martes, 21 de abril de 2020

Simón, el flautista de Hamelin / Ignacio del Río *

Este Gobierno progresista, en el que convive la diarquía conyugal de Iglesias y Montero, al modo peronista y al del comandante Ortega y su esposa, vicepresidenta en Nicaragua, no deja pasar un día sin darnos alguna emoción y sorpresa.

Ayer tuvimos un lunes de recuperación de imagen del equipo técnico gubernamental, en el que Fernando Simón le echó una mano al cuello al General de la Guardia Civil, transmisor inocente de la orden del Gobierno de proteger su buena reputación frente al clamor general que circula por las redes sociales. Clamor de asombro e indignación, ante la catástrofe con curva exponencial en la gestión de la crisis del coronavirus en España.

Primero, se calificó de indecentes por el referido funcionario público, elevado a la condición de portavoz del Gobierno, a los que ejercen el derecho de libertad de crítica y de expresión. Después, continuó demandando alegría y felicidad, porque ayer hubo menos de 400 muertos – exactamente 399, según decidió el Ministerio del cuento, como quien pone el cartel del precio del tomate a 3,99 el kilo- para acabar aplaudiéndose los comparecientes a  ellos mismos.

Pero si eso fue ayer, hoy hemos conocido el modelo de desescalada, realmente de puesta en libertad condicional de los ciudadanos de menos de 14 años, modelo que es un auténtico disparate que no puede estar fundado en ningún criterio científico, al menos conocido.

El Gobierno está recibiendo las quejas naturales de las familias que tienen hijos menores que piden algo tan natural como poder salir a pasear individualmente un tiempo razonable con sus hijos, vayan andando o en sillita. Sin pretender formar grupo ni pandilla, ni salir a la calle a jugar varios niños, como advertía el ínclito Fernando Simón innecesariamente, una vez más, pues nadie ha planteado tal situación. 

Hay que recordar que el funcionario Simón es un hombre de criterios variables, pues si antes del 8 de marzo declaraba su condición de padre de mente abierta para que su hijo acudiese a la manifestación que quisiera, hoy quiere instruir a los menores en la compra compulsiva, sea en el supermercado o en la farmacia. O a lo mejor que vean con sus propios ojos los escenarios en los que actuaba Billy el niño en el Oeste.

Empiezo a deducir que este Gobierno y el equipo habitual del parte diario confunden el estoicismo antropológico de los españoles con algún grado de estulticia general de los ciudadanos.

No es necesario pedir un informe al CSIC para concluir que, en un supermercado, en un banco o en una farmacia, previa espera a la entrada del establecimiento, el ambiente general propicia más un contacto o contagio. A salvo que las familias preparen al niño con el disfraz de Hannibal Lecter – genial Annthony Hopkins en El Silencio de los corderos- en el momento de ser recluido en el psiquiátrico de Baltimore.

Parece que el sentido común recomienda que los menores puedan estar en espacios abiertos, sin objetos que tocar accidentalmente y con separación de otros menores y adultos. Y puedan tomar aire fresco en este abril de las lluvias mil.

El desconcierto y desorganización que está generando este Gobierno, desde el día 31 de enero en que conocía la existencia del virus en nuestro territorio, merece una explicación en sede parlamentaria que es donde reside la soberanía popular y se ejerce la democracia. Pero el Gobierno le ha cogido el gusto a la pantalla de plasma y a enviar a los cuatro peones de confianza a pegar pases a la cruda realidad de los datos de los fallecidos en los informativos de TV.

Hechos constatados y comprobables en la gestión de la crisis sanitaria:1. Se han perdido test realizados en los primeros días.2.No ha habido un recuento de datos veraz y homogéneo. 3.La crisis del material sanitario y el contagio del personal de hospitales no tiene nombre. 4. El aprovisionamiento y la distribución de test y mascarillas ha sido y es un caos y se miente. 5. Se dan de alta a pacientes en casa sin pruebas diagnósticas durante la enfermedad ni test realizados 6. Y sobre todo la cifra de fallecimientos y especialmente de personas mayores exige cuando menos una Comisión de investigación.

Pablo Casado ha reclamado a Pedro Sánchez que si quiere sinceramente pactar con luz y taquígrafos vaya al Parlamento. El Gobierno después ha venido a decir que, de acuerdo, pero que eso de ir al Congreso es una cuestión menor y meramente formal. Sorprendentemente Inés Arrimada ha dicho lo mismo, que lo importante es tomar decisiones ágiles. La dilución de Ciudadanos, absolutamente perdido, sí que representa una curva exponencial descendente.

 ¡Oh my God! qué escasa noción de la democracia tienen en este Gobierno progresista. Pero qué quería hacer Pedro Sánchez: organizar un fin de semana en Quintos de Mora para la recuperación de España.


(*) Abogado y Registrador de la Propiedad


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