domingo, 3 de mayo de 2020

El poder desgasta al que lo tiene / Enric Juliana *

El Partido Popular tiene buenas encuestas en el bolsillo. En su informe de final de abril, Metroscopia sitúa a los populares a dos diputados del PSOE y GAD-3 le da un mejor pronóstico en el diario ABC, según se desprende de sus sondeos sobre Madrid publicados este fin de semana. 

El CIS ha iniciado esta semana un nuevo trabajo de campo después del barómetro publicado el pasado 15 de abril que situaba al Partido Socialista en primera posición (31%), diez puntos por delante del PP (21%). Todo indica que hay cambios en el tablero.

Las encuestas sobre intención de voto hay que cogerlas con pinzas en las actuales circunstancias. No está de más recordarlo: el número de personas indecisas y desorientadas es enorme en el interior de la nebulosa Covid-19. Los resultados de una encuesta se pueden hoy orientar fácilmente en una dirección u otra, en función del factor corrector que se aplique a un porcentaje tan elevado de indecisos. 

El CIS sigue ofreciendo materiales valiosos, pero su director, José Félix Tezanos, veterano sociólogo vinculado durante años al ala guerrista del PSOE, se ha ubicado muy gustosamente en la polémica, con cambios metodológicos mal explicados. Se ha querido situar al CIS bajo sospecha y Tezanos no ha sabido evitarlo. Ha caído en la trampa que se ha tendido él mismo. 

De entre las diversas luchas que tienen lugar en estos momentos en la ciudad estado de Madrid, una de ellas se refiere a la primacía en el análisis electoral. Lucha por la hegemonía predictiva. Faros entre la niebla. Quien encienda las luces más potentes puede ayudar a los barcos de la política a encontrar el rumbo correcto y el que se pase de listo con la linterna puede enviarlos hacia los mortales farallones. Íñigo Errejón aún debe recordar la cena madrileña en la que le predijeron que si se presentaba a las últimas elecciones generales podía llegar a obtener veinte diputados.

Al empezar el confinamiento, las empresas de sociología electoral optaron por no preguntar sobre la intención de voto, por respeto a los encuestados. No era el momento. Algunas personas se echaban a llorar cuando se les preguntaba sobre la situación que estaban viviendo. Las encuestas se limitaban inicialmente a evaluar la gestión de las instituciones ante la epidemia. 

El Gobierno empezó bien, cayó al cabo de quince días hacia la zona de suspenso –suspenso severo–, a medida que se hacían evidentes los graves problemas de suministro de material sanitario, recuperó un aprobado justo a mediados de abril, para volver a caer en el suspenso después de la confusión generada por la salida de los niños a la calle, medida muy mal explicada por la portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero . 

El último sondeo diario de Metroscopia, cerrado este fin de semana, señala una nueva recuperación de la imagen del Gobierno después de que se haya anunciado el plan de desescalada. Nada es estable. Nada va a ser estable durante un largo periodo de tiempo. 

Ahora viene la angustia económica. Estamos en unas montañas rusas de dimensiones descomunales. Millones de personas pendientes del televisor, oyendo la radio, leyendo diarios como no se hacía desde hace muchos años, y en contacto con las genialidades y las fiebres amarillas de las redes. Un experimento social sin precedentes.

El Partido Popular tiene este fin de semana buenas encuestas. El viejo partido Alfa de las clases medias tradicionales estaría empezando a reabsorber parte del voto que se inclinó por Vox en las últimas elecciones generales, manteniendo a Ciudadanos por debajo de los diez diputados, pese a los intentos de Inés Arrimadas y Luis Garicano de poner en marcha una línea centrista autónoma. 

La extrema violencia verbal de Vox empieza a molestar a gente que en noviembre optó por el grupo de Santiago Abascal para pegarle una sacudida al PP del caso Gürtel

La violencia verbal de Matteo Salvini también está perdiendo puntos en Italia. Siguiendo la partitura aznariana –Movimiento 1993 en do mayor–, el partido de Pablo Casado está compaginando el apoyo parlamentario al estado de alarma (no tiene otra alternativa) con una dosis de agresividad contra el Gobierno suficientemente alta como para atraer a una parte de los votantes de Vox que quieren noquear a la izquierda en las urnas y no se contentan con ahogarla en las remolinos de las redes sociales. Vuelve el partido Alfa.

