Este Gobierno progresista, en el que convive la diarquía conyugal de
Iglesias y Montero, al modo peronista y al del comandante Ortega y su
esposa, vicepresidenta en Nicaragua, no deja pasar un día sin darnos
alguna emoción y sorpresa.
Ayer tuvimos un lunes de recuperación de imagen del equipo técnico
gubernamental, en el que Fernando Simón le echó una mano al cuello al
General de la Guardia Civil, transmisor inocente de la orden del
Gobierno de proteger su buena reputación frente al clamor general que
circula por las redes sociales. Clamor de asombro e indignación, ante la
catástrofe con curva exponencial en la gestión de la crisis del
coronavirus en España.
Primero, se calificó de indecentes por el referido funcionario
público, elevado a la condición de portavoz del Gobierno, a los que
ejercen el derecho de libertad de crítica y de expresión. Después,
continuó demandando alegría y felicidad, porque ayer hubo menos de 400
muertos – exactamente 399, según decidió el Ministerio del cuento, como
quien pone el cartel del precio del tomate a 3,99 el kilo- para acabar
aplaudiéndose los comparecientes a ellos mismos.
Pero si eso fue ayer, hoy hemos conocido el modelo de desescalada,
realmente de puesta en libertad condicional de los ciudadanos de menos
de 14 años, modelo que es un auténtico disparate que no puede estar
fundado en ningún criterio científico, al menos conocido.
El Gobierno está recibiendo las quejas naturales de las familias que
tienen hijos menores que piden algo tan natural como poder salir a
pasear individualmente un tiempo razonable con sus hijos, vayan andando o
en sillita. Sin pretender formar grupo ni pandilla, ni salir a la calle
a jugar varios niños, como advertía el ínclito Fernando Simón
innecesariamente, una vez más, pues nadie ha planteado tal situación.
Hay que recordar que el funcionario Simón es un hombre de criterios
variables, pues si antes del 8 de marzo declaraba su condición de padre
de mente abierta para que su hijo acudiese a la manifestación que
quisiera, hoy quiere instruir a los menores en la compra compulsiva, sea
en el supermercado o en la farmacia. O a lo mejor que vean con sus
propios ojos los escenarios en los que actuaba Billy el niño en el
Oeste.
Empiezo a deducir que este Gobierno y el equipo habitual del parte
diario confunden el estoicismo antropológico de los españoles con algún
grado de estulticia general de los ciudadanos.
No es necesario pedir un informe al CSIC para concluir que, en un
supermercado, en un banco o en una farmacia, previa espera a la entrada
del establecimiento, el ambiente general propicia más un contacto o
contagio. A salvo que las familias preparen al niño con el disfraz de
Hannibal Lecter – genial Annthony Hopkins en El Silencio de los
corderos- en el momento de ser recluido en el psiquiátrico de Baltimore.
Parece que el sentido común recomienda que los menores puedan estar
en espacios abiertos, sin objetos que tocar accidentalmente y con
separación de otros menores y adultos. Y puedan tomar aire fresco en
este abril de las lluvias mil.
El desconcierto y desorganización que está generando este Gobierno,
desde el día 31 de enero en que conocía la existencia del virus en
nuestro territorio, merece una explicación en sede parlamentaria que es
donde reside la soberanía popular y se ejerce la democracia. Pero el
Gobierno le ha cogido el gusto a la pantalla de plasma y a enviar a los
cuatro peones de confianza a pegar pases a la cruda realidad de los
datos de los fallecidos en los informativos de TV.
Hechos constatados y comprobables en la gestión de la crisis
sanitaria:1. Se han perdido test realizados en los primeros días.2.No ha
habido un recuento de datos veraz y homogéneo. 3.La crisis del material
sanitario y el contagio del personal de hospitales no tiene nombre. 4.
El aprovisionamiento y la distribución de test y mascarillas ha sido y
es un caos y se miente. 5. Se dan de alta a pacientes en casa sin
pruebas diagnósticas durante la enfermedad ni test realizados 6. Y sobre
todo la cifra de fallecimientos y especialmente de personas mayores
exige cuando menos una Comisión de investigación.
Pablo Casado ha reclamado a Pedro Sánchez que si quiere sinceramente
pactar con luz y taquígrafos vaya al Parlamento. El Gobierno después ha
venido a decir que, de acuerdo, pero que eso de ir al Congreso es una
cuestión menor y meramente formal. Sorprendentemente Inés Arrimada ha
dicho lo mismo, que lo importante es tomar decisiones ágiles. La
dilución de Ciudadanos, absolutamente perdido, sí que representa una
curva exponencial descendente.
¡Oh my God! qué escasa noción de la democracia tienen en
este Gobierno progresista. Pero qué quería hacer Pedro Sánchez:
organizar un fin de semana en Quintos de Mora para la recuperación de
España.
(*) Abogado y Registrador de la Propiedad
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