decir que es necesario romper con el modelo del pueblo-segunda residencia, porque en nada beneficia a las zonas abandonadas. Para él, hay que ayudar a la gente joven que tiene pocos recursos y quiere crear un hogar en el mundo rural: “Es necesario que en cada pueblo se haga un censo de casas vacías o en ruinas que permita contactar con los propietarios y haga posible su venta o alquiler. Porque, para repoblar lo primero que hay que hacer es ofrecerle vivienda a la gente… y luego ya hablamos del 5G”.
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