No vayamos tan deprisa. Lo que de verdad ha conseguido el Partido Popular durante los cuarenta y cinco días de confinamiento severo es recordarle eficazmente a sus electores que son antagonistas de la izquierda, evitando que se produjese un corrimiento cívico hacía el área gubernamental como el que se ha registrado en Italia alrededor de la figura del primer ministro Giuseppe Conte, un abogado independiente de la Apulia, hasta hace dos años prácticamente desconocido, promovido como figura arbitral por el Movimiento Cinco Estrellas, que ha demostrado ser un equilibrista de la mejor escuela democristiana. 

Pese a su popularidad en las encuestas, a Conte ya están empezando a moverle la silla. El insólito desfile de un convoy militar ruso de Roma a Milán en el momento más crítico de la epidemia, una escena impensable en la España fielmente atlantista desde 1946, puede pasarle factura en los próximos meses.

A diferencia de Italia y de otros países europeos, en España se han mantenido intactas las líneas tradicionales del combate político, cuyos orígenes emocionales aún se remontan a la Guerra Civil. Las dos Españas de siempre. La violencia verbal de estos días en el debate público así nos lo recuerda. 

Sánchez no es un independiente equilibrista de sabor democristiano: es el indiscutido secretario general del PSOE, coaligado con Unidas Podemos e investido presidente con el apoyo de una confederación periférica de federalistas, nacionalistas y soberanistas, de la que sólo estaba ausente, y lo sigue estando, el ala derecha del independentismo catalán.

La partitura aznariana ha evitado que una parte de los electores de la derecha se colocasen momentáneamente al lado del Gobierno, convocados por la estrategia presidencialista de Sánchez y la aparición diaria de altos mandos militares en las conferencias de prensa del comité de crisis, que tanta urticaria ha provocado entre los nacionalistas y la izquierda anclada sentimentalmente en los años setenta. 

La línea aznariana delimitó con claridad las líneas de confrontación y no tuvieron contemplaciones con el jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil cuando este pronunció unas palabras equívocas sobre la labor de control de los bulos. Ese fue un momento muy indicativo. En España cuando se combate, se combate de verdad.

El PSOE respondió al atrincheramiento aznariano con la maniobra envolvente de unos nuevos pactos de la Moncloa. Un movimiento inteligente que ahora entra en fase táctica. La verdadera línea de concertación es la que pueden establecer en los próximos meses la patronal y los sindicatos. Esa mesa, mucho más importante que la comisión parlamentaria pactada in extremis por Sánchez y Casado, será influida evidentemente por la percepción de la correlación de fuerzas, expresada a través de las encuestas. 

Y ahí descubrimos, de nuevo, la importancia de la lucha en curso por la primacía entre los institutos y empresas de sociología electoral. Todos los frentes están conectados en la ciudad estado de Madrid.

La política actual hay que leerla más en imágenes que en palabras. El álbum de fotos de Casado nos explica en qué ha consistido la política del Partido Popular estas últimas semanas. El hombre en blanco y negro que aparece ante el espejo de un lavabo, melodramático, en mangas de camisa, refrenando la ira, llama a los votantes de Vox a regresar al partido Alfa: yo os vengaré a su debido tiempo. 

El Casado pastor de ovejas (imagen de hace unos días) se dirige a los votantes de las 28 provincias con menos de cinco diputados y les dice que la próxima vez habrá que concentrar el voto de la España rural en el Partido Alfa para girar la tortilla. La izquierda se ha reído de esas fotos sin acabar de entenderlas.

Mientras tanto, Sánchez queda obligado a corregir. Debe volver al autonomismo narrativo, recoser la confederación, cuidar las inquietudes y nerviosismos electorales del PNV, dialogar con Íñigo Urkullu , escuchar más a Ximo Puig, descifrar Catalunya, hablar con Ciudadanos y vigilar las maniobras que pueden surgir en el PSOE en otoño, puesto que algunos martillos hidráulicos ya se están poniendo en marcha para intentar romper su liderazgo en el partido. 

En la ciudad estado de Madrid siempre se conspira sin descanso. Sánchez deberá cruzar los dedos para que las cosas no se tuerzan más de la cuenta en Europa y pueda disponer de margen económico suficiente para tejer una malla asistencial ante las graves tensiones sociales que se avecinan. El reto es descomunal para el partido Beta. Cuando se piden poderes especiales al Congreso, el poder desgasta al que lo tiene, o aparenta tenerlo.


 (*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia


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